Tribuna Roja. El gobierno se negó a subir los salarios de los trabajadores estatales con el pretexto del déficit fiscal, mientras destina 36% del presupuesto al pago de la deuda. ¿Cuál es la relación del capital financiero especulativo con los salarios y el déficit fiscal?
César Giraldo. El paradigma del neoliberalismo en este punto es la disciplina fiscal, es decir, que los gastos estén financiados con impuestos, de manera que el ajuste fiscal consiste en un aumento de los impuestos y una reducción de los gastos. Contrasta con la visión anterior, las propuestas de sello keynesiano o cepalino, según las cuales la política fiscal puede jugar un papel activo en la reactivación de la demanda agregada, y en este sentido el déficit fiscal puede tener un efecto positivo. Dicha visión correspondía al interés del capital industrial o manufacturero, pues necesitaba que el mismo Estado aumentara la demanda agregada para facilitar la circulación de las mercancías. Pero bajo la égida actual del capital financiero especulativo, la circulación de las mercancías ya no importa, de manera que no se necesita una política fiscal activa que estimule la demanda agregada. Lo que ahora importa son las rentas.
El capital industrial está en retroceso y el aparato productivo bastante golpeado. Sus ingresos se dirigen básicamente a pagar los costos financieros, que han aumentado dramáticamente, descuidando la acumulación de capital, y ni siquiera haciendo la reposición de equipo. Incluso, las empresas del sector real que tienen alguna liquidez ponen sus recursos en inversiones financieras en lugar de fortalecer su propia actividad productiva. Eso está pasando en todo el mundo, fenómeno que fue bautizado por Pierre Salama como la financiarización.
El hecho de que los recursos ya no se destinen a la acumulación del capital tiene como consecuencia que no se puede aumentar la productividad del trabajo, lo que se conoce como plusvalía relativa en el lenguaje marxista. Entonces para aumentar la ganancia se tiene que recurrir a reducción del salario, o lo que es lo mismo, a incrementar la plusvalía absoluta. Eso en cuanto a la política salarial.
En el actual modelo, la política de reducción del gasto público, incluidos los salarios, es necesaria para que las finanzas públicas contribuyan a aplastar la demanda interna. Esto se combina con impuestos al consumo, como el IVA, con la restricción del crédito de fomento y con la eliminación de los subsidios. ¿Por qué hay que aplastar el consumo? Para aumentar las rentas financieras.
Para que el capital pueda penetrar las economías y extraer ganancias financieras requiere suprimir los controles y regulaciones. En efecto, se eliminó el control de cambios, que significaba el monopolio del Estado sobre el mercado de divisas (dólares) y se pasa a un mercado libre, donde el manejo de las transacciones de moneda extranjera pasa del Banco de la República al sistema financiero privado, controlado por el capital especulativo. Se abolieron los controles al régimen de inversión extranjera; de manera que los capitales especulativos entran y salen cuando quieren. No hay control a las importaciones y, por tanto, no hay instrumentos para proteger la industria nacional.
Como al capital financiero le urge convertir en dólares las rentas que le extrae a la economía, y como se ha renunciado a los controles para regular la salida de divisas, el único instrumento para obtener esa conversión es producir un excedente en divisas bajando la demanda interna, y eso se hace mediante una política fiscal restrictiva, que incluye el freno a los salarios. Si hay baja demanda interna, obviamente la presión sobre la balanza de pagos es menor. Si se consume menos se demandan menos importaciones y se genera un excedente exportable mayor, y esas divisas son las que le sirven al capital especulativo para trasvasar sus rentas financieras y para realizarlas en los mercados internacionales. De ahí la actual política fiscal y salarial.
TR. ¿Qué relación hay entre los movimientos de la tasa de cambio y las finanzas públicas?
CG. La primera pregunta sería: ¿qué determina el movimiento de la tasa de cambio? Los movimientos especulativos del capital financiero. Ello es así porque estamos en un mercado libre de divisas y en un contexto en el cual hay una gran masa de capitales financieros buscando rentabilidad en cualquier parte del mundo. Eso ha sido analizado ya por Krugman en sus libros La inestabilidad de la tasa de cambio y La crisis de la moneda. Él mismo plantea la necesidad de restablecer el control de cambios, el cual consiste en que el Banco Central, sobre la base de que pase a ser una institución manejada por el Estado, adquiera el monopolio de la tasa de cambio y fije soberanamente el precio de la divisa. Ahora no se opera así. Primero, el Banco es supuestamente autónomo y el gobierno no puede forzar sus decisiones. Segundo, los dólares circulan a través de los circuitos privados y la función del Banco es comprar o vender dólares en determinadas situaciones.
