En el Sudeste Asiático: VAPULEADO EL EXPANSIONISMO SOVIÉTICO-VIETNAMITA

Desde los primeros días de 1979, acontecimientos de gran trascendencia han conmovido la región del Sudeste de Asia. El hegemonismo soviético, haciendo uso de sus mercenarios vietnamitas, desató en el lapso de un mes y medio dos conflictos armados. Primero fue la aleve invasión a Kampuchea por parte de Viet Nam y luego la intensificación de las provocaciones militares de Hanoi contra China, lo cual obligó a esta responder con un contraataque punitivo limitado. Más tarde, los círculos gobernantes vietnamitas provocaron un éxodo violento y masivo de ciudadanos y residentes chinos hacia los países de la región, causando la muerte de centenares de miles de personas inocentes.

China defiende sus fronteras
Entre el 17 de febrero y el 5 de marzo, soldados fronterizos chinos atacaron las provincias septentrionales de Viet Nam y penetraron varios kilómetros, ocupando decenas de ciudades y poniendo fuera de combate numerosos contingentes de tropas enemigas. Después de más de 3.000 actos de agresión y sabotaje cometidos desde 1974 por los gobernantes de Hanoi, que causaron la muerte de centenares de ciudadanos y cuantiosas pérdidas materiales, las autoridades y el pueblo de la República Popular China, luego de repetidas advertencias, decidieron finalmente dar una respuesta contundente a sus hostigadores, arremetiendo a través de las regiones limítrofes desde donde estos venían organizando sus acciones bélicas.

No es la primera vez que un bastión socialista se vale del legítimo derecho de contraatacar en defensa de su soberanía, incursionando incluso en el territorio de los atacantes. No obstante, lo que distingue la posición del proletariado de la de los expansionistas, es que cada vez que aquel se ha visto precisado a proteger su Estado lo ha hecho sobre la base del respeto a la soberanía de sus vecinos, sin estacionar tropas de ocupación, ni interferir en los asuntos internos de otros países, así estos hayan provocado las hostilidades. Por ejemplo, en 1920, el Ejército Rojo rechazó a las huestes reaccionarias polacas hasta las puertas de Varsovia, luego de que éstas invadiesen el país de los soviets, instigadas por los imperialistas anglo-franceses; a fines de 1939, las ropas rusas penetraron en Finlandia para suspender las continuas actividades militares llevadas a cabo por el régimen ultraderechista de ese país que, envalentonado por la burguesía de Occidente, ponía en serio peligro la seguridad del norte de la URSS, en 1962, El Ejército Popular Chino traspasó los linderos de la India a fin de contener los asaltos que los dirigentes de Nueva Delhi venían cometiendo desde 1959. En todos los casos mencionados, los efectivos proletarios regresaron a su patria una vez cumplida su misión defensiva.

El ingreso de Viet Nam a la órbita moscovita corrió paralelo con las actitudes antichinas cada vez más marcadas de los dirigentes de Hanoi. Millares de consejeros militares rusos ocuparon el lugar que dejaran los marines yanquis y las gigantescas y estratégicas bases navales de Da Nang y Cam Ranh sirven de atracadero para los navíos de guerra soviéticos que merodean por el Pacifico y el Indico. El pueblo vietnamita debe al Kremlin la astronómica suma de 6.000 millones de dólares por concepto de deuda externa. La enajenación de Vietnam se acentuó con su ingreso, en junio de 1978, al CAME (bloque económico imperialista de la URSS) y con la firma de un pacto militar con la camarilla de Brezhnev en noviembre pasado.

El socialimperialismo, apenas hubo asegurado a su satélite, lo lanzó a hostilizar a China. Las primeras victimas fueron los 1.300.000 residentes y ciudadanos de ascendencia china que con su laboriosidad estaban contribuyendo a la reconstrucción económica de Viet Nam. Desde mediados de 1978, el régimen vietnamita expulsó alrededor de 230.000 personas a China, a tiempo que desataba una implacable persecución contra el resto, sin que mediara causa justificada y a pesar de las enérgicas protestas de Pekín. Simultáneamente, los nuevos peones de Moscú organizaban ataques de mordisqueo en la frontera, mientras acumulaban grandes cantidades de tropa a los largo de la misma.

El 18 de enero de este año, China notificó que “si las autoridades vietnamitas hacen caso omiso de las advertencias del gobierno chino y siguen llevando a cabo provocaciones militares, el gobierno vietnamita debe asumir la responsabilidad por todas las consecuencias que de ello se deriven”.

Como los pequeños expansionistas persistieron en su absurdo empeño de hostigar más y más, vanagloriándose de ser la “tercera potencia militar del mundo”, las tropas chinas cruzaron a territorio vietnamita para castigar a los agresores. La Unión Soviética y el mamertismo internacional pusieron en marcha su maquinaria propagandística para condenar la justa acción y, distorsionando los hechos, presentar a un Viet Nam minúsculo e indefenso enfrentado a una China superpotente y belicosa. Empero, la opinión pública mundial sabe que detrás del pequeño Viet Nam se agazapa el prepotente oso polar ruso que le instiga y respalda en todas sus fechorías.

