LOGROS Y TROPIEZOS DE LA POLÍTICA DE UNIDAD SINDICAL

I
La cuestión de la unidad del sindicalismo independiente constituye otro de los puntos neurálgicos de las crecientes diferencias entre el MOIR y el Partido Comunista. A este aspecto ya nos habíamos referido con ocasión de los incidentes que circundaron el Segundo Congreso de la CSTC del pasado 4 de marzo. De entonces para acá hay un hecho nuevo relacionado directamente con el funcionamiento de la Unión Nacional de Oposición. Ustedes han llamado públicamente al MOIR para que suspenda la desafiliación de sindicatos de aquella central, con la advertencia de que de no hacerlo, el Partido Comunista se propondrá “trabajar en la UNO con los compañeros del MAC”.[65] Es decir, el Partido Comunista condiciona la alianza con el MOIR en la UNO al desarrollo de los problemas en el campo sindical. La chispa prendida en el perímetro de la CSTC obviamente se extendió y ha envuelto con sus llamas a los predios vecinos. Nosotros ya habíamos previsto cómo una cooperación duradera entre distintas fuerzas políticas, característica del frente unido antiimperialista, no puede mantenerse sino a consecuencia de una línea compartida, elaborada conjuntamente, para todos aquellos tópicos importantes de la lucha revolucionaria. Aunque no parezca, tal declaración representaría un progreso si conduce a discutir y a resolver dentro de la UNO las orientaciones que superen la actual crisis que mantiene interrumpido el proceso unitario del movimiento sindical independiente. El Partido Comunista ha impedido sistemáticamente que la Unión Nacional de Oposición examine y decida sobre las fases y aristas más importantes de la política de unidad sindical y ésta ha corrido paralela, por otros cauces, no obstante ser ampliamente conocido que los partidos integrantes de aquella, en una u otra forma, han estado comprometidos e interesados en la feliz culminación de dicha política. Por nuestra parte, propiciaremos el replanteamiento también con respecto a estos asuntos particulares del movimiento obrero colombiano. Desde luego el conflicto no podrá extinguirse, si en el juicio de responsabilidades se le endosa al MOIR el papel de “divisionista” y “saboteador” y a la dirección de la CSTC se le indulta de sus atentados contra la democracia y los acuerdos unitarios. Es menester por lo tanto recordar el desenvolvimiento que tuvo la política de unidad sindical desde 1972 hasta el congreso del 4 de marzo.

Cuando Misael Pastrana, a comienzos de aquel año, dio a conocer el proyecto de la fusión de las dos centrales patronales UTC y CTC, lo hizo movido por la necesidad de proporcionar algún respaldo de determinados sectores sindicales a su gestión de gobierno, en los preámbulos de las primeras elecciones que éste organizaba. En lugar de alcanzar su objetivo, el anuncio presidencial desató una borrasca de protestas de la clase obrera. Al proletariado, que, a través de recios y prolongados combates contra todos los intentos divisionistas de las clases explotadoras dominantes y contra las medidas policivas y representativas de las oficinas del Trabajo, había podido sostener y vigorizar un sindicalismo independiente de la politiquería oficial, le indignaba profundamente esta nueva patraña y por sobre manera la impudicia del régimen a utilizar a las camarillas amarillas de UTC y CTC en pro de sus fines electoreros. Como contrapropuesta a los planes de la reacción, el movimiento obrero empezó a agitar la idea de la necesidad de superar al estado de dispersión en que se encontraba el sindicalismo independiente y a desbrozar la política de unidad sindical, la cual enrutaría hacia la construcción de una central unitaria y democrática. Las condiciones favorables para llevar a la práctica tan importante tarea eran producto del avance de la conciencia y de la lucha de los trabajadores colombianos. Las directivas utecistas y cetecistas habían entrado en barrena, debido a la serie escalonada de descalabros que se reflejaban en el asedio permanente de ataques por parte de las bases obreras y en la desafiliación masiva de sus sindicatos y federaciones. Este proceso de debilitamiento y cerco a la vez que padecían las dos centrales vendeobreras se ha mantenido y ahondado hasta hoy. Así fue como en las postrimerías de 1972 retumbó en todo el ámbito sindical la orden de desenmascarar y aislar a las centrales de bolsillo del sistema y de congregar las organizaciones sindicales independientes en una nueva confederación, inspirada y guiada por una línea combativa y revolucionaria.

