PERSISTAMOS EN LA LUCHA POR LA SALVACION DEL AGRO

La declaración que acabamos de aprobar dice que un país de las características de Colombia no puede salir adelante si no desarrolla su sector agropecuario… que de la suerte del agro depende la suerte de todo lo que suceda en la economía nacional… Esto es lo que explica por qué las grandes potencias desarrolladas, y particularmente Estados Unidos, han hecho todo tipo de esfuerzos para desarrollar su agro; garantizan con buenos precios de sustentación que sea un negocio que prospere; hay créditos abundantes y baratos; se consiguen maquinarias a costos módicos y los costos de los insumos agroquímicos no son una carga para la producción agropecuaria, porque el agro de esos países tiene inmensas obras de infraestructura que garantiza que el agua llegue de manera adecuada a cada uno de los sectores productivos. Y es lo que explica también, y en esto quiero enfatizar, porqué un país como los Estados Unidos, el gran imperio de la época, ha convertido su producción agropecuaria en uno de sus principales instrumentos de agresión contra los pueblos débiles del mundo.

Es que por mucho que haya prosperado la humanidad, con computadores, aviones, robots y todo tipo de instrumentos y avances, producto del desarrollo de las fuerzas productivas, los seres humanos no podemos dejar de comer, y ojalá tres veces al día. Este hecho, que la humanidad siga siendo absolutamente dependiente de la producción de alimentos, es lo que nos explica porqué los gobernantes de Europa y Estados Unidos le dan tanta importancia a la seguridad alimentaria nacional, o sea, que país que no esté en condiciones de producir los alimentos de su pueblo, será indefectiblemente sometido a lo que le quieran imponer los países que son capaces de hacerlo y que, además, generen excedentes en ese campo. Por eso Estados Unidos, el principal imperio en la historia del mundo, ha convertido la producción y las exportaciones de alimentos en un renglón clave para el desarrollo de su economía, de su industria, de sus agroquímicos, de su acero, de su metalmecánica, de su petroquímica y también en un gran instrumento de dominación a escala global.

La política agraria de cualquier país define en últimas su grado de desarrollo y si su nación es o no soberana de verdad; es decir, si puede o no definir su propio destino, según su leal saber y entender, o si termina sometida al chantaje de los países y las grandes trasnacionales que poseen y se encargan de mover esos alimentos en todos los confines de la tierra…Es por eso que los países más desarrollados tienen gran producción agropecuaria, y le brindan inmenso respaldo a sus agricultores y ganaderos, incluso con subsidios estatales de más de 370 mil millones de dólares anuales. En contraste, la política agropecuaria de países como el nuestro ha sido de muy poco apoyo, casi que de desestímulo a su producción rural. En particular en los últimos años, desde el maldito 1990 cuando Barco y Gaviria determinaron meter el país en la apertura, la que han continuado Samper y Pastrana, el agro nacional terminó por entrar en la peor crisis que haya visto la historia y está con la amenaza de ser liquidado de una vez por todas en los próximos años, si esta lucha de la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria no lo impide decididamente y nos lleva por un sendero de progreso, el cual no podrá lograrse si no se derrota la política imperante… Pues como consecuencia de ella lo que hoy tenemos es el desastre, un sector agropecuario en ruina. La práctica demostró que el neoliberalismo, la apertura, no conducían al progreso y al desarrollo sino a la pauperización del país, como nosotros lo habíamos advertido oportunamente, desde marzo de 1990. Pero lo más grave es que a pesar de que está demostrado hasta la saciedad que la política neoliberal conduce al matadero a los pueblos neocoloniales de la tierra, la decisión que se tomó en el gobierno de Andrés Pastrana fue la de seguir aplicándoles a los colombianos la misma medicina que nos viene matando desde hace una década…

Con respecto al agro, el Plan Colombia establece, óigase bien, que nos olvidemos de tratar de producir lo que se pueda producir en Estados Unidos; que Colombia no puede seguir produciendo ni trigo, ni maíz, ni arroz, ni papa, ni leche, ni pollo, ni huevos, es decir, todo cuanto se produzca en Estados Unidos o en los países desarrollados. Y que la solución «consistirá en que Colombia se especialice única y exclusivamente en la producción de eso que llaman cultivos del trópico». O sea, los que por razones de clima no se pueden cultivar en Estados Unidos, es decir, nos imponen una especialización en lo que ellos no pueden producir. Lo leonino de ese acuerdo salta a la vista: los gringos se comprometen a no producir lo que de ninguna manera pueden cosechar y los colombianos nos comprometemos a renunciar a lo que sí podemos producir…

