La cumbre de no alineados: UNA CAMPANADA DE ALERTA

Entre los días 3 y 9 de septiembre, se llevó a cabo en la Habana la VI Conferencia Cumbre de países no alineados, que contó con la participación de representantes de 95 naciones y de numerosas delegaciones de frentes de liberación y países conservadores.

Cuba, que desde hace más de unas década cumple la misión de Caballo de Troya del Kremlin en el seno de los no alineados, realizó todos los esfuerzos posibles por colocar la organización bajo la tutela del socialimperialismo. Empero, de nada valieron las provocaciones y las maniobras de Fidel Castro, tendientes a alinear el movimiento tercermundista con el hegemonismo soviético. La mayoría de los asistentes decidió persistir en los principios básicos que desde 1961 han mantenido a los Estados miembros alejados de los bloques y alianzas militares de las dos superpotencias.

Una fuerza en ascenso
Cuando se inauguró en Belgrado, capital de Yugoslavia, la I Conferencia Cumbre de los países no alineados, en septiembre de 1961, la rivalidad entre los Estados Unidos y la URSS por el reparto del orbe comenzaba a poner en peligro la independencia y la prosperidad de numerosas naciones. Como consecuencia de esta situación y de la iniciativa de Tito, tomó cuerpo el deseo de muchos países pobres de mantenerse fuera del control de los dos imperialismos.

El número de participantes en el movimiento aumento notoriamente en las posteriores cumbres de El Cairo, Egipto, en 1964; de Lusaka, Zambia, en 1970; de Argel, Argelia, en 1973; de Colombo, Sri Lanka, en 1976, y de La Habana, este año. Si en 1961 se habían vinculado 25 países. Hoy estos suman 95, casi todos pertenecientes al Tercer Mundo.

En los diversos encuentros de los jefes de Estado de la organización se ha reiterado como postulado fundamental la aplicación de una línea de independencia, paz y neutralidad, y la lucha contra el imperialismo, el hegemonismo, el colonialismo, la discriminación u opresión. Igualmente, se ha brindado apoyo irrestricto a las batallas de liberación nacional de los pueblos sojuzgados. “Los países no alineados rechazan resueltamente la política de bloques y alianzas militares así como toda política destinada a dividir el mundo en esferas de influencia”. Esta solemne declaración, aprobada en la reunión de ministros de relaciones exteriores en 1978 en Belgrado sintetiza el espíritu que ha guiado al movimiento desde su fundación.

El Partido Comunista y el gobierno chinos han respaldado siempre a los países no alineados en su decisión de oponerse a los expansionistas de Occidente y de Oriente y de impulsar relaciones pacificas y en pie de igualdad entre todas las naciones.

No alineamiento a la cubana
La VI Conferencia de los no alineados reveló las intenciones de Moscú con relaciona esta importante fuerza política internacional. Valiéndose de sus títeres enquistados en el movimiento – particularmente Cuba y Viet Nam – los hegemonistas rusos trataron de forzar el reconocimiento de la URRS como “aliado natural” de los países no alinderados, a fin de extender sus ya amplias zonas de influencia y continuar acumulando posiciones estratégicas para la inevitable confrontación bélica con la superpotencia yanqui.

Precisamente, cuando se instalaba la Cumbre en La Habana, los servicios de inteligencia de Washington dieron a conocer que desde hace algunos años se encuentran en Cuba 3.000 efectivos de combate del ejército regular soviético, además de los millares de consejeros militares y los ultramodernos aviones de guerra rusos. Esta es apenas una muestra de la dominación colonial que las autoridades moscovitas mantienen sobre la isla caribeña.

El régimen castrista recibe de la Unión Soviética alrededor de un millón de dólares diarios, fuera de la cuantiosa “ayuda” militar; su comercio exterior depende totalmente de Moscú; ha enviado al continente africano cerca de 45.000 soldados a realizar los “trabajos sucios” para sus patrones revisionistas, y, últimamente, ha destacado mercenarios a Yemen del Sur, Kampuchea y otras regiones. Al igual que Viet Nam, Cuba forma parte del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) y ha firmado con el Kremlin tratados de “amistad y cooperación” que incluyen cláusulas de carácter militar.

Maniobras y más maniobras
Desde el momento en que la delegación cubana hizo circular el proyecto de declaración final de la Conferencia, la mayoría abrumadora de los asistentes manifestó su enfático rechazo al mismo, pues el documento pretendía sin tapujos que los no alineados reconociesen a Moscú como su ángel de la guarda. Sólo un insignificante número de países se mostró resuelto a prohijar las desvergonzadas proposiciones de Cuba.
En cuanto a la cuestión de la representación de Kampuchea, los cubanos y sus acólitos urdieron toda clase de maniobras e intrigas con el objeto de imponer como los delegados de esa nación a los testaferros de la camarilla pelele de Heng Sarim, cuando las Naciones Unidas y la mayor parte de los países no alineados siguen reconociendo como legitimo al gobierno de Pol Pot. Por último, la reunión, para superar momentáneamente el impase decidió dejar vacante el sitial de los camboyanos.

En su discurso de instalación, Fidel Castro lanzó provocaciones a diestra y siniestra, atacó calumniosamente a la República Popular China, se inmiscuyó en los asuntos internos de países invitados y reconoció orondamente su sumisión a la URSS. Tan destemplada sería su diatriba, que para finalizar el líder cubano tuvo que reconocer que “quizás el discurso de alguna manera no haya sido diplomático”.

Uno tras otro, la casi totalidad de los delegados que hicieron uso de la palabra expresó su oposición a los designios de Fidel Castro e insistió en mantener al movimiento de no alineación marginado de los dos superpotencias. Por ejemplo, el presidente Tito afirmó: “no cesamos de pronunciarnos contra la política de bloques y la dominación extranjera, contra todas las formas de hegemonía política y económica, y jamás aceptaremos ser la polea de transmisión o la reserva de nadie, porque ello es incompatible con la esencia de la política de no alineamiento”.

En vista del repudio generalizado a su propuesta, Castro se vio obligado a recular y a aceptar una declaración final que, de todas maneras, señala los principios del no alineamiento, condena las tropelías de los Estados Unidos y apoya las luchas de los oprimidos de Asia, África y América Latina por sacudirse el yugo de la dominación foránea y de la opresión.

Al descubierto quedaron las maquinaciones social imperialistas. La VI Conferencia Cumbre es una campanada de alerta para los países no alineados, que a partir de ahora deberán redoblar su vigilancia contra el peligro que significan para los pueblos del mundo las ambiciones de Moscú y sus satélites.