LA OFENSIVA MILITAR DE ESTADOS UNIDOS POR EL CONTROL DEL MUNDO

Francisco Valderrama Mutis

La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, ESN, promulgada por el gobierno de Bush en septiembre de 2002, es la carta de navegación para desarrollar una política de dominación mundial imperialista. Los lineamientos principales de este plan son: la guerra preventiva unilateral contra cualquier Estado que represente un peligro para Washington, o que lo pueda representar, o lo que es lo mismo, actuar contra cualquier amenaza antes de que acabe de formarse(!), con base en un “internacionalismo norteamericano”, definido como la “unión de nuestros valores y nuestros intereses nacionales”; imponer “los mercados libres y el libre mercado” en todo el mundo como el modelo de desarrollo económico a seguir; y la modernización y cualificación de sus fuerzas militares y el despliegue de un sistema de bases por todo el globo, para disuadir a cualquier nación que quiera emular con Estados Unidos.

Para poder asegurar un crecimiento sostenido y revertir el grave fenómeno de desempleo, baja tasa de ganancia, crecientes déficit fiscal y comercial, y estancamiento relativo, Washington necesita asegurar que sus mercancías, sus inversiones y capitales campeen libremente en el mundo. Para ello acosa a los gobiernos para que aprueben reformas jurídicas, políticas y económicas que aseguren a los monopolios norteamericanos leyes de propiedad intelectual, protección a los capitales especulativos y de inversión, trato nacional a sus compañías en los mercados internos y tribunales de arbitramento no sujetos a las legislaciones nacionales.

Este paraíso terrenal para las compañías norteamericanas no se puede concretar sin que en los países sometidos a este proceso de recolonización intensiva se produzca una quiebra devastadora de las producciones nacionales y un aumento vertiginoso de los índices de pobreza y miseria, acompasado con las reformas internas tendientes a despojar a los trabajadores de garantías y conquistas laborales. Además, Bush, después de la crisis de suministro de gas y petróleo y los cortes de energía en California, elaboró una estrategia energética, cuyo objetivo central es asegurar fuentes extranjeras para el suministro confiable de gas y petróleo, cumpliendo la meta de blindar la economía norteamericana y controlar el abastecimiento de otras potencias que puedan retar su hegemonía mundial. Y tales fuentes están principalmente en América Latina, Africa, Medio Oriente y Asia Central, sobre todo en los países alrededor del Mar Caspio.

Para tal fin, la estrategia militar de la política imperialista ha pasado a jugar un papel preponderante. El presupuesto militar se acerca a la fabulosa cifra de 750.000 millones de dólares, incluidas las apropiaciones para Irak y Afganistán, mayor que los presupuestos militares sumados de las demás potencias. Alrededor de 500.000 soldados y personal de servicio están inmersos en el extranjero en escaramuzas, acciones policivas y guerras soterradas o abiertas. Chalmers Johnson, especialista en temas militares, plantea que EU ha construido más de 900 bases por el mundo, incluyendo las doce que se están edificando en Irak, ha desplegado trece fuerzas de tarea naval, cada una de las cuales incluye un portaaviones, y mantiene en el territorio de Estados Unidos más de 6.000 guarniciones para la seguridad interna. El arco de las bases militares, llamadas “nenúfares” porque sirven de punto de apoyo para la rápida movilización y despliegue de las fuerzas de agresión, cubre desde Manta en el Ecuador, pasa por Africa y el Medio Oriente y va hasta Indonesia y Filipinas en el sureste asiático, y sirve para mantener dentro de un cerco de hierro las regiones ricas en gas y petróleo. Según el American Enterprise Institute se trata de crear una “caballería mundial” que pueda actuar rápidamente en las nuevas “fronteras” y “barrer a tiros” a los “tipos malos”, utilizando el lenguaje característico de la sangrienta colonización del oeste norteamericano.

