25 de mayo, 1941 – 1° de agosto, 1994
«Las verdades de Marx y Lenin, lejos de marchitarse, cual lo pregona la burguesía que carece de respuesta para los interrogantes de la actualidad, volverán a ponerse de moda. Parece que el socialismo, al igual de lo acontecido al sistema capitalista, adolecerá de tropiezos y altibajos durante un interregno prolongado, antes del triunfo definitivo. Y los obreros, con sus batallas revolucionarias, proseguirán tejiendo el hilo ininterrumpido dé la evolución histórica.»
(Francisco Mosquera, «Hagamos del debate un cursillo que eduque a las masas», Tribuna Roja, No. 56, febrero 21 de 1994)
«Nosotros hemos insistido en que el socialismo auténtico no es ocupacionista ni anexionista. Nos preocupa que este punto básico no se comprenda a cabalidad por las fuerzas democráticas y revolucionarias, porque la menor intromisión de una nación en los fueros de otra, tolerada a cualquier título o propiciada bajo cualquier pretexto por el movimiento obrero de un país, el que fuese, le inflige más daño a la revolución mundial que todos los atropellos juntos de los imperialistas contra la libertad y la autodeterminación de los pueblos. Al fin y al cabo el capitalismo de la era monopólica se sustenta del fruto de sus prácticas colonialistas. De lo contrario no sobreviviría.»
(«¿Qué puso al descubierto Granada?», Tribuna Roja No. 46, diciembre 1983-enero 1984).
«Pero el socialismo no ha fracasado; lo han traicionado, que es muy distinto. Desde los redactores del Manifiesto comunista hasta el artífice de la Revolución Cultural Proletaria de China, pasando por el fundador del bolchevismo, los guías magistrales del movimiento obrero han advertido que en la sociedad socialista, al constituir únicamente una etapa de transición hacia la abolición de las clases y de las desigualdades nacionales, todavía continúa la implacable pugna entre las obsoletas facciones desprovistas del Poder y las fuerzas avanzadas que lo han obtenido; y por ende perdura el peligro del restablecimiento de los privilegios del pasado, a cargo de los enemigos abiertos y encubiertos, nativos y extranjeros, de dentro y de fuera del aparato gubernamental. Durante un trayecto harto prolongado no se sabrá quién vencerá a quién. El proletariado ha de persistir en su dictadura, blandiendo los instrumentos propios de la contienda política: democracia, plena democracia para las masas trabajadoras y sus aliados, anulación de todo derecho para la oligarquía y la reacción en general, aplastamiento de las actividades contrarrevolucionarias, respeto por la soberanía y autodeterminación de las naciones. (…) ¿Se puede afirmar a priori que un Estado obrero no actuará al contrario, o no caerá en manos de los elementos restauradores, es decir, que en vez de darle garantías al pueblo se las otorgue a minorías parasitarias, y se convierta, a nivel internacional, ya en una colonia expoliada, ya en un imperio expoliador? ¿Con base en qué fundamentos teóricos o experiencias prácticas se negaría absolutamente tal eventualidad? ¿Con el criterio de que la historia marcha siempre hacia adelante y nunca da pie atrás? ¿Con la ingenua creencia de que los obreros, cuando aferran el timón de un país, se inmunizan contra los intentos revanchistas y regeneradores de sus adversarios? Al revés, la lección de los siglos refiere que aunque las corrientes revolucionarias terminan primando a la larga, a menudo transcurren por confusos y convulsos interregnos de reflujos y resacas. Una de las más rotundas discrepancias del marxismo-leninismo con los revisionistas contemporáneos consiste precisamente en que éstos no alertan, ni reconocen, ni siquiera mientan la posibilidad de la restauración burguesa bajo el socialismo. Para los rusos sería tanto como reconocer sus fechorías y recabar su misma destrucción, actitud que no van a asumir jamás (…)
«El socialismo habrá terminado su misión en la Tierra cuando desaparezcan las clases y las disparidades nacionales, pero mientras tanto ha de esmerarse en el cabal apuntalamiento de los soportes de la democracia. En lo interno, amplísima participación de las masas populares en las entidades del Estado y en sus ejecutorias, igual en las administrativas que en las de sujeción de las minorías reaccionarias; y en lo externo, escrupuloso acatamiento a la facultad privativa de los pueblos a autodeterminarse soberanamente. La sociedad proletaria que se enruta hacia la eliminación de toda represión política y hacia el derrumbe de las murallas que parcelan a los hombres en naciones, no cristalizará su encargo sino recurriendo a esa represión, pero a través de su hechura más democrática, el gobierno de los trabajadores, y permitiendo que dichas murallas nacionales alcancen su máximo apogeo mediante la prescindencia de la menor coerción entre los países.
“No hay otro modo de emprender los gloriosos cometidos de la revolución socialista.”
(«La trascendencia de la osadía polaca». Tribuna Roja No. 41, enero de 1982)