Amparados por el manto protector que les brinda el Estado oligárquico y esgrimiendo más recientemente el Estatuto de Seguridad, los terratenientes se apropian baldíos, desalojan colonos, prenden fuego a viviendas humildes, destruyen cosechas, encarcelan, torturan y asesinan. Durante el año de 1978, bandas de uniformados, “campovolantes” y agentes del DAS dieron muerte al campesino Aurelio Alzate. Golpearon salvajemente a decenas de colonos y sus familias en diferentes veredas de los municipios de Paz de Ariporo, Yopal, Nunchía, Orocué, Aguazul y Pore. Torturaron al compañero Plutarco Urbano, dirigente de la organización intendencial y del MOIR. Incendiaron ranchos y echaron a perder cultivos y mejoras de agricultores de las veredas de San José, en Aguazul; Punto Nuevo, EL Viento y Veladero en Yopal; El Caucho, Corea, Cazadero, Conchal y Guahibo, en Nunchía; El Algarrobo, en Orocué, y Tacoya, en Tauramena.
Derrotada la represión
El campesinado de Casanare ha contado con el respaldo de varios sectores de la población, que también sufren las consecuencias del régimen terrateniente. Fue así como a finales del año pasado se integró un frente amplio que consiguió sacar de la cárcel a seis dirigentes que habían sido injustamente sancionados por las autoridades cómplices de los latifundistas. La OCIDEC dio a conocer los detalles de esta victoria: “La Organización Campesina, con el apoyo de importantes sectores populares, logró la libertad de los compañeros campesinos José Roselino Quintero y Policarpo Rodríguez, de San José (Aguazul), y Arcelio Largo, Antonio Sanabria, Narciso Tay y Medardo Sanabria, de Punto Nuevo (Yopal). Estos compañeros fueron condenados en octubre último a 30 días de arresto inconmutables por el delito de estar trabajando la tierra baldía y sostener a sus familias. Indignados, los habitantes de Aguazul y Yopal protestaron por estos atropellos. El Sindicato de Trabajadores del Hospital y el Sindicato de Maestros del Casanare se solidarizaron con la justa lucha de los colonos. Los médicos y enfermeras prestaron su apoyo, formándose de esta manera la presión de las masas a favor de los pobres del campo y en contra de las medidas represivas, pro-terratenientes, del gobierno turbayista. Mientras los campesinos estaban en la cárcel, las mujeres, los niños y los vecinos levantaron de nuevo los ranchos que en días anteriores habían sido incendiados y destruidos. Los campesinos de las veredas cercanas cerraron filas para defender la tierra conquistada. A los pocos días se logró la libertad de los compañeros.
Con luchas como ésta, los oprimidos casanareños están demostrando que con su unidad férrea es posible enfrentar y derrotar las arremetidas sanguinarias de sus opresores.