Por su cuenta, el Partido Comunista tomó la iniciativa de sugerir la conveniencia de procurar un acercamiento entre el atomizado sindicalismo independiente, cuyas agrupaciones recibían influencias de diversas corrientes partidistas, con miras a configurar un solo bloque que, si la situación lo permitía, terminara convirtiéndose en una nueva central en Colombia. La conferencia de dirigentes obreros del Partido Comunista de Bogotá se expresó en ese sentido, en términos que no requieren traductor:

“Resulta claro que dentro de las nuevas circunstancias políticas, analizadas atrás, aparece como una posibilidad real que los comunistas mejoren sus relaciones con muchas de las organizaciones sindicales denominadas autónomas e ‘independientes’, sobre la base de la lucha contra cualquier forma de expresión del anticomunismo, de derecha o de ‘izquierda’. Es también claro, que un avance significativo del proceso unitario del movimiento sindical no podrá lograrse, si no empezamos por admitir como una realidad la existencia de muy diversos matices y tendencias políticas dentro de cada sindicato en particular y dentro del conjunto del movimiento a escala regional y nacional. Partiendo de estas premisas el último pleno de la CSTC lanzó la iniciativa de organizar un gran encuentro nacional sindical que sirva de foro para la discusión y análisis de los problemas fundamentales que tiene el movimiento sindical en la actualidad y particularmente las cuestiones relativas a la unidad de acción y a su unidad orgánica. Este debate tiene, entre otros objetivos, el estudio de un nuevo reagrupamiento de todas las fuerzas sindicales que no hallan vinculadas a ninguna de las centrales sindicales que culmine en un congreso del cual nazca, si es el caso, una nueva central de trabajadores, que aglutine el mayor número de sindicatos y federaciones”.[66]

De la oferta que ustedes precisaron en 1972 se destacan, como se puede apreciar inequívocamente de los trozos reproducidos, dos máximas por demás objetivas y concretas. De un lado, había que empezar por “admitir como una realidad la existencia de muy diversos matices y tendencias políticas dentro de cada sindicato en particular y dentro del conjunto del movimiento a escala regional y nacional”. Del otro lado, la CSTC se adelantaba a proponer un estrado para el debate amplio y minucioso de los problemas que aquejan al movimiento sindical colombiano, entre los cuales se contaba, en primerísimo puesto, el de la creación, “si es el caso, de una nueva central de trabajadores, que aglutine el mayor número de sindicatos y federaciones”. Dicho estrado sería un “gran encuentro nacional sindical”. El Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario aplaudió cálidamente la propuesta de la conferencia de obreros del Partido Comunista y del pleno de la CSTC. Para nosotros el pronunciamiento del Partido Comunista constituía en cierta forma una rectificación ostensible de su táctica tradicional de impulsar la llamada “unidad de acción” de preferencia con las direcciones de UTC y CTC o con sus organizaciones filiales, con el consiguiente menosprecio de los denominados bloques sindicales independientes o autónomos. Indudablemente que el retroceso de las dos grandes centrales patronales, así como el auge de los aludidos bloques y la presencia cada vez más numerosa de sindicatos de envergadura nacional que no estaban matriculados en ninguna de las confederaciones existentes, eran motivos más que suficientes para las modificaciones del caso. Cabe señalar también que el Partido Comunista no se refería únicamente a la “unidad de acción” sino a la unidad orgánica con el resto del sindicalismo independiente. Los cambios eran notables: la UTC y CTC renqueaban heridas bajo el ala por la acción de las bases tantas veces traicionadas; el sindicalismo independiente aunque disperso crecía sin cesar, y el MOIR y el Partido Comunista deponían las hostilidades entre sí para atender con mayor eficiencia un frente en el cual coincidían. No había duda, nos hallábamos en el preludio de un período completamente nuevo del movimiento sindical colombiano. Quedaba abierto un gran “foro” de “discusión y análisis de los problemas fundamentales” del sindicalismo, en el cual concurrirían por intermedio de sus representantes sindicales distintas tendencias políticas identificadas en la urgencia de coordinar la lucha contra el esquirolaje de UTC y CTC y planificar la organización nacional de las muchas y disgregadas entidades gremiales de los trabajadores, a fin de darles más capacidad de defensa y de ataque.

