SE AGIGANTA EL PELIGRO DE INVASIÓN RUSA

Los últimos acontecimientos de la crisis de Polonia han vuelto a colocar sobre el tapete los peligros de una intervención militar soviética para impedir por la fuerza el resquebrajamiento del pacto de Varsovia. Entre los elementos nuevos que influyen en la actual situación sobresalen el fortalecimiento de las organizaciones de los obreros y los campesinos; el predominio, en el seno del gobierno del Partido Unificado Polaco (POUP), de aquellos dirigentes que se muestran favorables a hacer las concesiones y las reformas exigidas por las masas laboriosas, y el ultimátum enviado por Moscú a Varsovia advirtiendo enérgicamente contra cualquier “desviación” que erosione la hegemonía rusa sobre Polonia.
La afrentosa carta de Moscú.

La ininterrumpida cadena de huelgas y movimientos de protesta populares, que se iniciara en junio de 1980 y se conquistara importantes reivindicaciones para la clase obrera polaca, continuó durante todo el primer semestre de este año. En febrero cayó el tercer Primer Ministro en lo que va de la crisis y el cuarto, Jaruzelski, se vio obligado a pedir a “Solidaridad” una tregua de 90 días a modo de respiro para el gobierno, la cual fue aceptada por los líderes sindicales, este acuerdo estuvo a punto de romperse bruscamente, a mediados de marzo, a raíz de los actos de brutalidad policial contra varios activistas gremiales en la ciudad de Bydgoszcz. Los obreros respondieron de inmediato con una huelga de advertencia de cuatro horas, mientras delegados del régimen y de “Solidaridad” negociaban una salida al incidente. El 31 de marzo se llegó a un acuerdo por medio del cual la dirigencia obrera, encabezada por Lech Walesa, suspendió la orden de un paro nacional. Entre los afiliados al sindicato se produjeron enfrentamientos, puesto que muchos de ellos señalaron que Walesa había cedido ante simples promesas del gobierno de que investigaría los hechos de Bydgoszcz. Por esos días se acentuaron los rumores acerca de una posible invasión rusa a tiempo que tropas del Pacto de Varsovia realizaban sus maniobras regulares precisamente en suelo polonés.

Después de la prueba de fuego de marzo, en la que se evidenció un acercamiento entre los principales cabecillas del gobierno y del Partido y de «Solidaridad», las autoridades principiaron a mostrar un tono abiertamente conciliador. A comienzos de abril se comprometieron a reconocer legalmente la organización campesina denominada «Solidaridad Rural» que agrupa unos 800.000 agricultores particulares. Ese mismo mes, Stanislaw Kania, dirigente máximo del POUP, afirmó que «tenemos la voluntad indeclinable de continuar el proceso de renovación social, desarrollar la democracia en el Partido y el Estado, reformar la economía nacional y la vida social». Y refiriéndose al sindicato independiente indicó que se trataba de «una organización de trabajadores que comprenden a millones de personas de buena voluntad, en la cual participan muchos cientos de miles de miembros del Partido». En efecto, cerca del 40% de los militantes del POUP está afiliado a «Solidaridad» y cumple con las tareas que ésta impulsa, lo cual dota a esta federación de un poderío excepcional e impele a la alta burocracia partidista a pensar más de dos veces sus determinaciones respecto al movimiento obrero.

