Conocidos los orígenes de la Unión Nacional de Oposición, sus dificultades y luchas del comienzo y explicadas cómo quedaron las cuestiones del programa y de los objetivos y frutos de la campaña electoral, pasaremos a ocuparnos del problema de su carácter, es decir, a responder al interrogante ¿qué es la UNO?
El Partido Comunista se apresuró a definir a la UNO como la “semilla del Frente Patriótico la Liberación Nacional”. Retomamos esta definición porque con ella se ha pretendido, por un lado, refutar nuestra consigna inicial de la necesidad de la creación de un “frente electoral de izquierda” para las elecciones de 1974, y por el otro, proporcionarle algún basamento doctrinal a la insinuación de que el MOIR se muestra reacio a facilitar la unidad de las fuerzas revolucionarias. Tal infundio está regado en múltiples materiales del Partido Comunista, queriendo significar, a punta de repetirlo, que ustedes son partidarios del frente único mientras nosotros tenemos de él una miope visión electorera. Es como si se creyera a pie juntillas que asuntos tan fundamentales para la teoría y la lucha revolucionarias se pudieran despachar mediante golpes de mano y argucias ingeniosas. Sin embargo, quien haya escuchado con atención la melodía monocorde de que la UNO es la “semilla del Frente Patriótico” habrá descubierto fácilmente que el Partido Comunista una vez más sólo aporta como argumentos suyos sus deseos y sus calumnias contra el MOIR.
Estamos seguros de que con definiciones abstractas no habrá cuándo desentrañar el problema, ni la polémica la debemos reducir a la competencia de quién le augura a la UNO la mejor de las suertes. Ya observamos cómo el esquema de convertirla en el “Frente de la Oposición Democrática”, “esencia” del “Frente Patriótico”, desembocó en un fracaso. No basta con decir “hágase la luz y la luz fue hecha”. Para prever el destino de la UNO es forzoso no olvidar cuáles son sus fuerzas verdaderas, conocer las distintas concepciones que chocan en su seno y entonces sí, mediante la discusión, inquirir si es posible o no concordar las políticas más indicadas que solventen su actual crisis y la transformen en un centro eficaz de dirección y coordinación de las luchas revolucionarias. Pero mientras la UNO no pase a cumplir una función efectiva como centro orientador y cohesionador de estas luchas y no garantice el mínimo de identidad y de cooperación entre sus fuerzas integrantes, será la negación del frente unido. Si sinceramente queremos constituirla en la “semilla” de la alianza que a la larga abarque y organice a todo el pueblo colombiano, tendremos que empezar por corregir ésta su falla principal. Y es más, no existe otra salida, remarcamos, para evitar su deceso. El deceso de la UNO como organización unitaria y democrática, se entiende, porque no se nos escapa el hecho de que cualquiera de sus componentes pueda prolongarle artificialmente la vida, pero ya como apéndice exclusivamente suyo. En esta última eventualidad la Unión Nacional de Oposición perdería su carácter de aglutinante de distintas corrientes políticas y, por ende, la “semilla” se marchitaría sin haber germinado.
Antes de intentar tan ingente labor dejemos establecidas dos premisas. En primer término que nuestro interés sigue siendo el de salvar y desarrollar la Unión Nacional de Oposición. Una alianza de esta índole, no obstante su relativa debilidad, es altamente positiva para la revolución colombiana, siempre y cuando cumpla con una política unitaria, democrática y revolucionaria. Creemos que nuestra mejor colaboración en esta hora es señalar críticamente las rectificaciones a que haya lugar, pero somos conscientes de que solos no podremos imprimirle ni la política ni la pujanza que requiere la UNO. Se precisa de un replanteamiento de los acuerdos entre las fuerzas que han venido comprometidas con el proceso unitario de los tres últimos años. Y como lo dijimos al principio de esta carta, estamos dispuestos a agotar pacientemente todos los medios al alcance para superar la crisis y proveer las bases del nuevo entendimiento.
