Las actividades del monopolio norteamericano Braden Kennecott Corporation en Chile conforman uno de los ejemplos más típicos de la política imperialista en su saqueo y explotación de los países del tercer mundo. Luego de extraer cobre de la mina El Teniente durante varios lustros, esta empresa, bajo el nombre de Kennecott Cooper Corporation, propuso y obtuvo en 1964 del gobierno vendepatria de Frei la formación de una sociedad mixta con el Estado chileno. Como resultado de negociaciones fraudulentas se suscribieron entonces los llamados “convenios del cobre” mediante los cuales se concedían franquicias y beneficios escandalosos a la empresa yanqui a fin de que superara supuestas dificultades financieras para alejar así toda posibilidad de nacionalización.
Para los planes sobre aumento de la producción de que hablaban los “convenios”, la Kennecott no aportó ni un solo dólar, debiéndose recurrir al financiamiento a través de créditos externos por valor de 700 millones de dólares a cargo del Estado. Lo que siguió a estos negociados fueron obras defectuosas, baja en la producción y una más intensa explotación de los obreros chilenos.
Bajo la administración Allende y en base a una reforma constitucional, el Congreso aprobó por unanimidad un proyecto de nacionalización que dispone para las empresas nacionalizadas una indemnización por el valor de sus instalaciones, equipos, maquinarias, capitales, dineros, bienes y productos, pero que autoriza deducir de este monto el valor de los yacimientos (que por ley pertenecen al Estado), las revalorizaciones realizadas por las empresas, los bienes en condiciones deficientes y la rentabilidad excesiva que hayan obtenido las compañías. De estas deducciones, la de la rentabilidad excesiva adquiere una enorme importancia ya que mediante ella la Nación chilena puede recuperar las utilidades desmedidas obtenidas por las empresas imperialistas, poniéndole así un justo freno al saqueo, a la vez que sienta una altiva advertencia a los saqueadores.
En el caso de Kennecott, la rentabilidad excesiva fue determinada por el gobierno de Allende comparando el promedio de utilidad lograda por las empresas mineras en Estados Unidos y otros países industrializados con el promedio obtenido en Chile a partir de 1955. Esto llevó a comprobar que mientras la utilidad correspondiente a las inversiones mundiales de la Kennecott exceptuando Chile era inferior al 10%, la utilidad de esta empresa en la mina El Teniente tenía un promedio de 52.87% (las utilidades fueron en 1967 el 10.6%, en 1968 el 113%, en 1969 el 205%, en 1970 el 205%). Así lo por descontar, a título de rentabilidad excesiva de la indemnización que por su participación en la sociedad El Teniente correspondía a la Kennecott, ascendió a 1410 millones de dólares.
Este justo fallo del Estado y su posterior ratificación por los tribunales chilenos provocó la ira de la Kennecott que, desconociendo cínicamente la facultad soberana de Chile para tomar esta determinación ha iniciado, contando con la connivencia del gobierno norteamericano, una campaña de saboteo al comercio del cobre chileno mediante su embargo en puertos extranjeros, para lo cual se fundamenta en falsos derechos de propiedad sobre la mina El Teniente. Si se tiene en cuenta que el cobre constituye el 70% del comercio exterior chileno, esta campaña equivale a un sucio atentado imperialista contra la economía y el pueblo de Chile.
Pero este atentado contra Chile no es algo particular. Está enmarcado dentro de la estrategia imperialista contra los países del tercer mundo. No otra cosa significa el intento de colocar las medidas de la Kennecott como respuesta “original” a las expropiaciones de compañías imperialistas, que realicen estos países. Ya los monopolios norteamericanos han expresado su propósito diciendo que el bloqueo al cobre chileno por parte de la Kennecott “es una medida de significación para todas las empresas multinacionales que funcionan en países ricos en minerales pero pobres en capital”.
Ante este reto, los países del tercer mundo en especial los de América Latina, deben solidarizarse con Chile en contra del enemigo imperialista, trazando una política independiente que lleve a la recuperación de sus recursos naturales y al cese de la explotación del trabajo de sus pueblos. Las conversaciones entre Chile y otros países productores de cobre como Perú, Zambia y el Zaire (antiguo Congo Belga) para oponerse a las pretensiones de la Kennecott tiene en complicidad con diversas entidades bancarias y financieras internacionales, así como las protestas de los sectores obreros y populares europeos, muestran que la lucha contra los monopolios norteamericanos y por la defensa de la soberanía nacional adquiere cada día mayor ímpetu entre los pueblos sometidos al colonialismo y neocolonialismo imperialista, y que cuenta con el apoyo del proletariado internacional.