RECORTES

Fundación del Partido Comunista de China

Creadores de los círculos primigenios, Chen Tu-siu y Li Tashao se habían acercado al marxismo en el año 1919, durante el Movimiento del Cuatro de Mayo. La idea de promover en firme una organización de partido surgió de unos encuentros que sostuvieron ambos con Weishinsky, vocero enviado a China por la Tercera Internacional. Las inmensas concentraciones en Pekín y Shanghai, al siguiente año, con motivo del Primero de Mayo, fueron la expresión incipiente del lazo entre esos círculos y el movimiento obrero.

El brote germinal se estableció en Shanghai, cuya célula se confió a Chen Tu-siu. La de Pekín quedó a cargo de Li Tashao. La de Wuhan fue dirigida por Tun Pi-wu. La de Changsha, por Mao.

Chen Tu-siu tomó el mando de la revista Nueva Juventud y fundó otra, mensual, El Partido Comunista. Se abrieron en distintas ciudades escuelas para obreros, se crearon centenares de sindicatos y se fundó la Liga Juvenil. Tan sólido comienzo hizo factible la convocatoria del Primer Congreso Nacional, inaugurado el 23 de julio de 1921, en la zona francesa de Shanghai. Asistían tan sólo trece hombres. El Comintern se vio representado por Marin y Nicolski.

Al notar que merodeaban patrullas policiales, los delegados abandonaron el recinto y alquilaron una lancha de pasajeros en el lago Nanhu. Vueltos a reunir, y anclado el barco en una orilla, siguieron los debates. Chen Tu-siu fue elegido secretario y se nombró un buró de tres miembros, entre los cuales no figuraba Mao, presente en las sesiones.


Por qué fue necesario el estallido

China, populosa nación de campesinos analfabetos, era antaño sinónimo de hambruna. Millones y millones de labriegos, desarraigados de los feudos por las gravosas cargas, no tenían enfrente otro camino que la mendicidad o la muerte. Torrenteras anuales anegaban regiones casi tan grandes como la superficie de Colombia; y una vez que pasaban, sobrevenían las sequías. Allí todos los niños padecían desnutrición, el estómago inflado por la dieta de hojas y aserrín. El tifo y otras pestes diezmaban las aldeas.

Millares de muchachos eran vendidos como esclavos para ser destinados a los trabajos más diversos. El salario en las fábricas a duras penas daba para medio comer.

En la zona internacional de Shanghai, verdaderos ejércitos de prostitutas y culíes deambulaban día y noche. Durante el solo año 1930, fueron incinerados en las fosas comunes de este puerto 28 mil cadáveres dejados en las calles.

En las zonas francesas y británicas de Kuangshou y Shanghai reinaba el apartheid contra los «apestosos amarillos», a quienes se impedía el ingreso a parques y jardines y, desde luego, a los restaurantes exclusivos y a los clubes sociales, en cuyas puertas se leían avisos como éste: «Se prohibe la entrada a chinos y perros».

Cuatro grandes y poderosas familias –Chiang, Soong, Kung y Chen—, con fortunas que superaban los veinte mil millones de dólares norteamericanos, monopolizaban las arterias vitales de la economía. En contraste, los quinientos millones de habitantes se debatían en condiciones infrahumanas. Édgar Snow, corresponsal del Chicago Tribune, no vio en la China prerrevolucionaria sino «pobreza, ignorancia, sordidez, brutalidad, indiferencia, caos y desesperanza general».


El instituto del Movimiento Nacional Campesino

Creado por el Partido Comunista en julio de 1924, el Instituto Campesino fue una rica cantera de cuadros dirigentes para el incontenible auge de la revolución democrática. Tuvo sede en Kuangchou, la principal ciudad del sur de China.

Los cursos, que se abrieron en mayo del 26, comprendían un extenso currículo que iba desde la teoría militar, a cargo de Chou En-lai, hasta el análisis de clases y el problema del agro, bajo la orientación de Mao. Había otras materias, como historia del movimiento revolucionario mundial, historia de las sociedades y técnicas de la propaganda. Los estudiantes recibían activo y esmerado entrenamiento militar. El decano o rector era Siao Chu-nü.

Los alumnos estaban divididos en trece grandes grupos, según la zona de donde provenían. Cada uno estudiaba el problema campesino de su propia región, en especial, la rentabilidad de la tierra arrendada, las relaciones entre terratenientes y arrendatarios, la proporción numérica entre propietarios, semipropietarios y arrendatarios, la situación política local, la posición de la mujer y otros temas. Durante los períodos de práctica, los jóvenes marchaban a los pueblos, a forjarse directamente en las luchas de clases.