El mercado de divisas es un mercado «perverso», de acuerdo con la terminología de los economistas. Los mercados «normales» funcionan con una lógica: los recursos fluyen hacia donde son escasos y huyen de donde son abundantes. Esto permite que el sistema de precios equilibre las ofertas y las demandas (claro que esto requiere condiciones especiales, cada vez más escasas, pero ésa es otra discusión). El mercado de divisas opera al revés: los capitales van a donde son abundantes y salen de donde son escasos. Cuando hay revaluación se gana más porque con los mismos pesos se compran más dólares que los previstos. Este hecho hace atractiva la entrada de más dólares, que al llegar generan más revaluación, y mayor ganancia al cambio, y así sucesivamente. Pero la contrapartida de este proceso es que la economía se va sobreendeudando, por los nuevos dólares que se colocan a través de créditos en los sectores privado y público, lo cual alimenta mayores gastos públicos y privados, que llevan a un déficit en la balanza de pagos, financiado a su vez con la entrada de dólares.
Esos dólares hacen su ingreso a través del sistema financiero. Pero éste, para poder obtener rentabilidad, tiene que colocarlos, y una forma de hacerlo es endeudando a los gobiernos locales y a la nación. Esta última se endeuda mediante la emisión de títulos del Tesoro Nacional, o TES. Otra forma es endeudando al sector privado, y los recursos son canalizados al sector inmobiliario, con lo que se produce un aumento en el precio de la vivienda, en el uso de las tarjetas de crédito, en compra de automóviles, y la economía tiene una explosión, que es lo que se llama la burbuja especulativa. Este fenómeno se dio en Colombia entre 1989 y 1996. La demanda interna venía creciendo al 12% anual, financiada con crédito, pero con dos lastres: el uno, un crecimiento de la deuda de la nación, los municipios, los departamentos, el agro y la industria; y el otro, un aumento de la demanda mayor que el de la economía, y entonces va acumulándose un déficit insostenible en la balanza comercial. Tanto es así que el año pasado llegó a ser 6.6% del Producto Interno Bruto.
En este punto pueden pasar dos cosas: la una, que la crisis explote dentro de la región, como pasó en 1982. En ese momento los países latinoamericanos estaban sobreendeudados y el déficit en cuenta corriente se volvió insostenible. Por ejemplo, el de México era 8% del Producto Interno Bruto acompañado de un déficit fiscal del 13%, que había sido financiado con crédito externo hasta antes de la crisis. También estaba sobreendeudado el sector productivo, por lo cual la entrada de capitales era insuficiente para tapar el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, lo que significaba que el país ya no generaba las divisas para pagar las rentas financieras de los créditos. Internamente esto se reflejaba en que muchos de los deudores habían acumulado un nivel de endeudamiento tal que no podían pagar la deuda. Todo esto asustó al capital, que de inmediato dio la alarma sobre el riesgo creciente y salió en estampida, así la rentabilidad fuera alta. Estos ciclos asolaron las economías de la región.
Lo otro que puede pasar es lo reciente: la burbuja explotó en el Sudeste Asiático. La orden que imparte el capital financiero internacional es empezar a sacar la plata de los llamados mercados emergentes. Reventó en Asia, pero comenzaron a huir los capitales de Brasil, Argentina, Ecuador, Colombia. El juego que ellos intentan en Latinoamérica es desinflar la burbuja para que no reviente. Para ello, cada uno de los países que no haya entrado en crisis financiera sistémica ha de suscribir acuerdos preventivos con el Fondo Monetario Internacional, como lo han hecho Colombia y Argentina, y con eso se evitaría, según dicen, entrar en crisis.
¿Habrá o no crisis? Ya eso sería ponernos a especular. Cuando se produce la fuga de capitales, los inversionistas se asustan y sacan sus divisas. Pero al salir, provocan la devaluación de la moneda nacional. Y al devaluarla, disminuye la rentabilidad esperada del capital financiero, lo que impulsa nuevas salidas. En resumen, los dólares empiezan a salirse de los países cuando hay escasez.
