POSICIÓN DEL MOIR ANTE EL ANUNCIO DE LIQUIDAR ACERÍAS PAZ DEL RÍO

Siguiendo las recomendaciones del estudio de Achury Gasca Consultores Asociados, contratado por el IFI, la dirección de Acerías Paz del Río, APR, con la aprobación de los dos representantes de los trabajadores, tomó la determinación de vender la siderúrgica en funcionamiento, y, con el producto de la venta, constituir el fondo pensional, liquidar a todos los trabajadores activos y cancelar las deudas. Se trata de «una fórmula que permita continuar con la operación mas no con la actual empresa, (…) algo así como lo que se hizo con la Caja Agraria», para decirlo con las palabras de Rafael Santamaría en reciente reunión de junta directiva. Según el estudio, dentro de los posibles compradores de APR se encuentran las brasileras, Usiminas, la Compañía Siderúrgica Nacional y el grupo Gerdau, el conglomerado Techint dueño de Siderar en Argentina, Ispat de la India y Siderperú.

¡He ahí el cuadro completo de las dramáticas consecuencias de la apertura para la producción nacional y para la clase obrera! Tras diez años de la nefasta política, el país está en ruinas, desindustrializado, sin producción agropecuaria y con aterradoras tasas de desempleo. Y ahora, los mismos sabihondos que nos llevaron al despeñadero nos salen con el cuento de que son los asalariados los culpables de la crisis de las empresas y que, para conservar algunos puestos de trabajo, éstas deben comenzar «cero kilómetros», es decir, sin convención colectiva, sin carga pensional y sin sindicato.

Las multinacionales se vienen adueñando de los servicios públicos y renglones estratégicos como el minero, la química básica y los hidrocarburos. Las importaciones arruinan industrias como la siderúrgica, la textil y las de confecciones y calzado para mencionar unas pocas. La experiencia de Paz del Río es patética. La riqueza que genera pasará a manos del capital extranjero. En adelante lo que produzca no estará determinado por las cadenas productivas que han surgido a su alrededor y por las necesidades del desarrollo de Colombia, sino por los intereses de los consorcios que demandan productos de acero, por los monopolios mundiales del negocio siderúrgico y por el capital especulativo internacional.

La verdadera historia

Un resumen de la historia de Acerías nos permite ver el contraste entre proteger o no una actividad económica.

En medio de la Segunda Guerra Mundial el gobierno tomó la decisión de crear una siderúrgica integrada y Acerías comenzó actividades en 1954 con un fuerte respaldo del Estado. El error inicial fue su inmediata privatización. Sin embargo, en sólo diez años las importaciones de acero se redujeron drásticamente de 97% del consumo nacional al 36%, hasta bajar en 1991 a sólo el 11%. La empresa llegó a generar ocho mil empleos directos. Además, permitió el surgimiento de una verdadera cadena productiva y el florecimiento del corredor industrial entre Tunja y Sogamoso. La crisis actual data de 1992 cuando el gavirismo permitió el ingreso masivo de aceros provenientes de Europa del Este, Venezuela, Brasil y Trinidad. En 1998, las importaciones se habían tomado 38% del mercado. Hoy el panorama de la economía boyacense es desolador.

El caso de Paz del Río es también una demostración de a dónde puede conducir el afán de la rentabilidad en la gestión privada de una empresa estratégica, y demuestra por qué el Estado debe mantener el control de renglones claves para el conjunto de la producción, así en determinado momento éstos no resulten rentables. El Grupo Antioqueño, haciendo a un lado la importancia de Acerías para la economía colombiana, exprimió sus ganancias, cuando las tuvo, y desvió sus posibilidades de crédito hacia la construcción de una cementera, lo que impidió las inversiones en tecnologías como la metalurgia en cuchara y la colada continua, indispensables para su modernización. Cuando vino el concordato, el conglomerado posó de mártir y comenzó a despojar a los trabajadores de sus conquistas y a birlar a los municipios de la región los ingresos que les correspondían por concepto de impuestos. Su papel fue el de preparar el escenario para la entrega de la empresa al capital extranjero.

Los anteriores son hechos protuberantes que hoy se pretende ocultar achacándoles la crisis a los salarios y pensiones.

