Han transcurrido escasos dos años desde cuando es esta misma ciudad de Medellín y junto al Bloque Sindical Independiente de Antioquia, obreros y representantes de todas las ramas de la producción y procedentes de todo el país, apoyados por campesinos, estudiantes, intelectuales y trabajadores de la cultura, aprobaron y juraron defender la Declaración Política del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario. Fue el Primer Encuentro Nacional del MOIR, acontecimiento de gran trascendencia para el desarrollo de la lucha de clases en Colombia.
La trascendencia de este acontecimiento consiste en que los sectores más avanzados del proletariado colombiano se unieron en el firme propósito de sacar adelante la causa obrera. Se partía de un hecho fundamental y de una gran verdad: la clase obrera es la fuerza más consecuentemente revolucionaria de la sociedad colombiana, la única capaz de organizar, educar y movilizar al pueblo colombiano en la lucha por la liberación nacional y las transformaciones democráticas, primero, y luego por la conquista del socialismo. Sin embargo se miraba también la situación, no menos real, por la que atraviesa la clase obrera colombiana, oprimida, dividida, dispersa, aletargada en su gran mayoría por la influencia nefasta de la política de las clases dominantes y sin un partido que la aglutine y la conduzca al asalto del Poder.
LUCHA POLÍTICA Y LUCHA ECONÓMICA
La clase obrera de un país semifeudal y sometido a la dominación neocolonial del imperialismo yanqui, como es el caso de Colombia, se desenvuelve en circunstancias adversas para alcanzar su pleno desarrollo político. Las principales medidas del régimen buscan someter material y moralmente al proletariado a las más terribles condiciones de vida. Con la supresión de los derechos de organización, expresión, movilización, contratación colectiva y huelga se les niega a los obreros toda posibilidad de defensa legal, y quienes lleven a la práctica el ejercicio de estos derechos son ametrallados o encarcelados. Pero el proletariado colombiano removerá todos los obstáculos, despreciará los peligros y sacrificios, y se vinculará estrechamente a las amplias masas populares no proletarias con una política nueva, diametralmente opuesta a la caduca política de las podridas clases dominantes, que interprete con fidelidad las exigencias fundamentales del pueblo y sea un reflejo auténtico de la realidad y del curso histórico del país.
A los explotadores los aterroriza la existencia de un movimiento proletario independiente. Por eso, además de reprimir y privar de sus derechos democráticos al proletariado, el imperialismo yanqui y sus lacayos colombianos pretenden sostener mediante el soborno y la coacción una organización sindical patronal. Es de público conocimiento el hecho de que la UTC y CTC reciben subvención de organismos financieros norteamericanos y del gobierno colombiano. El desarrollo de una fuerza independiente y revolucionaria del proletariado implica una lucha aguda, permanente y decidida tanto contra la dominación imperialista y su régimen como por barrer de las filas obreras a los oportunistas y agentes del imperialismo. Hay que convertir las organizaciones obreras en organizaciones revolucionarias al servicio de los intereses proletarios y populares.
La lucha que el proletariado adelante por mejorar sus condiciones de vida y de trabajo y por rescatar o hacer valer de hecho los derechos democráticos tendrá que enfrentar directamente al imperialismo. El MOIR, aplicando esta ley de la lucha de clases, ha llevado acabo infatigablemente el combate por mejores salarios, por la organización sindical, por la libertad de expresión y movilización, por la huelga. Los revisionistas del Partido Comunista de Colombia y demás oportunistas, calumniadores de la clase obrera, han saboteado y combatido esta lucha del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario y la han calificado de “economista”, “sindicalera”, “gremialista” o “aventurera”. El MOIR persiste en esta lucha y consecuentemente ratifica su consigna de trabajar hacia la creación de una central obrera revolucionaria, verdadera representante del sindicalismo colombiano, independiente de las directivas patronales de la UTC y CTC y de las revisionistas de la CSTC.
