ESTAMOS POR LA DERROTA DEL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO Y POR PRESERVAR LA COMPLETA INDEPENDENCIA NACIONAL

Sobre el cruel y oscuro panorama de crisis y de miseria que ha ocasionado la oligarquía colombiana, campea la más brutal represión en todas sus manifestaciones. Desde el cerco a la lucha sindical, la limitación arbitraria de las alzas de salarios, la persecución contra todas las fuerzas que de una u otra manera luchan por el porvenir de Colombia, el acoso de las organizaciones campesinas de base y, últimamente en lo más grande de su brutalidad, la persecución a través del Estatuto de Seguridad, las torturas, la intimidación, todo eso porque de otra manera los planes de la oligarquía, que consisten en exprimir hasta la última gota de sudor del trabajo de nuestro pueblo, no se podrían cumplir. La represión como complemento de su programa económico, he allí el panorama al que nos enfrentamos, he allí la situación contra la que nos rebelamos.

En lo que va corrido del gobierno de Turbay, que ha sido un año largo, sumamente largo para el pueblo, han asomado las orejas del militarismo y la represión como símbolo de que la fementida democracia representativa es un embeleco. Se han venido trabando los engranajes con los cuales funciona el sistema de la oligarquía. Para ellos las cosas tampoco están buenas.

Antes de un temblor, las alimañas y los animales que viven en las cuevas bajo la tierra salen a la superficie. Eso es lo que está pasando en nuestro país. Si toda esa caterva repugnante que hoy campea en el Poder se quita las caretas y no tiene ningún escrúpulo en presentarse tal como es ante los ojos de todos los colombianos, eso indica que se ciernen sobre nuestra patria grandes estremecimientos. Sencillamente la descomposición social anuncia la revolución. Las instituciones con que se ha pretendido mostrar a Colombia como una maravilla democrática, dejaron de funcionar. Todo el aparato tiende a recargarse sobre una sola pieza, la pieza militar, que, a fuerza de ser usada, también se habrá de desgastar.

Pero a pesar de todas las medidas que se han tomado, nuestro pueblo ha luchado. Han continuado las huelgas obreras y los campesinos no se han detenido en su trabajo de organizarse. Crece y crece la inconformidad en todo el país. Nuestro pueblo es un pueblo muy grande. Todavía no se ha hecho ver. Podemos entonces seguir confiados hacia delante. El pueblo colombiano apenas comienza a escribir su historia. En lo que hemos conocido de sus luchas se ha descubierto lo rico de su veta democrática, patriótica y revolucionaria. Bien vale la pena explotar esta mina, llegando a más amplias masas populares. Tenemos algunos instrumentos para ello, contamos con la existencia misma de nuestros movimientos, contamos con un frente, una coalición revolucionaria, con un programa revolucionario. En esto nos diferenciamos de otras fuerzas que, de una u otra manera, tienen contradicciones con el gobierno. Nosotros no estamos silenciando la necesidad ni la inevitabilidad de la revolución colombiana. No nos hacemos ilusiones sobre ilusiones intermedias.

Cualquier colombiano con cuatro dedos de frente puede comprender que la crisis actual no tiene solución bajo el régimen que nos domina, que se necesita una transformación total y radical. No hemos aceptado por tanto las invitaciones que se nos han hecho a endulzar nuestro lenguaje, a mellarle la punta a nuestra lanza.

Algunas personas equivocadamente consideran que hoy la clave para unir a la inmensa mayoría de los colombianos está en que dejemos de hablar de la revolución. Para algunas personas, que no pueden ser muchas en este país, plantear la necesidad de un programa revolucionario, plantear la necesidad de una nueva Colombia democrática y popular, es algo que nos perjudica. Nosotros no compartimos esos cálculos. Consideramos que tenemos, por el contrario, que ir abriendo el derrotero, sin inquietarnos por las dificultades del momento. Sabemos que por el camino de la revolución avanzará la inmensa mayoría de los colombianos. Cualquier programa que no se proponga esa meta será un programa que podrá adornar la situación, si se quiere, que conseguirá en algún momento algunas expectativas, pero no será un programa acorde con la realidad nacional. Será un programa de soñadores, y quizás no de soñadores sino de vacilantes y de temerosos. Y el pueblo colombiano no merece una dirección así sino una dirección revolucionaria que se foguee en miles de combates. Por eso nuestra revolución no sólo se realiza bajo la consigna de la oposición al régimen, contra el despotismo, sino que también se realiza bajo la consigna del rechazo al oportunismo.

Predicamos el no alineamiento porque, como lo hemos dicho muchas veces, no sólo estamos por la derrota del imperialismo norteamericano sino por preservar la completa independencia nacional. Tenemos la decisión y el anhelo de desterrar de nuestro país no solo a quienes nos han explotado, a quienes desmembraron a Panamá, a quienes saquearon nuestro petróleo, a quienes han usurpado todo el trabajo nacional, sino también porque queremos un país verdaderamente libre. Por eso decidimos que estamos contra el imperialismo norteamericano pero también contra toda otra forma de dominación extranjera. Nuestro mensaje es el único que sinceramente se hilvana con los sentimientos de hasta el más humilde de los colombianos, que nunca querría ver que cambiemos una dominación por otra sino que lleguemos plenamente a la liberación, a la independencia y a la autodeterminación. Esa es la gran tarea del Frente por la Unidad del Pueblo.