En las condiciones de Colombia la alianza de fuerzas políticas en torno a un programa común revolucionario, reclama a la vez la organización de una dirección compartida y democrática, necesidad doblemente urgente bajo las actuales circunstancias de relativo desarrollo de la revolución. En nuestra situación no podemos contentarnos con que combatimos a los mismos, luego para qué más acuerdos. Se hace indispensable coordinar y cohesionar las luchas de los distintos destacamentos que se enfrentan en una correlación desfavorable a un enemigo superior en fuerzas y con un mando central organizado, desde la propia jefatura del Estado. La UNO debe orientar la cooperación de sus partidos integrantes, si quiere sacar alguna ventaja material de su existencia.
En la Unión Nacional de Oposición no ha existido claridad sobre su función coordinadora y cohesionadora. Prima la tendencia de que cada partido decida por su cuenta y riesgo asuntos que por naturaleza conciernen a todas las fuerzas comprometidas. Muchas veces las decisiones unilaterales se presentan a los aliados como hechos cumplidos e irreversibles. En lugar de concentrar esfuerzos en tareas conjuntas, sus partidos integrantes se desgastan y debilitan en tácticas dispersas y con frecuencia contrapuestas. En esa forma la UNO es sólo una fachada de unidad, que la propaganda presenta como muestra de que también se cumple con el trabajo de construir el frente único, pero, como ha sucedido con la realización de casi todas las grandes estrategias de la revolución colombiana hasta el presente, no deja de ser eso, una fachada, una caricatura y un consuelo efímero.
El secretario general del Partido Comunista, quien había sostenido en la Segunda Convención que “los comunistas nos vemos a la UNO como un mero aparato electoral, sino como la semilla del Frente Patriótico de Liberación Nacional”, en la última convención pronunció las siguientes palabras:
“La UNO no pretende sustituir a la clase obrera. Es la clase obrera la que tiene que dirigir su propia lucha y las luchas de todo el pueblo por su emancipación”[44]
No es que estemos zurciendo demasiado delgado ni buscando con lupa los errores del Partido Comunista en su variado repertorio teórico, pero la conclusión es de bulto: según las últimas palabras citadas, la UNO no tiene nada que ver con la dirección de “las luchas del pueblo colombiano por su emancipación”. Ustedes ahondarán el alcance de dicha concepción y nosotros, que no estamos a la caza de triunfos fáciles, reconoceremos sin inconvenientes, si así se desprende de cualquier posterior aclaración, el criterio genuino que el autor de estas frases y con él el Partido Comunista tienen alrededor de la labor directiva de la Unión Nacional de Oposición. Pero como lo dicho dicho está, utilicémoslas como maestro negativo para completar nuestro pensamiento, de un lado, sobre la necesidad de que la UNO desempeñe una función coordinadora y cohesionadora de las luchas populares, mediante una dirección compartida, basada en la participación democrática de todas sus fuerzas y, del otro, sobre la relación entre la clase obrera y su partido con el frente único o con la “semilla” del frente único.
Con el argumento de que la clase obrera es el máximo dirigente de la revolución no podemos exonerar a la UNO, como frente de partidos aliados, de su papel muy concreto de dirección y coordinación. Por otra parte, el carácter de vanguardia del proletariado no tiene por qué contraponerse con los frentes de lucha que éste conforma. Todo lo contrario, su capacidad directiva se facilita enormemente con dichos frentes. Para ello los crea. A través de éstos el proletariado ejerce en mejores condiciones su misión orientadora y educadora de las amplias masas no proletarias. Y hay más, la clase obrera y su partido condenan los métodos burocráticos y despóticos de dirección. Cuando la clase obrera y su partido llaman a las otras clases revolucionarias a integrar con ellos un frente único, es sobre la base de la participación democrática de todas las fuerzas amigas y a todo nivel. Y cuando llaman a constituir una dictadura popular a más del 90 por ciento de la población colombiana, garantizan a todos y cada uno de sus aliados la plena democracia y la libre injerencia en los asuntos del Estado. Así y sólo así pueden la clase obrera y su partido dirigir y coronar exitosamente la revolución colombiana en la presente etapa.
