EL COMERCIO INTERNO Y EXTERNO

Desde hace varios años el MOIR viene advirtiendo sobre el fatal desenlace de la entrega de la nación al imperialismo yanqui

Ramiro Rojas

Los industriales colombianos vienen observando cómo sus ventas en el exterior se reducen mientras los almacenes del país se atiborran de mercancías foráneas. Sometidos a la apertura, tienen que afrontar la competencia desatada por los grandes monopolios. Debido a la superproducción, las potencias, y en especial Estados Unidos, arremeten contra los países del Tercer Mundo recurriendo a toda clase de artimañas, «dumping», subsidios, contrabando, fijación de cuotas, controles sanitarios, etc., a fin de colocar sus excedentes y proteger sus propios mercados.

En el decenio pasado Belisario Betancur cede ante la presión de los conglomerados imperialistas y acepta la monitoría del Fondo Monetario Internacional, FMI. Durante el mandato de Virgilio Barco arrecian las imposiciones. Recordemos que para aprobar un préstamo a Colombia por 400 millones de dólares en 1990, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo exigieron, entre otras reformas fiscales y monetarias, desmontar los impuestos a las importaciones, eliminar los subsidios a las exportaciones como el Cert, y suprimir los créditos de fomento de Proexpo, hoy Banco de Comercio Exterior.

Sin embargo, no era posible instaurar la apertura sin antes modificar la Constitución, adecuar los poderes legislativo y judicial, y cambiar el resto de instituciones. Pero lo más importante, se requería de personajes nuevos en el poder que no estuvieran comprometidos con las viejas castas políticas o con las clases económicas que venían gobernando el país. Le corresponde, pues, a César Gaviria, imponerla en Colombia, con resultados que superaron rápidamente las expectativas de los amos gringos.

Se disparan las importaciones, se estancan las exportaciones

La tendencia del comercio exterior varió radicalmente. Según las cifras provisionales suministradas por el Banco de la República, las exportaciones cayeron 3% en 1992. En cambio, las importaciones aumentaron 35% al pasar de 4.967 millones de dólares en 1991 a 6.684 millones en 1992. La balanza comercial, hace dos años favorable al país en 2.277 millones de dólares, en 1992 apenas llegó a 316 millones.

La avalancha de mercancías extranjeras en este primer semestre es de tal magnitud, que el DANE prácticamente renunció a informar en su boletín sobre el ingreso de ellas. El presidente de la ANDI, Carlos Arturo Ángel, durante el seminario sobre competencia desleal organizado por la Corporación Latinoamericana de Economía Internacional, a finales de julio, se refirió al caos aduanero existente afirmando que «los empresarios colombianos se ven abocados a la ignorancia completa respecto de los productos que ingresan al país o salen de él». Se sabe, sí, que en los cuatro primeros meses del presente año los recaudos de la aduana crecieron 126%, y eso pese a la enorme rebaja que han sufrido los aranceles.
La debacle se vino encima, así el presidente Gaviria siga preguntándose «¿dónde están las quiebras?, ¿dónde los millones de desempleados?». En 1992 las exportaciones de la rama industrial presentaron una disminución de 1.6%, siendo los sectores más afectados prendas de vestir con -30.9%; cuero y sus productos, -16.1%; derivados del petróleo, -20.7%; calzado, -1.1%; loza y porcelana, -60.4%, y otras industrias, -33.5%. El presidente de la Asociación de Confeccionistas de Colombia, Andrés de la Espriella, aseguró que, debido a la apertura, en Medellín ya se han cerrado, numerosas empresas y han quedado cesantes más de 7.000 trabajadores de esa rama. En la encuesta empresarial realizada por Fedesarrollo en abril último, se habla de «acoso importador a la gran industria» y de que «la industria se desacelera, principalmente en los productos de textiles, confecciones, artículos de cuero, sustancias químicas industriales y plásticos».

En la investigación efectuada por el Ministerio de Hacienda recientemente a las 88 más, grandes empresas del país, se reconoce que «los primeros resultados no son alentadores». Y más adelante dice: «Las importaciones siguen disparadas, siendo la causa del freno al crecimiento de la producción».

El hecho concreto es que Colombia pasó a importar algodón fenómeno que, no ocurría desde 1959. El ingreso de alimentos supera cualquier cifra histórica textiles provenientes del extranjero copan, el 30% del mercado nacional; los molineros planean traer arroz del exterior y volverse comerciantes; las ensambladoras de automóviles y muchas industrias, como Philips, Pavco y Landers, se volvieron importadoras, y la producción colombiana de cebada tiende a desaparecer. Esta es apenas la punta del iceberg. A todas esas, el gobierno responde a las quejas de los gremios económicos con nimiedades como la fijación de precios mínimos para unos pocos artículos, investigaciones exhaustivas al “dumping” o recompensas por denunciar contrabando.

Mientras tanto las grandes potencias se empeñan en subsidiar las actividades agropecuarias y favorecer sus monopolios, empujando al mundo a la guerra comercial. El GATT continua poniendo de manifiesto su incapacidad, y los gobiernos iberoamericanos reunidos en la Cumbre de Salvador de Bahía, Brasil, a mediados del mes de julio, ante lo inocultable de los hechos, se ven obligados a reconocer que la crisis económica en que sumieron a estos pueblos es una realidad. En la declaración final se consigna «rechazo a las prácticas proteccionistas de los países industrializados, en desmedro aquellos que aún no lo son». Desde hace varios años el MOIR viene advirtiendo sobre el fatal desenlace de la entrega de las naciones al imperialismo yanqui.