Editorial: Álvaro Uribe y sus políticas, son derrotables

Las cifras negativas de la economía mundial son de tal magnitud que los gobiernos de las potencias económicas, las entidades rectoras del capital y los analistas de distintas procedencias y enfoques no pudieron ocultar más la gravedad de la situación y reconocen la existencia de una aguda crisis del capitalismo, de proporciones similares o peores a la gran depresión de 1929, que precedió a la Segunda Guerra Mundial. Para 2009 se prevén crecimientos por debajo del 1%, e incluso decrecimientos en muchas de las economías consideradas grandes y con mayor razón en las de los paises dependientes; la caída del empleo mundial se pronostica en más de medio centenar de millones de puestos de trabajo; la pobreza abarcará a 1.400 millones de personas y no pocos países entrarán en situación de insolvencia, no cumplirán sus obligaciones de deuda externa ni cubrirán el valor de sus importaciones.

A esto condujo la aplicación de las políticas neoliberales impuestas por los centros de poder del capitalismo mundial y promovidas en su oportunidad como la solución para un crecimiento económico armónico y para combatir la pobreza y el desempleo. Era la pócima para evitar nuevas crisis del capitalismo, y sin la cual ninguna nación alcanzaría niveles de desarrollo y bienestar.

La descomunal concentración de capital y la acumulación de ganancias que impera en el mundo, resultantes de la globalización imperialista, se fundamentan en la sobreexplotación de los trabajadores, la obtención de materias primas baratas, las exenciones tributarias de que son objeto los grandes monopolios y la elevación de las tasas de interés del capital que demandan la industria, el agro y el consumo. La apropiación de plusvalía deja sin poder de compra a los obreros; la usura y la especulación financiera quiebran la producción agroindustrial y arruinan las finanzas estatales en proporciones tales que el sistema capitalista colapsa. Cuanto más dominante sea el capital financiero en el mundo, mayores serán las consecuencias de las crisis. Estas leyes de la economía explican el estado de cosas actual y los desarrollos que sobrevendrán.

Las potencias se coluden y luchan

Las economías dominantes recurren abiertamente al proteccionismo, a la defensa de sus mercados internos y de sus áreas de influencia, mientras a los países dominados se les sitia con el recetario neoliberal: pérdida del control monetario, disciplina fiscal, privatizaciones, tratados de libre comercio, pago ineludible de la deuda, abaratamiento de la mano de obra, estímulos para la inversión extranjera, destrucción de su aparato productivo, entre otras imposiciones, son los resultados de la V Cumbre de las Américas, la Asamblea del BID, y la reunión del G-20, las más recientes reuniones o foros internacionales convocados para ocuparse del tema.

Estados Unidos promueve el consumo de sus productos, protege su mercado interno de acero, emite dinero, rescata su sistema financiero e impide el ingreso de camiones mejicanos a su territorio contra lo pactado en el Nafta. Rusia eleva los aranceles para vehículos usados. Francia y Alemania, en claro aprovechamiento de su supremacía, niegan un plan de rescate conjunto para la Unión Europea e imponen que cada uno de los demás países de la zona enfrenten la crisis por separado. India protege su juguetería de la competencia china y Argentina eleva los aranceles para los cereales, los textiles y las autopartes, sin trámite alguno ante Mercosur. Todos burlan las regulaciones cocinadas por ellos mismos en organismos como la OMC.

Al tiempo, las reuniones de los entes y agrupamientos de esas potencias transcurren en medio de mayores fricciones como resultado de enconadas disputas por el reparto de las zonas de influencia. No hay consenso en la OTAN para mantener la ocupación militar de Afganistán, en contravía a la postura de Barack Obama de apuntalar la presencia en esta estratégica región. Rusia endurece su posición contra el despliegue de un escudo antimisiles de Estados Unidos en Europa Oriental. Francia interviene en el conflicto Árabe-Israelí y reingresa a la OTAN. Japón sorprende con la instalación de su propio sistema de defensa antimisiles. Aumentan las tensiones entre India y Pakistán. China propone reemplazar el papel dominante del dólar y junto a Rusia fortalece el Grupo de Shanghái, mientras Brasil lidera una iniciativa para Suramérica que incluye asistencia y coordinación militar. En resumen la crisis económica mundial trae consigo el reacomodamiento de los centros de poder y la intensificación de disputas entre las potencias.

