FRENTE AL FMI, LENGUAJE COMUN Y LUCHA COMUN

(Entrevista de Tribuna Roja a Ramón Pacheco Yanes y Elsa Díaz Errández, dirigentes del Sindicato Nacional de Electricistas de México)

(Entrevista de Tribuna Roja a Ramón Pacheco Yanes y Elsa Díaz Errández, dirigentes del Sindicato Nacional de Electricistas de México, organización cuyo nacimiento data de 1914. Ramón Pacheco es también secretario adjunto de la Unión Internacional de Sindicatos, UIS. Ambos asistieron al congreso de fusión de Funtrammetal con Fedepetrol, realizado en Bogotá, el 17 de febrero de 2001).

Tribuna Roja. ¿Cuál es el principal problema que afecta a los trabajadores del sector eléctrico en México?

Ramón Pacheco. Sin duda, la amenaza de privatización de la industria eléctrica. En 1999, el presidente Zedillo presentó ante la Cámara de Senadores una iniciativa en tal sentido. A partir de ese momento, nuestro sindicato se lanzó a encabezar una lucha a escala nacional. Convocamos con éxito a formar el Frente Nacional de Resistencia. Nos tomamos las calles, desfilamos, organizamos numerosos foros, asistimos a las cámaras, y fue así como logramos derrotar a Zedillo. El Frente de Resistencia agitó como consigna la defensa de la soberanía nacional y proclamó su lema: «La patria no se vende». En el momento más difícil, coordinamos nuestras movilizaciones con la huelga de la universidad y con los zapatistas. Realizamos en el Zócalo una inmensa concentración calculada en más de 200 mil personas, donde intervinieron un dirigente estudiantil, uno de nuestro sindicato y un delegado zapatista.

Zedillo se fue con una derrota y el 1º de diciembre entró el nuevo gobierno. Vicente Fox le ganó al PRI, que llevaba 71 años en el poder, no porque tuviera gran arraigo entre la sociedad sino por el hartazgo de todo México, incluidos los propios priístas. Y aunque Fox no cuenta con mayoría en las Cámaras, intentará en marzo, cuando se instalen, insistir en la privatización de las dos empresas estatales, Luz y Fuerza del Centro, donde está asentado nuestro sindicato, con 33 mil trabajadores activos, y Comisión Federal de Electricidad, con 60 mil trabajadores y con un sindicato oficialista. Este último no ha querido integrarse al Frente Nacional de Resistencia y, por el contrario, ha tratado de confundir a los obreros haciéndoles creer que la privatización les va a traer enormes beneficios. Su presidente sustituyó a Fidel Velásquez,* y con eso está dicho todo.

En la actualidad nos encontramos discutiendo un alza salarial con la empresa. El próximo 16 de marzo, día en que vence el plazo legal de las negociaciones, de no otorgarse un aumento satisfactorio nos declararemos en huelga a partir de las doce del día. Sabemos que este derecho está en México conculcado en la práctica, como lo prueba el que todas las huelgas del año 2000 fueron declaradas ilegales. Pero estamos dispuestos al combate. Haremos respetar con nuestra lucha el derecho de huelga.

TR. ¿Cuál es la situación del movimiento obrero mexicano?

RP. Cuando Fidel Velásquez fallece, muchos creyeron que se derrumbaría por sí solo el poderoso sindicalismo oficialista. Algún tiempo después, surgió una central nueva, muy débil pero con pretensiones de sustituir el viejo esquema. Nosotros pertenecemos al Congreso del Trabajo, que aglutina a sindicatos independientes como el de los maestros -con un millón de afiliados, quizá el más grande de América Latina-, pero nos hemos alejado de él porque está haciendo suyas las decisiones del gobierno. Desde cuando les declaramos la guerra a las privatizaciones, hemos tenido que librar un debate permanente en el Congreso del Trabajo.

El sindicalismo oficialista no va a desaparecer por arte de magia, porque cuenta con una infraestructura muy profunda y con millones de afiliados. Ahora están tratando de reacomodarse al nuevo gobierno, con el cual no mantienen los mismos nexos que antes tenían con el PRI, cuando funcionaba verticalmente el esquema sindicatos-partido-gobierno. Y, por el otro lado, los compañeros que están en el empeño de crear una nueva central están viendo que el cambio no es tan fácil. Hay, en resumen, tres grandes bloques. Nuestra posición es que deben encontrarse puntos básicos que unifiquen a los trabajadores mexicanos.

TR. Háganos un balance de lo que han representado para México estos nueve años del Nafta.

