A VOTAR CONTRA LA DEMAGOGIA OFICIAL

A principios de enero, pocos días antes de que se dispersaran por todo el país para iniciar el segundo tramo de la actual campaña electoral, el correspondiente a 1984, TRIBUNA ROJA logró reunir y entrevistar en Bogotá a los cuatro camaradas que han estado al frente de esta tarea del Partido a nivel nacional: Carlos Valverde, jefe del debate; Marcelo Torres, candidato a la Asamblea de Cundinamarca; Diego Betancur y Avelino Niño, candidatos al Concejo de Bogotá. La charla con ellos, en términos generales, se desarrolló así:

T.R.: ¿Cuál es el balance de la campaña efectuada durante 1983?

Carlos Valverde: El año pasado realizamos manifestaciones públicas en Barranquilla, Pereira, Manizales, Armenia, Cali, Medellín, Bucaramanga, Yopal y Cartagena, y en el departamento de Bolívar hicimos una gira que comprendió a Magangué, Carmen de Bolívar, San Juan Nepomuceno, Guaranda y Montecristo. En general los actos fueron buenos, con asistencia masiva de los simpatizantes y amigos del MOIR, y en algunas partes contamos con el respaldo de ciertos sectores del partido liberal y del partido conservador que ven con mucho agrado la posición asumida por nosotros frente a los diversos acontecimientos de la vida nacional.

T.R.: ¿Qué aliados han participado en la campaña?

Carlos Valverde: En Antioquia y en Bolívar estamos trabajando, respectivamente, con Enrique Molinares y Enrique Hernández, dos compañeros muy valiosos con los cuales hemos mantenido estrechas relaciones desde hace ya bastante tiempo, y en Bogotá hemos llegado a un acuerdo con José Zamudio Parra, un dirigente liberal independiente que nos acompañó en las elecciones de 1982 y que ahora figura en nuestras listas, al lado de Marcelo Torres, como candidato a la Asamblea de Cundinamarca.

Por otra parte, militantes de la Alianza Nacional Popular se hicieron presentes en el homenaje que se le rindió al camarada Diego Betancur en Palmira, y en otros lugares del país, como Florencia o Santa Marta, hemos entablado conversaciones con algunos miembros del Nuevo Liberalismo, cada vez más inconformes con la política eminentemente oportunista de Luis Carlos Galán. En Cali y Barranquilla también hemos dialogado con los compañeros del Partido Socialista de los Trabajadores, y nuestros planteamientos alrededor de la unidad han sido los mismos que defendimos en 1975, a raíz del rompimiento de la UNO: que los acuerdos deben ser sobre la base de una oposición sistemática a los gobiernos liberales y conservadores de turno, en este caso al de Belisario Betancur; que en materia de política internacional tenemos que asumir una posición de no alineamiento, y que las alianzas han de regirse internamente por la democracia y otorgarles plenas garantías a los distintos movimientos que participan en ellas.

T.R.: ¿Qué temas están enfatizando ustedes en los discursos?
Diego Betancur: Aunque nos hemos dividido el trabajo en este aspecto y cada uno de nosotros toca temas diferentes en las manifestaciones públicas, hay una cuestión sobre la cual hemos insistido a diario y que me parece importante señalar, porque todos los demás partidos, disidencias, grupos y grupúsculos políticos, sin excepción, la pasan por alto. Me refiero al continuismo del actual gobierno, que de hecho ocurre a pesar de sus desplantes demagógicos.

Si algo pudimos comprobar durante la gira que hicimos en 1983 por varios departamentos, es que los problemas económicos y sociales del país, que tienen hondas raíces y que son de vieja data, lejos de estarse resolviendo, así fuera lentamente, se están agravando a pasos agigantados. La miseria creciente del pueblo, la falta de trabajo, de vivienda, de educación y de salud es algo que palpa cualquiera que realice un recorrido por el país. En nuestras intervenciones, por lo tanto, hemos hecho énfasis en este punto; hemos explicado que, realmente, el actual gobierno no ha cambiado nada, y hemos dicho que la revolución es el único camino que les queda a las masas trabajadoras para acabar con el atraso centenario de Colombia.

