Desde septiembre de 1977, el pueblo de Kampuchea Democrática (anteriormente conocida como Camboya) viene resistiendo con heroísmo la artera agresión y la invasión de su territorio por parte de decenas de miles de soldados vietnamitas, asesorados y armados por la Unión Soviética.
Un pueblo indomable
Kampuchea, un pequeño país de 181.000 kilómetros cuadrados y ocho millones de habitantes, ubicado en el corazón de la península de Indochina, vio florecer en sus tierras una esplendorosa civilización hace más de mil años, de la cual son testigos los imponentes templos de Angkor. Los camboyanos tuvieron que empuñar las armas en repetidas ocasiones para repeler invasores provenientes del antiguo imperio chino y de los reinos de An Nam (Viet Nam) y Tailandia. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, los colonialistas franceses emprendieron la conquista paulatina de Indochina. Fue así como, desde 1884, el ancestral reino de Camboya cayó bajo la dominación de Francia, pasando a convertirse en colonia suya, al igual que Laos y Viet Nam.
Durante los siguientes sesenta y nueve años, los obreros, los campesinos, las capas medias y aun sectores de la nobleza batallaron infatigablemente contra los opresores europeos hasta el 9 de noviembre de 1953, cuando fue proclamada la independencia total de Camboya.
El 18 de marzo de 1970, el Pentágono promovió un golpe de Estado a cuya cabeza colocó a un militar fascista, Lon Nol, quien desató de inmediato una feroz persecución contra los patriotas que se oponían al nuevo régimen manipulado por los Estados Unidos. Cinco días más tarde, revolucionarios y demócratas anunciaron desde las montañas la formación del Frente Unido Nacional de Camboya y del Gobierno Real de Unión Nacional de Camboya (GRUNC), dirigido este último por el príncipe Norodom Sihanouk. Los nuevos zares de Rusia, que nunca habían visto con buenos ojos una política de neutralidad y autodeterminación para el pequeño país asiático, reconocieron automáticamente a Lon Nol y su camarilla, tratando de pescar en río revuelto y pasando por alto que era el GRUNC el que representaba a más del 95% de la población.
Para 1974, sesenta Estados habían reconocido oficialmente al GRUNC y las fuerzas armadas revolucionarias controlaban más del 90% del país. Finalmente, el 17 de abril de 1975, el ejército popular, encabezado por Pol Pot, Ieng Sary y Khieu Zampan, ocupó victorioso el último reducto enemigo, la capital Pnom Penh. Junto con la rosca vendepatria fueron expulsados los diplomáticos rusos que la habían acompañado hasta último momento. Ese mismo día se reafirmaron los postulados de la política exterior camboyana: Kampuchea Democrática sería en adelante un país independiente de toda forma de dominación extranjera, pacífico, neutral, no alineado y solidario con todos los pueblos y gobiernos amantes de la paz.
Se fragua la agresión socialimperialista
Los actuales dirigentes de Viet Nam han venido planteando la estrategia de crear una “federación indochina” bajo su égida, resucitando las tentativas de los antiguos nobles vietnamitas de dominar toda la península. Como es obvio, la propuesta de la tal “federación” no consulta los deseos de los pueblos de Camboya y Laos, que siempre han insistido en su independencia estatal y en su derecho a la autodeterminación.
De otra parte, las fronteras de los países indochinos fueron trazadas por la administración colonial, con lo cual Camboya perdió, a favor de Viet Nam, miles de kilómetros cuadrados y varias islas. A pesar de ello, y con tal de mantener la armonía y las buenas relaciones, los gobiernos camboyanos siempre han aceptado esta situación. En 1967, tanto el Comité Central del Frente de Liberación de Viet Nam del Sur como las autoridades de la República Democrática de Viet Nam, se comprometieron solemnemente a respetar la integridad territorial de su vecino dentro de los límites existentes. En la conferencia cumbre de la península, celebrada en abril de 1970, se acordó que una vez fuesen expulsados los yanquis de la región, cada uno de los tres Estados sería independiente y soberano.
Tan pronto como el imperialismo estadinense se vio obligado a retirarse de Indochina, el socialimperialismo soviético se apresuró a llenar el vacío dejado por su rival, para lo cual se valió de los dirigentes vietnamitas. El otrora heroico Viet Nam de la guerra contra Estados Unidos se convirtió en peón de brega del Kremlin, en la Cuba asiática. Actualmente hay allí más de 4.000 consejeros militares rusos y, en Laos, permanecen estacionados cerca de 50.000 soldados vietnamitas. El único país que se interponía en los designios del hegemonismo era Kampuchea Democrática.
