Los tiempos de crisis, y Colombia está en la peor de su historia, son propicios para defender principios, pero también para presentar como grandes propuestas unas cuantas baratijas ideológicas como el referendo y la reforma política.
¿Apunta el referendo a resolver los problemas nacionales? Entre 27 y 33 millones de colombianos están en la pobreza, el desempleo pasa de 20%, hay tres millones de niños sin escuela, la crisis de la salud no tiene antecedentes, un déficit fiscal nunca visto, la deuda pública externa e interna es de proporciones incalculables. Causas conocidas: apertura, neoliberalismo, privatización, órdenes del FMI, sumisión extrema de los gobiernos de César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, a las políticas que han destruido la base productiva del país.
Para colmo, ha llegado a la dirección del Estado un gobierno neoliberal como el que más. Basta leer sus propuestas en la campaña electoral, o conocer los puntos de vista de los ministros, o ver funcionarios de Gaviria y de Pastrana repitiendo en este gobierno: Juan Luis Londoño, responsable de la salud en la administración Gaviria, un sistema que genera hechos tan dramáticos como el de la señora de Cartagena tirada a morir en la puerta de un hospital por no tener para pagar los costos de la medicina privada; el embajador en Washington, Luis Alberto Moreno, coautor o coejecutor o cómplice, no sé cómo llamarlo, de la redacción del Plan Colombia, que ordena, por ejemplo, privatizar las catorce electrificadoras regionales y dispone que Colombia importe, principalmente de Estados Unidos, toda la comida de la nación; Marta Lucía Ramírez, ministra de Comercio Exterior, comprometida con el ingreso de Colombia al ALCA, un acuerdo que arrasará lo que aún queda de la producción nacional. Y resucitaron a Hommes, de ingratísima recordación, hoy todopoderosa eminencia gris de este gobierno, que sin responderle a nadie, y a la sombra, mueve los hilos del poder.
Pero en lugar de acometer la solución de los problemas, el gobierno de Uribe se aprovecha de la confusión de la gente para introducir reformas de signo antidemocrático. Nadie debe confundirse. El referendo y la reforma política no son democráticos. Hacen parte de la reforma neoliberal, de la recolonización del país por Estados Unidos y de su adecuación al ALCA. En los términos más vergonzosos, a Colombia se la está sometiendo a la condición de colonia de Estados Unidos. Volvimos al Virreinato.
Contra el Congreso
La propaganda sobre el referendo y la reforma política está montada sobre el desprestigio del Congreso, al que se busca responsabilizar de todos los males que padece la nación. Pero quien afirme que el Congreso es el principal causante del desastre nacional, no sabe de qué está hablando. Sin que por esto quiera yo exculpar al Congreso de los errores que haya cometido. En ese sentido, hay que señalar que se ha equivocado en materia gravísima en los últimos doce años, aprobando las leyes 50, 100, 142, 143, 99, 617, 715, el acto legislativo 02, que son, en general, columna vertebral de las reformas neoliberales. Todas se las presentó el Poder Ejecutivo al Congreso, y lo presionó de múltiples maneras para que les diera aprobación.
Desde las reformas de 1936 y 1968, pero más aún con la Constitución de 1991, al Congreso le han recortado de manera sistemática las funciones que la democracia les concede supuestamente a las instituciones representativas. Actualmente hay más de 25 temas sobre los cuales carece de iniciativa. La ley del Plan de Desarrollo, tan decisiva, puede ser determinada por decreto de la Presidencia caso de que el Congreso no la apruebe. La gente cree que un parlamentario puede pasar proyectos para subir el precio del café o aumentar el presupuesto de la universidad pública. Todos esos temas le están vedados. No solo nos está vedada toda iniciativa, sino que en la reforma política se señala que el Congreso debe pedirles permiso a los ministros para introducir cualquier modificación en ese tipo. La responsabilidad principal de los desastres que afligen a Colombia le compete al Poder Ejecutivo, por su sumisión a los designios del FMI y de Estados Unidos
Sobre la corrupción tampoco se puede exonerar ni a este ni a ningún Congreso anterior. Quiero iniciar el análisis del tema con dos afirmaciones categóricas: primero, la empresa privada es tan corrupta como el Estado; es una mentira decir que privatizar las empresas es sustraerlas de las garras de la corrupción. Segundo, en el mar de la corrupción nacional, que incluye al Poder Legislativo y al capital privado, la responsabilidad fundamental reposa en el Poder Ejecutivo, en la Presidencia de la República, en los alcaldes y gobernadores. Este Poder se llama así porque le corresponde ejecutar, entre otros, el gasto público, vale decir, firmar los cheques. Sin la firma del Ejecutivo no es posible la corrupción.
La corrupción más lesiva y protuberante es la que el Ejecutivo les permite a las trasnacionales y al capital financiero, que tienen de rodillas al país y sometido a condiciones de ignominia. Me permito leerles una frase de George Soros, famoso especulador internacional que en una semana le tumbó al Banco de Inglaterra dos mil millones de dólares. Soros explica cómo opera ese capital financiero al que el doctor Londoño Hoyos muestra como el único que puede sacarnos de la flecha y el guayuco. Afirma Soros: «Los mercados financieros no son inmorales, son amorales. No es que tengan moral mala, es que no tienen moral…En los negocios, la moralidad puede llegar a ser un estorbo. En un entorno sumamente competitivo, es probable que las personas hipotecadas por la preocupación por los demás obtengan peores resultados que las que están libres de todo escrúpulo moral. De este modo, los valores sociales experimentan lo que podría calificarse de proceso de selección natural adversa: los pocos escrupulosos aparecen en la cumbre».
