EL FRENTE ÚNICO: ESTRATEGIA CENTRAL DE LA REVOLUCIÓN

Colombia es una república neocolonial y semifeudal bajo la dominación del imperialismo norteamericano. De esta situación exclusivamente sale favorecida una minoría antinacional de grandes burgueses y grandes terratenientes que se enriquecen facilitando la expoliación imperialista sobre las masas trabajadoras de la ciudad y el campo, manteniendo viejos y aberrantes privilegios y usufructuando del Poder del Estado para hacer enormes negociados, concusiones e ilícitos de toda laya. La inmensa mayoría de la nación se encuentra explotada, arruinada y privada de la libertad y demás derechos democráticos. En nuestro país las fuerzas productivas sufren en lo sustancial la atrofia del estancamiento y la economía soporta las consecuencias de una crisis permanente. El pueblo colombiano no sólo carece de pan, vivienda, salud, trabajo, vestido y del resto de medios materiales e indispensables para llevar una existencia decorosa, sino que su vida espiritual se halla al margen de la educación y sumida en la ignorancia y el analfabetismo. Esta miserable condición de las masas populares que se transmite de padres a hijos y de hijos a nietos no tendrá cuándo remediarse dentro del actual sistema de opresión externa e interna. Las gentes han visto pasar por la conducción del Estado, como en una pesadilla interminable, gobiernos militares y civiles, “estadistas” liberales y conservadores, economistas y abogados, herejes y camanduleros, letrados y doctores en honoris causa y han escuchado la letanía de promesas incumplidas que cada dos o cuatro años los dirigentes políticos de las clases dominantes renuevan a cambio de sus votos. Sin embargo, el pueblo contempla cómo su suerte va de mal en peor, hasta llegar a extremos intolerables. Y en efecto, las masas colombianas únicamente saldrán de su postración el día en que liberen el país de la sojuzgación imperialista y destruyan el Poder antinacional y despótico de la gran burguesía y de los grandes terratenientes. Hasta cuando esto no sea posible, cualquier “reforma social” emprendida por los opresores será un grillete que caerá sobre los oprimidos.

En Colombia ha habido personas que sostienen la tesis de que el pueblo no podrá jamás prescindir de las partidos Liberal y Conservador y que su destino es colaborar con los mandatarios de turno en los programas por desarrollar la producción, abrir fuentes de empleo y construir escuelas. Que Colombia no tiene la fuerza suficiente para derrotar a una potencia tan poderosa como los Estados Unidos. Esta tesis derrotista lo que persigue es que el país continúe aherrojado bajo el neocolonialismo y el semifeudalismo y el pueblo colombiano siga siendo eternamente un pueblo sometido e infeliz. Pero ni siquiera la producción capitalista nacional podrá desarrollarse, ni aumentará el empleo, ni las masas populares gozarán de una cultura propia y avanzada, mientras no desaparezcan los impedimentos que hacen que tales conquistas no sean una realidad: la dominación del imperialismo norteamericano sobre nuestra patria y el régimen oligárquico burgués-terrateniente. Dentro del actual sistema sólo prosperará la economía de los grandes monopolios extranjeros, en perjuicio de la economía del pueblo y la nación colombiana.

Ciertamente el poderío de nuestros enemigos es considerable. Pero infinitamente más poderosas son las fuerzas que subyacen en el seno del pueblo. Contra los opresores imperialistas y los lacayos criollos conspira y lucha más del 90 por ciento de la población colombiana. En primer término, la clase obrera, motor de la industria moderna; el campesinado, responsable de la producción agropecuaria, base de la economía nacional; los pequeños productores y comerciantes creadores de una inmensurable gama de bienes y servicios indispensables; los intelectuales y estudiantes, poseedores de cierto grado de conocimientos avanzados y técnicos insustituibles en el trabajo de la ciudad y el campo, y, en fin, hasta la burguesía media, el sector progresista de la burguesía colombiana, tiene contradicciones irreconciliables con el imperialismo, que la hacen susceptible de apoyar en determinadas condiciones la lucha por la liberación nacional y la revolución. Si todas estas fuerzas se levantan unificadamente en formación de combate no habrá sobre la tierra poder capaz de impedir su victoria. Si todas estas clases, capas y sectores antiimperialistas se organizan en un gigantesco frente único revolucionario, realizarán prodigios. Un frente de esa magnitud podrá crear y sostener un invencible ejército revolucionario que aplaste al ejército títere y con él a todo el viejo aparato estatal neocolonial y despótico y, después del triunfo, podrá constituir una república popular y democrática, soberana e independiente, próspera y respetable. La línea estratégica central de la revolución colombiana es, por consiguiente, la conformación del frente antimperialista que cumplirá tan grandiosas tares de nuestra historia como nación, comparables sólo con la gesta emancipadora que nos liberó del yugo colonial español hace siglo y medio. Con lo dura y valerosa que fue aquella lucha y con los progresos que trajo aparejados la fundación de la República de Colombia, las jornadas heroicas que la época ha puesto al orden del día son cien veces más difíciles y más gloriosas. La revolución actual será más ardua y prolongada y sus beneficios superiores. Como producto de la victoria en nuestro suelo sobre la dominación del capital imperialista, el pueblo colombiano creará una república no de déspotas y tiranos como la anterior, sino de gentes sencillas y trabajadoras que abrirán el camino para borrar de la faz de Colombia la explotación del hombre por el hombre. Esta revolución pertenece a la era radiante de la revolución socialista mundial, inaugurada por la Revolución Socialista de Octubre de 1917.