El hecho de que el MOIR desarrolle una corriente independiente y revolucionaria de la clase obrera colombiana, explica suficientemente las pruebas que ha soportado. El gobierno ha buscado la destrucción del MOIR descargando todo el peso de los decretos represivos contra las organizaciones obreras y populares que han adoptado como suya la nueva política revolucionaria. Ha bastado que un sindicato se declare abiertamente partidario o integrante del MOIR para que sus asambleas sean ilegalizadas, sus directivas desconocidas, sus dirigentes despedidos. Casi todas las organizaciones independientes y revolucionarias reciben a diario de los patronos y de las oficinas del trabajo el chantaje de que abandonen el MOIR si desean que sus reclamos sean atendidos o estudiados.
El MOIR lleva ya dos años de existencia, desde el Primer Encuentro Nacional de Medellín. Tiempo relativamente corto pero de supremas dificultades. Sin embargo ha logrado desbaratar una a una las maniobras fraguadas por las más oscuras fuerzas, desde el imperialismo y el revisionismo hasta el oportunismo de “izquierda”, que se han confabulado en el propósito de derrotarlo y destruirlo. Las victorias obtenidas se deben a que los sectores más conscientes y avanzados del proletariado colombiano se han mantenido leales a la línea trazada por el MOIR. La batalla por romper el asedio de los enemigos de la clase obrera arroja grandes experiencias. La más importante es, indudablemente, que la formación de una fuerza independiente y revolucionaria de la clase obrera, capaz de convertirse en la vanguardia de la revolución antiimperialista del pueblo colombiano, sólo se logrará a condición de que se luche sin tregua ni cuartel, tanto fuera como dentro de las organizaciones proletarias, contra todas las manifestaciones del oportunismo, principalmente el revisionismo. Y así está surgiendo un movimiento proletario invencible, al que no intimida ni la represión del gobierno ni los ataques traicioneros del oportunismo, dispuesto a rescatar la clase obrera de la influencia de los explotadores y a unir a todo el pueblo bajo las banderas de la revolución colombiana.
PARO NACIONAL PATRIÓTICO
A finales de 1969 el gobierno produjo nuevos recortes a los derechos democráticos y de manera especial inició la clasificación de los “trabajadores oficiales” como “empleados públicos”, medida ésta que significa la eliminación de los derechos de organización y contratación colectiva para los obreros vinculados a los llamados “servicios públicos”, que en Colombia son, según la legislación laboral, cerca del 50 por ciento de la masa obrera. Estas disposiciones, además, fueron aplicadas preferentemente a los sindicatos independientes y revolucionarios, como parte de la campaña para destruir el MOIR.
Las juntas administradoras de EE. MM. de Cali y EE. PP. de Medellín, apoyadas por el gobierno, clasificaron como “empleados públicos” a los respectivos obreros, por medio de resoluciones inconstitucionales e ilegales. Los sindicatos de EE. MM. de Cali y EE. PP. de Medellín quedaban con tales resoluciones prácticamente destruidos. A estas provocaciones se sumaba la hecha al sindicato de Planta de Acabados de Coltejer, filial del Bloque Sindical independiente de Antioquia, liquidado por resolución del Ministerio del Trabajo, y sus fondos, haberes y miembros trasladados inescrupulosamente a un sindicato de la UTC. Entre otras arbitrariedades cometidas en ese entonces vale la pena señalar la negativa del Ministerio de OO. PP., a negociar el pliego de peticiones de la Federación Nacional de Trabajadores de Carreteras (Fenaltracar), mientras ésta continuara en las toldas del MOIR; el chantaje de consejo de guerra para los dirigentes del Sindicato de Industrial Hullera de Amagá, quienes fueron detenidos durante dos meses, después de un heroica huelga que los empresarios calificaron de “subversiva” y causante de pérdidas por varios millones de pesos; las amenazas de clasificación de “empleados públicos” a los trabajadores del Sena; la generalización del sistema de contratistas que golpeaba duramente a los obreros petroleros y en especial a la Unión Sindical Obrera (USO) y un sinnúmero de atropellos perpetrados a sangre fría contra el resto del movimiento obrero, los maestros, el campesinado y los estudiantes. Todos estos atracos al pueblo y a la clase obrera fueron denunciados detalladamente por los representantes de las distintas organizaciones y sectores en el Encuentro de Trabajadores del Servicio Público y la Empresa Privada, realizado en Bogotá el 17 y18 de enero de 1970.