El Instituto Campesino, uno de los pilares de la Revolución, fue la primera escuela de cuadros en la cual el Partido preparó con pericia a los jefes y cabecillas del movimiento agrario, durante los fructíferos años en que la colaboración con el gobierno facilitaba la actividad abierta.

En 1925, la amplia sede sirvió de apoyo a la beligerante huelga que sacudió a Kuangchou y a Hongkong durante quince meses, y en que participaron 250 mil trabajadores.


«Ante China se abren dos caminos»

Lienzo rojo en paño, de 14 metros de largo por uno de ancho (abajo), que adornó el salón donde el Partido Comunista de China realizó su Séptimo Congreso Nacional, presidido por Mao. Las sesiones se celebraron en Yangchialing, Yenán, 1945, tres meses antes de la victoria definitiva sobre el Japón.

En la enorme pancarta se lee: «Enarbolar la bandera de Mao Tsetung para ganar el triunfo final de la Guerra de Resistencia contra el Japón y conquistar la democracia».

Al Congreso asistieron 544 delegados, en representación de un poco más de un millón de militantes. Mao rindió el trascendental informe titulado Sobre el gobierno de coalición. Planteó que una vez derrotada la invasión japonesa, la nación china tendría dos futuros posibles: en el primero, el Kuomintang, confabulado con el imperialismo, desataría la guerra civil e intentaría convertir el país en neocolonia; en el segundo, la alianza de las clases revolucionarias, dirigida por el Partido Comunista, aplastaría el complot yanqui y erigiría la nueva China, «independiente, democrática, libre, unificada, próspera y poderosa».


Kuo Mo-jo

«El científico escribe, no en papeles, sino en el universo ilimitado»

Destacado científico e historiador, dramaturgo y poeta, Kuo Mo-jo (Guo Moruo), muerto en 1978, es una de las personalidades señeras de la Revolución China. Impulsó, junto con Lu Sin, la nueva literatura iniciada durante el Movimiento del Cuatro de Mayo. Presidió la Academia de Ciencias de China y la Federación de Asociaciones Literarias y Artísticas. Al ser instituida la República Popular, fue nombrado viceprimer ministro del Consejo de Estado. Fue asimismo rector emérito de la Universidad de Ciencias de China.

Además de su rica colección de poemas, escribió en 1937 el drama histórico Chü Yuan, sobre la vida de un gran poeta y patriota del siglo III a.n.e. Ya bajo la invasión japonesa, en 1944, publicó el ensayo El año Chia-sen, en el cual analiza un importante levantamiento campesino acaecido en el siglo XVII. Caracterizado como un seguidor de la Escuela Romántica, Kuo Mo-jo tradujo al chino el Fausto, de Goethe, y muchas otras obras del clásico alemán.

Entre sus destacados aportes a la arqueología figuran Ensayo sobre la sociedad antigua de China (1930), Libro de diez críticas (1945), Época esclavista (1952), Época de bronce, en varios tomos, Esquemas de la historia de China (1958) y muchos más.

En un mensaje a las nuevas generaciones escrito poco antes de morir y titulado «La primavera de la ciencia», Kuo Mo-jo señalaba: «En la vieja sociedad, cuántos trabajadores de la ciencia y la cultura anhelaban la prosperidad de la patria y el florecimiento científico y cultural. En esos años tenebrosos, sin embargo, ¿qué posición podía tener la ciencia y dónde se hallaba la salida para los científicos? Numerosas personas con grandes ideales caían en la indignación y la tristeza. Querían hacer algo, pero nada podían hacer. Eran, verdaderamente, como héroes sin campo para su acción.

«Ahora podemos declarar, erguida la frente, que han pasado los días en que la ciencia se veía acosada por los reaccionarios. ¡Ha llegado la primavera de la ciencia!» Y concluía: la ciencia china «no será escrita en limitados papeles, sino en el universo ilimitado».


El Foro de Yenán sobre literatura y arte y literatura

Casi con los cañones enemigos retumbando a sus puertas, el círculo de artistas de Yenán organizó una discusión en mayo de 1942, y convocó a crear un gran ejército que empeñara ardua lucha en el reñido «frente de la pluma». No fue ni una tertulia, ni un club de mutuo elogio, ni una ronda académica. Fue un Foro de combate, que alentó alrededor de esta pregunta: ¿cómo puede el artista contribuir a la victoria contra los agresores japoneses, y a reforzar la democracia y la unidad de la nación?