El MOIR resumió con la siguiente directriz de finales de 1972 las nuevas obligaciones que despuntaban por los contornos del sindicalismo colombiano:

“El movimiento sindical debe ponerles toda la atención a las actuales condiciones favorables para su unidad y no escatimar esfuerzo para lograrla y consolidarla. A nivel nacional, se deben adelantar las conversaciones entre todas las fuerzas políticas que estén de acuerdo con la propuesta hecha por el Partido Comunista y que el MOIR respalda, sobre el reagrupamiento del movimiento sindical para aislar a las camarillas de la UTC y CTC y echar los cimientos de una central obrera. A nivel regional, continuar adelantando la formación de los comités de unidad sindical como los del Valle del Cauca y otros departamentos”.[67]

Como paso previo se procedió a la convocatoria de los famosos encuentros regionales de unidad sindical y a la constitución de los respectivos comités conjuntos. A estos encuentros se les encomendó la misión de discutir y aprobar los principios y políticas concernientes a las nuevas tareas unitarias. Los comités eran organismos de dirección y coordinación de las varias organizaciones sindicales que aún no estaban asociadas bajo una sola federación. Durante 1972 y 1973, en casi todas las capitales departamentales y ciudades intermedias de importancia, se reunieron aproximadamente un centenar de dichos foros, a los cuales asistieron no menos de cinco mil dirigentes sindicales que refrendaron con su presencia, sus exposiciones y resoluciones públicas la voluntad del proletariado colombiano de condenar el esquirolaje de la UTC y CTC, como principal exponente de la política antiobrera y divisionista del imperialismo norteamericano y sus agentes criollos en el seno del sindicalismo colombiano, y de luchar por la construcción de una confederación unitaria y democrática que culminara con el tiempo en la central única de los trabajadores del país. Anotemos que todas las determinaciones de aquellos eventos se adoptaron invariablemente por unanimidad, o sea que fueron siempre el fruto de claros y perentorios acuerdos de las fuerzas afluyentes. El MOIR y el Partido Comunista estuvieron siempre representados por dirigentes de las organizaciones gremiales que a la vez lo son de sus correspondientes colectividades políticas; y tanto el uno como el otro iban exteriorizando su complacencia por los logros obtenidos y jamás desautorizaron uno solo de los documentos aprobados. Los acuerdos sindicales contaban con la aquiescencia y el respaldo de los partidos comprometidos, de lo contrario, como es natural, aquellos no hubieran podido llevarse a la práctica ni con la prontitud ni con la resonancia de que gozaron.

Las reuniones obreras ratificaron en términos y formas diferentes la política de clase al mando por la creación de una organización nacional gremial de los trabajadores colombianos unitaria, democrática, amplia y poderosa. La cual estaría sustentada por una línea revolucionaria que el MOIR ha sistematizado en tres grandes principios guías, a saber: la nueva central, 1) estará al servicio del proletariado y del pueblo colombiano, 2) combatirá y aislará a las camarillas dirigentes de la UTC y CTC y 3) se regirá por la “democracia sindical”. En TRIBUNA ROJA del 18 de marzo último hicimos una pequeña recopilación de algunos de los materiales de los encuentros regionales a manera de constancia de que este proceso unitario copó tres años y brotó no espontáneamente sino del compromiso consciente de las fuerzas más avanzadas y representativas del movimiento sindical colombiano.

Todas esas asambleas locales sirvieron de antesala al Gran Encuentro Nacional Obrero del 12 de octubre de 1973, el cual lacró lo que ya era un consenso general y citó para el 6 de diciembre de 1974 el congreso encargado de fundar la nueva central unitaria y democrática. Para la realización de tan trascendental certamen se destinó un comité preparatorio escogido cuidadosamente con el criterio de que en él se encontraran representadas las principales fuerzas copartícipes de la política de unidad sindical. Por razones de carácter legal se convino promover la afiliación a la CSTC de aquellos sindicatos y federaciones que aún no hacían parte de ésta. El MOIR anunció trabajar en esa dirección, aclarando que el nombre de la nueva central le parecía problema completamente formal, que lo importante radicaba en que por su contenido de clase, su práctica y método de funcionamiento, ésta fuera una auténtica confederación unitaria y democrática. No obstante, todo lo concerniente a la organización y reglamentación del congreso del 6 de diciembre correría a cargo del comité preparatorio mencionado. En esa forma la tarea de la construcción de una vigorosa y amplia agremiación nacional independiente de los trabajadores colombianos entraba en su fase final y contaría con un año largo para ultimar los detalles correspondientes. A partir de entonces el MOIR, el Partido Comunista y otras fuerzas políticas que luego contribuyeron con su importante aporte, procedieron a vincular a la CSTC el mayor número de entidades sindicales. Y en dicho lapso ésta vio aumentados sus efectivos con “60 organizaciones que agrupan más de 150 mil trabajadores de diferentes ramas de la economía”, según dato suministrado por su propio Comité Ejecutivo en mensaje de fin de año de 1974.[68]

