“Capítulo aparte merece la portentosa lucha de la juventud colombiana. El actual movimiento estudiantil no tiene paralelo en la historia del país. En primer lugar, por la claridad de sus objetivos, ya que en esta ocasión la juventud y los estudiantes han dirigido su justa ira contra el enemigo principal, el imperialismo yanqui y contra sus aliados, la gran burguesía y los grandes terratenientes, que le imponen a Colombia una cultura neocolonial, y han consignado en su programa de lucha, en el Programa Mínimo de los Estudiantes, la defensa de una cultura nacional, científica y de masas como base de la reforma revolucionaria de la universidad colombiana. En segundo lugar, porque el movimiento ha contado, precisamente por la claridad de sus objetivos y su acertada dirección, con la participación combativa de los universitarios de toda Colombia, los estudiantes de secundaria, los profesores y sectores progresistas de las directivas universitarias, ganando el respaldo de los obreros, los campesinos, y el resto del pueblo…
El actual movimiento de la juventud deja una gran enseñanza a toda la sociedad colombiana; sus banderas constituyen una verdadera revolución en el campo de cultura. Es el enfrentamiento de la nueva cultura nacional, científica y de masas, defendida por los obreros, los campesinos y el resto del pueblo contra la vieja cultura antinacional, anticientífica y antipopular, defendida por el imperialismo yanqui y sus colaboracionistas colombianos. Es una lucha no sólo de los estudiantes, sino también y fundamentalmente del proletariado y del resto del pueblo, una lucha que hace parte del gigantesco proceso de nuestra revolución”. (Francisco Mosquera, Tribuna Roja, Nº 1, julio de 1971).