Iniciado junio, el Primer Ministro Jaruzelski presentó al Parlamento un proyecto de ley laboral que garantiza el derecho de huelga de los trabajadores, con lo que se cumplía uno de los puntos principales de los acuerdos de Gdansk de agosto de 1980. Fue entonces cuando el Partido Comunista de la URSS escribió a su homólogo polonés una misiva, firmada por Leonid Brezhnev, que contenía un verdadero ultimátum. La carta reprende a Kania y Jaruzelski por no tomar «medidas prácticas» para combatir «la creciente amenaza contrarrevolucionaria». El documento los socialimperialistas dice que el «serio peligro» que se cierne sobre Polonia «constituye una amenaza a la existencia misma de un Estado polaco independiente». Más adelante se lee: «desde los primeros días de la crisis, juzgamos importante que el Partido resistiera en forma decisiva los intentos de los enemigos del socialismo de sacar ventaja de las dificultades. Sin embargo, esto no se ha hecho. Las constantes concesiones a las fuerzas antisocialistas y sus exigencias han llevado a la retirada del Partido ante la presión de la contrarrevolución doméstica». Y culmina diciendo que «estamos preocupados por el hecho de que la ofensiva de las fuerzas enemigas en Polonia amenaza los intereses de toda nuestra comunidad y la seguridad de sus fronteras …» Tan grosera intromisión en la vida de la nación polaca despertó una ola de repudio entre vastos sectores populares, que vieron en esta carta la referencia más clara a una invasión soviética. Asimismo, se puso de manifiesto la hipocresía de los mandamases del Kremlin, quienes por boca de Brezhnev afirmaron en noviembre de 1968, con motivo del V Congreso del Partido Obrero Unificado Polaco: «Los Estados socialistas son partidarios de que se observe estrictamente la soberanía de todos los países. Nos pronunciamos resueltamente contra la injerencia en los asuntos internos de cualquier Estado, contra la violación de su soberanía».

Continúa la bancarrota
La polonés y su lacayismo con la URSS se han evidenciado particularmente en la quiebra económica que sufre el país hace ya más de cinco años. Desde cuando los revisionistas instauraron su hegemonía en Rusia, las relaciones entre ésta y la mayoría de los países de Europa Oriental comenzaron a parecerse cada vez más a los lazos existentes entre una potencia imperialista y sus neocolonias. Con los argumentos de la «división internacional del trabajo socialista» y la «integración económica», los nuevos zares sujetaron las economías de varias naciones del Este europeo, entre ellas la de Polonia, a los planes de desarrollo soviético y a las necesidades de Moscú. EL CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), manejado por los rusos, se puso al servicio de esta política. Lo que prima en el esquema no son lo requerimientos propios de cada economía nacional, sino los de la Unión Soviética, impidiéndose así el curso ascendente, autónomo y armónico de la producción en cada país. Uno de los resultados ha sido, como en el caso polaco, el descuido o el abandono oficial de importantes sectores que por una u otra razón no interesan a la URSS. Ello ha generado la escasez de numerosos artículos de consumo de origen agropecuario e industrial como carne, mantequilla, leche, repuestos, etc.

Con el fin de aliviar un poco la crisis, el gobierno polonés ha recurrido al crédito externo. En la actualidad, la deuda de Polonia con el exterior sobrepasa los 27 mil millones de dólares y este año deberá pagar 4 mil millones en servicio de la misma. Debido a la falta crónica de divisas que padece Rusia, Varsovia obtiene la mayor parte de los préstamos de bancos de Occidente, en especial de Alemania Federal, Inglaterra, Francia y Estados Unidos.

Al clausurarse el congreso del Partido, el Primer Ministro Jaruzelski indicó que este año la deuda externa de su país aumentará en cerca de 3.000 millones de dólares, como resultado de la importación de alimentos y materias primas. Asimismo, advirtió que el ingreso nacional decrecerá en un 15%, aproximadamente.

El sombrío panorama de la economía polonesa tiende a empeorar aún más, sobre todo si se tiene en cuenta que el gobierno se halla comprometido a cumplir con una serie de promesas hechas a «Solidaridad», para lo cual deberá contar con ingentes sumas de dinero. Si la crisis se profundiza, habrá una mayor indisciplina social y un mayor peligro de una intervención militar soviética.

La aguda escasez de artículos de consumo básico, los aumentos de los precios y la negativa del gobierno a elevar los salarios han creado, desde la última semana de julio, una situación extremadamente tensa. A lo anterior se agrega un fuerte racionamiento en los suministros de carne. En numerosas ciudades las masas se tomaron las calles para protestar contra este estado de cosas, a tiempo que «Solidaridad» organizaba paros parciales y movilizaciones a nivel nacional.