II

Cuando todo marchaba viento en popa, el gobierno resolvió entregarle la personería jurídica a la CSTC, cuatro meses antes del congreso unitario, convocado para el 6 de diciembre pasado. El 7 de noviembre Voz Proletaria nos sorprende con la pequeña nota anunciando la noticia de que el congreso fue postergado, pretextándose que muchas organizaciones filiales no alcanzaron a llenar los trámites correspondientes. La dirección de la CSTC había tomado unilateralmente la determinación de aplazamiento, sin reunir, ni escuchar, ni consultar, ni informar al comité preparatorio, alterándose la principal directiva del Encuentro Nacional del 12 de octubre de 1973. El hecho de haber recibido la personería jurídica prematuramente, no en cuanto a que la Confederación no tuviera derecho a ella desde hacía diez años, sino con relación al congreso unitario, no autorizaba a su máxima dirección a disponer arbitrariamente de éste. Tampoco por el antecedente de que las fuerzas aliadas habían acordado asociar a la CSTC sus destacamentos sindicales, cesaban los compromisos del Comité Ejecutivo con quienes habían pasado voluntariamente a ser su base. Por eso se había previsto un comité preparatorio. El frustrado congreso del 6 de diciembre atendería lo relativo al papeleo para la legalización de la nueva central, pero este objetivo no era con todo y su importancia el aspecto de mayor preocupación de los obreros, ni mucho menos el que le diera aliento a la realización de la política de unidad sindical. El congreso no era la tumba sino la cuna del proceso unitario gestado durante tres años. Cuanto interesaba a la nueva agremiación, llámese como se le bautizare, era que la inmensa masa de asalariados encontrara personificada en ella, por la claridad del pensamiento revolucionario, la pureza del estilo democrático y el contagio del ejemplo constructivo, el remedio para sus dolencia de dispersión, debilidad y desorganización. Más aún, si se comprendía cabalmente que no obstante los 150.000 nuevos afiliados, producto de los acuerdos de unidad sindical, por fuera de la CSTC se hallaban, y todavía se hallan, el grueso de los trabajadores del petróleo y sus derivados, del azúcar, de las ramas de textiles y confecciones, de la industria automotriz y metalmecánica, de los puertos, de los ferrocarriles, de las carreteras y del resto de servicios públicos, así como centenares de miles de obreros de la producción agropecuaria avanzada. De tal manera que con los encuentros y el congreso se daba comienzo apenas a lo que será una vastísima labor de unificación y organización.

El MOIR solicitó una reunión con el Partido Comunista para discutir el aplazamiento unilateral del congreso. Fustigamos tajantemente la violación de los procedimientos preestablecidos y demandamos se pusiese a funcionar el comité preparatorio. Ustedes aceptaron nuestras críticas y ante la imposibilidad material de una contramodificación, procedimos a trabajar hacia el congreso del 4 de marzo. Y en enero, a raíz del paro nacional bancario, surgieron nuevas y más agudas contradicciones. Dicho movimiento después de varios días de resistencia valerosa contra la persecución de los magnates de la banca y de la represión oficial que corría en defensa de los grandes intereses financieros, se vio abocado a censurar a un a un grupo de rompehuelgas que, pisoteando los organismos de dirección y a espaldas de las mayorías, resolvió por arbitrio caprichoso levantar el paro. Lo cual, como era de esperarse, fue aprovechado al rompe por el Ministerio de Trabajo para disponer la arremetida final contra los bancarios. El movimiento afrontaba enormes dificultades pero la socorrida división de última hora constituyó el golpe de gracia. Los despidos masivos no se hicieron esperar y a los dos sindicatos nacionales de los trabajadores de los bancos se les suspendió la personería y se les congelaron los fondos. En medio de la pelea el Comité Ejecutivo de la CSTC, recurriendo a su peso y autoridad, saltó a la palestra para darle lamentablemente protección al grupo rompehuelga en un comunicado que reprodujo Voz Proletaria de enero 30.[69] ¿Con qué razones? Dos argumentos peregrinos se blandían. El uno, la “rabiosa campaña anticomunista” del MOIR, y el otro, que la posición del “paro indefinido no fue aceptada por la mayoría de los dirigentes de las organizaciones que conforman el comité intersindical bancario”. Atacar al MOIR por “anticomunista” es acusación que no convence a nadie en este país. Los que pasa es que ustedes acostumbran escudarse en la lucha contra el anticomunismo para aplastar las críticas que las fuerzas revolucionarias hacen a los errores del Partido Comunista. Al respecto ya hemos fijado públicamente nuestra posición. Sobre el pretexto de que “el paro indefinido no fue aceptado por la mayoría de los dirigentes” bancarios, el MOIR presentó también las pruebas con las cuales demostramos cómo hasta los mismos esquiroles lo habían agitado en un principio.

