El título de esta crónica no debe producir sorpresa a nadie porque en este país, sometido a la rapiña de los grupos dominantes, hasta los derechos más elementales del pueblo son pisoteados a tal punto que la respuesta popular no se hace esperar y “hasta los niños invaden”.
En el barrio Buena Esperanza, de Pereira, los padres de familia, ante la despreocupación que el gobierno muestra por la educación, decidieron construir un local destinado a la instrucción de sus hijos. En mayo de 1975 lograron arrancar al gobierno departamental la promesa de que la construcción sería dedicada al funcionamiento de una escuela.
Sin embargo, nunca fue cumplida. El gobierno alegremente se olvidó de nombrar profesores y acondicionar el local. Pasado algún tiempo, y de manera poco clara, la sociedad San Vicente de Paúl entró a tomar posesión del local y lo vendió a terceros.
Tamaña injusticia despertó la indignación de los habitantes del barrio Buena Esperanza, quienes durante seis meses lucharon infructuosamente para que fuera respetado el acuerdo. El gobierno departamental y la sociedad San Vicente de Paúl se negaron a deshacer lo que parecía ser un negocio redondo.
Ante esta situación se formó un comité prodefensa de la escuela y el último domingo de agosto, los niños, con el apoyo y respaldo de padres y vecinos, tomaron en sus manos la lucha en defensa del derecho a la educación. Cientos de niños portando pancartas invadieron el local con la firme decisión de no abandonarlo hasta que el gobierno cumpliera su compromiso.