Salvaje embestida
En septiembre de 1977, tropas vietnamitas violaron la frontera camboyana y penetraron varios kilómetros saqueando aldeas, robando cosechas y asesinando a numerosos campesinos. Dichas acciones se repitieron en los tres meses siguientes, siendo repelidas enérgicamente por las fuerzas armadas kampucheanas. El 31 de diciembre de ese año, el gobierno de Pnom Penh emitió una declaración que dice: “Kampuchea Democrática se ha adherido constantemente a su posición de buscar la amistad con Viet Nam y también se ha esforzado consistentemente por hallar soluciones con un espíritu de amistad. Sin embargo, la parte vietnamita no quiere tomar en consideración la buena voluntad de Kampuchea”. Al día siguiente de este pronunciamiento, el 1° de enero de 1978, Hanoi lanzó una nueva ofensiva pretextando la existencia de un nuevo conflicto fronterizo. Una vez más el pueblo camboyano hizo retroceder a los agresores, infligiéndoles una apabullante derrota el 6 del mismo mes.
Pero los pequeños hegemonistas no cejaron en su empeño; en mayo intentaron un golpe de Estado que fracasó; en junio llevaron a cabo más ataques, y en octubre emplearon bombas de gas tóxico contra la población indefensa de varios villorrios del oriente de Camboya. Por esos días, Pol Pot. Primer Ministro camboyano, denunció la verdadera esencia de la contienda: “Viet Nam procura convertirse en una gran potencia en Indochina y Asia Sudoriental. Los expansionistas soviéticos, por su parte, tienen una estrategia global que trata, entre otras cosas de capturar el sudeste asiático. Con este fin, tienen que resolver el problema de Kampuchea, un obstáculo clave para los expansionistas internacionales. Después de apoderarse de Kampuchea, lanzarán una ofensiva contra Asia Sudoriental para controlar sus recursos económicos y rutas estratégicas de transporte, tales como el estrecho de Malaca”. Simultáneamente, en Malasia, el primer ministro vietnamita, Pham Van Dong, afirmaba cínicamente: “He dicho repetidamente que Viet Nam respeta los sistemas de sus vecinos, que Viet Nam no intervendrá militarmente ni tomará medidas semejantes”. Como ocurre con cualquier corsario del imperialismo, su palabrería era desmentida por sus actos desembozados de agresión.
Con el propósito de coordinar sus acciones de filibusterismo internacional, Hanoi y Moscú suscribieron en noviembre de 1970 un pacto militar. Acto seguido, en diciembre, sacaron a la luz una organización fantoche, el denominado Frente Unido Nacional para la Salvación de Kampuchea, con el fin de dar a la agresión una apariencia de “guerra civil” o de “rebelión contra el régimen de Pol Pot”.
Una vez “legitimadas” sus actividades bandidescas, el agresor procedió a soltar sus hordas sobre Camboya. Mas ahora se trataba de una gigantesca operación militar. El 2 de enero de este año, 100.000 soldados vietnamitas, apoyados por centenares de tanques, cañones y aviones de fabricación rusa se abalanzaron desde Viet Nam y Laos sobre su codiciada presa.
Un país con 50 millones de habitantes y 332.000 kilómetros cuadrados de superficie se arrojaba cobardemente contra otro que posee una población seis veces menor y la mitad de su territorio. En medio de tan desigual contienda, las tropas camboyanas tuvieron que ceder y, en pocos días, los invasores instalaron en Pnom Penh una administración pelele. Inmediatamente, Brezhnev le dio su reconocimiento y le ofreció apoyo incondicional.
Esta inicua agresión ha sido repudiada por la gran mayoría de los países y por todas las gentes honestas del mundo. El gobierno de la República Popular China declaró oficialmente, el 7 de enero: “Apoyamos firmemente al pueblo kampucheano en su determinación de llevar hasta el fin la sagrada guerra de autodefensa nacional”. La Conferencia de Ministros de Relaciones exteriores de Tailandia, Filipinas, Malasia, Indonesia y Singapur exigió “la inmediata y total retirada” de las fuerzas vietnamitas. Rumania condenó la invasión. Japón y Holanda anunciaron que cancelarán sus programas de ayuda económica a Viet Nam, y el Consejo de Seguridad de la ONU, ante el cual defendió la justa causa de su patria el príncipe Norodom Sihanouk, aprobó una resolución presentada por numerosos países exigiendo la salida de los soldados foráneos de Kampuchea. La Unión Soviética, que había apadrinado la intervención, vetó dicha determinación
Pero la caída de Pnom Penh en manos de los asaltantes no significa el final sino el comienzo de la tenaz resistencia de las masas camboyanas, que no permitirán que los tanques extranjeros hollen por mucho tiempo su tierra. Con el respaldo decidido de todos los pueblos amantes de la paz y defensores de la justicia, los legítimos gobernantes y todos los auténticos patriotas combaten heroicamente en selvas y serranías en defensa de su independencia.