La guerra contra Irak, basada en falsos argumentos y engaños, buscaba derrocar un gobierno que se había convertido en un dolor de cabeza para sus planes de dominación en el Medio Oriente. Washington abría así camino a la construcción de una nueva infraestructura militar que le permitiera coaccionar y doblegar a Siria e Irán, naciones que han mantenido una posición de rechazo a la guerra de terror que desarrolla Sharon contra los palestinos. También le permitiría apoderarse de reservas de petróleo iraquíes, las segundas más grandes del mundo, garantizar con su puño militar el flujo vital para su economía, aliviar la dependencia del crudo saudita, y sacar de la competencia a Francia, Alemania y Rusia, países a los cuales les fue negada la participación en la reconstrucción de la infraestructura iraquí.

Este despliegue bélico global ha estado acompañado por el desarrollo creciente de la nueva “industria” de las corporaciones de mercenarios que contratan sus servicios con el Pentágono. Estas compañías tienen el segundo destacamento desplegado en Irak con más de 15.000 mercenarios dedicados a prestar servicios de protección en campos petroleros, oleoductos, empresas, instalaciones de gobierno, entrenar a las fuerzas locales, entregar suministros a las tropas y desarrollar operaciones tácticas de alto riesgo. En la nómina de estas compañías se reúnen veteranos represores argentinos, chilenos y surafricanos, “gurkas” entrenados por el ejército británico, antiguos integrantes del SAS inglés y de la CIA gringa, en suma, toda la hez de los ejércitos y los servicios de inteligencia que va en busca fortuna. Esta fuerza mercenaria acompaña al ejército norteamericano en más de 50 países del mundo, cumpliendo las labores más sucias de sus actuales guerras de recolonización. Vinnell, Global Risk, DynCorp, MPRI Inc. y la curiosamente llamada Compañía Internacional de Aplicaciones Científicas (Science Applications Internacional Company), SAIC, constituyen un fenómeno de los negocios en EU, superando los índices de crecimiento de los sectores informático y biotecnológico. Las empresas que producen los suministros militares para el Pentágono se han lanzado a adquirirlas, después de constatar las grandes ganancias que están por venir. Northrop Grumman compró Vinnell, L-3 y CSC, compañías que venden sistemas de comunicación al ejército y la marina, se hicieron a MPRI Inc. y Dyncorp, respectivamente. En Colombia, DynCorp reemplaza a los miembros del ejército norteamericano y participan directamente en combate.

Estados Unidos planea el traslado de las grandes bases de Alemania hacia los países bálticos y de Europa Oriental. Esto, sumado al despliegue de destacamentos militares en los países del Asia Central, produjo ya la protesta de Rusia, que rechaza este avance sobre su llamado espacio vital como una amenaza directa a su seguridad. A lo anterior se suma la necesidad estratégica de contener a potencias mundiales emergentes, como India y China, tratando de disuadirlas de que continúen desarrollando su poderío militare, para evitar que le planteen un desafío a su dominación imperialista en el mediano plazo.

En América Latina, las bases norteamericanas se expanden, al mismo tiempo que se acrecientan las dificultades de los gobiernos que aplican sumisamente el recetario neoliberal. Después del retiro de Panamá, en donde sin embargo mantiene una guarnición, EU conserva y ha creado instalaciones militares, a lo largo y ancho de la región. Así lo demuestra un breve recuento de las antiguas y las nuevas: Guantánamo en Cuba; Aruba, Puerto Rico, Curazao, en las Islas del Caribe; Costa Rica, Honduras y El Salvador en Centroamérica; Colombia, Ecuador y Perú, en Suramérica. Ambiciona la base de Alcántara en el Amazonas brasileño, establecer una en Bolivia y otra en la triple frontera, norte de Argentina, además de la planeada en la Patagonia. A este cerco se une la estrategia de maniobras militares y navales, impuestas a cambio del financiamiento de las fuerzas militares locales, cuyos oficiales son entrenados en las escuelas norteamericanas y puestos bajo control de sus mentores, al igual que los tecnócratas de los gobiernos son educados en las universidades norteamericanas y sometidos a la influencia política de los gurús de la economía imperialista. A las intervenciones directas pero de “baja intensidad” se unen sus intromisiones en los asuntos internos. El “oro de Washington”, como ha quedado claro en Venezuela y Haití, financia medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, partidos políticos, y personajes, a los cuales promete un futuro promisorio en sus compañías o en las instituciones multilaterales. A través de ellos desarrolla la “guerra de las ideas” para facilitar la implantación de su dominio. Cuando un país se le sale de las manos, utiliza estos “recursos” para promover disturbios, golpes de Estado y revueltas que lo desestabilicen y preparen el camino para su intervención militar.

