LUCHEMOS CONTRA LA ENTREGA Y EL NANDIDAJE ANTINACIONALES

(Intervención de Jorge Santos Núñez, senador del MOIR, en el acto de proclamación de la candidatura de Jesús Bernal a la Cámara y de su candidatura al Senado, el 10 de diciembre de 1997 en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada de Bogotá)

Amigas y amigos, compañeras y compañeros

Empezamos una nueva batalla. En esta ocasión, por impedir que se nos arrebate nuestro derecho a expresarnos en el plano político más general, por mantener erguida la posición con la cual nos identifica el país. Si el socialismo requiere del modo más imperioso que los trabajadores nos preparemos para él mediante la lucha por la democracia, una de las reivindicaciones por la que hemos de luchar a brazo partido es la de tener expresión, voz, posición pública sobre los problemas fundamentales. Acrecemos así la posibilidad de orientar la clase e influir amplios sectores. El imperialismo y los enemigos del país se regodearían si el MOIR perdiese la representación conquistada en el Senado. No cabe exagerar la utilidad de esta herramienta de lucha en el actual momento de crisis política, intervencionismo desaforado y derrumbe económico. Desde el Senado, hemos alertado a la nación sobre los peligros de hegemonismo norteamericano sobre nuestra integridad territorial y soberanía, practicando una política amplia y unitaria respecto de la mayoría de las fuerzas políticas, denunciando las medidas anticolombianas y antipopulares del gobierno Samper, y apoyando las batallas de los distintos sectores del movimiento obrero y el pueblo, acompañándolas en sus manifestaciones y mítines. Presentamos incluso una iniciativa legislativa para condonar las deudas a los caficultores, que saboteó el gobierno, y logramos convertir en ley el fuero del servidor público junto con otras reivindicaciones. Utilizamos el parlamento burgués a la manera obrera, leninista, moirista. La posición conquistada pertenece al movimiento obrero, al pueblo, a la revolución; para salvaguardarla nos corresponde ahora, en la presente campaña intensa electoral, luego de los avances obtenidos en los comicios de octubre, llevar a cabo una movilización, entusiasta, eficaz. Necesitaremos votos, votos y más votos. Asegurar el apoyo de quienes nos respaldaron en octubre y empeñarnos en ampliarlo y reforzarlo entre más patriotas, entre más elementos del pueblo que apuesten por la lucha, la unidad nacional y el porvenir.

En la Colombia del año que termina y del venidero, ya no se trata sólo de refutar el neoliberalismo en la teoría: los estragos que ha causado en la economía, en el nivel de vida de la población, en la política vendepatria y en la cultura, constituyen brutales pruebas de su carácter, antinacional y antipopular. Completamos casi dos décadas desde que el capitalismo imperialista de fines del siglo XX, diera en practicar sobre el planeta la regresiva operación quirúrgica de economía política consistente en amputar del gasto del Estado lo que llamara la jerga keynesiana el subsidio a la demanda y los socialdemócratas el «gasto social», para transferirlo pura y simplemente a la flor y nata del capital financiero, condenando a muchas decenas de millones de personas al desempleo y al pauperismo en los propios países centrales y, en la periferia tercermundista, a los mismos flagelos multiplicados por mil, más la muerte y la desnutrición masivas por física hambre, sobre la base del derrumbe agrario y la desindustrialización. En Colombia el nefasto modelo cumple 8 años, la debacle arrecia y la salida no se ve por ninguna parte. Para nuestra industria nacional, el lúgubre balance se refleja en que importamos de todo y exportamos cada vez menos productos transformados; en el embate que padecen las más tradicionales de sus ramas en las que alguna vez se cifraran las rotas ilusiones de pujanza industrial; en que su raquitismo es la base del alarmante y creciente déficit en cuenta corriente; y en las 100 empresas liquidadas y en el otro centenar de las mismas que hubieron de declararse en concordato. Con la sistemática entrega de las mayores y mejores empresas estatales al gran capital foráneo; con el desmantelamiento de las regulaciones, subsidios e instituciones que, como las cafeteras, en buena medida expresan el interés económico nacional; con la apertura el mercado interior a la competencia extranjera, el país asiste a la destrucción programada, con premeditación y alevosía, de las bases materiales fundamentales insustituibles de la construcción de su futuro como nación. Nuestra campaña al Senado protestará contra esta entrega y este bandidaje contra la patria. Exhortaremos a los industriales, a sus agremiaciones y dirigentes, a oponerse a tanta felonía y a que combatamos juntos por la defensa de la producción más avanzada y por la independencia del país. Sostendremos una polémica pública contra su injustificable colaboracionismo y capitulacionismo, hijos de un pragmatismo infundado; los prevendremos sobre la ilusión de con ello pueda preservarse el interés industrial nacional ante la arremetida gringa y los llamaremos a rectificar los actuales descarríos propios de las tendencias naturales de su clase.