¿Cuál es el juego? El FMI dice: bueno, manténgame la banda cambiaria o la tasa de cambio, y deje que los inversionistas financieros saquen los dólares a la tasa prevista, y usted queme reservas de divisas, y cuando los capitales hayan salido, entonces que se reviente todo el mundo y que se friegue el que se friegue. Pero en ese punto el capital financiero internacional ya ha salvado su inversión. Brasil tenía 80 mil millones de dólares de reservas. Gastó 12 mil millones en un solo día y 40 mil millones en total. Cardoso había dado el mensaje de que cuando quemara 40 mil millones soltaría la tasa de cambio. Estados Unidos y el FMI le dijeron: no, tranquilo, quédese ahí, que nosotros le mandamos otros 60 mil millones. Quemaron 40 mil millones adicionales de los 60 mil, y ahí sí soltaron el real. Habían feriado 80 mil millones de dólares, pero ya las inversiones financieras habían salido.
En Colombia hemos perdido 3 mil millones de dólares de reservas entre mediados de 1997 y hoy. Bajamos de casi 11 mil a 7.800. Pero como los capitales van saliendo y hay un déficit en cuenta corriente de 6.6% del PIB, obviamente el gobierno tiene que buscar cómo atraer capitales para financiar ese déficit, y entonces endeuda a la nación. Ésta ha aumentado en 3 mil millones de dólares el endeudamiento externo. Si el gobierno no se hubiera endeudado en el exterior por 3 mil millones de dólares, en el mismo período habrían caído las reservas en 6 mil millones. Prestamos tres y aun así cayeron tres, eso quiere decir que hemos tenido una fuga de 6 mil millones de dólares. El gobierno le dio al inversionista una garantía adicional: si usted no puede sacar sus dólares, yo le emito unos TES indexados a la tasa de cambio, en dólares, y la nación asume el riesgo cambiario. Si el dólar se dispara, el valor del TES se dispara y eso lo pagamos los colombianos a través del servicio de la deuda, que se financia con los impuestos. Para emitir esos TES en dólares, que respaldan a los grupos económicos, no se consultó en ningún momento a los afectados. ¿Dónde está la democracia si el gobierno nos pone a los colombianos a pagar con impuestos el riesgo cambiario de los inversionistas sin consultarnos?
Puede concluirse que sí existe una estrecha relación entre lo fiscal y el manejo de la tasa de cambio en lo financiero.
TR. ¿El déficit fiscal se agrava en buena medida con los movimientos especulativos de capital?
CG. El gobierno emite TES denominados en dólares, como se hizo en México antes de la crisis de 1994, para decirles a los inversionistas «vénganse para acá, que si el dólar se dispara, yo les doy cobertura con el presupuesto nacional». Eso los reventó. Pero la cosa viene de atrás. Aquí el debate de fondo es si lo fiscal es la causa o la consecuencia de la crisis. Si usted acepta que es la causa, debe aceptar que los programas de ajuste, con los cuales se ha venido despidiendo a la gente o reduciendo los salarios, son necesarios. Si lo fiscal es la consecuencia, el ajuste tiene que darse en el origen, que es en la especulación financiera.
La causa es esta última, sin duda, pero el gobierno engañosamente dice otra cosa. Así se permite que el capital especulativo traslade el costo del ajuste a la población.
Aquí hay que hacer una consideración de carácter general. Desde el acuerdo de Bretton Woods hasta 1971, prevalecieron tasas de cambio fijas cuyo eje era el dólar, estando éste garantizado teóricamente por depósitos de oro en la Reserva Federal, lo cual creaba ciertas limitaciones a la posibilidad de emitir. En 1971, Estados Unidos rompió ese acuerdo. Europa y Japón estaban llenos de dólares, y cuando le exigieron al gobierno norteamericano que se los cambiaran por lingotes de oro, Nixon se negó. El dólar se devaluó y todas las monedas empezaron a fluctuar, dentro de las famosas bandas cambiarias.
Lo que interesa destacar es que a partir de entonces la masa monetaria internacional crece sin control. Ese crecimiento depende de la capacidad de emisión de los países desarrollados. Para ellos las divisas son papel moneda para quienes las emiten, mientras que para nosotros son oro porque para poder obtener dólares, marcos, francos o yenes, nos toca exportar, endeudarnos y vender nuestro patrimonio nacional. Esas divisas van al sistema financiero mundial, que mediante el crédito expande la capacidad de gasto.
Después del rompimiento de las paridades fijas en 1971 se creó una gran masa monetaria, gran parte de la cual fue a parar a América Latina, y fue lo que produjo el llamado boom de la deuda latinoamericana, que terminó en la crisis del segundo semestre de 1982.