Se confió a Mao la tarea de plantear los puntos de debate y presentar las conclusiones. Dejando en claro sin ambages que «la política no equivale al arte», Mao esboza una serie de líneas generales, las unas en política, las otras propiamente en literatura, que siguen manteniendo con los años renovada vigencia. El Foro busca, anuncia Mao, que nuestro arte se convierta en «arma poderosa» para unir y educar al pueblo y para aniquilar al enemigo.

¿A quién deben servir nuestros artistas? Mao enfila el ataque, acerbamente, contra el arte y literatura de traición nacional, y cita a Lenin: hemos de estimular un arte libre, que no sirva a las damiselas hastiadas de todo, ni a los diez mil de arriba, saturados de grasa y aburrimiento, «sino a millones y millones de trabajadores», que son la flor y nata del país, su fuerza, su futuro.


La comuna popular

Desde 1959, fecha en que fue nombrado presidente de la República, Liu Shao-chi sostuvo en China reformas similares a las seguidas en la URSS por Nikita Krúschov: ir permitiendo poco a poco mercados libres y parcelas privadas, regular el trabajo mediante bonos e incentivos materiales, subordinar la industria pesada a la agricultura. Su línea se oponía radicalmente a la que planteaba Mao Tsetung para la construcción del socialismo, basada en las comunas, el Gran Salto Adelante y las diez grandes relaciones. Los dos caminos habían de combatir a muerte en cada uno de los frentes. Es el proceso conocido como la Gran Revolución Cultural Proletaria, que sacudió el país.

Derrocado Liu Shao-chi, por el año 1971 había en China 70 mil comunas, distribuidas en centenares de miles de brigadas y equipos de producción, que agrupaban a 550 millones de personas. Tanto las tierras de labranza como la maquinaria y agroindustrias pertenecían en forma colectiva a equipos y brigadas. Se buscaban dos metas: conquistar la autosuficiencia en cereales y obtener excedentes con destino al Estado, que monopolizaba las compras.

La comuna modelo era Tachai, en la provincia de Shansí. ¿Por qué, al decir de Mao, había que «aprender de Tachai»? Durante cinco largos lustros, nivelando montañas, recobrando desiertos, construyendo canales y levantando diques, los campesinos habían demostrado la superioridad del socialismo. En 1970, Tachai logró una media por hectárea de ocho toneladas de cereales.

Muerto Mao y derrocado su sucesor, Jua Guofeng, la comuna se ha ido desmontando para dar vía a las parcelas privadas y a los mercados libres.


Ciudad heróica de China

Yenán, Ciudad Heroica, está situada al norte, en la provincia de Shensí. Allí, cumplida la Gran Marcha, se estableció por muchos años el Comité Central del Partido Comunista de China. Desde Yenán se dirigieron las acciones de guerra contra la ocupación japonesa.

Al igual que la mayoría de habitantes, los jefes comunistas más notables –Ho Chi Minh, entre ellos— residían en casas cuevas abiertas en la roca. Algunas veces, recuerda Édgar Snow, no teniendo más alimento que fríjoles y arroz, les tocaba por fuerza «disciplinar su estómago».

En una de esas grutas, dotada, como es fácil imaginar, con espartano mobiliario, Mao escribió más de cien obras, laborando en las noches y durmiendo de día. Entre ellas, Sobre la guerra prolongada –quizá su texto militar más brillante—, Sobre la táctica de lucha contra el imperialismo japonés, Sobre el gobierno de coalición, y dos aportes fundamentales a la filosofía del materialismo dialéctico, Sobre la contradicción y Sobre la práctica.


Un gigante llamado Shaoshan, ‘pequeña montaña’

Chou En-lai nació en 1898 en Juai An, provincia de Chiangsú (Jiangsu), al este. Descendiente de mandarines arruinados, completó sus estudios en Japón, donde lo sorprendió la aurora de Octubre. Se vinculó desde muy joven al Movimiento del Cuatro de Mayo, como editor en jefe de uno de sus periódicos.

Viajó a Francia en 1920, donde fundó la Liga de la Juventud Comunista, admitida en el 22 por el recién creado Partido. En las barriadas pobres de París hizo estrecha amistad con un pálido joven annamita conocido como «El Patriota» (Ai Quoc), cocinero en restaurantes, y que había de transmitir a la inmortalidad un nom de guerre indomeñable: Ho Chi Minh, que significa «El que lleva la lámpara». Colaboró después con Chu Te, que residía en Alemania —donde estudiaba la teoría prusiana de la guerra—, a organizar a los aún dispersos círculos de inmigrantes.

