BATALLA EN EL FRENTE CULTURAL

El 12 de septiembre pasado tuvo lugar en Manizales la sesión inaugural del 4° Festival Latinoamericano de Teatro Universitario. Concurrieron como invitados algunos de los más promovidos intelectuales y artistas “progresistas” del continente, y por nuestro país, los grupos artísticos pseudo-revolucionarios y “autoridades” revisionistas con Enrique Buenaventura a la cabeza. De esta forma, el imperialismo y el gobierno pretendían darle a tal acto antipopular y reaccionario una apariencia democrática.

A la hora de la instalación, existía cierta expectativa en el lujoso teatro “Los Fundadores”, dado que el grupo que se presentaría representaba a la Asociación nacional de Teatro Universitario (ASONATU), que venía haciendo repetidas críticas al carácter imperialista del evento. Los estudiantes de ASONATU consideraban, en efecto, que la lucha contra el Festival era un combate más del movimiento estudiantil colombiano contra la cultura y educación neocoloniales.

Se abrió el telón, y cuando la encopetada oligarquía caldense esperaba presenciar una obra acorde con su gusto reaccionario, se encontró con una ingeniosa improvisación sobre el Festival mismo. Allí se mostraba a los artistas e intelectuales invitados como payasos del imperialismo y las oligarquías latinoamericanas, y al Festival como una farsa del gobierno títere colombiano.

Terminada la representación, los estudiantes leyeron un comunicado en el que denunciaron cómo el Festival era una mera pantalla del gobierno lacayo para tratar de ocultar la horrenda situación de explotación, saqueo, miseria y atraso en que se encuentra Colombia. Señalaron, además, la importancia fundamental de la lucha de clases en el terreno de la cultura y la defensa de la cultura revolucionaria de las masas populares frente a la penetración imperialista.

El escándalo que se armó a continuación fue descomunal: la audacia de los compañeros estudiantes, quienes se habían atrevido a asaltar una fortaleza sagrada del enemigo, profanándola, ridiculizándola y denunciando su carácter reaccionario a la opinión pública nacional e internacional, provocó la histérica ira de la oligarquía caldense y de sus perros falderos intelectuales. Las escenas que se vieron mostraban a las almidonadas señoras de la alta sociedad manizalita abandonando cualquier recato para proferir toda suerte de palabrotas contra los estudiantes, acompañadas por el coro destemplado de las “autoridades” académicas.

Al día siguiente, la gran prensa del país se desgarró solemnemente las vestiduras y calificó a los compañeros de la ASONATU como “asesinos de la cultura”, “vándalos”, “sediciosos”, “fascinerosos”, y otros epítetos por el estilo. El periódico “La Patria” de Manizales llegó hasta pedir la intervención de la policía contra los estudiantes.

En los días siguientes, además de los grupos latinoamericanos, se presentaron los conjuntos colombianos orientados por el Partido Comunista revisionista y agrupados en torno a la Corporación Colombiana de Teatro, fantasmagórico aparato de los mamertos. En las discusiones, conferencias y mesas redondas, los estudiantes de la ASONATU, firmemente respaldados por sus compañeros de las universidades de Manizales, por otros sectores populares y por algunos estudiantes revolucionarios latinoamericanos que se hicieron presentes, continuaron su lucha contra la farsa oficial y contra las tesis de los intelectuales capitaneados por los revisionistas criollos.

Teorías como las del “arte por encima de la política”, “el artista como la conciencia crítica de la sociedad”, “los valores eternos del arte”, “la naturaleza humana al margen de las clases” y demás concepciones fomentadas por el imperialismo, el revisionismo y la reacción para envenenar la mente de las masas, fueron desbaratadas una a una por los jóvenes revolucionarios.

Como aspecto fundamental merece destacarse la manera como fue puesta al descubierto la índole revisionista de las “vacas sagradas” que, como Enrique Buenaventura, tradicionalmente se han opuesto de un modo rabioso a que el teatro colombiano siga una orientación revolucionaria y de avanzada. Su verdadero papel de saltimbanquis y lacayos de la oligarquía quedó plenamente al desnudo cuando cerraron filas con ésta para defender su Festival.

No menos importante fue la crítica implacable a Mario Vargas Llosa y a la corte que él representa de artistas traficantes al servicio del imperialismo, quienes han venido realizando una siniestra tarea de zapa contra de la heroica revolución cubana. Esta pandilla de sabandijas fue repudiada por el gobierno y el pueblo cubanos, y sus crímenes contrarrevolucionarios, denunciados a la opinión pública mundial.

Paralelamente a su labor de denuncia del Festival, los estudiantes de la ASONATU movilizaron a las masas populares de Manizales para presentarles sus obras en sindicatos, barrios y escuelas. El pueblo manizalita acogió con entusiasmo estas piezas teatrales, al tiempo que denunció el carácter reaccionario del Festival, calificándolo de “diversión de los oligarcas con la plata del pueblo”.

Los auténticos artistas revolucionarios de América Latina desechan este tipo de festivales y. bajo la dirección del proletariado, formarán un amplio frente cultural revolucionario que habrá de contribuir decisivamente al desarrollo de la lucha antiimperialista de sus pueblos.