RP. El Nafta ha traído enormes ventajas para todos los países que lo suscribieron… menos para el nuestro. México sigue padeciendo las sanciones y los bloqueos económicos que le impone Estados Unidos, y sigue abriendo sus fronteras para que las empresas gringas vendan más sus productos. Esto ha significado la quiebra de la pequeña y mediana industria y la pérdida de empleos y condiciones de trabajo. De 1982 a la fecha, el poder adquisitivo ha disminuido en 350% y Fox continúa recortándolo. Este año, el salario mínimo, que está en 36 pesos, tuvo un irrisorio aumento de tres pesos.

En el marco del Tratado, una de las presiones más fuertes que hoy padece nuestro país es la apertura del sector energético, y particularmente del eléctrico. Toda la política energética está orientada a ceder aún más la soberanía.

TR. A propósito, durante la visita de ayer al Distrito Federal, Bush afirmó que uno de los motivos que lo habían llevado a ir a México antes que al Canadá era precisamente la solución de la crisis energética de California.

RP. Sí. El Tratado significa, en síntesis, mayor dependencia para el país, que cada vez está más sujeto. Las empresas trasnacionales se están metiendo en todo: condicionan la ley federal del trabajo, las cláusulas de seguridad social y los beneficios de los trabajadores, como condición para poder hacer sus negocios.

Un sindicato importante de Estados Unidos nos propuso, a raíz de la visita de Bush, sacar una declaración conjunta. Para el trabajador estadounidense, el Nafta trajo como consecuencia que las empresas dejaran de ofrecer puestos de trabajo en ese país, pues muchas se trasladaron al otro lado de la frontera. Ellos pierden sus empleos y nosotros actuamos como maquiladores, con salarios de hambre y en condiciones también ínfimas de seguridad social y prestaciones. En la frontera se ha extendido un enorme cinturón de miseria, gente viviendo en condiciones infrahumanas, que el Nafta no sólo permite sino que estimula. El trabajador de Estados Unidos no puede lanzar huelgas, pues cuando lo hace las empresas se mudan al otro lado de la raya. Para un país como el nuestro, en el que viven 40 millones de personas en condiciones de extrema pobreza, según lo reconocen las mismas cifras oficiales, un tratado como el Nafta o una visita como la de Bush no hacen sino acrecentar las desigualdades.

TR. En los meses anteriores han estallado una serie de protestas contra el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. ¿Cómo ven ustedes la situación mundial?

RP. El Frente Nacional de Resistencia, creado el 26 de febrero de 1999, nos ha permitido hacer contacto con diversas organizaciones en el mundo. Hace dos meses estuvimos en Francia y una delegación del Frente se hizo presente en Porto Alegre. Nos alegra saber que se está organizando una contraofensiva de los trabajadores contra la globalización.

En estos días los organismos financieros multilaterales pensaban reunirse en el Distrito Federal. Pero hay tal efervescencia social, en una ciudad que concentra a 22 millones de habitantes, con una huelga estudiantil no del todo resuelta y con la lucha del sector eléctrico que nuestro sindicato encabeza, que dicha reunión habría sido un blanco fácil para la más enérgica protesta. Se la tuvieron que llevar para Cancún y está prevista para marzo. A lo mejor, también allá nos encontramos.

Seguiremos estando cerca de las movilizaciones internacionales. Hemos abierto diferentes vías de acción, ya no únicamente la sindical. Hay que mostrarle al mundo que los trabajadores debemos tomar la iniciativa.

TR. El compañero Gustavo Triana nos comentaba ayer, a raíz de la conversación que tuvo con usted, que se había sentido sorprendido cuando encontró que hablaban un lenguaje común. Es un fenómeno que comienza a observarse entre los dirigentes obreros de América Latina.

RP. Sí. Porque los organismos que controlan la economía mundial están en el empeño de aplicarle a la clase obrera su proyecto de sumisión. Se trata de un proyecto perfectamente articulado para regresarnos a la época de la esclavitud. Las leyes laborales y los salarios de hambre sustituyen ahora al grillete. Porque el trabajador no tiene para comer, no tiene para educarse, no tiene para vestir a su familia. Nosotros descubrimos un documento del Fondo Monetario Internacional, firmado con el gobierno de México, en el cual le imponena éste tres áreas de privatización: la educación, la energía y la seguridad social, y le exigen además flexibilizar las relaciones laborales. Las privatizaciones las están imponiendo en todo el mundo, porque los dueños del dinero son los mismos. En el saludo que presenté hace dos días a la nueva federación, señalé que me daba mucho gusto saber que también en Colombia se habla de la defensa de la soberanía nacional, y se exalta la resistencia en lugar de la adaptación, porque hay centrales obreras internacionales que nos llaman a aceptar las imposiciones, bajo el pretexto de que nada se puede hacer contra la globalización. Y concluí diciendo que por eso me parecía importante la fusión de estas dos federaciones. La unidad es ahora más imprescindible que nunca.