Conflicto árabe-israelí: PALESTINA EXIGE CUMPLIMIENTO DE ACUERDOS

Por Edgar Piñeros

La apertura al turismo del túnel arqueológico de los Hasmoneos, ordenada en septiembre por Benjamín Netanyahu, colmó la paciencia del pueblo palestino para el cual el sitio es un lugar sagrado. Esta nueva provocación revela las maquinaciones del gobierno israelí contra los acuerdos a que se había llegado a principios de la década.

Yasser Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, ha reclamado con vehemencia el cumplimiento de los pactos de 1991, en los cuales se estipuló la devolución de territorios ocupados por Israel.

Fueron estas negociaciones las que permitieron convenir en 1993 la autonomía de Gaza y Jericó, que se amplió más tarde al territorio de Cisjordania. También se decidió que las partes reanudarían las discusiones en mayo de 1996 para encontrar una «solución permanente» que permitiera un tratado definitivo de paz, reafirmara la soberanía de Cisjordania y Gaza y definiera el futuro político de Jerusalén, en cuya parte oriental los palestinos aspiran a establecer la capital de su Estado. Hubo avenimiento en que Israel retiraría sus tropas de la ciudad de Hebrón, en marzo de 1995.

Pero la cúpula israelí aún se obstina en impedir la formación de un Estado palestino, el objetivo histórico planteado por el presidente Yasser Arafat desde la fundación de la OLP. Por ello no admite la autonomía palestina en las relaciones exteriores y en la constitución de su ejército. Benjamín Netanyahu, elegido primer ministro en mayo pasado y rabioso opositor a los acuerdos con la OLP, se niega a retirarse de Hebrón, con el pretexto de dar seguridad a los 400 colonos judíos que habitan allí al lado de 100 mil palestinos.

Con respecto a la ciudad de Jerusalén, centro milenario de las culturas judía, cristiana y musulmana, Netanyahu reitera lo dicho por sus predecesores, valga decir, que es la «capital eterna e indivisible de Israel».

Entre tanto, sus autoridades continúan incrementando los asentamientos judíos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental, donde ocupan 45% del territorio con más de 280 mil colonos. So capa de dar protección a sus ciudadanos, el gobierno de Netanyahu se reserva el derecho a ejercer autoridad en estas áreas.

Los Estados Unidos, que promovieron los acuerdos para afianzar sus reales en el mundo árabe y crear una comunidad económica en la región bajo su dominio, ven con inquietud la intransigencia de Netanyahu.

En lo que no transige la Casa Blanca es en que se discuta su prepotencia en la región. El presidente de Francia, Jacques Chirac, en su afán de abrirles paso a los intereses de la Unión Europea en Oriente Medio, visitó Palestina, Jordania e Israel en octubre.

Chirac defendió la creación de un Estado palestino que incluya la parte oriental de Jerusalén, y la devolución de los Altos de Golán a Siria, extensiones arrebatadas por Israel en la guerra de los Seis Días de 1967.

Tanto Tel Aviv como Washington rechazaron abruptamente las pretensiones europeas de participar en las negociaciones de paz. Se atisba una enconada disputa por la influencia en esta parte del globo.

El conflicto árabe-israelí, herencia del colonialismo
La repartición de Oriente Medio fue acordada en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, por Rusia, Francia y Gran Bretaña, así: Siria y Líbano serían colonias de Francia; Jordania, Irak, la Península Arábiga y el Golfo Pérsico pertenecerían al sistema colonial inglés, con lo cual se posesionaba de las inmensas extensiones intermedias entre Egipto y la India, también protectorados del Reino Unido. Así lograron dividir a los pueblos árabes y sofocar su sueño de construir una sola república.

En 1917, Inglaterra, con la Declaración de Balfour, promueve «el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío». La Liga de las Naciones, esa alianza de las potencias imperialistas vencedoras de la Primera Guerra, ratifica en 1922 la declaración y reconoce a Gran Bretaña el «mandato» sobre Palestina, es decir, convertirla en su colonia. Israel, que también sufrió opresión y persecuciones, fue fundado como Estado por las Naciones Unidas en 1948, mientras que la patria palestina quedó sin reconocimiento.

Desde entonces, Estados Unidos, con el predominio obtenido después de la Segunda Guerra Mundial, pudo afianzar su hegemonía en la región.

Esta experiencia confirmó la ley histórica de que el reparto del mundo es el hecho fundamental de la economía imperialista, que la, jalona inevitablemente hacia la guerra entre los bandoleros del gran capital. Pero el pueblo palestino, templado en sus luchas centenarias contra los esclavistas, sabrá perseverar hasta construir la patria independiente y soberana a que tiene derecho.