La diminuta e insular Cuba es otro ejemplo del mismo problema. Fieles a lo expresado en el comunicado del 17 de febrero, en el sentido de que no aspiraban ni a una pulgada de duelo vietnamita, las fuerzas chinas se retiraron a su país entre el 5 y el 16 de marzo. Al mismo tiempo, Pekín propuso una vez más el comienzo inmediato de negociaciones tendiente a resolver el conflicto pacíficamente.
Desde el mes de abril, las dos partes iniciaron en Hanoi las discusiones relativas a la solución del grave problema surgido entre ellas. A su vez, China decidió, a partir de mediados de mayo, la liberación unilateral y progresiva de los prisioneros vietnamitas, que culminó el 22 de junio.

La “federación indochina” en apuros
Los círculos gobernantes de Hanoi aparentemente alcanzaron su ansiado proyecto de someter a Camboya a Laos a su control bajo la bandera de una “federación” peninsular. Con este propósito, para servir a los designios de expansión de Rusia, sostienen gobiernos lacayos en las dos naciones vecinas. Sin embargo, el engendro hegemonista se halla minado por profundas y múltiples dificultades.

En Kampuchea, los aguerridos contingentes de patriotas (khmer rojos) se han aglutinado en un amplio frente de liberación que desde enero propina duros golpes al régimen fantoche de Pnom Penh, a los 150.000 invasores vietnamitas y a los consejeros soviéticos t cubanos, quienes naufragan en el océano de la guerra popular de las masas camboyanas. En un desesperado esfuerzo por oficializar la anexión de Kampuchea, Viet Nam suscribió el 18 de febrero un tratado militar con sus peleles, mediante el cual se abroga el derecho de mantener tropas y saquear esta nación. A excepción de los satélites de Moscú, ningún país ha reconocido a la espuria camarilla que pretende presentar y gobernar a Camboya, que se ha convertido en el Viet Nam de Viet Nam.

La administración de Laos, al igual que la de Pnom Penh, depende íntegramente de Hanoi y sus padrinos. En julio de 1977, el Primer Ministro laosiano, apodado por sus compatriotas “el vietnamita”- firmó con Viet Nam un tratado de amistad y cooperación por 25 años, el cual establece relaciones “especiales” entre los dos países, autoriza a Hanoi a mantener más de 50.000 soldados en Laos y legaliza la coyunda foránea.

Viet Nam es la nación que mayores contradicciones padece; el desempleo abarca a millones de personas; el hambre amenaza al pueblo, ya que el año pasado el déficit de granos alcanzó los 4.3 millones de toneladas; el déficit comercial se acerca a los 700 millones de dólares, y la inflación bordea el 100%. Por otra parte, en el centro y el sur del país operan grupos guerrilleros que se oponen a la rosca pro-soviética dominante. La economía y la población están siendo militarizadas aceleradamente con el objeto de aliviar la crisis y desatar guerras de agresión. Viet Nam dispone de un potente aparato bélico que incluye alrededor de dos millones de personas en armas, sumando la milicia; 300 aviones modernos de combate, y 900 tanques, sin contar el enorme arsenal capturado a los yanquis y sus peleles en 1975. Después de la Unión Soviética y Estados Unidos, es el país que más tropas mantienen en el extranjero.

Hanoi está creando graves problemas políticos, sociales y de seguridad a sus vecinos del Sudeste Asiático con la expulsión masiva de resientes y ciudadanos de origen chino. Además, la guerra de agresión contra Kampuchea y el control vietnamita sobre Laos también han generado oleadas masivas de refugiados de esos países. Fuera de las 230.000 personas acogidas por China, a las naciones de la región han llegado en los últimos meses cerca de medio millón más. Los ciudadanos chinos son forzados a salir de Viet Nam, previa expropiación de todos sus bienes, en frágiles embarcaciones que la mayoría de las veces naufragan o caen victimas de los piratas que operan en esas aguas. En solo el mes de abril, las autoridades vietnamitas adquirieron 240 millones de dólares como producto de su negocio genocida y racista, que está siendo mundialmente condenado y que cuenta exclusivamente con el respaldo del Kremlin. “Hoy son los vietnamitas chinos. Los Camboyanos ya han sido agregados a la lista de gentes que van a morir. ¿Por qué no Tailandia mañana, y Malasia, Singapur y otros que se encuentran en los sueños de Viet Nam?, anota un alto funcionario de Singapur.

Hace pocas semanas. Hoang Van Hoam, destacado dirigentes del gobierno vietnamita, uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores de Viet Nam, veterano combatiente anticolonialista y diputado a la Asamblea Nacional, abandonó Hanoi y se exiló en Pekín. Según declaro en una rueda de prensa el 9 de agosto, Viet Nam “esta subordinado a una potencia extranjera económica, política y militar y diplomáticamente”. Refiriéndose al problema de los refugiados y de los opositores en su país, señaló: “Solamente puede compararse con lo que hizo Hitler en Alemania con los judíos”.