En una entrevista publicada a finales de 1978, el diputado del Frente por la Unidad del Pueblo en la Asamblea de Cundinamarca, Avelino Niño, declaró que “la actividad del Partido Comunista en las corporaciones públicas se arrastra a la zaga del liberalismo”, y demostró en varios ejemplos cómo los representantes de la UNO, durante la legislatura anterior, se prestaron en más de una ocasión para que el régimen pudiera maniobrar a su antojo y sacar adelante los proyectos.
Múltiples hechos del pasado y del presente, en el terreno de la acción parlamentaria y en otros campos, confirman las palabras del compañero del MOIR. Lo sucedido hace dos días en el Concejo de Cali, así como en las asambleas de Cundinamarca y Santander, es apenas un botón para la muestra.
Por un plato de lentejas
El 11 de enero de 1979, en el cabildo de la capital del Valle, el revisionismo firmó un compromiso político con el Movimiento Cívico de José Pardo Llada, señalado anticomunista cubano en el exilio, tendiente a presentar una lista unificada de candidatos para los organismos de administración de varios establecimientos públicos.
En desarrollo de esta clásica manguala sin principios, el concejal mamerto constribuyó con su voto para que el mencionado “gusano” con carnet de periodista y licencia de locutor, a quien la misma “Voz Proletaria” del 9 de marzo de 1978 calificó de “rastrero demagogo”, saliera elegido como miembro principal de la junta directiva de las Empresas Municipales de Cali. Simultáneamente, el Partido Comunista sufragó por Hernán Borrero Urrutia, vocero del Movimiento Cívico y actual presidente de la Asociación Nacional de cultivadores de Caña de Azúcar (Asocaña), que agrupa a los propietarios de los grandes ingenios, los explotadores del proletariado azucarero.
Mientras la claudicación de estos renegados del marxismo era premiada con una suplencia en la junta administradora de Emcali, y con otros cargos burocráticos todavía más anodinos, una ola de indignación general se levantó entre los sectores más concientes de la clase obrera del Valle del Cauca. El edil del Partido Comunista, Héctor Herrera, según consta en las actas del Concejo Municipal, manifestó que después de conversaciones infructuosas con el conservatismo “no teníamos posibilidad de elegir a nadie en estas juntas, y por eso llegamos a un acuerdo con el Movimiento Cívico, para defender los intereses del pueblo”. Héctor Herrera se olvidó de que en la “Voz Proletaria” anteriormente citada se habla del Movimiento Cívico como una agrupación “sin soluciones para los problemas que afectan al pueblo”, y de Pardo Llada como un elemento contrarrevolucionario “a quien la oligarquía consiente y utiliza”.
Pero las inconsecuencias de los oportunistas no se detienen ahí. Un crecido número de trabajadores colombianos todavía recuerda cómo el revisionismo criollo se opuso a la política de no alineamiento durante las elecciones de 1978, y muchos de ellos son testigos de que los mamertos sabotearon la unidad de la izquierda revolucionaria, con la exigencia de que había que apoyar en el programa conjunto la estrategia imperialista de la Unión Soviética, mediante el subterfugio de respaldar el gobierno mercenario de Cuba.
Ante sus conmilitones reunidos el 7 de agosto de 1977 en el Coliseo Cubierto de la Ciudad de Bogotá, el secretario general del Partido Comunista, Gilberto Vieira, declaró flemáticamente: “¡Los amigos de Cuba son nuestros amigos!”. “¡Los enemigos de Cuba son nuestros enemigos!”.
¿Qué dicen ahora los revisionistas ante la alianza con el “gusano” Pardo Llada? ¿Cuánto valen las palabras de la máxima dirigencia del Partido Comunista de Colombia?
Intrigas y negociaciones
Después de apoyar la candidatura de Turbay Ayala en las elecciones de febrero de 1978, mediante acuerdo con una de las alas del oficialismo liberal, el Partido Comunista en Santander ha demostrado que también domina los ardides del cretinismo parlamentario.
Como cualquier “padre de la patria”, el diputado mamerto Jesús Eduardo Vasco se confabuló con nueve colegas cuyos pertenecientes a distintas fracciones del liberalismo, y a cambio de su voto consiguió la Segunda Vicepresidencia de la Duma y la Secretaria de la Comisión del Plan, un organismo encargado de velar por que se cumplan las disposiciones aprobadas por el gobierno seccional.
En el documento que selló la componenda del llamado Grupo de los 10, firmado el 29 de septiembre de 1978 en Bucaramanga, el Partido Comunista, entre otras cosas, se compromete de manera ‘seria y leal’ a que “los cargos elegidos por la Asamblea y nombrados por la Mesa Directiva se repartirán, proporcionalmente, entre los diez diputados, después de haber dado la cuota correspondiente al sector conservador que haga parte de esta coalición”, y a “respaldar el nombre de Víctor J. Camacho para contralor del Departamento”. Particularmente reveladora resultó ser la cláusula quinta del acta de compromiso, que a la letra dice: “Don Víctor J. Camacho. Contralor de Santander, se compromete a dar una cuata burocrática de cincuenta mil pesos ($50.000), para cada uno de los diez diputados.
Maestros del oportunismo
Para no quedarse atrás, los voceros de la UNO en la Asamblea de Cundinamarca, durante el proceso de elección de contralor, respaldaron al lado del turbayismo la candidatura de José Hugo Enciso, antiguo colaborador de la administración López Michelsen, con el argumento de que nadie había logrado demostrar que el citado funcionario fuera un pícaro o un atracador. Y unas pocas semanas más tarde, como quedó consignado en los mismos Anales de la Asamblea, en el debate sobre el alza del transporte, los revisionistas declararon que apoyarían esta nueva arremetida contra los ingresos de las masas “siempre y cuando se pueda viajar cómodamente, sin estar sometidos a los miles de inconvenientes y sinsabores que los usuarios tienen que soportar”.
El diputado del Frente por la Unidad del Pueblo y dirigente del MOIR, Avelino Niño declaró al respecto: “Uno de los negocios más lucrativos de la oligarquía es precisamente el de asaltar los dineros del pueblo sin ningún escrúpulo, y ni el más ‘honesto’ de los contralores turbayistas estará jamás en condiciones de impedirlo. En cuanto a la actitud asumida por los mamertos en el debate sobre el alza del transporte, yo creo que sobran las palabras. Si no fuera porque están en juego problemas de vital importancia para los trabajadores, la posición de estos maestros del oportunismo sería sencillamente ridícula”.