Debate sobre la democracia
Este también es un debate sobre la democracia. Que no reside únicamente en elegir al presidente de la República. Jefes de Estado, llámense reyes, emperadores, tiranos, han existido siempre. Lo nuevo en la civilización es el surgimiento de los Congresos y la democracia representativa. Mientras que en el Ejecutivo está solo representada la pequeña minoría que logra la dirección del Estado, en los Congresos podrían estar representados todos los sectores, incluidas fuerzas débiles. Cualquier propuesta del Ejecutivo que apunte a avasallar al Legislativo es una intentona autoritaria que debemos rechazar en forma resuelta. Porque, además, el Ejecutivo dispone a su arbitrio del apoyo y el presupuesto de las Fuerzas Armadas.
La democracia presupone que las mayorías determinen el rumbo, pero también que las minorías disfruten de la libertad de expresarse. Y uno de los canales es el Congreso. Sin Congreso libérrimo, no hay democracia. Su función no es solo hacer las leyes, es también controlar las andanzas del Ejecutivo e impedir que los países terminen convertidos en el reino del autoritarismo.
Llevamos doce años en una campaña fríamente calculada no contra unos congresistas corruptos sino contra la propia institución de la democracia representativa. Si un congresista le discute al Ejecutivo alguna determinación, le cae encima la aplanadora y es caricaturizado por los medios como una de las ratas que habitan este edificio. ¿No es de la esencia misma de la democracia que un congresista tenga el derecho y el deber de entrar en controversia con las determinaciones del Poder Ejecutivo? Es una campaña por cierto muy consecuente con la concentración del poder económico en los grandes monopolios y en las trasnacionales, a las que les parece, por razones obvias, que aquí se discute demasiado. La democracia no es eficaz para el neoliberalismo.
Se equivocan quienes afirman que el referendo es la máxima expresión de la democracia porque apela al constituyente primario. Quienes así lo adornan coinciden en el planteamiento con dictadores como Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet y Fujimori. Con plebiscito se proscribieron en Colombia los partidos distintos al liberal y el conservador; una monstruosidad antidemocrática que se presentó como el non plus ultra de la democracia.
La reforma política
La compleja reforma política que viene caminando tampoco es el fruto de la genialidad de ningún cerebro criollo. Es una propuesta hecha por las universidades de Yorktown y de Harvard, norteamericanas las dos. Es ¡el gringo ahí! Insisto: el día que un neoliberal criollo tenga una idea propia le da un derrame cerebral.
Reforma y referendo son antidemocráticos, regresivos y demagógicos: se montan sobre la base de perseguir la politiquería y la corrupción, y nos les hacen ni cosquillas. Están a todas luces diseñados para recortar aún más la democracia. Van a golpear la circunscripción nacional, probablemente el instrumento que ha permitido que al Congreso lleguen sectores como el MOIR. En la circunscripción regional, alcaldes y gobernadores y quienes tienen el presupuesto imponen a su antojo la votación. La idea del umbral es aberrante; yo salí elegido por 47 mil votos, pero con la fórmula del gobierno, hubiera necesitado varios centenares de miles de votos.
El referendo no es claro. Once páginas de preguntas sibilinas, donde quien esté en contra es un pillo que debe ser lanzado a las tinieblas exteriores. Y está diseñado para que el elector no lea las preguntas ni sepa por qué está votando. Oigamos dos: Para hacer más eficaz la lucha contra la corrupción política, ¿aprueba el artículo xx? Para eliminar los llamados carruseles pensionales y otras prácticas indebidas, ¿aprueba el artículo xx? Esta redacción me recuerda la película de un judío preso en la Alemania nazi. En el interrogatorio, en lo que llaman los generales de ley, en lugar de los nombres del papá y de la mamá un general nazi le preguntó al judío: «Diga usted el nombre de la prostituta que lo parió y del mantenido que la preñó». Una redacción maniquea satura el texto del referendo. Y permite votar sí a todo el documento, pero para votar no debe hacerse el peregrinaje artículo por artículo.
Sobre la revocatoria del Congreso, pretensión ilegal, no contemplada en el ordenamiento jurídico, Uribe plantea un método detestable: no propone de frente que va a cerrar las cámaras, sino que da al presidente el instrumento para revocarlo si no se somete al Ejecutivo. Así, el jefe del Estado podría convertirse en el primer extorsionista de Colombia.
¿Cuáles son las leyes que le van a presentar al nuevo Congreso? Cómo será lo que se viene que este Congreso, que ha sido sumiso a todas las reformas del neoliberalismo, ya no les sirve. ¡Cómo será lo que tienen entre manos que necesitan un Congreso más de bolsillo, más sometido, más controlado por el capital trasnacional y por el capital financiero!