En el caso del café, no solo rompieron el Pacto del Café, no solo se dedicaron a especular con el hambre de los cafeteros del mundo, sino que con recursos del Banco Mundial y con la aprobación del FMI, se fueron al Asia a estimular las siembras en Vietnam, Malasia, Indonesia y la India con el propósito bellaco, con la mente agresiva de estimular allí la siembra masiva de café e inundar el mundo de ese grano para que los precios se hundieran a los niveles de miseria en que se han hundido. Una actitud que no podemos señalar de otra manera que de franca y brutal agresión del imperio norteamericano y de los países desarrollados de la tierra contra la pobreza y la miseria de los campesinos y empresarios cafeteros del país. Un caso parecido es el del banano e igual pretenden hacer con la palma africana: cuando los precios de la palma se caen a nivel internacional, los empresarios y el capital financiero se retiran de esa producción, se quedan sí con el negocio de extraer y comercializar el aceite, pero le traspasan a campesinos pobres y pequeños empresarios las dificultades y la miseria de unos cultivos de los cuales nunca podrán separarse; y eso es lo que nos quieren presentar como el futuro del agro nacional. En eso se resume la política agropecuaria: nos quieren especializar en cultivos secundarios, que no hacen parte de la dieta básica de la nación, mientras se les deja el maíz, el trigo, la leche, la carne, la papa, el arroz, a los agricultores extranjeros y a las trasnacionales del imperialismo norteamericano.

Como si fuera poco, nos llevan para el Área de Libre Comercio de las Américas, con lo cual se demuestra que lo que dice el Plan Colombia no es un cuento. El ALCA constituirá un solo mercado en todo el continente americano para los capitales y las mercancías. Pero es obvio que los capitales y las mercancías que se van a mover con entera libertad son fundamentalmente los de Estados Unidos, situación que a Colombia la pondrá en situación acabar con todo lo que puedan producir los gringos y nos meterá también en gravísimos aprietos con la competencia del café brasileño o del banano o del plátano ecuatoriano… Con todo y lo perniciosa que ha sido la apertura, es apenas el comienzo. Si el ALCA se impone perderemos prácticamente todo el agro y la soberanía nacional de esta República…

¿Qué hacer? No tenemos más alternativa que dar la batalla para defender lo que es nuestro. Y ganarla. Lo cual, en primer término y ante el calibre de un desafío que aterriza en la oficina oval de la Casa Blanca del imperio norteamericano, significa definir una política que nos permita recoger casi al cien por ciento de los colombianos y particularmente a los del sector agropecuario. Si dividimos la lucha del agro, sí buscamos los puntos que nos diferencian, si no somos capaces de defender un programa de unidad, un programa que no amenace a nadie, ni a los pobres, ni a los medianos, ni a los grandes, que van a ser cada vez más golpeados por la política del imperialismo; si no somos capaces de unir a la casi totalidad de los colombianos, aislando a la pandilla neoliberal de vendepatrias que nos gobiernan, no vamos a poder ganar esta batalla…Lo que sigue después de este Congreso es acrecentar nuestra influencia y nuestra fuerza. Si no somos capaces de desarrollar más fuerza y más organización, no lograremos los propósitos que estamos definiendo…

Y también debe quedar ratificado, que la resistencia de la que hablamos, la desobediencia y la rebeldía que pregonamos son en todos los casos civiles, resistencia civil, desobediencia civil; lo que estamos buscando no son formas más agudas de enfrentamiento con el régimen sino formas más grandes, más amplias de lucha, de millones, de forma tal que podamos arrodillar a los señoritos que nos gobiernan y poner contra la pared al propio imperio norteamericano…

Insisto en que Salvación Agropecuaria no es una organización sectaria; está dispuesta a coordinar esfuerzos con las otras organizaciones que existan en Colombia, así tengan puntos de vista divergentes con nosotros. E insisto también en que el agro nacional no sólo tiene organización que lo dirija, Salvación Agropecuaria, sino que ésta tiene un jefe que se llama Angel María Caballero. Y que con una línea correcta, con orientación correcta, con jefes decididos y acertados, lo único que falta para darle de una vez por todas la vuelta a la tortilla de la economía agropecuaria es pueblo, empresarios, campesinos, indígenas, obreros agrícolas, pueblo como arroz. ¡Multitudes como arroz necesitamos! Es la única posibilidad de que la resistencia civil tenga éxito. La invitación que les estamos haciendo con Ángel María Caballero y con la dirección de la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria es salir de este Congreso llenos de orgullo y ciertos de que seremos invencibles sí desarrollamos la fuerza suficiente, pero que eso dependerá de cada uno de los que estamos hoy aquí, los dirigentes del patriotismo agrario de Colombia, los jefes del futuro próspero de nuestra patria.