A quienes desde una posición parroquial nos increpan que la empresa seguirá en funcionamiento y se conservarán algunos puestos de trabajo, el MOIR les responde: no es lo mismo que la riqueza generada por el trabajo nacional se quede aquí sirviéndole al progreso de la patria, a que vaya a parar a la bolsa de los magnates de las trasnacionales. Aceptan sumisamente la esclavitud quienes permiten que la supuesta salvación de las empresas se haga a costa de una regresión en las condiciones de contratación de la mano de obra. Detengámonos en estas dos ideas:

Industria nacional o capital extranjero

La primera, tiene que ver con las tendencias mundiales. En la actualidad en el mundo hay una superproducción de acero. Los grandes monopolios norteamericanos, asiáticos y europeos se fusionan para crear empresas de dimensiones colosales a las que les interesa explotar mano de obra barata en cualquier lugar del mundo siempre que puedan maximizar utilidades. Mientras a las naciones pobres se les exige abrir los mercados, en la guerra entre los monopolios el proteccionismo se vuelve un arma válida. En Estados Unidos se levantaron fuertes medidas para proteger al sector, que se quejaba por la entrada masiva de aceros baratos provenientes de Asia, Brasil y Rusia.

En América Latina la apertura y la privatización de las siderúrgicas estatales vienen facilitando una participación cada vez mayor de capital norteamericano en esas compañías y una concentración de la propiedad en las acereras brasileñas, mexicanas y argentinas. En 1997, por ejemplo, Venezuela privatizó la Siderúrgica del Orinoco, Sidor, productora de 3 millones 600 mil toneladas, la cual pasó a manos de un conglomerado constituido por Usiminas (Brasil), Hylsamex y Tamsa (México), Siderar (Argentina) y Sivensa (Venezuela). Si observamos con detenimiento veremos que algunos de estos grupos aparecen como los posibles compradores de APR. Para el imperialismo el negocio es redondo pues sus gigantescas firmas automotrices vienen instalando plantas, sobre todo en Brasil y México. Allí no solamente adquieren aceros a bajo costo, sino que obtienen toda clase de incentivos fiscales y gabelas de los gobiernos.

En adelante la suerte de Paz del Río será la de peón del capital trasnacional, que decidirá cuáles líneas de producción se cierran y cuáles se mantienen. Debido a una tendencia a la escasez mundial de carbón coquizable, existe especial interés en que la región de Boyacá produzca coque para la exportación. En un documento titulado «Proyecto nueva empresa siderúrgica», la compañía plantea «montar una nueva Coquería». El terreno ya fue allanado, pues durante la crisis se cerraron las minas de la Chapa y Samacá, y actualmente Acerías se abastece del carbón de los pequeños mineros a los que compra el mineral a precios miserables.

Nuestra posición es clara: ¡Jamás secundaremos ninguna medida que debilite la producción nacional y facilite el designio imperialista de recolonizar a Colombia!

El camino es la lucha, no la conciliación

La segunda idea tiene que ver con la tendencia a envilecer los salarios. «Sin mano de obra barata no hay neoliberalismo que valga», vaticinó Mosquera. La forma como se liquidó la Caja Agraria, repetida en la fórmula planteada para «salvar» a Paz del Río, y las propuestas de reforma laboral del pastranismo, profundizan una política frente a la cual no cabe la menor conciliación del movimiento obrero. ¿De qué sirvió que la mayoría del sindicato de Acerías cediera una a una las conquistas de la convención colectiva? ¿De qué han valido los continuos recortes en la planta de personal reducida durante la crisis a 2.500 trabajadores? ¿No fue una solemne estupidez entregar 40% de las cesantías con la compra de unas acciones cuyo valor se evaporó al poco tiempo? ¿Vino la «salvación» aceptando que los obreros fueran sometidos a extenuantes jornadas a fin de elevar la productividad? ¿No fue acaso bajo semejante régimen como la empresa obtuvo la cifra récord de 270 mil toneladas en 1997, sin que ello significara la tan anhelada «salvación»? ¿Cree la dirigencia sindical que contribuye a salvar a Boyacá permitiendo la liquidación de la compañía y el despido de otros 500 trabajadores para que el capital extranjero se lucre con la contratación de una mano de obra experta a bajos costos?

De entrega en entrega el sindicato terminó renunciando hasta a su propia existencia.

Nuestra posición es clara: ¡Jamás secundaremos ninguna medida que, so pretexto de «salvar» las empresas o defender los puestos de trabajo, desmejore las condiciones de los trabajadores e intensifique la explotación de la mano de obra.

¿Es viable Acerías Paz del Río? Sí. No nos cansaremos de repetir que éste es un asunto que concierne al interés de la nación de proteger su vital industria siderúrgica. Una verdadera salvación de la acerera exige que el Estado establezca severas restricciones al ingreso al país de aceros bajo cualquier modalidad, y, si es el caso, subsidie la producción nacional. Lo ideal sería que la empresa fuese definitivamente estatal. ¡Una salida así, exige que se revierta la apertura!

A la clase obrera y todos los patriotas que perseveran en la defensa de Colombia no nos queda otro camino que disponer las fuerzas para la batalla. Por eso, el llamado del MOIR es a que nos vinculemos con decisión al Paro Cívico Nacional programado por las centrales obreras y otras organizaciones sociales para el próximo 31 de agosto.