Un hecho protuberante se destaca en la situación universitaria nacional: ha sido acorralado el rector Duque Gómez en la Universidad Nacional y en todo el país, el régimen de los rectores policías, de la militarización y la antidemocracia es duramente golpeado por la ofensiva de las masas estudiantiles. Este es un hecho excelente que posibilita un avance aún mayor de las masas de la Universidad y que es recibido con alegría por todos los sectores populares.
A partir del II Encuentro Nacional Estudiantil reunido en Medellín en noviembre pasado, la JUVENTUD PATRIÓTICA trazó la táctica a nivel nacional de oponerse a los llamados a desmovilizar a las masas y de llevar con firmeza a éstas la orientación de persistir en la lucha y concentrar el fuego de ataque sobre los rectores policías. Aplicando esta táctica que refleja objetivamente el rumbo de la lucha, la JUPA se colocó a la vanguardia de las movilizaciones y el paro estudiantil realizados en Bogotá, Pasto, Medellín, Ibagué y Barranquilla, los baluartes más importantes de la actual lucha estudiantil. Resaltan en esta batalla, por su amplitud y acertada dirección, las movilizaciones cumplidas en la ciudad de pasto por estudiantes, maestros, profesores e importantes sectores populares que desafiaron con éxito la represión y las balas oficiales. El viraje en la situación, altamente favorable a las fuerzas democráticas y revolucionarias, lo marca el desarrollo más reciente de la lucha en la Universidad Nacional, núcleo principal del conflicto nacional universitario. Las masas de la Universidad han ganado el aplauso de todo el pueblo al no dejarse amedrentar por la constante persecución policial a estudiantes y profesores, los cierres de facultades y las frecuentes expulsiones.
Las masas estudiantiles pasaron por encima de las vacilaciones y las posiciones traidoras que claramente afloraron en los matices oportunistas de diferente disfraz pero de idéntico propósito: desmovilizar a las masas y restablecer la “normalidad académica”. Contrariamente a esto, despreciando la invitación a clases “combativas”, al levantamiento del paro para “reagrupar fuerzas” (hoja de parra predilecta del oportunismo de ambas alas), las masas establecieron con su acción el hecho contundente de que a pesar de la grotesca militarización y los poderes omnímodos al rector Duque Gómez, en la Universidad Nacional, la única realidad incontrovertible la constituye la más completa anormalidad académica y el paro generalizado. Diariamente, el estudiantado pisotea la reaccionaria supresión de sus derechos políticos y desafía la represión respaldada por las prohibiciones de los decretos fascistas con asambleas, marchas, paros, mítines, etc. Y son estas condiciones de lucha creadas por el estudiantado el terreno abonado que posibilita la incorporación progresiva del profesorado en masa al frente de lucha. También ellos, tienen que hacer a un lado las viejas voces oportunistas, la “justificación” del inmovilismo opuesto a la lucha del profesorado con el sofisma reaccionario de que ésta provocaría la represión. El movimiento estudiantil, que demuestra en la práctica que la única manera de asegurar la victoria contra el fascismo y derrotar la represión es adelantando la lucha más resuelta, enseña así a los profesores una formidable lección que estos comienzan a asimilar gracias también a la actividad de sus núcleos más avanzados. En el resto del país, las masas estudiantiles, y en muchas universidades también los profesores, no cejan en su empeño tenaz por echar atrás el régimen antidemocrático impuesto por el gobierno, configurando un luminoso cuadro nacional de combate y de sombrías dificultades crecientes para los rectores policías. La cartagenización (aplicación del sucio “modelo” fascista impuesto en la Universidad de Cartagena) como política oficial del gobierno para “normalizar” a sangre y fuego la situación universitaria nacional, retrocede en bancarrota.
