A finales de junio, trece municipios de la Costa Pacífica nariñense, en donde habitan más de cuatrocientas mil personas, realizaron un combativo paro en demanda de elementales servicios de salud, telecomunicaciones, electricidad, agua y alcantarillado. También se reclamaba que se termine de construir la carretera a Pasto, hoy en pésimo estado.
El centro del movimiento cívico estuvo situado en Tumaco, un importante puerto pesquero donde la miseria campea. Pero el levantamiento más airado contra el promeserismo de Samper ocurrió en Barbacoas, segunda población en importancia en la zona, donde la multitud apedreó los despachos públicos, dejando algunos de ellos semidestruidos. Este pueblo de 21 mil habitantes, cuyas minas de oro fueron antaño célebres por su enorme riqueza, vive hoy prácticamente incomunicado y carece de los más elementales servicios. Varios de los poblados que adhirieron a la protesta no cuentan ni siquiera con luz eléctrica, como Altaguer. En otros, la atención de salud ha llegado a un nivel crítico y en casi todos los servicios de Telecom son deficientes.
Los manifestantes bloquearon la vía Pasto-Tumaco durante casi dos semanas, obligando finalmente al gobierno a negociar algunas mejoras a las ingentes necesidades y a anunciar inversiones en infraestructura. Sin embargo, la población ya no confía, pues han sido muchas y vanas las promesas. Baste recordar que Samper proclamó con bombos y platillos que volcaría miles de millones de pesos en la región, en lo que denominó el Plan Pacífico. Como lo denunciaron los dirigentes, esos dineros no se han visto.
La protesta del pueblo nariñense, víctima también del engaño y la desidia oficiales, viene a sumarse a la creciente oleada de malestar que sacude al país, y constituye un erguido ejemplo para el resto de sus compatriotas.