¡A LA CAMPAÑA CON UNA POLÍTICA DE FRENTE ÚNICO!

(Intervención de Marcelo Torres, senador del MOIR, en el acto de proclamación de las candidaturas al senado de Jorge Santos Núñez y de Jesús Bernal a la Cámara, el 10 de diciembre de 1997 en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada)

Amigas y amigos, compañeros y compañeras:

Hoy redoblan de nuevo en nuestro campamento los tambores que preceden a la lucha. Como los atletas en sus marcas nos hallamos, curvado el espinazo y tensos los músculos como cables de acero, a la espera del estampido que desatará la carrera. Vamos en pos del objetivo político del día: mantener la posición duramente conquistada en el Senado de la República para Jorge Santos, donde lo llevamos con el apoyo de los obreros y la gente trabajadora y progresista de Colombia, y donde lo mantendremos, contra viento y marea. A pesar de las enormes desventajas, hoy más acentuadas, nos batiremos a fondo por conservar esa herramienta que nos abre la posibilidad, no obstante las conocidas cortapisas, de vocear nuestra posición e influir en el escenario político. Sintetiza Jorge Santos la expresión pública nacional de un partido obrero que defiende la clase, el pueblo y la patria en medio de la peor crisis del siglo. Su gesto, que dio la vuelta al globo, al convertir en cenizas la bandera imperial de las barras y estrellas en el Senado, se elevó a la categoría de expresión concentrada y emblema de lucha por una Colombia soberana. A él corresponde seguir avivando ese fuego sagrado, por la independencia y la revolución.

Con el clamor de la pasada campaña electoral todavía a flor de piel, emprendemos la que culminará en marzo venidero. En la que rematamos en octubre obtuvimos 48.000 votos, una treintena larga de concejales, tres diputados, un alcalde en Gigante, Huila, y eso sin sumar el excelente resultado alcanzado, más de 52.000 sufragios, en la tierra bautizada con el nombre de un de nuestros próceres. En Bogotá, meca nacional del nuevo y turbio mercado de ediles, logramos la no desdeñable proeza –para un partido obrero que no ha crecido a la sombra de ningún poder establecido ni goza de las dádivas de los grupos económicos prevalecientes-, de multiplicar por más de tres nuestra votación. Lo hicimos posible con una lista integrada por probados luchadores de los trabajadores encabezada por Jesús Bernal Amorocho, nuestro entrañable líder de los trabajadores de Sintracreditario y del movimiento obrero colombiano quien puso muy en alto nuestra bandera en las elecciones de Concejo y con cuyo nombre ahora pelearemos una representación en la Cámara de Representantes. Al tiempo con la entusiasta campaña para Concejo, en Bogotá adelantamos dos paros: el del magisterio en el Distrito, de gran fuerza orientadora, y el de la salud.

Más allá de las Registradurías, la campaña sirvió de formidable amplificador de nuestro pregón antiyanqui, antisamperista y antineoliberal. La cosecha principal se tradujo en las bases que echamos para establecer una ligazón duradera y acrecentar nuestra influencia en las enormes barriadas de los grandes conglomerados urbanos, en las veredas de los campos y en los numerosos contingentes de nuevos militantes y simpatizantes. Venimos pues, de una campaña en la cual avanzamos considerablemente. Las luchas obreras siguen señalando el camino. Varias –duras y significantes- están al orden de día, como la de Telecom y la de Ecopetrol; seguimos a la cabeza de ellas. Ahí reside nuestra fortaleza y nuestro porvenir. La campaña de la que venimos de debe principalmente a los trabajadores. La por venir está en sus manos. Nuestra gratitud a los obreros de todo el país, a las compañeras y compañeros de Caja Agraria, de Telecom, de la salud, y de otros numerosos sectores. También a las gentes sencillas de los barrios de Bogotá y de las ciudades y poblaciones del país donde nos brindaron su apoyo.

Una reflexión final. En sus artículos del último tramo, Mosquera nos puso en posesión del secreto sobre el cual se erige el fundamento material por el que discurre la historia contemporánea de Colombia y del mundo. Nos reveló que la explotación imperialista de nuevo orden mundial es mayor, más profunda, y más amplio su radio de acción lesivo sobre el conjunto de la sociedad. Que requiere la política imperial el socavamiento, el quebrantamiento, la devastación incluso, del anterior engranaje económico, político y social del país, es decir, que necesita arrancar las raíces de la propia nacionalidad colombiana. Que sus blancos, además de la clase obrera y el conjunto de las masas trabajadoras, son la clase política, el Congreso, la administración de justicia, los partidos políticos, la república unitaria, el capitalismo de Estado, el ejército mismo, y en general, todo asomo de independencia y altivez nacional. Lo que ayer sirviera al modelo anterior de dominación foránea hoy debe ser barrido del camino como su obstáculo o su contrincante. Sectores que antes actuaron de sostén de la opresión extranjera padecen ahora sus implacables embates. De todo lo cual dedujo nuestro inspirador y jefe que, en el actual período, la victoria de la resistencia antiimperialista se cifraría en la constitución de un frente único, el más amplio jamás conocido en todas las etapas anteriores de nuestra historia. Un frente capaz de aglutinar a la «ciudadanía entera», o por lo menos a sus segmentos mayoritarios, según expresión de su mano y pluma.

Bien cierto es que por su propia situación de clase, la burguesía tiende inevitablemente a la inconsecuencia en la lucha por la democracia y especialmente por la primera de las reivindicaciones, que es la independencia nacional. También lo es que el combate ideológico y político contra el colaboracionismo y el capitulacionismo actuales de la burguesía colombiana es la lucha por la unidad de la nación, por el frente único es el norte de nuestra brújula, que en dicha política podemos cosechar logros y obtener victorias, hoy, ahora, la prueba rotunda, la formidable votación obtenida por la candidatura a la gobernación de Caldas de nuestro camarada Jorge Robledo. Allí, en acertado trabajo en defensa de la caficultura nacional y de sus instituciones, se puso en movimiento una amplia coalición de sectores de clases que van desde los agricultores pobres hasta la burguesía. Del capítulo cafetero debe aprender el Partido entero. Y enriquecer con la experiencia nuestra política de frente único en todas las regiones y centros claves de la patria.

El MOIR, como en la fábula de la tortuga y la liebre, dosifica su esfuerzo y ahorra sus energías porque la prueba es larga y la resistencia, vital. En esta etapa, no obstante, como de cuando en cuando toca a los corredores de largo aliento, requerimos alta aceleración y empleo a fondo. Las liebres pueden llevarse una sorpresa, y las tortugas llegar cumplidas a la meta.