“El oportunismo de derecha habla del desarrollo del capitalismo para tratar de demostrar que en el sistema vigente la economía de la nación prospera, aunque casi siempre no de más cifras que las de las jugosas ganancias del imperialismo y sus intermediarios. Su interés político se encamina a mantener el orden establecido e impedir la revolución. El oportunismo de ‘izquierda’ habla del desarrollo capitalista para tratar de demostrar que la revolución no es de nueva democracia sino socialista, aunque sus disquisiciones se restrinjan a especular en abstracto sobre un capitalismo en general, mientras vela el pleno dominio del imperialismo en todas y cada una de las actividades económicas de la nación.
«En la práctica su posición política obstaculiza la alianza de todas las clases, capas, estamentos y personalidades antiimperialistas que no defienden el socialismo como la clase obrera, pero que en la actualidad son fuerzas insustituibles de la revolución y estarían dispuestas en determinadas circunstancias a comprometerse con la causa de la liberación nacional y a pelear hasta el triunfo. Ambas tendencias oportunistas sin proponérselo, se confunden en el saboteo al proceso emancipador del pueblo colombiano». («Estrategia y táctica del MOI R», MOIR: Unidad y combate)
«Izquierdismo»
«La experiencia universal del proletariado en su lucha por la democracia y el socialismo deja la lección obligatoria para los partidos obreros, y en especial para los partidos obreros jóvenes, que sin el necesario aprendizaje y la correcta utilización de las distintas formas de lucha no es posible resolver el problema del Poder, que es en definitiva el problema fundamental de toda revolución. Saber en cada momento cuál es el tipo de lucha que conviene desarrollar para agudizar las contradicciones de clase, convertir en favorables las condiciones desfavorables, sin negarse al repliegue cuando haya que hacerlo y pasando con audacia y sin vacilaciones a la ofensiva aprovechando los cambios de la situación: he ahí asuntos elementales pero claves del marxismo-leninismo. La agrupación política revolucionaria que por prejuicios o trabas mentales se niegue a utilizar la forma de lucha que la realidad aconseje, será una unión de fanáticos, una secta de brujos, ‘honestos’, ‘buenos’ y hasta ‘revolucionarios’, si se quiere, pero jamás puede ser considerada la vanguardia de la clase más avanzada, el embrión del partido proletario.
«Los aspirantes a marxista-leninistas que aún se encuentran en un período infantil de su desarrollo ideológico y político, y que no se sientan capaces o no quieran abandonar los prejuicios ‘izquierdistas’, las talanqueras ideológicas heredadas de las clases no proletarias, que no tengan el valor de adoptar el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung como guía para la acción, nunca llegarán a ser los dirigentes políticos lúcidos que la clase obrera necesita en la lucha por su emancipación». («Vamos a la lucha electoral», MOIR: Unidad y combate, op. cit.)
Revisionismo
«Pero en Colombia echó primero raíces el oportunismo revisionista que el marxismoleninismo. Para derrotar al imperialismo es necesario combatir y derrotar al revisionismo, que en Colombia ha estado personificado en la dirección del llamado Partido Comunista. Sin embargo, la lucha contra el revisionismo será inofensiva si a la vez no se derrotan las posiciones infantiles de ‘izquierda’ y se arma al proletariado con su propia ideología: el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung (…)
«Muchas, hondas e irreconciliables divergencias de principios separan el marxismo-leninismo de revisionismo, sobre todas y cada una de las cuestiones ideológicas políticas. El revisionismo es la tergiversación del marxismo- leninismo para convertirlo, de arma invencible del proletariado que es, en un instrumento al servicio de la burguesía contra el proletariado y el pueblo. Prueba concluyente de esto en Colombia son las vacilaciones, componendas, traiciones y funestos resultados de la acción y la dirección del Partido Comunista en más de cuarenta años de existencia.
«En cuanto al problema de la lucha electoral la diferencia de principios con el revisionismo, consiste no en si es permisible para el proletariado ir a elecciones, sino si se adopta o no la vía electoral para la toma del Poder. Esta es la divergencia con Allende que, llamándose marxista, proclama la vía electoral para la instauración de la dictadura del proletariado y la iniciación de la construcción del socialismo, como dice haberlo hecho en Chile.
