Por Juan Pablo Arango P.
En 1975, el joven estudiante de la Universidad Nacional –sede Medellín–, Rodrigo Saldarriaga Sanín, ya había empeñado su vida al arte, en una de sus más ricas expresiones: el teatro. El 6 de febrero de hace treinta años, Rodrigo tomó una decisión que le ha permitido satisfacer con creces su vocación y enriquecer el teatro nacional: fundó el Pequeño Teatro, junto con Eduardo Cárdenas, John Jairo Mejía, Oscar Muñoz, Efraim Hincapié (q.e.p.d.) y Jorge Villa. Aunque sabían a conciencia que se trataba de un gran reto, lo denominaron ya que inicialmente era integrado solamente por esas seis personas, que abandonaron sus estudios decidiendo convertirse en teatreros, y porque la primera planta física para el grupo fue una pequeña sala de sólo sesenta sillas.
En reconocimiento a este tesonero esfuerzo de tres decenios, para –según palabras del mismo Saldarriaga– «luchar por lo que parece un imposible: darle a Medellín un grupo profesional que lo ponga a la altura de otros que ya cuentan en su inventario artístico con grupos propios y con una actividad teatral amplia y difundida», el pasado 10 de junio Rodrigo Saldarriaga y el elenco del Pequeño Teatro fueron objeto de un homenaje al que asistieron numerosas personalidades de la vida local y nacional, entre quienes se destacan el doctor Carlos Gaviria, candidato presidencial de Alternativa Democrática; Héctor Valencia Henao, secretario general del MOIR; Reinaldo Spitaletta, periodista independiente; el presidente del Concejo de Medellín, Luis Bernardo Vélez; el magistrado del Tribunal de Antioquia, Laureano Forero; el ejecutivo del grupo empresarial Habitar y ex candidato a la alcaldía de Medellín, Juan Guillermo Jaramillo; los miembros del sector teatral de la capital antioqueña Mario Yepes –director del Teatro El Tablado–, Gilberto Martínez –director de la Casa del Teatro– y Cristina Toro y Carlos Mario Aguirre –del Teatro Águila Descalza–; así como otros destacados representantes de la cultura paísa, como el compositor y director de orquesta Gustavo Yepes y el famoso arquitecto Nano Forero.
Desde su primer montaje en 1975 con la adaptación que Saldarriaga hiciera de Anacleto Morones, de Juan Rulfo, el Pequeño Teatro ha presentado cincuenta y tres obras, entre las que descuellan: Edipo Rey, de Sófocles; Macbeth y La tempestad, de William Shakespeare; Escuela de mujeres y Tartufo, de Molière; Madre coraje, de Bertolt Brecht; Medea, de Jean Anouilh; La Locandiera, de Carlo Goldoni; Emily Dickinson, de William Luce; Los intereses creados, de Jacinto Benavente; Simón Bolívar, de Ferdinand Bruckner; Aceite, de Eugene O´Neill; De ratones y hombres, de John Steinbeck; Ruptura, de Helge Krog; El precio, de Arthur Miller; El zoológico de cristal, de Tennessee Williams; Asesinato en la Catedral, de T. S. Elliot; Hola y adiós, de Athol Fugard; El brillador de metal, de Henrich Henkel; Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y El cuento de la Isla Desconocida, basado en la obra de José Saramago.
Pequeño Teatro ha concedido especial importancia a promover obras escritas por dramaturgos nacionales, razón por la cual ha presentado, entre otras, La muerte en la calle, de José Félix Fuenmayor; A la diestra de Dios Padre, versión de Enrique Buenaventura sobre la novela de Tomás Carrasquilla; Tiempo vidrio, de Sebastián Ospina; El drama en la buhardilla, de Jairo Aníbal Niño; José Antonio Galán o de cómo se sublevó el Común y El cumpleaños de Alicia, de Henry Díaz; Poeta, ¿en qué quedamos?, sobre versos de Porfirio Barba Jacob; Una extraña sesión de jazz, de Efraim Londoño y Rafael de La Calle; Zafarrancho en Santa Isabel de las Nubes, de José Mesa, y El baile de los cabezones y La comparsa de don Rosendo, de José Pardo.
Entre las obras colombianas merecen mención aparte las escritas por Sal¬darriaga: Nos han dado la tierra y Diles que no me maten –sobre cuentos de Juan Rulfo–, Todo fue, La venganza de los huérfanos, A Julian Beck y El ejército de los guerreros.
A pesar de haber atravesado diversas crisis, entre las cuales sobresale la de 1997 cuando casi tuvieron que vender su hermosa sede de la Carrera Córdoba con La Playa, adquirida en abril de 1986 y cuya ampliación se terminó en 1994, el Pequeño Teatro no dio su brazo a torcer. Para salir del último entuerto, hace tres años y medio Saldarriaga tuvo una idea salvadora: decidió abrir al público las funciones del teatro sin cobrar por ellas y, a cambio, solicitar a los asistentes contribuciones voluntarias al final del espectáculo. La ocurrencia tenía tres virtudes: ponía el teatro al acceso de toda la ciudadanía medellinense, enfrentaba el elenco a la crítica de su audiencia y –en la medida en que ésta fuera favorable– permitía recoger las generosas contribuciones de los espectadores. Con ello pudo sobreponerse a la bancarrota y desde entonces continúa aplicando dicha política, la cual ha sido premiada con llenos continuos en más de mil funciones que hasta ahora suman 250 mil espectadores. En total, el grupo ha presentado aproximadamente 7.500 funciones, a las cuales han asistido alrededor de dos millones trescientas mil personas.
La labor del Pequeño Teatro no se ha circunscrito a la capital antioqueña. Ha presentado sus obras en más de trescientos municipios del país, desde Nariño hasta La Guajira. Ello no sólo le ha permitido hacerse conocer a nivel nacional, sino que, sobre todo, ha respondido a su compromiso de democratizar la cultura, brindándole a nuestra gente el deleite teatral. Lo que a su vez les ha permitido realimentar su producción artística con la crítica de los conocedores y los ingeniosos y ricos comentarios de campesinos, obreros, estudiantes y personas del común que, gracias a Rodrigo y a su elenco, conocieron por primera vez lo que es el teatro.
Igualmente, cabe destacar la contribución del Pequeño Teatro a formar profesionalmente decenas de actores, entre quienes se han contado Patricia Duque, Efraim Londoño, Walter Sauza, Ramiro Rojo, Omaira Rodríguez, Andrés Moure, Eduardo Cárdenas y John Jairo Mejía. Para ello, a lo largo de estas tres décadas el Pequeño Teatro ha sido una escuela permanente. Hace tres años abrió las puertas de su Escuela de Formación de Actores.
La labor y los éxitos del Pequeño Teatro son el fruto de su inquebrantable empeño, generalmente huérfano de apoyo estatal –como acontece con tantas empresas de nuestros connacionales–, y constituye un ejemplo de la epopeya de los trabajadores intelectuales y del arte por enriquecer y asentar una cultura nacional. Como dijera Rodrigo Saldarriaga en alguna ocasión: “A veces estamos cercados por problemas de hambre, pero nuestra satisfacción al hacer teatro nos hace libres”. Tribuna Roja se une al reconocimiento nacional de que ha sido objeto el Pequeño Teatro en sus treinta años de infatigable y persistente laborar, como parte del batallar que el pueblo colombiano adelanta para consolidar su propia cultura y liberarse de los escollos que le impiden cimentar una patria próspera y soberana.