Han transcurrido más de seis meses y ustedes no han podido desbaratar esta prueba. Es más, no han querido siquiera aludir a ella. Todo se redujo a denuestos contra el MOIR y a confusos alegatos acerca de que no fueron reunidas las asambleas estatutarias de los sindicatos para la conducción del movimiento, dando a significar en esa forma que las decisiones carecían de validez. Esta infamia no tiene nombre. Sólo coloca en entredicho el comportamiento de quienes originariamente aceptaron las asambleas bancarias y demás formas de organización y dirección que adoptaron los trabajadores para un conflicto nacional de las implicaciones de aquel, y después las reprobaron cuando sus determinaciones no les fueron favorables.

Dejemos que sean las bases por sus conductos regulares y “estatutariamente”, si se quiere, las que fallen sobre las distintas conductas y sobre las vicisitudes de la política unitaria en ese sector sindical. Atendamos la parte que nos corresponde como organización política. Como veníamos diciendo, los ejecutivos de la Confederación se precipitaron a tomar causa en el conflicto interno, movidos por sentimientos sectarios de grupo, sin adelantar las averiguaciones suficientes, ni consultar ni conocer la opinión de los organismos y niveles inferiores de los trabajadores bancarios. Así hubiese obrado una dirección central respetuosa de los procedimientos democráticos, máxime cuando se trataba de una dirección garante de la unidad sindical. El Comité Ejecutivo de la CSTC no aguardó un mes, ni quince, ni ocho días. En menos de 24 horas ya había proferido su sanción inapelable de juez supremo. Y eso no es todo. Su federación regional de Cundinamarca, dos semanas antes del congreso unitario, amenazó con ultimátum público al compañero Carlos Rodríguez, dirigente de los trabajadores bancarios, para que cambiara su criterio acerca de los rompehuelgas , basándose para ello en el baculazo de la CSTC del 24 de enero. Al compañero se le daban ocho días para que se retractara, de lo contrario se procedería sin contemplación. O sea, que a las puertas del congreso del 4 de marzo, los ejecutivos de la CSTC, refugiándose burocráticamente en el control de los organismos centrales de la Confederación, vetaban a un dirigente que había trabajado con tesón y lealtad a favor de la unidad sindical y de la afiliación de ACEB a la nueva central, por un problema acontecido en desarrollo de las jornadas de enero de los trabajadores bancarios y que en el peor de los casos estaba pendiente del fallo de la organización de base. Mientras que al grupo esquirol se le abrumaba en exceso con inocuas prerrogativas en las comisiones encargadas de rematar la organización del congreso. En todas éstas el Comité Ejecutivo de la CSTC se hacía el de la vista gorda en el comité preparatorio, al cual no citó ni trasladó a su jurisdicción, como su nombre lo indicaba, la preparación del evento de marzo.

En tales circunstancias las fuerzas nuevas de la CSTC, que habían aplicado consecuentemente las resoluciones del Encuentro Nacional Obrero del 12 octubre, y por tanto, habían engrosado y fortalecido a la Confederación, consideraron con todo derecho que estaba quebrado el ambiente democrático y fraternal indispensable para que el congreso de marzo fuera la culminación exitosa del proceso unitario de tres años. Y con todo derecho tomaron la determinación de no cohonestar con su presencia en el congreso ni en la CSTC los procedimientos arbitrarios y ventajistas.

