QUE LOS OBREROS ENCABECEN LA LUCHA CONTRA LA RECOLONIZACIÓN

Ferviente llamado a mantener firme la posición de pelea y a desechar las promesas de patronos y gobierno.

Gustavo Triana

La toma imperialista del país por parte de Estados Unidos se ha profundizado durante el gobierno de Uribe Vélez. Así lo indica la imposición de los acuerdos de libre comercio, el saqueo de los recursos naturales y el abaratamiento de la mano de obra, objetivos sobre los cuales el gobierno tiene un apresuramiento manifiesto.

Luego de las reformas pensional y laboral del año 2002, Uribe anuncia el trámite de nuevos actos legislativos para recortar las transferencias a departamentos y municipios, y negarles a los trabajadores el derecho a una pensión de jubilación, reafirmando la importancia que para los propósitos imperiales tiene rebajar los costos de la mano de obra a niveles de superexplotación, propios del esclavismo. Esta es una característica connatural a las políticas neoliberales.

Es un hecho que los trabajadores cobijados por convención colectiva son una minoría y que los que aún conservan contrato de trabajo individual desaparecen rápidamente ante la imposición de modalidades laborales desregularizadas. La inmensa mayoría de los asalariados está siendo vinculada por cooperativas de trabajo asociado, agencias de empleo temporal, contratos sindicales, órdenes para prestación de servicios y contratos civiles, que acaban con la contratación colectiva y las organizaciones sindicales.

La ofensiva es de tal magnitud que no es exagerado señalar que borra del sistema jurídico cualquier vestigio del derecho laboral. El modelo requiere suprimir toda normatividad y llegar hasta la más cruda represión. Equivocar el análisis sobre esta característica de la política imperialista conduce inevitablemente a cometer errores tácticos y a desarmar política e ideológicamente a los trabajadores.

En busca de una respuesta adecuada

Las respuestas dadas por el movimiento sindical no han alcanzado la coordinación ni la contundencia suficientes para enfrentar la ofensiva neoliberal. No pocas veces se ha vacilado al confrontar las medidas antinacionales y antiobreras, renunciando a defender los derechos conquistados en un siglo de luchas. Algunos pretextan para ello la necesidad de preservar las fuerzas, ser propositivos, abandonar lo «contestatario» o simplemente abrazan como alternativa la reaccionaria convocatoria del sindicalismo sociopolítico a convertirse en accionistas de las empresas o en nuevos contratistas e intermediarios.

Varios factores han entrabado la concreción de una respuesta adecuada: el pesimismo ante la brutal ofensiva imperialista, las inconsecuencias y el burocratismo, la introducción de métodos de lucha ajenos a la clase obrera, la negativa a centrar el ataque en las políticas imperialistas y sus ejecutores en Colombia, y la por lo menos ingenua actitud de esperanzarse en la concertación. Se ha perdido la oportunidad de adelantar protestas de gran magnitud, a pesar del favorable estado de ánimo de las bases. No obstante se libraron combates que mostraron cómo las masas alcanzan grados de movilización y lucha insospechados, si se les organiza y encamina a defender sus más caros intereses y reivindicaciones con una táctica correcta. Ejemplo de ello han sido el paro nacional estatal de 21 días en octubre de 1998, el Paro Cívico Nacional del 31 de agosto y 1 de septiembre y las movilizaciones de Fecode contra el Plan Nacional de Desarrollo y el Acto Legislativo 01.

Por lo demás fue aleccionadora la victoria alcanzada contra el referendo uribista, la más importante contra las políticas neoliberales. El acierto radicó en la amplitud de la convocatoria y la firmeza en la posición. Se probó la capacidad de convocatoria y de movilización de recursos de todo tipo por parte de las Centrales Obreras y la Gran Coalición Democrática, cualidad que con frecuencia se ignora o subvalora.

Aleccionadoras experiencias

Algunas de las recientes experiencias del movimiento sindical arrojaron resultados negativos, que deben movernos a reflexión para sacar las respectivas lecciones. Los procesos vividos por los trabajadores de las Telecomunicaciones, Acerías Paz de Río, Cajanal, el Seguro Social, Emcali, Caja Agraria, Bancafé, demuestran hasta la saciedad y con graves repercusiones para el país y los trabajadores, que el imperialismo viene por las empresas, las convenciones y los sindicatos.

