“Todos en esta casa estamos cortados por la misma tijera. Y hoy como ayer soy partidaria de las ideas de mis hijos”, dice Marina de Vera, sin temblarle la voz, al recordar a su hija y mientras las lágrimas ruedan por sus mejillas. Hace dos años, el 13 de junio de 1975, en el breve intervalo de unos pocos minutos, caían asesinados en La Dorada, Ruth Vera, maestra de primaria, y Alfonso Llanos, estudiante de bachillerato.
Dos días atrás, el 11 de junio al amanecer, 1.209 familias sin techo, con sus pocos enseres a cuestas, invaden un lote, propiedad de los Camacho Roldán.
El alcalde ordena el desalojo y hace detener a varios dirigentes populares, entre quienes se encuentra Gustavo Vélez, concejal del MOIR, mientras la policía desplaza a culatazos a los invasores y quema sus improvisadas viviendas. A partir de ese momento y por espacio de más de diez días, el Puerto entero iba a vivir en permanente movilización. Las manifestaciones se suceden una tras otra frente a la Alcaldía y la casa del mandatario local. Por las calles solo se oyen las consignas de los estudiantes, pescadores, maestros y trabajadores, que reclaman la libertad para los detenidos y viviendas para los invasores. Gustavo Vélez, desde prisión, anima a los combatientes callejeros.
La policía es reforzada con unidades enviadas desde la base aérea de Palanquero, pero ya el pueblo pide la destitución del alcalde y sus funcionarios y denuncia por sus múltiples crímenes y atropellos al gamonal y cacique de La Dorada, el tristemente célebre senador Víctor Renán Barco.
El 13 de junio, Ruth Vera protesta desde la puerta de su casa en la Avenida al Ferrocarril, en compañía de otras vecinas, por la agresión de que es víctima un estudiante a manos de un oficial de la base aérea. La repuesta del militar a los gritos airados de las mujeres es el revólver. Ruth se desploma sin vida dentro de su propia casa ante los ojos aterrorizados de sus hijas de tres y dos años.
Extrovertida y alegre, ella tenía ganado desde tiempo atrás el cariño y el aprecio de sus alumnas y de sus compañeras de trabajo. Entusiasta activista, a sus 24 años ya se había destacado como una ardorosa combatiente en las filas del sindicato.
Unos minutos después de su muerte y a pocas cuadras de allí, una bala segaba la vida de Alfonso Llanos. Sus padres – un pescador “independiente porque nunca me ha gustado trabajar para los demás”, y una sencilla mujer que cuida de la casa – lo recuerdan como un muchacho voluntarioso que pasó su vida indignado por las condiciones de explotación en que se encuentra el pueblo y las vejaciones a que es sometido, y que durante la invasión siempre estuvo al frente del centenar de destechados, ayudándolos en todo cuanto estaba a su alcance.
Militante de la Juventud Patriótica y miembro del consejo estudiantil del Instituto de La Dorada, Alfonso se caracterizó por su modestia y su firme espíritu revolucionario. Su ferviente fidelidad a la causa lo llevó a estar siempre en la primera línea luchando por los derechos de sus compañeros y de los sectores más necesitados del Puerto.
El domingo 16, el pueblo se volcó a las calles para acompañar hasta el cementerio a sus mártires y rendir con su presencia un tributo a su sacrificio. El sacerdote José Domínguez terminó su oración fúnebre resumiendo el sentir de todos los presentes: “Y sigamos reclamando la tierra, la vivienda, el alimento, el vestido, la educación para todos, tozudamente, tercamente, permanentemente”.
El salón donde Ruth enseñaba, en la Escuela Santander, lleva su nombre como homenaje póstumo que las alumnas rinden a su ejemplo imborrable. Y desde el pasado 13 de junio, la Avenida de los Estudiantes, donde cayera muerto Alfonso, empezó a llamarse Avenida Alfonso Llanos.
A las cinco de la tarde se instaló, en ese día, una placa en la carrera 6 con calle 5, al frente del Instituto Nacional La Dorada. “Honremos la memoria de Ruth Vera Martínez educadora doradense y de Alfonso Llanos P. militante de la JUPA, asesinados por las balas del mandato lopista el 13 de junio de 1975”, dice la placa.
Finalizada la colocación de la placa y las intervenciones de Mario Vera, hermano de Ruth, y Armando Ávila, fiscal del Sindicato de Educadores de Caldas, se realizó una marcha por las principales vías de la ciudad y una concentración en la Plaza Santander. Hablaron Mario Vera, Héctor Fajardo de Fecode, Manuel González, estudiante de la Universidad Nacional y Gustavo Vélez.
El concejal del MOIR hizo un llamado a luchar contra los explotadores y opresores que mantienen subyugada a la nación colombiana y liberar el país de la égida del imperialismo yanqui.
Por su abnegación y espíritu de lucha, por su desidia y sencillez, Ruth Vera y Alfonso Llanos entran a formar parte de la galería de precursores de la revolución y debido a su sacrificio se han convertido en héroes y tienen su lugar reservado en la memoria del pueblo. Allí donde sólo tienen cabida los revolucionarios íntegros y sin tacha.