Los planes de “guerra permanente” de los neoconservadores, que preveían una rápida solución del problema iraquí, y la continuación de las aventuras militares en los países clasificados dentro del maniqueo “eje del mal”, han sufrido contratiempos que forzaron a Bush a bajar el volumen de sus amenazas a Irán, Siria y Corea del Norte. Después de que declarara apresuradamente el fin de la guerra, la lucha de resistencia iraquí ha demostrado que la dominación fácil de su país era una quimera y ha llevado al gobierno norteamericano a impedir el retorno de una gran número de unidades desplegadas y a pensar en una posible restauración del servicio militar obligatorio.

Esta situación se ha visto agravada por la negativa rotunda de Alemania, Francia y Rusia de contribuir con destacamentos militares y financiación a aliviar la presión que las fuerzas norteamericanas están sufriendo. Además, la coalición se ha debilitado con la derrota de Aznar y la decisión de Zapatero de retirar las tropas españolas, medida rechazada tanto por Bush como por el candidato demócrata a la presidencia John F. Kerry.

El Pentágono ha desplegado en Irak tácticas de guerra similares a las que utilizó Francia en Argelia. Bajo el nombre de “conmoción y pavor”, recurre a una guerra de aplastamiento, destrucción de casas y sembradíos, asesinatos selectivos, masacres y torturas, como la que está desarrollando en Fallujah y en los barrios chiítas de Bagdad. Los franceses salieron derrotados de Argelia en medio del más profundo odio de toda la población unificada contra la brutalidad del ejército colonial. EU no prevalecerá sobre el pueblo de Irak con esta táctica terrorista. Cada nuevo hecho acrecentará el odio de la población contra las fuerzas ocupantes.

Decenas de miles de manifestantes han salido a las calles a protestar contra la guerra en casi todos los países del mundo. Los medios de comunicación independientes difunden rápidamente las barbaridades que cometen las fuerzas norteamericanas y los esfuerzos de los iraquíes por oponerse a la recolonización de su país. Es altamente significativo que el pueblo norteamericano se manifieste en diversos escenarios contra la guerra. Oficiales de alto rango renuncian a su cargo y se dedican a escribir en la prensa contra las mentiras de Bush, integrantes del ejército se refugian en Canadá para evadir el regreso al campo de batalla, familiares de los soldados sacrificados en esta guerra imperialista se manifiestan frente a la Casa Blanca, algunos medios de comunicación empiezan a abandonar su silencio y publican las fotos de decenas de ataúdes norteamericanos, cuyas bajas tuvieron el mes pasado un dramático incremento, a pesar de la prohibición del Pentágono.

En la actual campaña electoral presidencial que se desarrolla en Estados Unidos, los demócratas han aprovechado la catarata de denuncias sobre el engaño y las falsedades con que Bush, quien se autoproclama como el “presidente de la guerra”, logró el apoyo del Congreso y el pueblo norteamericano para su aventura militar. El fracaso de la comisión norteamericana para encontrar armas de destrucción masiva en Irak; los libros publicados por importantes ex funcionarios del actual gobierno, así como el reciente de Bob Woodward, periodista que saltó a la fama cuando destapó el escándalo de Watergate, que condujo a la caída de Richard Nixon, dejaron en claro que Bush tenía la obsesión de agredir a Irak desde el comienzo de su mandato, antes del ataque terrorista de Al Qaeda a las torres gemelas.

Algunos analistas señalan que la única diferencia entre Kerry y Bush es la retórica. No obstante, si Kerry gana las elecciones seguramente habrá cambios en los énfasis y métodos de la política internacional norteamericana. La estrategia de dominación mundial seguirá su implacable curso. Solamente la lucha decidida de los pueblos por la liberación nacional y la libre autodeterminación podrá contener la ofensiva militar imperialista de recolonización global.