En segundo término, sea cual fuese el resultado de nuestras gestiones, el MOIR seguirá invariablemente la línea de luchar por la unidad de las fuerzas revolucionarias. Desde nuestro nacimiento como organización partidaria independiente hemos proclamado con claridad meridiana que la revolución colombiana en su presente etapa democrática sólo conquistará la victoria con la unidad de todas las clases, capas, partidos y personas que en una u otra forma repudien la dominación del imperialismo norteamericano y de las clases antinacionales que le sirven de soporte. Bajo esta suprema directriz hemos venido combatiendo. Nuestro proyecto de programa para el Primer Congreso del Partido del Trabajo de Colombia lo destaca como uno de sus grandes postulados. Ninguna consideración logrará separarnos de esta senda. Y tenemos una seguridad absoluta en que el pueblo colombiano, a pesar del curso zigzagueante de la revolución, llegará a obtener su unidad y con ella la liberación, la prosperidad y la grandeza del país. Los problemas de la conformación de un frente único antiimperialista, así como el resto de los asuntos vitales de la revolución, sólo podrán resolverse satisfactoriamente aplicando el método de la participación democrática de todas las fuerzas revolucionarias. Sin democracia no habrá unidad. Precisamente la reacción sojuzga al pueblo dividiéndolo y lo divide negándole la libertad de organización, de expresión y demás derechos políticos. Las amplias masas repudian los procedimientos antidemocráticos. Y dentro del movimiento revolucionario colombiano ningún partido aceptará jamás estar bajo la férula de otro. Atrás quedaron los tiempos en los cuales los litigios se absolvían conforme al respeto que reclaman los “mayores en edad, dignidad y gobierno”. Las fuerzas nuevas son irrespetuosas, se atreven a desmentir a las viejas autoridades, descorren velos y destruyen mitos. Es la dinámica de la lucha. Gracias a ella la revolución no se estanca sino que avanza sin cesar hacia adelante, superando los períodos de desconcierto y de marasmo.
Sentadas las dos premisas anteriores, manos a la obra. Escudriñemos en la corta existencia de la Unión Nacional de Oposición cuál ha sido su labor de dirección y coordinación. Partamos de unas frases aún calientes del pleno del Partido Comunista de abril pasado, arriba citadas:
“La Tercera Convención de la UNO, replicando a quienes consideraban esta alianza como un mero acuerdo electoral, declaró que ‘ha surgido un frente de fuerzas revolucionarias y populares, con un programa de nueve puntos, cuyo objetivo final es abrirle el camino a Colombia hacia el socialismo’.”
Al año de efectuadas las elecciones, el Partido Comunista no ceja en revivir su querella contra el MOIR acerca del carácter de la UNO. Lo que resulta doblemente insólito, si se comprende que los documentos aprobados por la Tercera Convención lo fueron por unanimidad y con la participación voluntaria nuestra, y, sobre todo, si se persiste en la turbia costumbre de refutar al MOIR haciendo caso omiso de sus posiciones públicas. Ustedes pretenden cosechar laureles en el campo de la teoría sobre el frente único, tiroteando la formulación que hicimos, a su tiempo, de la necesidad de la construcción de un “frente electoral de izquierda” para las elecciones de 1974. Y de carambola ubicar al MOIR en el bando contrario de la unidad de las fuerzas revolucionarias. Contraponer el MOIR a la línea de desarrollar un “frente de fuerzas revolucionarias y populares” porque defendimos y sacamos avante la consigna del “frente electoral de izquierda” en 1974, es un enfoque tan formulista, como el que sería atacar a la UNO porque según su nombre se limita a unificar la llamada “oposición”.
