LA CIENCIA, LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA EN LOS TIEMPOS DEL NEOLIBERALISMO

Guillermo Alberto Arevalo

El Fondo Monetario Internacional, FMI, declaró recientemente que Colombia está «bien enrutada». Se basa tal opinión, entre otros aspectos, en la disminución del déficit fiscal. Todo el mundo sabe que sus dictámenes tienen como referencia las ganancias o pérdidas del capital financiero internacional.

Pero ¿de dónde está recortando el gobierno de Pastrana los dineros que le permitan obtener tales felicitaciones? Entre los renglones afectados están justamente algunos de los que más necesita la población: la salud, la educación. la ciencia y la cultura.

En concordancia con el dogma neoliberal de privatizarlo todo a toda costa, se les exige a las instituciones de la salud, sometidas de tiempo atrás a una avara dotación de recursos, que sean productivas. Ya fue cerrado el Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos, y tal acto se convirtió en una amenaza para el sector. Y en cuanto a las campañas de prevención contra los múltiples virus que afectan a los niños, las informaciones de la prensa nacional comunican que sólo se dispondrá de un 3.9 por ciento de lo previsto, y que para el año 2000 se eliminarán los recursos adjudicados para la adquisición de vacunas.

Con respecto a la educación, todo apunta a exonerar al Estado de su deber constitucional de garantizársela a los ciudadanos colombianos. La neoliberal política consiste en privatizar colegios, normales y universidades. Se les pide que se autofinancien, que eleven los precios de sus matrículas, que cada vez más discriminen a amplias capas, negándoles el acceso a las instituciones educativas.

Por otra parte, la cantaleta de la «evaluación» y los «traslados» sólo esconde la intención de disminuir la nómina estatal de educadores.

¿Qué decir de la investigación científica y tecnológica? En un foro público, el director de Planeación afirmó sin sonrojarse que «la inversión pública en ciencia y tecnología es del 0.72 por ciento del PIB… Mal haríamos nosotros en darle el dos por ciento». Y «diciendo y haciendo,» Pastrana, el esporádico huésped de la Casa de Nariño, ordenó el cercenamiento del presupuesto de Colciencias, reduciéndolo a una mínima expresión, y eliminó las partidas destinadas a la investigación sobre cáncer, sida y otros flagelos.

El mismo tratamiento ha recibido la cultura. Eso no da «imagen». Cómo será la situación, que hasta un reciente editorial de El Tiempo dijo que el ministerio del ramo había sido «reducido a cuarta categoría y está entre los candidatos a ser eliminado.» Los pocos premios nacionales y las mezquinas becas que patrocinaba fueron condenados al naufragio.

El presidente y sus ministros intentaron gravar aún más los libros con el impuesto del IVA, pero, por fortuna, múltiples protestas impidieron semejante atropello. Ahora tienen en la mira a las programadoras de televisión cultural del Estado, como Audiovisuales.

Cuando el jefe del Estado inauguró la más reciente Feria del Libro, habló conmovido de cuán importantes y esenciales resultaban para él las bibliotecas. ¿Las habrá visitado? A la Biblioteca Nacional de Colombia, patrimonio histórico de nuestra nación, poseedora de tesoros bibliográficos invaluables, le fue reducido el presupuesto y parece condenada al cierre definitivo.

Los colombianos debemos luchar también por los intereses culturales y científicos, que constituyen pilar fundamental del verdadero desarrollo nacional y garantía del avance hacia nuestra autonomía.