Este ha sido el proceso de la política unitaria, desde la realización del primer encuentro obrero regional hasta hoy. Las desafiliaciones que se han presentado en la CSTC y las que se presentarán no implican un saboteo contra la Confederación, como ustedes lo han propalado. Ni significan que la lucha contra la política antinacional y reaccionaria de las clases dominantes dentro del movimiento obrero, acaudillada por las camarillas patronales de UTC y CTC, se merme o se trueque debido a las posteriores contradicciones del sindicalismo independiente. Ni que por nuestra parte llamemos al combate contra la CSTC. Nada de eso. Simplemente, las fuerzas nuevas del sindicalismo independiente, ante los procedimientos antidemocráticos tiene todo el derecho a rescatar su autonomía organizativa, precisamente para seguir combatiendo consecuentemente por la política unitaria del movimiento sindical. Hay quienes piensan que el proceso unitario de tres años terminó en un rotundo fracaso. Desde luego las cosas podrían haber culminado en mejor forma. Empero, la política de unidad sindical aprobada unánimemente por miles de dirigentes obreros, a través del centenar de encuentros de 1972 y 1973, es un gran conquista del proletariado colombiano y sigue vigente en todos y cada uno de los puntos fundamentales. Como el programa nacional y democrático de la UNO, las conclusiones de los encuentros obreros son patrimonio inajenable de las fuerzas revolucionarias colombianas. Para el MOIR ambos logros serán guía permanente de su trajinar político.

III

Después de que nosotros tomamos la determinación de no concurrir al congreso de marzo y propugnar la desafiliación de aquellas organizaciones sindicales que contribuimos a vincular a la CSTC, el Partido Comunista en su alocada desesperación ha respondido con toda clase de ataques soeces, mezquinos y vacuos. De entre el lodo que ustedes han trabajado con rara maestría pero que no nos salpica, queremos rescatar tan sólo una argumentación que quizá valga la pena repeler, no obstante ser un planteamiento toscamente acomodaticio. En su historia sobre el congreso unitario ustedes ponen en labios del MOIR una exigencia que jamás hicimos: la de que dentro de la nueva central “la minoría mantendría su independencia”. Y proceden a refutar: “Tampoco puede ningún grupo reservarse un privilegio tal que al ser discutido un problema y tomar acuerdos por mayoría, la minoría pueda continuar desarrollando su actividad polémica o de enfrentamiento, manteniendo la división constante y el debate inacabable que llevaría a cualquier organización a disolverse”.[70]

Ahora apreciamos cómo aseveramos nuestro criterio sobre la relación de las mayorías y minorías. Uno de los tres principios guías que el MOIR sistematizaba para la nueva central era casualmente el de la “democracia sindical”. Los siguientes párrafos fueron publicados antes del encuentro Nacional Obrero del 12 de octubre de 1973.

“Funcionar conforme a la ‘democracia sindical’` significa ceñirse al sistema del centralismo democrático. Éste es el sistema organizativo que garantiza la dirección colectiva y excluye las prácticas burocráticas por las cuales una o dos personas, o un grupo de personas, toma resoluciones a espaldas de las mayorías y decide la suerte de éstas de manera arbitraria. El centralismo democrático es una forma organizada y disciplinada de funcionamiento que exige obediencia a la dirección constituida democráticamente. Los organismos directivos se eligen mediante votaciones en las que intervienen directa o indirectamente todos los asociados; y en los asuntos de interés general se tolera la libre discusión y se tiene en cuenta la opinión de las bases. La nueva central deberá funcionar conforme a este sistema del centralismo democrático, cuyos fundamentos son: 1) la minoría se somete a la voluntad de la mayoría; 2) el socio a la organización; 3) los organismos inferiores a los superiores, y 4) toda la central a su dirección nacional.

“Un buen comienzo es facilitar la participación democrática de la totalidad de fuerzas que sinceramente desean contribuir a la feliz culminación de la central unitaria; y reconocer los esfuerzos y el aporte decisivo de la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia a este proceso. La verdad sea dicha. Sin el contingente de la CSTC, espina dorsal del movimiento sindical independiente, la consigna de la construcción de la nueva agremiación hoy sería un poco menos que imposible. La composición de la dirección de la nieva confederación de ningún modo puede ser igualitaria, debe reflejar al contrario el desarrollo objetivo de las diferentes fuerzas que la integran, única forma de aplicar la ‘democracia sindical’. Dentro de la confederación no seguiremos con el método de la ‘unanimidad’, utilizado en la primera fase que ha requerido de conclusiones aprobadas por todos, a causa de la necesidad de que las diversas fuerzas, sin excepción, compartan voluntariamente el derrotero de principios acordado. Este método de la ‘unanimidad’ lo empleamos fundamentalmente en las alianzas, en las acciones unitarias, en los frentes, cuando no se pacta otra cosa. Pero en la central unitaria, como en cualquier sindicato, la designación de la dirección y el resto de definiciones habrán de adaptarse por la simple mayoría, y las fuerzas minorías se someterán disciplinariamente.