Marcelo Torres: En relación con lo que está diciendo Diego, otra de las ideas sobre las cuales hemos insistido en los actos es la del completo fracaso de la llamada reactivación económica. A pesar de que el presidente y su Ministro de Hacienda han registrado como parte de victoria el hecho de que la inflación del año pasado no haya llegado al 20 por ciento, lo cierto es que los resultados de las medidas oficiales contradicen cualquier pronóstico optimista. Nunca, por ejemplo, el desempleo había sido tan alto en el país, durante las últimas cuatro décadas, como en el año que acaba de transcurrir, y en los primeros días de enero diez grandes empresas anunciaron que solicitarían autorización del gobierno para despedir a numerosos contingentes de obreros. Por tercera vez consecutiva, en 1983 disminuyó la superficie agrícola sembrada en Colombia, y a comienzos del año continuaron registrándose los concordatos y las quiebras de muchas industrias. Los decretos navideños que elevaron las tarifas de la gasolina, del transporte y de los combustibles repercutirán perjudicialmente sobre las condiciones de vida de los trabajadores, y el nuevo impuesto a las ventas afectará aún más a los pequeños y medianos empresarios, a los comerciantes y, en general, a todos los colombianos.

Resumiendo, lo que hemos denunciado en las manifestaciones es que la gestión económica del gobierno, lejos de haber solucionado la profunda crisis en que se encuentra el país, ni siquiera ha sido capaz de encauzarla por un camino de alivio transitorio, y que muchas de las promesas de Belisario Betancur en la campaña electoral de 1982 -la de que no subirían los impuestos, para citar un caso, o la de que el pago de los servicios públicos se volvería accesible a los usuarios de escasos recursos- han sido progresivamente desvirtuadas no sólo por la escalada alcista sino también por las múltiples determinaciones que adoptan semana tras semana las dependencias gubernamentales.

T. R.: ¿Cómo han explicado ustedes este problema de las alzas?

Diego Betancur: El pasado primero de febrero, mientras el gobierno y los jerarcas de los dos partidos tradicionales celebraban los 25 años del Departamento Nacional de Planeación, expedimos un comunicado en el que señalamos las razones de este fenómeno, que en muchos campos ha sido más agudo ahora que durante las administraciones de López y Turbay.

En esa oportunidad dijimos, y lo hemos repetido varias veces, que la planeación en Colombia ha sido hipotecada a los bancos prestamistas extranjeros desde hace por lo menos 25 años, y que son estas entidades internacionales las que realmente «planifican», en el llamado Grupo de Consulta, las inversiones que deberá realizar el Estado, las líneas de crédito que habrán de concederse a los sectores productivos y los proyectos de servicios públicos, en los que están incluidas, como es lógico, las tarifas que tienen que pagar los usuarios y las alzas periódicas que decreta el gobierno.

Algo similar ocurre con la reciente implantación del impuesto a las ventas y con los precios del transporte y de la gasolina. Esta última, entre paréntesis, está hoy en el país por encima de su cotización promedio a nivel internacional.

Carlos Valverde: El caso de las empresas públicas de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y otras capitales departamentales, en este sentido, es patético.

T.R.: ¿Y cómo ha estado la campaña en Bogotá?

Avelino Niño: desde el 18 de octubre del año pasado, fecha en la cual abrimos la campaña con una marcha de protesta de los vendedores ambulantes encabezada por Diego Betancur, hemos realizado manifestaciones en Bachué, Prado Veraniego, Ferias, Santa Helenita, San Carlos, 20 de Julio, Kennedy, Bosa, Quiroga, Lucero Alto, San Fernando, Class, Venecia y algunos otros barrios, en buena parte de los cuales se han establecido comandos para organizar las tareas de propaganda y de inscripción en esta recta final de los comicios. Los actos públicos han estado excelentes, por lo general, y en no pocas ocasiones la participación y el entusiasmo de las masas han sorprendido incluso a nuestros propios enemigos políticos.