¿A qué obedecía que propusiéramos un “frente electoral de izquierda” para las pasadas elecciones? Creemos que esta pregunta ha quedado suficientemente respondida en los capítulos precedentes. Ustedes hablaban de un frente de toda la “oposición democrática” con candidato único y programa común, con la ANAPO como columna vertebral. Nosotros considerábamos que conforme a las circunstancias reinantes sólo era viable un frente mucho más reducido, pero con un contenido revolucionario, con el que podrían colaborar el MOIR, el MAC, el Partido Comunista, movimientos avanzados de provincia y sectores de izquierda de otros partidos. A esa alianza la denominamos “frente electoral de izquierda” para distinguirla de la proyectada por el Partido Comunista y que la práctica encontró irrealizable. ¿Cuál de las propuestas era más consecuente, no desde el punto de vista de su viabilidad, como ha sido aceptado por ambas partes, sino del de su contenido? ¿Bastaba simplemente la retahíla de que la UNO era la “esencia” o la “semilla” del futuro frente único para imprimirle un carácter revolucionario? Su carácter revolucionario únicamente podrían determinarlo el programa y los objetivos concretos que se fijaran en consonancia con el tipo de lucha inminente que teníamos delante. Y la UNO cumplió una gran tarea revolucionaria porque pudo concurrir a la contienda electoral con un programa nacional y democrático y con los objetivos de desenmascarar la estrategia de los partidos oligárquicos proimperialistas, agitar y explicar la estrategia revolucionaria y apoyar las luchas del pueblo colombiano. La lucha inminente que teníamos delante era la participación en las elecciones, una de las principales preocupaciones de ustedes y de nosotros. Para demostrarlo sería suficiente repasar las muchas citas que llevamos recopilando del MOIR y del Partido Comunista.
Siendo esto exactamente cierto, el MOIR, sin embargo, no confinaba las alianzas al lindero exclusivamente electoral. Cuando proclamamos nuestra política de “Unidad y Combate” en 1972, además de la tarea de crear un “frente electoral de izquierda”, nos trazamos la de la unidad del movimiento sindical independiente. Las condiciones para esta segunda tarea estaban también dadas: la profunda crisis de la UTC y CTC, el anuncio de su fusión a comienzo de ese año y la desesperada decisión del gobierno de Pastrana de apoyarse abiertamente en sus camarillas antiobreras, desnudándolas por completo y contribuyendo a enmendar los equívocos que todavía campeaban en el movimiento obrero sobre su verdadera catadura. Además, el reconocimiento del Partido Comunista de la presencia de diversas fuerzas políticas antiutecistas y anticetecistas dentro del sindicalismo independiente y su oportuna declaración a favor de la perspectiva de la creación de una central unitaria. Sobre los logros y tropiezos de esta empresa nos ocuparemos luego por separado. Aquí nos interesa resaltar que cuando llamamos a trabajar por la política de “Unidad y Combate” lo hacíamos con la mente puesta tanto en la urgencia del “frente electoral de izquierda” como en la necesidad de unificar el sindicalismo independiente.
Ambas tareas suponían para nosotros una alianza con el Partido Comunista y procedimos en consecuencia a dar los pasos concernientes. Así lo entendíamos y así lo explicamos:
“La central obrera independiente y el frente electoral de izquierda son dos tareas cuya realización exige que el MOIR trabaje en ellas conjuntamente con el Partido Comunista y otras organizaciones partidistas. Para ello, tendremos que hacer y hemos hecho, modificaciones adecuadas a nuestra política” [35]
De tal manera que seguir martillando con la acusación de que el MOIR ha reducido su política unitaria revolucionaria a un estrecho criterio electoral es otra desfiguración más que tenemos que abonarles a ustedes, en el afán de echarnos el agua sucia, revuelta con su propio barro. Y en verdad es el Partido Comunista quien ahora niega a toda costa, como lo avizoraremos después, que la política de alianza entre ustedes y nosotros hubiese abarcado acuerdos referentes al movimiento sindical. Pero al mismo tiempo nos arroja la recriminación de que el MOIR no piensa en una unidad más amplia ni más profunda como se supone sea la empresa de construir un “Frente Patriótico” o una “semilla de Frente Patriótico”.