“Las fuerzas integrantes de la nueva agrupación deben empeñarse por instaurar un ambiente de fraternidad, buscar y promover el acercamiento a todo nivel entre los trabajadores que impidan hacer carrera al sectarismo, e imbuirlos del espíritu del estudio y la discusión abierta y franca de los problemas concretos para prevenir el dogmatismo. La nueva central planificará la educación de sus afiliados; estimulará antes que entorpecer la crítica de los errores por parte de la base, y la autocrítica, y así creará las condiciones que aseguren corregir los desaciertos y subsanar las falla. En fin, en la nueva central ha de prevalecer una situación revolucionaria tal que los trabajadores puedan plantear y abocar los asuntos por difíciles, delicados y complejos que parezcan, sin que ello ponga en peligro su unidad y su cohesión.

“Que la central obrera independiente se rija por la ‘democracia sindical’ y ser un aprendizaje ideológico y político de la clase obrera colombiana en el cambio de su emancipación”.[71]

El MOIR no pretendió jamás que en la central unitaria las minorías mantuvieran “su independencia”. Sin cortapisas de ninguna especie señalamos que éstas debían someterse disciplinadamente a las mayorías. Que sus relaciones se regulaban por los principios del centralismo democrático. Distinguíamos eso sí entre los dos períodos anterior y posterior al congreso unitario. Para el primero demandábamos que la política de unidad sindical fuese aceptada sin excepción por todas las fuerzas comprometidas, como en realidad sucedió. En los encuentros obreros regionales y en el Gran Encuentro Nacional se aprobaron por unanimidad los principios rectores que gobernarían la vida de la nueva agremiación. Ya que se trataba de una unidad de fuerzas distintas y no de la simple adhesión incondicionada a la CSTC, como ustedes torcidamente lo procuraron sostener una vez cumplido el proceso de la afiliación masiva de más de 150.000 trabajadores a la Confederación. Debido a ello y envanecidos porque el gobierno había concedido la personería jurídica a la CSTC, se echó por la calle del medio, postergándose el congreso del 6 de diciembre, desconociéndose el comité preparatorio, entorpeciéndose la concurrencia de compañeros dirigentes sindicales y montándose una campaña de descrédito del MOIR, todo lo cual con la utilización burocrática del control de los organismos centrales de la Confederación. Había quedado roto el clima mínimo de democracia y fraternidad que garantizara que el congreso de marzo sí fuera realmente un congreso de unidad. La iracundia del Partido Comunista por las desafiliaciones posteriores no se justifica. Ustedes no pueden disfrutar de lo mejor de dos mundos antagónicos. Gozar de los frutos de la unidad sindical y al mismo tiempo pisotear los acuerdos y los procedimientos democráticos.

Tan absolutamente veraz será la acusación del quebrantamiento de los compromisos contraídos por parte del Partido Comunista, que cuando nosotros exigimos la aplicación de los acuerdos de unidad sindical, ustedes exclamaron: ¿Cuáles acuerdos? Textualmente dijeron: “Los supuestos ‘compromisos’ a que habrían llegado los comunistas con ellos en relación con el Congreso de la CSTC. (…) Para excusar su fuga del Congreso de la CSTC el MOIR habla de presuntos ‘acuerdos’ entre él y el PC. Esos acuerdos no existen sino en su calenturienta imaginación. (…) No hubo ni podía haber ‘convenio previo’. El PC no confunde los términos del movimiento sindical con el movimiento político”.[72]

De una plumada el Partido Comunista se desembaraza de su responsabilidad en el proceso sindical unitario de tres años, que él mismo echó a andar al proponer en 1972 “el estudio de un nuevo reagrupamiento de todas las fuerzas sindicales que no se hallan vinculadas a ninguna de las centrales sindicales que culmine en un congreso del cual nazca, si es el caso, una nueva central de trabajadores, que aglutine el mayor número de sindicatos y federaciones”.

¿Nada tuvo que ver el Partido Comunista con el centenar de encuentros sindicales de 1972 y 1973, ni con sus conclusiones? ¿No fueron el Encuentro Nacional Obrero del 12 de octubre y la citación del frustrado congreso unitario del 6 de diciembre producto de claros y perentorios acuerdos? Cuando por interferencias ajenas a la voluntad del MOIR se demoraba la afiliación a la CSTC de determinados sectores sindicales, ¿ustedes no nos hacían en reuniones bilaterales los correspondientes reclamos en nombre de los acuerdos unitarios? ¿Qué objeto tiene entonces parapetarse en la expresión de que “el PC no confunde los términos del movimiento sindical con el movimiento político”? ¿Eludir las obligaciones políticas que sus aparatos sindicales adquieren a la vista de todos? Pero como el pez muere por si boca, permítasenos que sea el Partido Comunista quien se desmienta a sí mismo.

