Clemencia Lucena, Bogotá, agosto de 1981. Escrito para Panorama Artístico Colombiano
Para los pintores revolucionarios la musa es la lucha popular, cantera inextinguible donde pueden explorar toda la vida hallando siempre temas relevantes. La dinámica de la revolución le infunde a la pintura que la exalta el espíritu de desarrollo, sustancia siempre renovada, cambiante, crítica. Y este espíritu la dota de argumentos y fuerzas para atacar a los explotadores y alentar a los explotados. Gran variedad de estilos y formas es lo que necesita y promueve la corriente artística liberadora, campos de cien flores como los que Mao Tse-tung abonó pacientemente y desyerbó luego, sin vacilaciones, durante la epopeya de la revolución cultural proletaria en China.
Los artistas comprometidos con la revolución colombiana encuentran su identidad en el propósito común y su contradicción en la diversidad de expresiones. En este orden de ideas, planteo una posibilidad tan legítima como otras: una pintura partidaria. Ello obedece a mi convicción de que el MOIR es, como lo afirma su dirigencia, un partido que anhela con justicia al sitio y al titulo de jefe máximo de la clase obrera colombiana. De ahí que su actividad cotidiana haya sido el contenido predominante de mis cuadros, aunque también he dado testimonio de luchas revolucionarias libradas por las masas, independientemente de las organizaciones que las orientan.
Sin embargo, en mi obra resulta evidente que el estímulo proviene más que nada de la existencia de infinidad de moiristas consagrados a la revolución a lo largo y ancho de nuestra geografía, porque en ellos está puesta mi esperanza, como le ocurre a un creciente número de colombianos. Merecen arte, y merecen ser tema de arte los compañeros del MOIR que se desplazan por los campos y veredas en fervientes y modestas comitivas convocando a un acto; los que van armados de perífonos y sedosas banderas; los que adornan las chalupas con festivas enseñas para llevar por el río las buenas nuevas de la vanguardia obrera; los que forman sindicatos; los que trabajan por la huelga; los que reparten chapolas; los que venden Tribuna Roja; los que escriben y los que teorizan; los que organizan y educan a los campesinos; los oradores; los que llevan sus libros, sus piezas de teatro y su música a donde se necesita para enseñar y alegrar en el combate.
En lo que atañe a mis pinturas, las veo como instrumentos que comienzan a entonar y quieren acoplarse al ritmo que marca la vanguardia de la revolución colombiana.