T.R.: ¿Cuáles han sido los ejes, por decirlo así, de la agitación electoral en Bogotá?

Avelino Niño: Fuera de señalar la verdadera catadura del régimen belisarista y la naturaleza de la crisis económica y social que vive el país, como ya lo han explicado los demás compañeros, nuestro trabajo se ha centrado en denunciar algunos problemas específicos supremamente graves que tiene la ciudad, y que el actual alcalde, siguiendo el ejemplo de su superior jerárquico, no ha hecho sino agravar con cada día que pasa.

Uno de ellos es el de la vivienda. El plan bandera de la administración distrital, el famoso proyecto de Ciudad Bolívar, que se adelanta con base en un empréstito externo de 230 millones de dólares, no podrá resolver la penuria habitacional que hoy padecen millones de personas en los barrios periféricos. Se trata, en números redondos, de tres mil hectáreas localizadas al suroccidente de la sabana, en donde el gobierno pretende hacinar a cerca de diez mil familias en lotes con servicios de doce metros cuadrados cada uno. Lo único que se conseguirá mediante este adefesio, en pocas palabras, es crear un gigantesco tugurio en las afueras de la capital y endeudar a sus habitantes en una suma casi cuatro veces superior a la que costaron los puentes de Durán Dussán.

Otro problema muy agudo es el del cocinol. En Bogotá se venden más de dos millones y medio de galones de este combustible al mes, y ahora el alcalde ha salido con la idea de producir briquetas de carbón para reemplazarlo, lo que significa un empeoramiento en relación con las dramáticas necesidades actuales de la gente pobre. El caso de las basuras, igualmente, es aterrador. Cuando hicimos el acto en el barrio Quiroga, hace pocos días, los alrededores del sitio donde concedieron el permiso para levantar la tarima estaban inundados de desperdicios que los carros del Distrito no recolectaban desde meses atrás, a pesar de que el aseo se le cobra regularmente a la ciudadanía junto con las tarifas del agua. Los atropellos cometidos al amparo de la llamada valorización contemplada en el Plan Vial, por otra parte, han constituido un verdadero atraco para los sectores más depauperados de la población. De los 1.250 barrios con que cuenta Bogotá, más de la mitad se encuentra afectada por este problema, que ha llegado a convertirse en una auténtica calamidad pública.

T.R.: ¿Y para terminar?

Carlos Valverde: Yo quisiera, finalmente, insistir en algunas cosas que me parece que no deben pasar inadvertidas. La primera es que participamos en esta batalla electoral, como en las anteriores, sin hacernos la más mínima ilusión con respecto a la pureza del sufragio que supuestamente impera en estas lides de la democracia oligárquica en Colombia son una farsa en la que sólo pueden votar con «garantías» los sectores acomodados de la población y quienes quieran hacerlo por los dos partidos tradicionales, y que los moiristas concurrimos a ellas con el único propósito de vincularnos a las masas, acumular fuerzas y agitar nuestras ideas revolucionarias.

En segundo lugar, hay que resaltar el espíritu de unidad y de combate con que la militancia está adelantando esta tarea, a pesar de las dificultades enormes que tienen que enfrentar los miembros y simpatizantes de un partido como el nuestro. La seriedad, la abnegación y el entusiasmo de miles de compañeros y compañeras, sin embargo, nos ha permitido remover todos los obstáculos y salir adelante.

Por último, no sobra rendir un testimonio público de gratitud por la labor que ha desempeñado nuestro candidato al Concejo de Bogotá, la persona que ha llevado sobre sus hombros la mayor responsabilidad de la campaña del MOIR. El camarada Diego Betancur, como siempre, ha estado a la altura de las circunstancias.