La cooperativa de Micumao (Mico Ahumado), corregimiento de Achí, fue fundada el 6 de febrero de 1982 en La Plaza, un caserío de unos quince ranchos por donde pasan periódicamente los campesinos que habitan la región. En su mayoría, éstos han emigrado de los más diversos departamentos del país por la crisis general que se vive en el campo, y se han abierto camino en espesas zonas boscosas, a golpes de hacha y machete, para transformarlas en cultivos de fríjol, maíz, café, yuca, plátano y árboles de fruta. La Plaza está comunicada con el casco urbano de Morales, a orillas del río Magdalena, por medio de una trocha que despejó hace algunos años una compañía maderera holandesa, con sede en Barranquilla, cuyos propietarios saquearon grandes extensiones ricas en caoba y tolú. Para sacar una carga de fríjol al mercado, los agricultores tienen que llevarla a lomo de mula desde su parcela hasta La Plaza; de allí, cuando llega carro, es transportada hasta Morales, y de Morales a El Banco hay que enviarla por tierra o en chalupa. En el primer caso el viaje dura diez horas, si no se presentan mayores imprevistos; en el segundo es menos demorado, pero también muchísimo más caro.
Por estos motivos, el flete de los productos campesinos hasta El Banco es extremadamente alto y en muchas ocasiones no compensa el esfuerzo, al tiempo que los precios de los víveres y otros artículos básicos están en las tiendas de La Plaza con frecuencia dos, tres, cinco o diez veces más elevados que los de Morales. Los labriegos acogieron entonces la idea, impulsada por la liga campesina, de conformar una cooperativa que en la actualidad ya tiene cerca de sesenta socios, cada uno de los cuales ha hecho un aporte de mil pesos por acción, único requisito que se exige para pertenecer a ella. Gracias a esta iniciativa, durante 1982 se duplicó el área sembrada de maíz en Mícumao, y el año pasado la cooperativa comerció más de ochocientas cargas de este grano.
Algo similar ocurre en El Dorado, una vereda de la Serranía de San Lucas a siete horas a pie del caserío más cercano. Según Lucho Ávila, actual administrador de la cooperativa, «aquí se dejó de cultivar arroz porque los costos eran mayores que el precio de venta. Sembrar una hectárea podía valer alrededor de 35 mil pesos y producía seis fanegas (24 bultos, aproximadamente) que se vendían en Montecristo con una pérdida de más de diez mil pesos. Esta situación desestimuló el cultivo y llevó todavía más miseria a la región, que terminó comprando arroz pilado en Magangué a precios recargados en más del cincuenta por ciento».
En esas circunstancias, los campesinos de El Dorado comenzaron a vender acciones al mismo precio de las de Micumao y organizaron una cooperativa. Esta realizó al poco tiempo un «festival de la cosecha» destinado a recoger fondos y obtuvo algunos pesos que le sirvieron para pagar la cuota inicial de un molino. Ante los ojos incrédulos de los comerciantes y la alegría de los agricultores, el molino llegó en junio de 1983 a Montecristo, donde piló 37 quintales de arroz. Después fue desarmado y transferido en piezas, a lomo de tres mulas, hasta El Dorado, donde piló 17 quintales, y de allí pasó a La Garita, un caserío a cuatro horas de camino, donde piló 21 quintales. «Este hecho ha transformado en gran medida la situación de la región», afirma Lucho Ávila. «El año pasado sembramos diez hectáreas de arroz, y hoy estamos cultivando sesenta».
Cooperativas como las de Micumao y El Dorado han sido organizadas también en La Ventura, Los Planos, Regencia, Quebrada del Medio y otros corregimientos y veredas del sur de Bolívar. «Gracias a ellas», como dijo un campesino de Montecristo, «se sembró entre nosotros la idea de sembrar de nuevo».