Editorial: POR EL AMPLIO Y ABIERTO SENDERO DE LA IZQUIERDA

Por Héctor Valencia, secretario general del MOIR

El hecho con mayores perspectivas de desarrollo en la situación nacional es la unidad que lograron concretar la casi totalidad de las organizaciones políticas de izquierda (Editorial de Tribuna Roja: “La izquierda prevalecerá”. Febrero 24 de 2006)

I – Por el período crítico en que se produce, por su contenido progra¬mático y por la forma democrática como aglutinó a partidos, movimientos y personalidades, el proceso unitario de la izquierda que actualmente se consolida en el Polo Democrático Alternativo no sólo no tiene precedentes, sino que está irrumpiendo en el vórtice de la política nacional como incontrastable fuerza de cambio. No otra cosa indica la espiral de audiencia que tienen los postulados de soberanía y democracia predicados por su candidato presidencial Carlos Gaviria y el destacamento de dirigentes políticos y parlamentarios que encabeza.

Es indudable que la corriente de opinión que alrededor de ellos se está creando tiene todas las trazas de constituir la avanzada del despertar político de millones de colombianos; todos los que durante prolongados años han estado a la espera de encauzar sus insatisfacciones, luchas y rebeldías hacia los cambios sociales y políticos que les depare la dignidad material y del espíritu que les es propia.

II – Como ya ni siquiera lo niegan algunos de sus más obsesivos impulsores, la implementación en las naciones de América Latina de los ucases neoliberales emitidos por Estados Unidos, ahora perfilados en algunas de ellas como Tratados de Libre Comercio (TLC), estropeó sus economías y cual implacable mazo quebrantó la vida social de los estamentos mayoritarios de sus poblaciones. Resistir fue la consecuente opción que estos fueron adoptando gradualmente mediante diversas manifestaciones de descontento y rebeldía. De allí que sea apenas natural que ellas hayan tenido gran incidencia en la sucesiva instauración de gobiernos que se caracterizan por ser fruto de las resistencias desplegadas o por corresponder a las que se avizoraban en ciernes. El hecho de que esos nuevos poderes respondan a tales fenómenos sociales constituye su gran semejanza, no desvirtuada porque lo hagan en diverso grado y con disímiles enfoques, lo que explica sus variopintas tendencias. La misma que el imperialismo, y las rancias plutocracias que le apuntalan sus intereses en cada país, no pueden menos que avizorar como la anunciación de la llegada de su Némesis.

Prolongada ha sido la pesadilla padecida por esos pueblos y complejo será el proceso para salir de ella. Mas, puesto este en marcha, una cosa es segura: si, más allá de las peculiaridades sociales y políticas de cada nación, y no obstante las recias embestidas que contra ellos desatan desde el exterior el imperialismo y desde el interior las elites nativas, los gobiernos recién instaurados conservan su consecuencia con las aspiraciones de soberanía nacional y democracia política que alienta entre las gentes, su rumbo será irreversible. Y así, desde México hasta Argentina, se crearán condiciones para que esté más próximo a ser cortado el nudo gordiano de la dominación imperialista en este hemisferio.

III – Ante esos dinámicos sucesos, se da como un hecho que Colombia es la excepción, lo cual amerita una explicación. Primero, en cuanto a Álvaro Uribe y su gobierno, no cabe duda. Su política exterior y los aspectos principales de la interna se anclan en la alianza estratégica con los Estados Unidos, que sin empacho pregona a los cuatro vientos. En los hechos, esta equivale a una confabulación en contra de los intereses nacionales. Sin vergüenza alguna, su gobierno vota a favor las disposiciones imperialistas en los organismos internacionales y apoya su intervencionismo, como en el caso de la terrorista invasión a Iraq. Subsume la economía colombiana en los planes de recolonización emprendidos por el gobierno norteamericano, como lo demuestra la suscripción del Tratado de Libre Comercio. Y este colmo en la entrega de la soberanía económica lo extiende a los aspectos políticos, militares y culturales.

La última demostración de su escandaloso servilismo la dio Uribe en la conversación que tuvo en Bogotá con el congresista norteamericano Arlen Specter. Allí, mientras mendigaba un buen trato por parte del imperio, se ofreció como punta de lanza o potencial quintacolumnista de Estados Unidos en la contradicción que este tiene en la actualidad con Venezuela. Consignó Specter: «El presidente Uribe formuló su creencia en que era importante para los Estados Unidos legislar cuidadosamente en este campo (el de la inmigración) a fin de conservar una relación positiva con Colombia. Anotó que Estados Unidos necesitaba amigos en Sudamérica para que sirvan como contrapeso a Venezuela y al presidente Chávez».

Segundo, la mencionada excepcio¬nalidad en cuanto a la población, no es cierta, no obstante el apoyo a Uribe que manifiesta buena parte de ella. La actitud de apegadura a la política uribista que exhibe este sector, hunde sus raíces en el desbarajuste social y político que ha acompañado los nefastos impactos económicos producidos por la apertura neoliberal y en la intensidad de las violencias provenientes tanto desde el flanco de las fuerzas estatales y paramilitares como, aunque con una naturaleza diferente, desde el de las agrupaciones insurrectas. La persistencia durantes lustros o décadas de estos factores produjo en numerosos estamentos de la población, principalmente en los sectores medios estragados de semejantes males, un político «espasmo de ciervo encandilado». Uribe, al ser presentado por la oligarquía y avalado por Estados Unidos como el llamado a reprimir a los generadores de violencia y a deshacer los entuertos sociales y económicos, recibió de ellos gran parte del respaldo que lo encumbró a la Presidencia. Y puesto que bajo su gobierno ese estado de cosas se ha mantenido, cuando no empeorado, tanto el espasmo como el respaldo persisten todavía en una parte de la población. Contando con eso y ostentando su astucia como saber mesiánico, ha dedicado su mandato a tramar la reelección en la que ahora se empeña.

Pero esa es sola una de las caras de la luna. La otra, creciente en su destino a predominar, la integran los millones de colombianos que han librado la resistencia civil contra la política asoladora de la nación, que lleva a cabo Uribe. Los que derrotaron el referendo con el que pretendía intensificarla, los que en ciudades y campos se han movilizado en contra del TLC y en defensa de sus reivindicaciones y derechos democráticos, los que en actos y manifestaciones protestan y denuncian el deterioro de sus condiciones de vida y de trabajo. En fin, los que se empeñan en unir fuerzas para hacer realidad la consigna, en su sencillez valiosa y significativa, que preside la campaña presidencial de Carlos Gaviria: Construyamos democracia, no más desigualdad. Esos millones ya están haciendo la historia de una Colombia con nueva y auténtica democracia, con soberanía plena, y solidaria con las naciones hermanas.