Midió el alcance del último fulgor;
Y lo orientó, meticuloso y calmo,
Lo concentró en orientar el barco,
Eludiendo los escollos y el sopor,
Nos dejó una nave marinera…
Y dijo adiós
Ni una queja escucharon los marinos,
ni un dudar brotó de su pausada voz.
Firme su mano en el áspero timón
hizo el último tramo del camino,
nos dejó una nave marinera…
y dijo adiós
Sabiendo ya llegados los fatales
de su ciclo vital, nada al albur
dejó jugado… y apagó la luz.
Delegando el timón sin vanidades
nos dejó una nave marinera…
y dijo adiós
Pensó en la brumosa Manizales,
la de sus pasos de niño y juventud,
con sus nocturnos de tango a plenitud,
y se hundió entre notas abisales,
nos dejó una nave marinera…
y dijo adiós
Conocedor del final
de su vida en rebeldía,
sus dolores, con porfía,
arrinconó en un desván
vio las rutas de su causa,
sopesó los elementos,
calculó los contravientos,
detalló el “quehacer”, sin pausa.
Reforzada fue la nave,
ajustado fue el velamen,
repasada fue la carta.
Cada marinero sabe
que el crujir del maderamen
al deber pronto lo llama.