Para frenar los propósitos gubernamentales de privatizar las empresas y entidades y pauperizar los salarios, ha sido inútil hacer concesiones tales como suprimir derechos convencionales; entregar la retroactividad de las cesantías; firmar contratos sindicales y participar en la constitución de cooperativas de trabajo asociado; capitalizar las empresas con las prestaciones sociales; excluir a los trabajadores nuevos de las convenciones; renunciar al derecho de presentar pliegos de peticiones.

Por el contrario, los resultados son altamente positivos para los trabajadores y el pueblo cuando la posición de pelea se mantiene firme y se desechan las promesas de patronos y gobiernos. En 1997, la USO impidió la privatización de Ecogas con la lucha y la defensa de la empresa como objetivo prioritario; Fecode frenó la política neoliberal sobre financiación de la educación pública, peleando en el marco de la expedición de la ley 60 de 1993; los maestros y los petroleros ganaron el régimen de excepción en la ley 100 de 1993 con una posición de batalla; los trabajadores de Enka y El Cerrejón defendieron con éxito sus convenciones y puestos de trabajo; Sintrainagro recurrió recientemente a la huelga, y preservó las convenciones y la estabilidad de los trabajadores de la palma en Puerto Wilches; los aprendices, alumnos, instructores y trabajadores del Sena llevan 12 años de incesante lucha por la defensa de la Institución y de sus derechos y, en forma ejemplar, persisten ahora en la movilización como herramienta principal para lograr sus metas.

Urgencia de la batalla

Por estos días la situación se ha agudizado para sectores cuyo peso en la economía y en el movimiento sindical son determinantes en el pulso contra el gobierno de Uribe y las políticas imperialistas.

La reforma a la justicia que se tramitará en el Congreso y la reestructuración de dicha rama, socava importantes derechos democráticos de la población, y golpea contundentemente reivindicaciones de jueces y trabajadores de la rama judicial, Asonal ha respondido con la aprobación de un paro nacional indefinido.

El Comité Ejecutivo y la Junta Nacional de Fecode aprobaron dar igual respuesta al recorte de las transferencias, la abolición del régimen pensional y el resto de medidas que privatizan la educación y eliminan los derechos del magisterio.

Los sindicatos del SENA y sus estudiantes y aprendices vienen realizando movilizaciones y foros para ambientar el paro por la defensa de la formación profesional estatal y gratuita, contra la entrega de las instalaciones y dotaciones de la Institución al sector privado y por preservar los derechos de instructores y trabajadores administrativos.

En su Asamblea Nacional de Delegados, la USO resolvió, por unanimidad, adelantar la huelga en Ecopetrol, y en efecto la inició el pasado jueves 22, para oponerse a la prórroga de los contratos de asociación, el restablecimiento de las concesiones, la venta de los campos de producción a las multinacionales, la imposición del laudo arbitral, exigir el reintegro de los dirigentes arbitrariamente despedidos y, en suma, defender el principal patrimonio público de Colombia.

Con determinaciones tan lesivas y ante anuncios como la eliminación del derecho a la pensión de jubilación, la reelección de Uribe y el inicio de las negociaciones con Estados Unidos para el establecimiento del Tratado de Libre Comercio, el movimiento sindical puede contribuir a la concreción de batallas imprescindibles para la dignidad nacional y tan ansiadas por las bases sindicales que sufren el inclemente deterioro de sus condiciones de vida y de trabajo. Estamos ante la necesidad de reactivar la resistencia y con ello recobrar la confianza en la lucha de las masas, como única salida para resolver los problemas que aquejan a los trabajadores y al país. Las Centrales Obreras deben poner todo su empeño en la coordinación de estos conflictos, brindarles la más vigorosa solidaridad y jalonar la oposición de la inmensa mayoría de los colombianos al TLC, a la reelección uribista y, en general, a las políticas antipopulares y antidemocráticas del gobierno.