«Esto es engañar al proletariado y al pueblo, desarmarlos, entregarlos mansamente en manos de sus enemigos, que no permitirán por las buenas la implantación de la dictadura de las clases revolucionarias dirigidas por el proletariado. Los comunistas vamos a las elecciones no a crear ilusiones electorales a las masas, vamos a lo contrario: a destruir estas ilusiones, a lograr que las masas por su propia experiencia comprendan que ése no es el camino que conduce a la liberación». («Vamos a la lucha electoral»)
«El marxismo enseña a los obreros a utilizar la democracia en la brega por su emancipación, y la supedita a ésta como un medio. Pero entre todos los preceptos democráticos se destaca uno del cual el proletariado jamás debe prescindir, y mucho menos el proletariado dominante de una república socialista, si desea derrotar finalmente a sus enemigos de clase, preservar su unidad internacionalista y salvaguardar la revolución mundial y ése es el de la autodeterminación de las naciones. El imperialismo consiste en la opresión de un país sobre otros. La única forma de vencerlo estriba en alcanzar la independencia de las regiones periféricas sojuzgadas, con lo que se crean las condiciones para el levantamiento insurreccional en la sede del imperio, y no al revés, en esperar a que con este estallido se liberen las colonias.
«A ningún pueblo podrá obligársele desde el exterior a que asuma la libertad y abrace la causa socialista. Propender a cualquier tipo de expoliación nacional será imitar las prácticas del imperialismo y contribuir a generarlo. Sin embargo, queda claro que en 1968, y virtualmente antes, los oportunistas contemporáneos, al igual que sus antecesores de la II Internacional, borraron de su apócrifo misal marxista el principio de la soberanía de las naciones como una premisa irrecusable de la revolución proletaria».
(«Los misterios de la política internacional», Tribuna Roja No. 37, febrero de 1981)
«Durante más de 25 años soportamos los embates de una tendencia que campeó a sus anchas dentro del movimiento popular, compuesta de variados matices, sostenida en todo sentido por La Habana, cuyos propósitos y despropósitos recibían constante propaganda y que contaban por lo menos con la admiración de la derecha. Innúmeros reveses nos acarrearon sus maquinaciones. Mas el diagnóstico cambió sustancialmente. Aquellos que creían a la par en el «bálsamo santo» y en el «puño brutal de Bakunine», cual lo proclama el Anarkos de Valencia, se tropezaron de pronto con una dificultad enorme tras el hundimiento de la Unión Soviética, que los abandonaban quienes eran el básico sostén moral y material de la contracorriente. El mundo había sufrido una transformación profunda, de esas que de vez en cuando nos depara la historia. Tres alteraciones sucesivas ocurrieron: primero, la tergiversación del socialismo; segundo, la caída del imperio ruso, y tercero, el resurgir de la hegemonía norteamericana. Acaecimientos llamados a modificarle la faz al planeta y a influir en la vida de cada persona.
«Durante el entreacto del payaso Nikita Kruschov, el Kremlin renegó del marxismo, partiendo de la desfiguración de la memoria de Stalin y encarando una meticulosa operación ideológica tendiente a resucitar a mediano plazo el modo de producción capitalista. Labor sin la cual sería prácticamente imposible la restauración. A Leonid Brezhnev le correspondió extender el poderío soviético por el orbe entero, recurriendo a la violencia, al engaño y a la intriga. Por medio de sus títeres y ejércitos cipayos, tal cual lo hiciera Inglaterra en su hora, holló pueblos en África, Asia y América Latina. A Afganistán la invadió con sus propias tropas. Se erigió en emperador zarista de los trabajadores, un contrasentido. Y Mijail Gorbachov dispuso sobre el reordenamiento de la casa, conforme a las necesidades de la naciente oligarquía que reclama leyes adecuadas, el establecimiento en regla de la especulación y el agio, bancos, libertad de negocios, registro notarial de las propiedades. No lucía lógico que los privilegiados continuaran guardando sus caudales bajo el colchón: que a los ricos les estuviera impedido cruzar el Mediterráneo en yates particulares; que la señora Raisa no pudiese ir de compras a los almacenes Lafayette de París y pagar con tarjetas de crédito, o que los amos de la sociedad no poseyeran periódicos y galerías de arte (…)
«Pese a todo Moscú hizo mal sus cómputos. Gastó demasiado en la maquinaria bélica que dotara de armas no sólo convencionales sino nucleares, descuidando las otras ramas productivas. Al final cayó en cuenta de que las fábricas, en lugar de ampliarse, envejecían; los pozos petroleros y los oleoductos se aherrumbraban, y las faenas agropecuarias tendían hacia el estancamiento. Sólo con la ayuda de Occidente logró descender a tierra a un astronauta sentenciado a vagar sin remedio por los espacios siderales. Y sobrevino el colapso. (…)
«Y los yanquis ganaron la disputa por el control mundial después de décadas de confrontaciones, mientras que los herederos de los Romanov se resignaban a pasar de superpotencia a ser un mero apéndice del imperialismo norteamericano». («Hagamos del debate un cursillo que eduque a las masas». Tribuna Roja N° 56, febrero 21 de 1994)