Que las naciones y pueblos recobren lo suyo

Las naciones y los pueblos del mundo no estarán a salvo de los daños y desafueros del capital financiero y de las multinacionales, sino en la medida en que recobren el manejo soberano de sus economías, fundamenten su desarrollo en la protección del mercado interno y adelanten el intercambio comercial con otras naciones aferrándose al principio del beneficio recíproco. Los países menos afectados por la crisis serán, sin duda, los que más hayan perseverado en la defensa de su soberanía nacional.

Desde años atrás, las organizaciones de trabajadores y los movimientos sociales opuestos al libre comercio y al deterioro medioambiental han opuesto firme resistencia a que los efectos de la crisis sean descargados sobre sus hombros. La ocasión es propicia para insistir en la comprensión de las causas del descalabro y en el imperativo de obrar en consecuencia con los intereses de los desposeídos, rectificando recientes posturas de conciliación y acomodamiento con las políticas de globalización por parte de miembros de las cúpulas sindicales. Los elementos y corrientes más esclarecidas del movimiento sindical internacional deben pugnar por la tan anhelada coordinación de las luchas a nivel planetario, tal como lo invocara Francisco Mosquera al referirse a la extensión sin fronteras del capitalismo y sus males: “En presencia de un enemigo común, lenguaje común, y lucha común”.

La situación nacional es desesperada

El cuadro nacional no es menos angustioso. El tan mentado blindaje resultó un verdadero fiasco: desplome de la producción industrial, caída del valor y el volumen de las exportaciones, disminución de las remesas, aumento del desempleo y la informalidad, sustancial disminución de la inversión extranjera. Las cifras son demoledoras: en el último trimestre de 2008 la economía decreció en 0.7%, y los primeros reportes de este año así lo ratifican, pues en enero la producción real cayó 4.8%, la producción industrial 10.7%, el comercio 4.5%, las exportaciones 7%, las remesas fueron 13% menos y en febrero se perdieron 266 mil puestos de trabajo. La proyección de crecimiento que el uribismo tenía en 3% para 2009 tuvo que bajarla a un rango de 0.5 a 1.5%, y el ministro Diego Palacio pronosticó una pérdida de 500 mil empleos para 2009, pero en sólo dos meses ya se ha perdido la mitad. En desencajada declaración el ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga, admitió que el país disminuirá sus ingresos en 9 mil millones de dólares. Se juntan la recesión mundial con los estragos de 18 años de políticas neoliberales y el menoscabo de la soberanía económica.

La reelección de Uribe está en apuros

En medio de tanto daño a la nación y al pueblo, el inquilino de la Casa de Nariño no renuncia a sus apetencias reeleccionistas. Aparte del cerrado rechazo de la oposición y de los sectores democráticos, a esa pretensión le aparecen cada vez más resistencias: la Conferencia Episcopal ha hecho contundentes declaraciones que reprueban el aferramiento uribista al poder; igual descalificación han expresado varios miembros del empresariado, como el ex presidente de la ANDI y ex consejero presidencial Fabio Echeverri, el Partido Liberal, dirigentes de la coalición de gobierno como Gina Parodi, Marta Lucía Ramírez y el presidente de la Cámara de Representantes, Germán Varón, y los otrora prosélitos de “la seguridad democrática y la confianza inversionista” como Sergio Fajardo, Antanas Mokus y el ex procurador Edgardo Maya.

Si el proyecto de ley de referendo reeleccionista supera los escollos de su aprobación en comisión y plenaria del Senado, la conciliación con la Cámara y el control de la Corte Constitucional, los anhelos uribistas se toparán con el repudio popular que han suscitado las actuaciones autoritarias y delictivas de su administración y los pésimos resultados económicos para las masas y los sectores productivos. Pero no es todo: la escandalosa cantidad de parlamentarios uribistas implicados en la parapolítica; el no cerrado capítulo de la Yidispolítica, a pesar de la descarada absolución del nuevo procurador a los ministros Diego Palacio y Sabas Pretel; la extradición a Estados Unidos de la cúpula del paramilitarismo para ocultar la verdad y burlar la justicia y la reparación, lo que con gran acierto el senador Jorge Enrique Robledo popularizó como el tapen tapen; la oscura procedencia de los recursos para la recolección de firmas para el referendo reeleccionista y la violación de los topes; las presiones al poder judicial para obtener fallos favorables a los intereses del Ejecutivo, en claro rompimiento de la separación de poderes, regla de oro del estado de derecho; las criminales prácticas de los falsos positivos, que llevaron a que varios parlamentarios gringos cuestionen a los generales Mario Montoya y Jorge Daniel Castro; consejeros y muy altos funcionarios del Estado implicados con la pirámide DMG y acusados de reunirse en Palacio con paramilitares y narcotraficantes; las escabrosas andanzas del DAS y el repudiable aniquilamiento físico de sindicalistas, son algunos de los escándalos en que está inmerso el gobierno nacional. Es aberrante la toma y manipulación de las ramas del poder y el rompimiento flagrante de la democracia.