Lo que sucede es que nosotros no hemos especulado acerca del frente único. Con la concepción que tenemos de él como máximo aglutinante de las fuerzas revolucionarias y principal forma de dirección de la revolución nacional y democrática, dilucidamos que tal objetivo aún se encuentra distante de nuestros anhelos, a pesar de los innegables progresos de la conciencia política del pueblo colombiano. Sin embargo, cuando propusimos la línea de “Unidad y Combate”, reparábamos en que sus tareas del frente electoral de izquierda y de la unidad sindical, aunque no significaban de por sí que estuviéramos en los umbrales del frente único, la una y la otra se acogían a su espíritu. Alrededor de estas dos tareas se podrían comprometer corrientes y sectores distintos a los del MOIR, como efectivamente sucedió, pero jamás creímos que movilizaran a las inmensas masas, ni siquiera al grueso destacado de las clases explotadas y oprimidas. Con la campaña electoral unificada y el trabajo conjunto en el movimiento sindical, aplicábamos una línea de frente, no obstante encontrarnos a miles de jornadas de éste. Y no lo decimos hoy para defendernos de un ataque artero. Lo planteamos antes de pactar los acuerdos con los aliados de la UNO. Veámoslo:
“La política de ‘Unidad y Combate’ busca el cumplimiento de las tareas mencionadas (el frente electoral y la unidad sindical) y se halla enmarcada en la estrategia de la revolución nacional y democrática. Esta política principia por reconocer la lucha que contra el imperialismo yanqui y sus lacayos adelantan las grandes mayorías nacionales. La creación de una Colombia independiente y próspera será producto de la victoria del frente único antimperialista que integrarán los obreros, los campesinos, la pequeña burguesía urbana y el resto de los sectores patrióticos. En la actualidad no hay condiciones para conformar un frente de esas dimensiones. A la revolución colombiana aún le falta recorrer mucho trecho para lograrlo. Sin embargo, unificar fuerzas susceptibles de aliarse en la actualidad contra el imperialismo yanqui y las oligarquías coligadas, principales enemigos del pueblo y la nación colombiana, es una política que interpreta el espíritu de frente único, aunque se circunscriba a tareas particulares de la revolución.[36]
Después del esclarecimiento hecho sobre nuestro criterio de frente único en relación con las dos tareas de la campaña electoral unificada y de la unidad sindical, procedamos a indagar cuál ha sido en realidad la labor de la UNO. Cumplidos sus tres años, ¿se puede asegurar que haya desempeñado efectivamente un papel de dirección? A excepción de la tarea electoral, en la cual su Comando nacional discutió y decidió de manera positiva y actuante, la Unión Nacional de Oposición se ha reducido a una que otra declaración, las más de las veces rectificando malos entendidos. En sus organismos directivos, por ejemplo, nunca se analizaron ni mucho menos se trazaron orientaciones concernientes al proceso unitario del movimiento obrero. La unidad obrera marchó siempre paralela a la UNO. La actividad de ésta con respecto a aquella se redujo a producir esporádicamente algún pronunciamiento de apoyo a los logros conocidos de la zona estrictamente sindical, como lo hizo la Tercera Convención hace un año.