Allí donde la clase obrera y su partido para llegar al socialismo encaran primero las tareas de la liberación del país y de las transformaciones democráticas, su lucha de clases adquiere la forma de la lucha nacional de liberación y su programa socialista lo postergan en aras de un programa que unifique a todas las fuerzas enemigas de la opresión externa. Con esto el proletariado no está traicionando sus intereses de clase, está optando por el único camino que lo conduce a su emancipación. La clase obrera y su partido no pierden de vista un solo instante sus máximas aspiraciones socialistas y comunistas. Por eso siempre que el proletariado propugna la formación del frente único, no se diluye en él, sino que mantiene su organización partidaria independiente y distinta del resto de organizaciones aliadas. La independencia del partido obrero dentro del frente único garantiza dos cosas: la dirección proletaria de la revolución democrática y el paso posterior al socialismo. Dentro del frente el partido obrero colombiano no desempeñará su papel de vanguardia negándoles la participación democrática a las otras clases revolucionarias en los organismos de dirección, lo ejercerá mediante una lucha ideológica y política, constante y aguda, que no pide ni da tregua, pero sin atropellar los principios democráticos que, junto con el programa común, permiten la cooperación de todos los patriotas en la gloriosa empresa de derrotar en nuestro suelo al imperialismo norteamericano y a sus lacayos criollos, y de fundar una república de obreros, campesinos, pequeños y medianos productores y comerciantes, intelectuales, en marcha al socialismo. El partido obrero no teme perder su supremacía en esta confrontación con las otras clases y partidos aliados, porque está armado de una ideología invencible, el marxismo-leninismo, que le permite por intermedio de la práctica conocer las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad y trazar una estrategia y una táctica victoriosas. El partido obrero es, en fin, el más connotado defensor de los intereses del pueblo. El más insigne combatiente antiimperialista, el más consecuente garante de la democracia revolucionaria, por eso nadie podrá arrebatarle su liderazgo ganado en franca lid.
En Colombia no contamos aún con antecedentes de cómo ha de funcionar un frente de las proporciones indicadas, en el que concurran todas las organizaciones revolucionarias políticas y de masas, en torno a una dirección unificada y acatada, pero en la arena internacional existe ya una vasta experiencia al respecto. En la reciente guerra del Sudeste Asiático, que sirvió de escenario a la más resonante derrota del imperialismo norteamericano, tanto en el sur de Viet Nam como en Camboya y Laos, la lucha política y militar de los pueblos indochinos estuvo dirigida por sus correspondientes frentes de liberación nacional. En estas alianzas confluyen en pie de igualdad y sobre la base del centralismo democrático, al lado de los respectivos partidos proletarios, las más variadas organizaciones partidistas, gremiales, sociales y religiosas. La máxima dirección revolucionaria concreta en cada uno de los tres países indochinos recae en el núcleo central de su frente único, el cual no se limita a mantener una unidad formal de las fuerzas revolucionarias, sino a coordinar, orientar, organizar y decidir realmente sobre todas las manifestaciones de lucha, hasta la lucha armada. Los distintos partidos obreros de Indochina ejecutan su labor dirigente a través de dichas alianzas de unidad nacional. Y el nuevo tipo de dictadura establecido en Indochina es la dictadura democrático-popular de frente único dirigida por el proletariado. La experiencia de los pueblos indochinos corresponde en general a la situación de los países coloniales y neocoloniales atrasados sometidos a la dominación imperialista que combaten por la liberación nacional y las transformaciones democráticas, bajo la dirección del proletariado y en la era de la revolución socialista mundial. Colombia hace parte de estas naciones oprimidas y atrasadas del Tercer Mundo y su lucha es idéntica. No hemos copiado jamás mecánicamente la experiencia de otras revoluciones, empero resulta indudable que la enseñanza universal de la actual lucha de los pueblos coloniales y neocoloniales del mundo por su independencia y progreso es muy valiosa para nuestro pueblo, si la sabe aprovechar acertadamente y según las particularidades del país y las características de la revolución colombiana.
Plantear primero el criterio de que la Unión Nacional de Oposición sea una “semilla” del futuro frente patriótico y contraponer después la UNO a la dirección proletaria es borrar con el codo lo que se ha escrito con la mano. La misión de vanguardia de la clase obrera y la dirección compartida de todas las clases en una gran alianza nacional, no se excluyen sino que se complementan. Si queremos enrumbar a la UNO hacia el puerto distante de la formación en Colombia de un frente único antiimperialista, comencemos por establecer en su seno la dirección compartida de manera progresiva, hasta que abarque todos y cada uno de los aspectos de la lucha revolucionaria. En verdad esta concepción de la dirección compartida no la improvisamos ahora con el objeto de pasar al contraataque en la controversia pública del MOIR y el Partido Comunista. El compañero Francisco Mosquera ya la había enunciado precisamente en la Segunda Convención de la Unión Nacional de Oposición, del modo siguiente:
“La necesidad más urgente de Colombia, la reivindicación más sentida por el pueblo y la nación colombiana, por la cual han combatido las fuerzas revolucionarias y los sectores avanzados de las masas desde principios del siglo, de la que depende la salvación de nuestra patria, es la liberación nacional y la construcción de una república soberana, democrática, de obreros, de campesinos y del resto de fuerzas populares. Esta tarea determina y requiere de la unidad nacional de la unificación de más del 90 por ciento de la población colombiana bajo una dirección política, organizada y correcta compartida por todas las clases revolucionarias”.[45]
Si logramos una conclusión unánime alrededor de estas observaciones y coincidimos en que hay que darle nueva vida a la UNO, imprimiéndole un carácter activo de dirección y una mayor dinámica, podemos empezar anotando en la agenda de discusiones dos temas de palpitante actualidad para las fuerzas revolucionarias colombianas: 1) la lucha ante el gobierno de Alfonso López Michelsen, y 2) la unidad del movimiento sindical colombiano.