En este encuentro se hizo un examen a fondo de la situación. Los delegados de más de 100 organizaciones obreras y populares concluyeron que las principales medidas represivas aplicadas por el gobierno en los últimos meses de 1969 estaban dirigidas a impedir la formación de una corriente independiente y revolucionaria de la clase obrera colombiana, y en consecuencia, acordaron que a esa política había que responder con una amplia movilización que permitiera la preparación, organización y realización de un paro nacional patriótico.
El Encuentro de enero clarificó la naturaleza de la batalla que se avecinaba, una batalla ineludible. El gobierno se apresuraba a dar un golpe a una fuerza revolucionaria que aunque naciente amenazaba el control que las clases dominantes han ejercido sobre el sindicalismo colombiano. El Encuentro comprendió que se trataba de una lucha de vida o muerte. Estaba en juego la independencia de clase del proletariado colombiano, su política revolucionaria, su dirección en la revolución. Desde entonces hasta hoy esa ha sido la lucha alrededor del MOIR. Y si el MOIR continúa avanzando, no obstante el ataque mancomunado de todos sus enemigos, es precisamente por la vigencia histórica de la alternativa proletaria para la actual crisis de la sociedad colombiana, la imposibilidad de atajar el ascenso de las fuerzas nuevas que aplastarán lo viejo. Lo viejo en Colombia son el imperialismo yanqui y las clases dominantes pro-imperialistas, la gran burguesía y los grandes terratenientes, que mantienen al país como una neocolonia de los Estados Unidos, a la cual explotan, oprimen y condenan a la miseria y el atraso. Lo nuevo son las fuerzas populares integradas por la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía urbana, los intelectuales y demás capas y sectores patrióticos y revolucionarios que, bajo la dirección del proletariado, impondrán una nueva democracia en Colombia mediante un cambio revolucionario y crearán una república popular, democrática, libre, soberana y próspera, en marcha al socialismo.
El Encuentro de enero trazó una política unitaria para llevar a la práctica la consigna del paro nacional patriótico. Se llamó a colaborar a todas las organizaciones sindicales del país y a las fuerzas de oposición, incluyendo a la Anapo, que por ese entonces tenía contradicciones agudas con el gobierno por el debate electoral que terminó en el más burdo fraude. Los oportunistas y en especial los revisionistas se mostraron muy activos en la gestión de impedir la movilización, la solidaridad y la unidad de todas las fuerzas obreras y populares. Dentro del sabotaje a la lucha de las masas trabajadoras, se dedicaron a condenar la política unitaria planteada por el Encuentro, con el argumento de que el MOIR traicionaba al llamar a las fuerzas de la oposición a que apoyaran el paro nacional patriótico. Es decir, no solamente negaban la solidaridad a las organizaciones obreras víctimas de la represión oficial, sino que les negaban a estas organizaciones el derecho de aprovechar las contradicciones del enemigo, a fin de neutralizar fuerzas y ganar aliados para tan dura batalla. Y en esto los oportunistas de derecha e “izquierda”, y particularmente los revisionistas encabezados por la dirección del Partido Comunista de Colombia, se mostraron como lo que son, enemigos soterrados de las clases populares y colaboradores conscientes o inconscientes del odiado régimen opresor.