En el informe al pleno del Comité Central de la primera mitad de 1973, ustedes reconocen:

“El reagrupamiento de importantes sectores sindicales es cualitativamente mejor a las etapas anteriores de la unidad de acción. Se trata de un proceso con un definido contenido político y de clase. Ahora la unidad de acción, sin rebajar ni menospreciar los aspectos económicos y reivindicativos, tiene lugar sobre la identidad de una plataforma mínima, de contenido antiimperialista y antioligárquico. En el nuevo proceso, por otra parte, se fija como objetivo el reagrupamiento orgánico de los distintos sectores que participan en él”.[73]

Y en el informe al pleno de la segunda mitad de dicho año:

“La reciente realización del Encuentro Nacional Sindical, que es el resultado de la tenacidad y el esfuerzo de miles de militantes comunistas, independientes, del MOIR y de otras corrientes políticas puede considerarse el éxito más importante de la política de unidad sindical que venimos preconizando y practicando desde hace años.

“Este encuentro, que convocó a un Congreso Nacional Obrero para fines del año entrante, con vistas a integrar una central sindical de mayores proporciones que la actual CSTC, demostró plenamente que a pesar de ciertas dificultades, de diferencias de enfoque sobre una serie de cuestiones del movimiento sindical, es posible acordarse para avanzar seria y audazmente en la unificación de los sectores independientes y de clase del movimiento obrero. (…)

“Todo lo que sea avance en la unidad del movimiento obrero tiene profundas resonancias en las tendencias unitarias del pueblo. A su vez los acuerdos políticos facilitan los sindicales”.[74]

Estas dos citas de los plenos que ustedes efectuaron en 1973 despejan cualquier duda en cuento a la existencia de los acuerdos en torno a la política de unidad sindical que tanto el Partido Comunista como el MOIR prometieron respetar y aplicar. No sólo queda claro que sí se realizaron tales compromisos, sino que: 1) “son cualitativamente mejores a las etapas anteriores de la unidad de acción”, 2) tienen un “definido contenido político y de clase”. 3) se dan sobre “la identidad en una plataforma mínima, de contenido antiimperialista y antioligárquico”; 4) buscan “el reagrupamiento orgánico de los distintos sectores que participan en él”; 5) concluyeron en el “Encuentro Nacional Sindical, que es el resultado de la tenacidad y el esfuerzo de miles de militantes comunistas, independientes, del MOIR y de otras corrientes políticas”; 6) satisficieron la necesidad de convocar un “Congreso Nacional Obrero para finales del año entrante (el congreso del 6 de diciembre que ustedes postergaron unilateralmente), con vistas a integrar un central sindical de mayores proporciones que la actual CSTC”; 7) demostraron que “a pesar de ciertas dificultades, de diferencias de enfoque sobre una serie de cuestiones del movimiento sindical, es posible ACORDARSE para avanzar seria audazmente en la unificación de los sectores independientes y de clase del movimiento obrero”, y 8) ayudaron a comprender que “los acuerdos políticos facilitan los sindicales”.

Cualquier otro comentario sería redundancia. Nos resta únicamente decirles a ustedes que, si a pesar de todo, queremos recuperar el terreno perdido en la lucha por la unidad sindical, no queda más disyuntiva que la de retrotraernos a las conclusiones de los encuentros regionales de 1972 y 1973 y del Encuentro Nacional Obrero del 12 de octubre de 1973. Una experiencia de favorable repercusión deja el último tramo del proceso de unidad sindical para los auténticos revolucionarios; la de que, una vez acordadas las cuestiones programáticas y de contenido, la forma de llevarlas a la práctica, es decir, el escrupulosos acatamiento de los métodos democráticos, es lo principal.

Los procedimientos burocráticos y antidemocráticos son los más solapados adversarios de la unidad revolucionaria. Éste es un principio universal. El proletariado colombiano sabrá acoger íntegramente esta enseñanza y la hará valer, como rescatara la política general de los encuentros obreros de 1972 y 1973. Las masas asalariadas proseguirán en la senda abierta por el proceso unitario de tres años. Sus conclusiones ya forman parte sustancial del arsenal ideológico y político de nuestra revolución.