Después de esto, los capitales se desplazaron al Sudeste Asiático buscando rentabilidad en los llamados mercados emergentes, y luego, con la caída del bloque socialista, fueron a Europa del Este, alimentando una burbuja especulativa que finalmente explotó en julio de 1997. A América Latina los capitales retornaron en la década del noventa después del ajuste a que fue sometida la región en la década del ochenta. Pero en julio de 1997, como consecuencia de la crisis que se inició en el Sudeste Asiático, se presenta de nuevo una fuga.
Entonces esos capitales requieren penetrar las economías, generar deuda, y por tanto tienen que generar déficit fiscal. Ellos presionan el crecimiento del gasto público y privado para poder colocar los recursos. Cuando las economías están infladas, y hay problemas de riesgo, ellos se van, imponen el ajuste y fuerzan a las economías a apretarse el cinturón, descargando los costos en la sociedad y echándole la culpa al Estado.
Lo fiscal es la consecuencia. Lo especulativo es la causa. Al ministro de Hacienda le dijimos esto en la Mesa Central de negociación con motivo del Paro Cívico Nacional y respondió diciendo que el orden de los factores no altera el producto. Pero sí lo altera: si la causa está en lo financiero, el ajuste debe estar allí.
TR. ¿El FMI le impuso al Banco de la República la eliminación de la banda para entrar a un tipo de cambio más flexible?
CG. El Fondo fue constituido en 1944 para evitar que los países hicieran prácticas proteccionistas y que los Estados tuvieran el monopolio de la tasa de cambio. El Fondo buscaba que hubiera mercado libre de divisas y se flexibilizara el régimen de inversión extranjera. Eso no ha cambiado hasta nuestros días. Han cambiado las condiciones políticas y el modelo de acumulación mundial, lo que implica que las situaciones se hayan ido adaptando a ese contexto.
El FMI siempre ha estado en contra del control de cambios. Incluso en Colombia hizo varios intentos para quitarlo en el gobierno de Guillermo León Valencia y en el de Lleras Restrepo, quien rompió con el Fondo y amarró el control de cambios mediante el Estatuto Cambiario de entonces (decreto 444 de 1967). Pero en 1991, como consecuencia de los ajustes que se originaron en la crisis de la deuda externa, en Colombia se instauró el mercado libre de divisas, en el cual hay tres posibilidades: tasa de cambio fija, tasa de cambio flexible y banda cambiaria. El Fondo recomendó a los países de América Latina una tasa de cambio fija para los de alta inflación como Brasil y Argentina, o una banda cambiaria para el resto, como fue el caso nuestro, donde se estableció dentro de ciertos límites y con la intervención del Banco de la República. En el esquema anterior el manejo de la divisa era un monopolio del Estado. El Banco de la República, que era controlado por el Estado, decía «yo compro el dólar a tanto y lo vendo a tanto». Era un acto administrativo, ahí no actuaba el mercado. Cuando se elimina el control de cambios, hay dos opciones: el Banco no interviene, y la divisa la determina el mercado, que fija su punto de equilibrio, como sucede en la actualidad después de la ruptura de la banda cambiaria; y la otra es cuando el dólar se mueve dentro de ciertos límites y el Banco de la República interviene, comprando dólares si el precio está por debajo del límite con el objeto de subir dicho precio a través de la demanda de dólares, o vende divisas cuando el dólar está pegado al techo. Simplemente el Banco interviene como un agente económico cualquiera.
TR. ¿Qué consecuencias tiene para la economía la caída de la banda cambiaria?
CG. El gobierno dijo primero que era favorable la banda cambiaria y que era mala la tasa de cambio flexible. Pero ahora, como ya no se puede sostener la banda cambiaria, dice que lo mejor es la tasa de cambio flexible. De manera que no se le puede tener credibilidad al gobierno porque sus argumentos simplemente son acomodaticios. Cuando la tasa se movía dentro de una banda, los empresarios, los importadores, los grupos con alta deuda externa, tenían cierta certidumbre, porque el Banco estaba obligado a intervenir en el mercado para forzar el dólar dentro de determinados parámetros. Eso funcionó desde 1991 hasta septiembre de este año. Ahora hay incertidumbre. Como no se sabe qué valor va a tener el dólar, porque eso lo determinan los movimientos de los capitales especulativos, entonces una empresa no sabe con certidumbre a qué atenerse frente al dólar cuando proyecta su presupuesto anual. Se empiezan a crear mecanismos de cobertura. Eso es lo que explica el surgimiento de mercados a futuros, lo que se llama el forward, y lógicamente la gente empieza a especular con el valor futuro del dólar, del café, del petróleo, y lo que se inicia como cobertura se convierte en especulación; cada cual busca la diferencia favorable para obtener ganancia mediante la manipulación de valores, que es lo que viene pasando desde que se rompieron las paridades fijas en los mercados mundiales. Sólo que ahora estamos ya en la esquizofrenia.
