Por la Comisión Nacional de Tribuna Roja
Después de la muerte del camarada Francisco Mosquera, ocurrida en agosto de 1994, hemos venido persistiendo en la tarea que él tuvo entre las más importantes, para sí y para el Partido, de publicar Tribuna Roja, nuestro órgano de difusión política. A pesar de las incontables dificultades, pensamos que le hemos cumplido al Partido, a la militancia y a núcleos importantes, aunque todavía minoritarios, de la clase obrera, el campesinado y, en general, de las masas populares de Colombia.
Mantener un buen nivel político, ideológico y periodístico en Tribuna Roja y haber publicado once números en estos dos años largos, es algo como para sentir satisfacción.
Sin embargo, no estamos contentos. Creemos que debemos hacer mucho más y que el Partido y la revolución necesitan que lo hagamos. Los tiempos están exigiendo mayor actividad de todos nosotros, y para cualquiera que conozca el abecé del marxismo es claro, como lo decía Lenin, que una necesidad revolucionaria de primer orden es contar con un periódico que recoja las diferentes expresiones de lucha de las masas, que apoye las protestas y los estallidos desentrañando su contenido fundamental, y las lleve a más amplios sectores multiplicando y robusteciendo las fuerzas del pueblo y orientándolas con la capacidad de dirección del Partido. Lenin señalaba que un periódico revolucionario era el primer y más importante constructor partidario.
Sabemos que «tampoco las masas aprenderán jamás a sostener la lucha política, mientras no ayudemos a formarse a los dirigentes para esta lucha, provenientes tanto de los obreros cultos como de los intelectuales; y estos dirigentes sólo pueden formarse si analizan de modo sistemático y cotidiano todos los aspectos de nuestra vida política, todas las tentativas de protesta y de lucha de las distintas clases y por diversos motivos» (V.1. Lenin, ¿Qué hacer?, Obras completas, T. V, Editorial Cartago, Pág. 553). Pero tampoco nosotros mismos, en la comisión de Tribuna Roja, podremos educarnos si no tenemos la exigencia y las posibilidades de estar en todas las luchas, estudiarlas, interpretarlas y hacerlas conocer de las amplias masas. Con la situación actual de Tribuna- Roja es muy difícil que lo logremos.
Este último punto es el que nos motiva para hacerles a los dirigentes regionales y a toda la militancia la exigencia fraternal de que las directivas sobre Tribuna Roja se cumplan en forma precisa y oportuna. Creemos que el estado del periódico no se compadece con el momento que vive el país ni con las inmensas posibilidades que tiene nuestro Partido para dar grandes saltos en el proceso revolucionario colombiano. «Yo les aconsejaría que no pierdan la marea alta», nos decía Mosquera pocos meses antes de su muerte. En estos dos años se han cumplido sus palabras: la marea se va poniendo alta. Sólo falta que no la desaprovechemos.
Para ello requerimos con urgencia mejorar todo lo concerniente al periódico: 1) Pago de los dineros, 2) la conformación de comisiones de Tribuna Roja allí donde sea posible, o al menos dedicar un compañero a las labores de la prensa, 3) ampliar el número de corresponsalías. Cada regional debe enviar notas, recortes de prensa local, comunicados políticos o sociales, fotografías y todo material que nos permita conocer lo que ocurre en las distintas zonas, 4) formar círculos de estudio del periódico en fábricas, universidades, barrios, colegios y zonas agrarias, 5) aumentar la cantidad de ejemplares que piden, y hacerlos llegar a todas las clases. A los obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales y gentes de los barrios debemos ir masivamente con nuestro periódico, pero también debemos entregarlo selectivamente a dirigentes gremiales, políticos, religiosos, personalidades en general. Tenemos que subir el tiraje de Tribuna Roja y su influencia.
Necesitamos intensificar las labores del Partido para, a la vez, contribuir a la agitación política revolucionaria, lo que es imposible sin un periódico que vaya a todos los rincones del país, que aparezca con frecuencia, que se difunda con regularidad y que sea el lazo indisoluble del Partido con las masas populares.
Pero el periódico sólo podrá convertirse en ese vínculo en la medida en que los cuadros se unan con las masas llevándoles número tras número, difundiendo sus problemas, conectándolas con los combatientes de otras regiones y llenándolas de entusiasmo y esperanza en la lucha. Lenin lo recalca: el periódico debe ser no sólo un propagandista y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo.
Pero cada vez que publicamos el periódico nos quedamos cortos. Tenemos que hacer malabares para tratar de meter en tan poco espacio la información existente y las cosas que el Partido necesita transmitir. En muchas ocasiones debemos comunicarnos con distintos compañeros para presentarles nuestras disculpas por no haber publicado lo que con tanta urgencia les habíamos solicitado. O comprimir en unos cuantos renglones el esfuerzo que ameritaba toda una página. Con una frecuencia tan baja sólo eso podemos hacer. Claro que éste no es el principal problema. El problema es que no estamos aprovechando para el Partido y la revolución la situación favorable que se nos presenta.
Preocupación especial debe ser la de atender las dificultades financieras de Tribuna Roja. Lo importante es que se comprenda que no podemos seguir con las inmensas limitaciones que tenemos y que lo poco que hagamos sea sobre las espaldas de la Comisión Obrera Nacional y de unos cuantos regionales. Si todos hicieran lo que ellos han hecho, estaríamos cumpliendo en muchísima mejor forma.
Hoy «nuestro periódico necesita ser un enorme fuelle de forja que atice cada chispa de la lucha de clases y de la indignación del pueblo, convirtiéndola en un gran incendio». Creemos que el imperialismo y sus políticas, que los vendepatria y sus traiciones, que los oportunistas y sus mezquindades hace rato merecen que contra ellos empecemos a cumplir nuestras obligaciones a conciencia. Que podamos contarle a Colombia qué pasa en Facatativá cuando el pueblo todavía esté peleando y no dos meses después. Y que todo el mundo sepa por qué y para qué se lucha allí.
«El desacuerdo entre los sueños y la realidad no produce daño alguno, siempre que la persona que sueña crea con seriedad en su sueño, se fije atentamente en la vida, compare sus observaciones con sus castillos en el aire y, en general, trabaje escrupulosamente en la realización de sus fantasías. Cuando existe alguna relación entre los sueños y la vida, todo va bien». Debemos atrevernos a soñar con el periódico revolucionario que Colombia necesita.