En condiciones desfavorables para la clase obrera, todos estos ataques concentrados pusieron en serias dificultades la movilización nacional, ablandaron a los elementos vacilantes que terminaron desertando, pero no lograron su objetivo, no pudieron destruir el MOIR. Los obreros más avanzados y leales se mantuvieron firmes en los puestos de combate, desafiando todos los peligro, desbaratando todas las maniobras, aglutinando y organizando a las masas más combativas y llevando a la práctica el 24 de abril el movimiento del paro nacional patriótico. Hoy se reúne el MOIR en este Gran Pleno Revolucionario del Bloque Sindical Independiente de Antioquia, sin la presencia de los aliados vacilantes y oportunistas, es cierto, pero en compañía de nuevas organizaciones obreras y nuevos compañeros, lo mejor del proletariado colombiano, probados en la lucha y dispuestos a darlo todo por la causa obrera, lo que garantiza el futuro exitoso del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario.
CRISIS, REPRESIÓN Y LUCHA
La situación actual se presenta con nuevas amenazas. Los imperialistas yanquis tienen planes de mayor saqueo de los recursos naturales y de superexplotación del trabajo de las masas populares de los países sometidos a su dominación. Programas para Colombia como los llamados de “pleno empleo”, “reforma agraria”, “integración económica”, se enmarcan en la estrategia del imperialismo de imponer condiciones óptimas para la inversión de sus capitales, control de las fuentes de materias primas, máximas seguridades de expansión y beneficio para sus empresas instaladas en las neocolonias y colonias y mercados ventajosos para los productos de la industria norteamericana. Semejantes programas de criminal explotación, requieren ante todo la represión violenta y el sojuzgamiento de las masas populares. Contra la clase obrera hay proyectos de más recortes a sus menguadas garantías legales. El fascismo abierto es la política del gobierno títere de Misael Pastrana.
El consejo verbal de guerra a los obreros de Barrancabermeja inicia un siniestro capítulo en la opresión oficial. Han quedado inaugurados los juicios sumarísimos, sin posibilidad de defensa, para juzgar y condenar a quienes cometan el “delito” de protestar por la explotación, la opresión y la miseria. A consejos de guerra van los campesinos sin tierra que, para poder producir y subsistir, invaden las grandes extensiones de los terratenientes. A consejos de guerra van los estudiantes que defiendan los intereses nacionales contra la dominación política y cultural del imperialismo. A consejos de guerra van ciudadanos humildes que demandan servicios públicos para sus poblaciones o exigen bajas en el costo de la vida. Consejos de guerra sin guerra que el régimen ha institucionalizado para perseguir al pueblo, pero que a la vez anuncian la forma que adoptará la lucha de la nación colombiana en el tránsito hacia su liberación.
Los métodos represivos indican además de la gran injusticia del sistema imperialista, los gravísimos inconvenientes que éste afronta y la valerosa resistencia opuesta por las masas. Una profunda crisis corroe los cimientos mismos del imperialismo a escala mundial. El sistema imperialista ha entrado en agonía y sus sepultureros, las masas populares del mundo, al mando del proletariado, lo tienen ya al borde de la tumba. El revisionismo contemporáneo, acaudillado por la camarilla revisionista del Partido Comunista de la Unión Soviética, hace esfuerzos desesperados para suavizar esta situación, apagar las llamas de la revolución mundial, impedir que los pueblos saquen el mejor provecho de la crisis del imperialismo. Uno de esos esfuerzos en América Latina es el reformismo, que los revisionistas quieren introducir de contrabando en Colombia como allendismo con visa oficial. No habrá poder en el mundo que ataje la marcha revolucionaria de los pueblos. El proletariado internacional, armado con el marxismo-leninismo- pensamiento Mao Tsetung, prepara su gran batalla, la batalla por el hundimiento del sistema imperialista, por la derrota total y definitiva del capitalismo y para hacer realidad el sueño supremo de la humanidad: acabar la explotación del hombre por el hombre.