Quiero aquí hacer una aclaración. Ese surgimiento de los mercados especulativos también se dio en el pasado, en las décadas del diez y del veinte. A estos países llegó una masa de recursos financieros muy grande. En Colombia la década de los veinte se conoce como la «danza de los millones» o «la prosperidad al debe». Eso colapsó, y surgieron las políticas proteccionistas y, con ellas, las políticas imperialistas.
Ahora estamos en una fase de la especulación financiera que va hacia el colapso. Decir cuándo, es aventurado. Al mismo tiempo se van alineando los bloques, el norteamericano, el asiático, el europeo, y eso empieza a reflejarse en los discursos del FMI y del Banco Mundial. En el norteamericano estamos incluidos nosotros. El asiático es bipolar, porque está China por un lado y Japón por el otro. Y el europeo, liderado por Alemania.
Entonces, en algún momento el proteccionismo se hará sentir con mayor fuerza. En la Cumbre de las Américas del año pasado en Santiago de Chile, por ejemplo, Estados Unidos, que venía impulsando su bloque en toda América, a través del ALCA, opuesto al Mercosur, necesitaba el apoyo del Congreso para el fast track o vía de acuerdo rápido. Pero los sectores proteccionistas del Congreso de Estados Unidos le bloquearon la propuesta. Vemos entonces cómo la misma Casa Blanca tuvo un tropiezo interno en su política aperturista hacia América Latina. Si el euro y la Unión Europea se consolidan, los conflictos proteccionistas podrían agravarse, e incluso podría hablarse otra vez de guerras imperialistas.
Lo que hay que entender es que el capitalismo tiene ciclos y ejes de dominación que ligan al imperialismo, al FMI y al capital financiero internacional.
TR. ¿Cuál es la alternativa que usted ve?
CG. En el diagnóstico que hago señalo que la economía colombiana está dedicada a la especulación financiera.
El problema es colombiano, latinoamericano y mundial. La especulación está secando las economías, no está permitiendo la acumulación de capital, está destruyendo la relación salarial, está acabando con el Estado y, obviamente, la propuesta alternativa tiene que atacar como blanco principal al capital financiero internacional y defender la economía real, es decir, la producción industrial y agraria. Y, además, el Estado debe recuperar los bienes públicos esenciales de la sociedad. Debe haber una política cambiaria, monetaria y fiscal soberana y en función de lo productivo, y lo productivo debe estar en función del desarrollo del mercado interno.
El problema es la expresión política de todo eso. Yo ahí no me meto, porque no tengo suficientes elementos.
Me parece que de todas maneras lo que nosotros debemos hacer es salirnos del falso debate Estado-mercado, en que se nos quiere arrinconar, pues ¿qué Estado salimos nosotros a reivindicar? ¿El Estado de quién? El Estado no es un ente abstracto, tiene clases sociales dominantes que expresan sus intereses a través de él.
Me parece que hay una falsa dicotomía. Si uno hace un análisis de las políticas neoliberales, en el fondo responden al interés del capital financiero especulativo que está buscando obtener rentas financieras. Tienen que ver con la apertura comercial, la reforma al mercado de capitales, la libertad de negociación en moneda extranjera, la liberación del control de cambios, la flexibilización laboral y, en suma, la redefinición del Estado, que se desentiende de sus obligaciones sociales y se las traslada al mercado.
Entre 1930 y 1960, la elite latinoamericana que impulsó el modelo de sustitución de importaciones levantó la bandera de la defensa de la producción nacional, pero desde el punto de vista de sus intereses particulares, pues se trataba de una clase dirigente que no era democrática. Ése fue el modelo que se agotó.
Esa burguesía nacional, como ustedes la han llamado, ya claudicó irremediablemente frente a la ofensiva del capital financiero internacional. Y por tanto, tienen que ser otros sectores sociales los que recojan esa bandera, pero dentro de una organización política y con intereses diferentes.
El nuevo modelo debe partir de una propuesta política y una clase social diferente. Finalmente, tienen que ser los trabajadores y los sectores sociales de la base los que han de plantearlo. ¿Cómo es la formulación política para que se saque adelante? Ésta es la pregunta clave.