BARRIOS DE BOGOTÁ PELEAN POR EL AGUA

A medida que pasan los días, el racionamiento de agua en Bogotá se hace más y más intenso. Las protestas que se han realizado en Suba, Engativá y Villa de los Alpes son apenas el comienzo de la inconformidad popular que, dadas las irresponsabilidades viejas y recientes en Chingaza, pronosticábamos en Tribuna Roja de marzo pasado.

Cuando a fines de abril los funcionarios de la Empresa de Acueducto y los contratistas celebraban con lechona y cerveza la culminación de las reparaciones en el tramo del túnel que se derrumbó en enero, se conoció la noticia de nuevos derrumbes en los primeros 18 kilómetros. A pesar de los esfuerzos del señor Deeb para explicar por qué no se aprovecharon los tres meses que duraron los trabajos para inspeccionar y hacer el mantenimiento a todo el sistema, lo que quedó claro fue que se trató de un acto más de desgreño del clan Mockus.

Pasados tres meses, aún no se sabía nada sobre el tamaño de los desprendimientos. El 10 de julio los diarios publicaron declaraciones de Alejandro Deeb anunciando que los derrumbes, aunque no se precisaba su real dimensión, eran más grandes de lo previsto, y que remover los escombros podría prolongarse hasta finales de septiembre.

Tres días después, un trabajo periodístico firmado por Ignacio Gómez, en El Espectador, se refirió al peligro de taponamiento en el túnel de Usaquén, lo que privaría a la ciudad del suministro de la represa de San Rafael que, gracias a las abundantes lluvias, ha podido amortiguar la emergencia de Chingaza. Allí también se destaca cómo, al no ser usadas las aguas de la laguna de Chingaza y el embalse de Chuza, aumentó mucho más su nivel, y la Empresa de Acueducto ha venido abriendo las compuertas, produciendo el crecimiento del caudal del río Upía, que marca los límites entre los departamentos de Casanare y Meta. Las inundaciones hicieron que 104 familias de los municipios ribereños de Villa Nueva, Barranca de Upía y Cabuyaro perdieran sus viviendas y enseres.

Entre tanto, Deeb viaja interminablemente al exterior a gestionar nuevos créditos para el Plan Maestro de Abastecimiento de Agua, y firma contratos con las mismas empresas privadas responsables de los descalabros que tienen padeciendo a la ciudad un racionamiento que se vuelve permanente.

Los medios, que hacían registros de los índices de ahorro y del avance de los trabajos en el interior del túnel, enmudecieron de repente. Sin anuncios previos, los racionamientos cubren hoy indiscriminadamente toda la ciudad. Parece como si hubiesen acordado callar para contener una posible reacción de la ciudadanía. Tampoco se habla de lo que les costará a los bogotanos tanta desidia oficial. Pero de la exasperación de los habitantes de los barrios sí hablarán las protestas que crecerán en forma incontenible.