No menos insultante para la dignidad nacional es la reiterada injerencia del embajador de los Estados Unidos en asuntos de hondo calado en nuestro país, con el despliegue complaciente de los medios de comunicación. Pudiéramos decir que no hay asunto de la vida nacional al cual no haga referencia ni acto protocolario al que no asista, y las más de las veces como orador central para favorecer a su adelantado servidor, Álvaro Uribe.

Este cúmulo de hechos nos exige alentar la resistencia contra Uribe o cualquier testaferro que pretenda imponer en su remplazo. El contexto nacional e internacional son desfavorables para él y su política; hay muestras de desgaste y desmoronamiento de la coalición de gobierno; son numerosos los reveses en la aprobación del TLC con Estados Unidos, la erradicación de cultivos ilícitos, la desmovilización de los paramilitares, la derrota de las guerrillas, y es creciente el deterioro de su imagen internacional y de las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela y Ecuador.

El Polo, la única opción de cambio

Por otro lado, el Polo Democrático Alternativo, PDA, ratificó en su II Congreso el rumbo de izquierda, reafirmó sus normas de funcionamiento con base en la aplicación de la democracia y descartó las invitaciones a rebajar el Ideario de Unidad para ir a las llamadas “posiciones de centro” frustrando las ilusiones de quienes le apuestan a la cooptación o la división. El Polo está en condiciones inmejorables de convocar y presidir una gran convergencia contra las pretensiones reeleccionistas de Álvaro Uribe, incluida la promoción de la abstención activa al referendo, si su trámite se concreta. El Polo debe presentarse ante el país como la única opción real de cambio, como la propuesta verdaderamente alternativa que puede restablecer la democracia, ganar la paz y recobrar la soberanía nacional, condiciones sin las cuales Colombia no podrá alcanzar niveles ciertos de desarrollo y bienestar. Se requiere sí, y con prontitud, darle aplicación a lo aprobado por unanimidad en el II Congreso sobre la selección del candidato presidencial del Polo, quien deberá ponerse al frente de la lucha contra la reelección, y emprender con gran despliegue organizativo y propagandístico la campaña del año 2010.

A las distintas tendencias del Polo nos corresponde desplegar sin reservas la más agresiva cruzada de vinculación del Partido a las masas populares y la búsqueda de entendimientos con los sectores sociales que padecen las políticas de Uribe y el imperialismo. La extensión del Polo y su arraigo en la población dependen de la efectividad con que sus militantes se pongan al frente de las movilizaciones y justos reclamos que hoy brotan a lo largo y ancho de la nación. No debe quedar municipio, barrio o vereda de Colombia que no cuente con un contingente organizado del PDA que presida la lucha reivindicativa, confronte la reelección uribista y acreciente los apoyos para nuestro candidato a la Presidencia de la República. Igual actitud se deberá asumir en las organizaciones sociales, comenzando por los sindicatos, las asociaciones estudiantiles, culturales, étnicas, agrarias, de servicios públicos domiciliarios, ambientalistas, barriales, entre muchas otras.

Acojamos con entusiasmo el llamamiento que hiciera en vísperas del I Congreso del PDA, nuestro querido dirigente y conductor Héctor Valencia: “Sin formas de organización y funcionamiento sólidas y eficaces, las entidades políticas no sólo no alcanzan las metas que persiguen sino que quedan sometidas a sufrir un continuo desgaste. Y ya se sabe que la fragilidad en política es una condición insostenible, pues implica un riesgo constante de parálisis o de franca disolución. En primera instancia, el PDA, que predica la instauración de una nueva y verdadera democracia en Colombia, debe crearse un ejemplar y gratificante ambiente democrático interno, que permita al conjunto de sus miembros desplegar su iniciativa y capacidad en el cumplimiento de sus actividades políticas; un ambiente que posibilite la captación hacia sus huestes de miles y miles de colombianos de bien, que soportan ora la pesadilla del despojo y la superexplotación que los sume en la pobreza y miseria, ora la siega de su espíritu industrioso, ora el marchitamiento de todo empeño empresarial nativo”.