La clase obrera colombiana sabrá utilizar también la crisis del sistema imperialista y en especial del imperialismo yanqui para cumplir con sus tareas históricas como dirigente máximo de la revolución colombiana.
POR UN PARTIDO MARXISTA-LENINISTA
Hace más de cincuenta años el proletariado colombiano viene batallando contra los dominadores yanquis y contra toda forma de explotación. Sin embargo, para que se materialice su dirección en la revolución colombiana, necesita de su propio partido. Mientras el proletariado no defina su política de clase de manera autónoma que le permita elaborar una estrategia y una táctica correctas, mientras no se organice y organice al pueblo como una fuerza nacional, férreamente unida, disciplinada y dispuesta a destruir las fortalezas del enemigo en todos los terrenos; mientras no se combatan y derroten las influencias perniciosas del oportunismo y principalmente del revisionismo del mal llamado Partido Comunista de Colombia con su secuela de vacilaciones, ilusiones y traición; mientras un desarrollo tal de la lucha de clases no se dé, el proletariado colombiano, la clase destinada a transformar revolucionariamente a la sociedad colombiana, no podrá desempeñar su papel histórico. Todas estas condiciones presuponen la existencia de un partido proletario, es decir, sin éste aquellas no se dan.
Los llamados partidos tradicionales de Colombia, el liberal y el conservador, han dominado la vida del pueblo colombiano durante siglo y medio, alternándose algunas veces en el poder y otras gobernando conjuntamente mediante coaliciones. como lo hacen desde 1957. Tenebroso es el historial de estos dos partidos. Ambos tienen a su haber innumerables crímenes y traiciones al pueblo y a la nación colombiana. El partido conservador ha sido preferentemente la organización política de la clase terrateniente y el partido liberal la de la clase burguesa, lo que no ha obstado para que se confabulen en el propósito reaccionario de explotar y oprimir al pueblo, y de servir de dóciles instrumentos de los imperialistas extranjeros, a quienes han entregado la soberanía y las riquezas del país. La coalición liberal-conservadora que actualmente gobierna a Colombia, bautizada cínicamente con el nombre de “Frente Nacional”, no es otra cosa que la dictadura del imperialismo norteamericano, ejercida a través de la alianza de sus colaboradores, las clases terrateniente y burguesa. El pueblo colombiano no tiene nada que esperar de estos dos partidos, a no ser más engaños, miseria, violencia y opresión.
La vanguardia que necesita el pueblo colombiano en su lucha revolucionaria no puede ser como los llamados partidos tradicionales, ni como el Partido Comunista Revisionista, ni siquiera parecida; no puede ser un partido salido del liberalismo, del conservatismo ni del revisionismo, ni mucho menos guiado o inspirado en sus líneas ideológicas, políticas y organizativas. No puede ser de carácter burgués, terrateniente o revisionista. Tiene que ser un partido diametralmente distinto, un partido de tipo nuevo, de temple especial, que esté a la altura de las grandiosas y heroicas tareas de la revolución. La vanguardia que necesita el pueblo colombiano en sus luchas es un partido auténticamente revolucionario, auténticamente comunista, pertrechado de una ideología correcta, el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung, férreamente unido y disciplinado, organizado en todo el país, vinculado estrechamente a las masas populares, arraigado profundamente en la realidad nacional y capaz de llevar a la victoria a las clases revolucionarias en las batallas más difíciles. Sólo la clase obrera podrá crear un partido así, su propio partido.
La necesidad de la creación del partido de la clase obrera colombiana determina el período en que se encuentra la revolución colombiana. Es esta la tarea principal en el momento actual. Las organizaciones sindicales independientes y revolucionarias, congregadas en este Gran Pleno Revolucionario del Bloque Sindical Independiente de Antioquia, y apoyadas por campesinos, estudiantes y trabajadores de la cultura, cierran filas para librar esta nueva batalla de fundamental importancia para el futuro de Colombia.