Sabemos que no se hará esperar la réplica de ustedes, cuando lean esta líneas, pidiendo la milimétrica demarcación entre el trabajo sindical y el trabajo político, de la que han sido fieles defensores. Anticipemos también nuestra respuesta, ampliamente conocida. Existe una esfera sindical, una agrupación de los obreros por oficio y ramas industriales, que se da espontáneamente, sin que medie la conciencia comunista. Ésta es su primera forma de organización de clase, imprescindible como escuela de lucha del proletariado y base de apoyo de sus progresos políticos en procura de una más elevada expresión organizativa, su partido revolucionario. La organización sindical es insustituible. Ella abarca teóricamente a toda la clase. El partido se conforma de sus elementos avanzados, y es la vanguardia esclarecida que guía al proletariado hacia su emancipación y hacia el comunismo. Pero entre una y otra forma de organización de la clase obrera no puede levantarse una Cordillera de los Andes. La burguesía predica desde todos sus púlpitos que el movimiento sindical debe proscribir la política de sus predios, especialmente la política revolucionaria. Los moiristas, a la inversa, creemos que el partido proletario debe nacer y crecer entre los obreros de carne y hueso, que se hallan organizados en sus sindicatos, conocer al dedillo y resolver todos sus problemas y con ello ponerse al frente del resto de oprimidos de la sociedad colombiana por la liberación nacional y la revolución. Los sindicatos adelantan la lucha económica en procura de mejores condiciones de vida y de trabajo dentro del actual sistema, pero también luchan políticamente por la destrucción del mismo. En las condiciones de Colombia los problemas de la unidad sindical no gravitan privativamente en la órbita gremial, sino que pertenecen por sobre todo a la lucha política de los obreros, y su partido puede y debe discutirlos con las clases aliadas que padecen la persecución del enemigo común. La derrota de las camarillas vendeobreras y vendepatrias de la UTC y CTC y la unificación del sindicalismo en una sola confederación nacional, serían una gran conquista de la revolución, conquista que entusiasma primordialmente al proletariado revolucionario en su conjunto. La UNO como tal no ha examinado estos asuntos, no obstante haber en su seno fuerzas políticas fervorosamente partidarias de la unidad sindical.
Los acuerdos sindicales en torno a la construcción de una central unitaria se lograron en los encuentros obreros, realizados en 1972 y 1973. Eso estuvo bien. El MOIR, el Partido Comunista y demás organizaciones políticas participantes en dichos encuentros se expresaron y comprometieron a través de sus respectivos dirigentes sindicales. Nosotros preveíamos el desarrollo paralelo de las dos tareas, la de la concurrencia conjunta en las elecciones y la de la unidad sindical, cuando distinguíamos en la formulación de nuestra política de “Unidad y Combate” entre la lucha por el “frente electoral de izquierda” y la lucha por la “central unitaria independiente”. No aspirábamos a que la Unión Nacional de Oposición se ocupara de la tarea de la unidad obrera, como si la UNO fuese una alianza integral que tuviera que estudiar y resolver sobre aquellas cuestiones claves de la lucha revolucionaria colombiana, cual si se tratase de un verdadero frente único, o de su “semilla”.
Conocíamos los grandes impedimentos que se concitaban entonces contra una pretensión de esa categoría, y preferimos, a favor de la objetividad y para no complicarnos las cosas, hablar de un frente “electoral”. Y esta es ciertamente la tarea que la UNO ha atendido con mayor dedicación. Coordinando, organizando, disponiendo de los medios necesarios, en síntesis, dirigiendo. Durante el debate electoral sus organismos de dirección resolvieron democráticamente sobre todos estos puntos importantes: el programa, las normas organizativas, el candidato presidencial, las giras y las listas conjuntas. A medida que transcurría la campaña, el Comando Nacional se iba apersonando con mayor entidad de aquellos asuntos que en un principio se creyeron exentos de dirección compartida, como fue el caso de la designación de los candidatos para las corporaciones públicas. Y los distintos partidos integrantes mantenían celosamente su independencia ideológica y orgánica y hacían sentir sus demandas particulares, las cuales eran aceptadas o rechazadas, según coadyuvaran o no a la prosecución de las metas convenidas. El mando compartido, lejos de mimetizar las direcciones de las diversas fuerzas aliadas, las resaltaba, aguzando su iniciativa y promoviendo una viva y permanente controversia que era el brío siempre renovado de la Unión Nacional de Oposición. Esta es, para nosotros, la experiencia más positiva de la UNO. Cada vez que los problemas se sustrajeron de la dirección compartida, éstos se agudizaron y la UNO se debilitaba y detenía.