LOS MISMOS CON LAS MISMAS
La lucha del movimiento estudiantil colombiano rompió la “conspiración del silencio” con la que la gran prensa amarilla pretendía presentar una falsa imagen de “normalidad” universitaria a la opinión nacional. Imposibilitados para seguir ocultando el enconado combate librado en las Universidades, los círculos gobernantes y la gran prensa resolvieron “desarrollar” el debate sobre la universidad “por lo alto”, excluyendo al movimiento universitario, para presentar las soluciones redentoras de los iluminados de última hora. Carlos Lleras Restrepo, quien lo creyera, como si no tuviera en su haber una larga cola de crímenes y atropellos contra el pueblo colombiano, resolvió, de la noche a la mañana constituirse en un flamante “campeón” de la democracia universitaria. Al movimiento estudiantil colombiano poco le impresiona estas piruetas demagógicas de un expresidente cuya conocidísima ferocidad para reprimir los universitarios y aplastar sus derechos democráticos no necesitan comentarios; inició la ola de ocupaciones militares de la Universidad; ilegalizó la FUN (Federación Universitaria Nacional), hizo aprobar la reforma constitucional del 68 que atribuye al presidente la suprema dirección de la educación y el nombramiento del rector, se mostró partidario del mando unipersonal de los rectores, dictó varios decretos represivos, etc.etc. Muy bien sabe el movimiento estudiantil colombiano quién es Carlos Lleras Restrepo: un perro faldero del imperialismo yanqui cuyas poses bonapartistas manifiestan sus excepcionales dotes histriónicas. Solo la pobreza de algunos espíritus inseguros y las ilusiones de ciertos profesores despistados pueden imaginar la alucinación consistente en que el movimiento estudiantil sea “capturado” para las toldas del “progresismo” liberal. La decrepitud ideológica y las ridículas “meditaciones” de Cleofás, el Bachiller, son una muestra ejemplar de por qué los imperialistas norteamericanos y sus sirvientes criollos han perdido el control ideológico de la juventud universitaria y no lo habrán de recuperar jamás. De otra parte, las “novedosas” posiciones de Carlos Lleras coinciden perfectamente con la política educativa oficial del gobierno y la defensa de ésta por los jefes de la oligarquía. Alberto Lleras Camargo, caracterizado personero del imperialismo norteamericano en el país, ha recalcado cuál es la línea oficial: la reforma de la universidad debe hacerse con ésta cerrada, por una “comisión de alto nivel” nombrada por el gobierno, sin “presiones”, o sea excluyendo en forma absoluta cualquier participación democrática de profesores y estudiantes. El actual jefe de la coalición gobernante, Pastrana Borrero, ratifica este punto de vista al hacer referencia al proyecto oficial de reforma universitaria, en la carta a la comisión quinta de Cámara de Representantes. Explicando la posición del gobierno dice Pastrana que la “participación” estudiantil y profesoral consiste en su “presencia” en las decisiones académicas, pero sostiene implícitamente con respecto a dicha “presencia” estudiantil y profesoral, que el gobierno se reserva la facultad de definir la “fuente de su designación”. En otras palabras, que es el gobierno y no los propios estudiantes y profesores quienes designan los “representantes” de éstos a los organismos directivos de la universidad. A este principio de la representación títere y no democrática de estudiantes y profesores, sostenido por el gobierno, lo califica el “progresista” Lleras de “conveniente” para la universidad y manifiesta su acuerdo con el concepto de “participación”, “tan caro para el primer mandatario”.
Todo esto no hace sino reafirmar claramente la política oficial del gobierno y el imperialismo yanqui plasmado en la serie de decretos que siguieron al 1259 y cuya manifestación más reciente es el 1821: imponer a sangre y fuego el régimen de los rectores policías y privar de todos sus derechos a las masas de la Universidad.
SACAR A LOS RECTORES POLICÍAS, ECHAR ATRÁS LA MILITARIZACIÓN Y CONQUISTAR UN GOBIERNO DEMOCRÁTICO DE ESTUDIANTES Y PROFESORES.
La dominación imperialista norteamericana sobre nuestra nación y sobre la universidad conlleva cada vez más la negación sistemática de toda democracia.