En el agro ha tenido lugar una verdadera devastación. Hablan solas las cifras archiconocidas: de un millón doscientas mil toneladas de alimentos y materias primas importadas en 1990 pasamos a importar más de cinco millones de toneladas en 1996. Cerca de un millón de personas fueron expulsadas del agro, arrojadas al desempleo, y se dejaron de cultivar setecientas diez mil hectáreas de alimentos y oleaginosas. El hato ganadero nacional se debate entre el contrabando, las actuales y anunciadas importaciones, y la violencia; diríase que se halla en vías de extinción. Hasta un expresidente, no obstante su fama luciferina, ha calificado la apertura en el agro justamente como «modelo diabólico». Nuestra campaña al Senado quiere decirle a los agricultores pobres, y medianos, a los empresarios agrícolas y ganaderos que la lesión enorme causada a sus intereses es una inadmisible afrenta de lesa patria. Que reclamamos castigo para los responsables oficiales del desastre. Que su posición de conjunto no puede acoger la de algunos dirigentes gremiales de los exportadores de flores que reclaman al país prosternarse ante las amenazas y el intervencionismo gringo como sedicente salvación de sus negocios de exportación. Que los invitamos a luchar conjuntamente contra la política aperturista de importación de alimentos, por la producción agropecuaria nacional y la seguridad alimentaria de Colombia, y por un activo intervencionismo estatal que fomente y proteja el agro.

La masa del pueblo e incluso buena parte de las capas medias han sido víctimas del desenfreno privatizador del gobierno anterior como del presente. En el otro polo, el festival de las multinacionales, la bancocracia y los grupos financieros dominantes. Sólo el año pasado, según reza el informe del Contralor General de la República, la nación perdió 495 millones de dólares por empresas del Estado feriadas muy por debajo de precio. A la par que aumentan las colosales ganancias de la plutocracia, el pueblo padece hambre, y más informalidad y descomposición social. El «Salto Social» samperista prometió un millón 600 mil empleos nuevos, mas los desempleados pasaron de medio millón en 1990 a casi 800 mil en 1996. El modelo aperturista se anotó el oscuro logro de elevar el índice de desempleo del 8% en promedio en los ochenta a más del 14% en 1997. Los asalariados, amén de soportar la peor acometida del capitalismo salvaje contra sus derechos democráticos y reivindicaciones históricas, que sufren un proceso de desmantelamiento, experimentaron una pérdida de su capacidad adquisitiva cercana al 2% sólo entre 1995 y 1996. Una catastrófica reestratificación busca asaltar los bolsillos de la gran mayoría de los usuarios de los servicios públicos domiciliarios. La salud, convertida en un negocio de los pulpos financieros, ha impuesto, cuando la hay para los colombianos, una odiosa discriminación clasista, tanto como pueda pagar el paciente, y ha proletarizado la profesión de la medicina y sus afines y auxiliares. La educación pública padece sus peores tiempos, los recortes sistemáticos del presupuesto, el escamoteo a los docentes de sus más elementales derechos, la parálisis de las inversiones en infraestructura, la prácticamente nula financiación de la investigación, el alza de las matrículas, el incumplimiento de los compromisos y obligaciones del gobierno central –incluso los de ley-, y el escandaloso deterioro de la calidad de la educación pública en todos sus niveles, al tiempo que campea la educación privada acentuando su tendencia a la discriminación económica y social. Por las calles de Colombia legiones enteras de compatriotas acuden a las ventas ambulantes en busca del sustento diario y enfrentan la dura represión policial ordenada por los alcaldes. La mendicidad, la delincuencia común, y la descomposición social cunden por doquier.

Todos sabemos que son multiformes y constantes las expresiones de resistencia de nuestro pueblo; que la clase obrera ha encabezado las mismas y que explosiones populares indicativas de mayores y más trascendentes rebeliones han asomado en los paros cívicos. A los vendedores ambulantes, a los estudiantes y maestros, a los usuarios de los servicios públicos, a los intelectuales y artistas, a la clase media y en fin, a las capas de todo el pueblo, hemos de decirles que su lucha es la nuestra, que dentro y fuera del Senado respaldaremos sus batallas contra las privatizaciones, por mejorar sus condiciones de vida, por el salario, por el derecho al trabajo, por la salud y la educación públicas, por mejores y más baratos servicios públicos. Que quien les habla es su Senador, su vocero y representante político, su compañero y su amigo

Expreso esta noche mi gratitud, toda mi gratitud, a las mujeres y hombres, compañeras y compañeros trabajadores de todo el país y especialmente a los de Caja Agraria, Telecom, de la salud, la educación y a los de Ecopetrol, y a otros muchos, por el fundamental respaldo recibido en las pasadas elecciones, pero sobre todo por el que sé que nos brindarán, a la lista que encabezo, y a la que encabeza ese formidable líder del movimiento obrero colombiano, conductor de las batallas de los trabajadores creditarios compañero Jesús Bernal Amorocho, quien puso en alto nuestra bandera en los comicios de la capital y quien nos representa en la batalla por una posición en la Cámara de Representantes. Hago votos por la lucidez, la fortaleza y de solidaridad que debe acompañarnos en la dura prueba de las batallas que se avecinan en Telecom y Ecopetrol.

Compañeras y compañeros: Colombia atraviesa su más oscuro momento, su peor crisis motivada por la intervención imperialista norteamericana; soporta al gobierno más arrodillado y pelele de los que tenga noticia el país; los obreros hemos saltado a la palestra y señalado el rumbo. Requerimos ahora la mayor unión nacional de nuestra historia, para derrotar las cadenas de la opresión gringa y construir una Colombia nueva, democrática y revolucionaria. Lo lograremos, con la política de frente único que trazó nuestro máximo jefe, Francisco Mosquera, remataremos el siglo que fenece y franquearemos las puertas del nuevo milenio, y seremos los obreros los que vayamos a la cabeza del tren.

Muchísimas gracias.