De vuelta en China, fue nombrado en 1924 secretario político de la estratégica Academia Militar de Whampoa (Hangpu), en Kuangchou, vivo aún Sun Yatsen y cuando el Kuomintang colaboraba activamente con el Partido Comunista. Por esos mismos años dictó clases, junto a Mao Tsetung, en el Instituto del Movimiento Campesino. Tras el golpe de Estado se refugió en Chiangsí (Jiangxi), donde ya Mao había construido el Ejército Rojo. No tardó en integrar el Buró Político, máximo centro ejecutivo del Partido. Por su cabeza pagaba el presidente Chiang Kai-shek 80 mil dólares. Por la de Mao, 250 mil.

En calidad de comisario político del ejército que emprendió la Gran Marcha, Chou se instaló en Yenán desde octubre de 1935. Usaba en esa época el seudónimo partidario de Shaoshan, ‘Pequeña montaña’.

Creado el frente único, fue nombrado vocero del Partido en las negociaciones con el Kuomingtang, en cuyas arduas incidencias reveló su rara habilidad de negociador.

Con el triunfo de la Revolución, en 1949, Chou En-lai se convirtió en primer ministro y, como tal, en responsable de las relaciones exteriores.

Viajó a Moscú en 1950, a allanar el Tratado de Amistad Chino-soviética firmado por Stalin y Mao.

Se hizo también presente en Moscú durante las sesiones del XXII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, muerto ya Stalin y asaltado por Krúschov el poder, y en forma erguida refutó sus intrigas y calumnias. Todavía sin levantarse las sesiones, Chou fue a la Plaza Roja, seguido por la prensa de todo el mundo, y en la tumba de Stalin depositó una ofrenda cuya inscripción decía: «A J. V. Stalin, gran marxista-leninista». En seguida, sin despedirse de sus hostiles anfitriones, se regresó a Pekín. Lo esperaba en el aeropuerto una nutrida muchedumbre, presidida por Mao.

A partir de 1966, y en el proceso de la Gran Revolución Cultural Proletaria, actuó sin vacilar contra la camarilla revisionista y prosoviética que encabezaba el presidente de la República, Liu Shao-chi, «principal seguidor del camino capitalista dentro del Partido». Hombro a hombro con Mao, debeló años más tarde la criminal conjura de Lin Piao y de la Banda de los Cuatro.

Una de las victorias más rotundas de China en el terreno diplomático fue el voto de la ONU, tras decenios de cerco imperialista, en el que se expulsó a Chiang Kai-shek y se admitió al gobierno de la República Popular como «el legítimo representante del pueblo chino».

En las negociaciones posteriores con Kissinger, Chou En-lai preparó la entrevista de Mao con el presidente norteamericano Richard Nixon, hito trascendental en el aislamiento del socialimperialismo soviético, principal amenaza para la paz del mundo.

Especialmente activa en estos años fue su tarea diplomática de respaldo a las luchas de los tres pueblos indochinos.

Chou En-lai fue vicepresidente del Comité Central, presidente del Consejo de Estado y presidente del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino.

Víctima de cáncer, falleció en Pekín el 8 de enero de 1976.


Poema

Los leales padres que tanto sacrificaron por la Nación
Nunca temieron el destino final.
Ahora que nuestro país se ha vuelto rojo
¿quién será su guardián? Nuestra misión, inconclusa,
puede tomar mil años. La lucha nos fatiga y se ha vuelto
gris nuestro cabello.

Tú y yo, viejos amigos, ¿podemos quedarnos mirando cómo
se lleva nuestros esfuerzos la marea?

(Poema de Mao Tsetung dedicado a Chou En-lai)
Chou En-lai.


Chu Te

Chu Te fue uno de los jefes comunistas que, junto con Chen Yi, se sublevaron el 1º de agosto de 1927 contra el usurpador Chiang Kai-shek, a raíz del Levantamiento de Nanchang; y que, en abril de 1928, trayéndose consigo a sus legiones, se fue a engrosar las del Partido en las montañas Chingkang, al sudeste. En el transcurso de las guerras civiles, Chu fue nombrado comandante supremo del ejército que cumplió la Gran Marcha y, años después, durante la Segunda Guerra Mundial, comandante en jefe del XVIII Grupo de Ejércitos, que agrupaba a las fuerzas comunistas.

Hasta el momento de su muerte, Chu Te permaneció leal a Mao y a la Revolución.