Los derechos democráticos los arrancan las masas al enemigo enfrentándosele en campo abierto, y la experiencia del movimiento estudiantil lo confirma. Todas las batallas que libran los estudiantes y profesores de Colombia caracterizan su lucha como esencialmente democrática. Las luchas contra la militarización, contra los decretos fascistas, las medidas represivas y el régimen de los rectores policías son de carácter democrático. Asimismo es democrática la lucha por el aporte estatal satisfactorio a la educación en todos sus niveles, la cual, deteriorada año tras año e hipotecada a las entidades crediticias norteamericanas, atraviesa actualmente una crítica situación que amenaza paralizar numerosos colegios y universidades por falta de fondos. Dicho estado de cosas desmiente rotundamente la demagogia oficial sobre el aumento del presupuesto de educación y el proyecto del gobierno llamado de la “tasa educativa” que no persigue sino aumentar el enorme lastre de cargas fiscales sobre los hombros de los sectores populares.
La aplicación de los programas educativos del imperialismo en Colombia exige el control riguroso y directo por el gobierno de la dirección de la Universidad. Esto significa una política oficial de “pacificación” de toda resistencia antiimperialista mediante el terror militar y la pretensión de desarmar a las masas prohibiendo todos sus derechos democráticos. Ello explica el cierre intempestivo por el gobierno de los anteriores consejos universitarios de las Universidades Nacional y de Antioquia, donde participaban democráticamente estudiantes y profesores. Explica también la reciente destitución arbitraria del rector Mora Osejo de la Universidad de Nariño, por la actitud democrática mantenida por éste en la Universidad. La democracia de las masas y la política de puertas abiertas a la agresión cultural del imperialismo yanqui a nuestra patria practicada por el gobierno son dos polos antagónicos. Con democracia en la Universidad la política educativa imperialista no puede adelantarse y la sola posibilidad de que las masas ejerzan plenamente sus derechos democráticos -derechos de organización, de movilización, de expresión, de reunión, de participación en la dirección de la universidad, etc. saca de quicio y sobrecoge de espanto a los sirvientes criollos del imperialismo. La experiencia del empuje creciente de la lucha de las masas demuestra que éstas no están dispuestas a dejarse arrebatar sus derechos democráticos y que el eslabón más débil de la política imperialista actual en la Universidad, es el régimen de los rectores policías. En todas partes, y de modo especial en la Universidad Nacional, la política de fuerza de los rectores policías no ha hecho sino empantanarlos cada vez más en dificultades insolubles y desprestigiarlos ante la opinión pública nacional.
Es preciso que todas las fuerzas revolucionarias de la Universidad refuercen su unidad y estrechen el frente de estudiantes, profesores y trabajadores.
La JUVENTUD PATRIÓTICA considera necesario llevar a las masas estudiantiles de todo el país una justa orientación revolucionaria que haga más cercano el desenlace victorioso de la lucha. En primer término el fuego de ataque de las masas debe concentrarse aún más contra los rectores policías; cualquier maniobra de distracción de los reaccionarios y oportunistas sobre este blanco principal debe ser desenmascarada y rechazada enérgicamente. Exigir la salida de los rectores policías y el cese de las medidas represivas ejercidas por éstos, implica señalar una salida clara y correcta para la actual lucha revolucionaria del estudiantado y el profesorado, que haga a un lado la confusión y el infantilismo.
Esta salida “que debe ser propuesta y discutida a fondo en los actos de masas”, no puede ser otra que la exigencia del gobierno democrático de estudiantes y profesores. Una amplia difusión de esta consigna entre las masas es lo que requiere la situación para que el próximo paso sea de avance. Así mismo hay que persistir en todas las exigencias que el movimiento estudiantil ha enarbolado en esta batalla: salida del ejército y la policía y desmilitarización completa de todas las universidades del país; la libertad de todos los estudiantes detenidos y de todos los presos políticos, en especial de los dirigentes obreros de Barranca y los del sindicato de Indupalma; el reintegro de todos los compañeros estudiantes y profesores expulsados o destituidos; la derogatoria de todos los decretos y resoluciones de gobernación de carácter represivo y el aporte estatal satisfactorio para las universidades en crisis por falta de fondos.
El año venidero encontrará al movimiento estudiantil en formación de combate, listo a redoblar sus energías para conquistar el triunfo. Estas importantes luchas serán indudablemente aprovechadas para sentar las bases y convertir en una realidad la organización nacional de los estudiantes colombianos.