Sin embargo, nuestra revolución en su primera etapa no será socialista, sino democrático-burguesa. Sus objetivos estratégicos corresponden a los de la liberación nacional y la eliminación del régimen de explotación de la gran burguesía y de los grandes terratenientes. No se propondrá inicialmente suprimir la economía privada de los campesinos ni la producción capitalista provechosa para el desarrollo del país. Se estatizarán los grandes monopolios que explotan y oprimen a las masas populares, los cuales serán arrebatados a los capitalistas internacionales y a la burguesía colombiana vendepatria. Igualmente se confiscarán las propiedades de los grandes terratenientes y se repartirán entre los campesinos que posean poca tierra o que no tengan tierra en absoluto para trabajar. No obstante, la revolución estará dirigida por el proletariado, la clase más revolucionaria, consciente y avanzada. Aunque las capas medias y bajas de la burguesía colombiana pueden, según las circunstancias, apoyar la lucha revolucionaria de las grandes mayorías nacionales, no lograrán nunca desempeñar un papel de dirección debido a su enorme debilidad y sus vacilaciones. Y por último, la nueva dictadura que sustituirá a la dictadura omnímoda de la alianza burgués-terrateniente, no será exclusivamente del proletariado, sino de las clases revolucionarias coligadas en el frente único de toda la nación. Esta dictadura popular constituirá la forma de gobierno más democrática que jamás haya prevalecido en Colombia y estará bajo la dirección de la clase obrera.

Hemos expuesto en sus lineamientos esenciales nuestra concepción acerca de las transformaciones principales que requiere Colombia en la actual situación: una revolución nacional y democrática, realizada por todas las clases antiimperialistas, con la dirección de la clase obrera , para un país neocolonial y semifeudal y en la era socialista mundial. Acaso nos falte agregar que dicha revolución culminará necesariamente, en una segunda etapa, en la revolución socialista.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, se comprende por qué el MOIR le atribuye al objetivo de la construcción de un frente único revolucionario en Colombia la primerísima importancia, como estrategia fundamental de la lucha de la clase obrera y de su partido, en la hora presente. El proletariado no podrá liberar el país, ni desarrollar la producción, ni desbrozar el camino hacia el socialismo, si no alcanza la unidad nacional de todas las clases y fuerzas antiimperialistas. Contra esta concepción se levantan el oportunismo de derecha que le niega a la clase obrera su función dirigente y el oportunismo de “izquierda” que sostiene que ésta no debe perder tiempo con una revolución democrática, sino pasar directamente al socialismo. Ambas posiciones, profundamente reaccionarias, coinciden en torpedear la misión histórica del proletariado. La primera en forma directa y desembozada, la segunda de manera velada e ingenua. La clase obrera colombiana lucha por el socialismo, pero tanto más temprano llegará a él cuanto más pronto corone las montañas de la liberación nacional y de la democracia.

Es necesario que la clase obrera colombiana y su partido proclamen su papel de dirección pero no es suficiente. No van a dirigir la revolución simplemente porque digan: “¡Reconózcanos, somos el estado mayor!”. Para que el resto de las clases antiimperialistas depositen su confianza en la vanguardia proletaria y la reconozcan como tal, ésta, ante todo, debe tener muy en cuenta aquellas reivindicaciones primordiales de las fuerzas aliadas que no lesionan la unificación popular y por el contrario la cimientan. Mediante la defensa de un programa revolucionario común el proletariado unifica junto a él al campesinado, a la pequeña burguesía urbana y a las demás capas y sectores revolucionarios, a la vez que aísla y cerca en el territorio nacional a las fuerzas del imperialismo norteamericano y del puñado de vendepatrias que lo acolitan vergonzosamente. Entre las demandas y peticiones revolucionarias del programa de unificación popular, el proletariado les dará especial preferencia a las de los campesinos, fuerza principal y determinante en la liberación y construcción de una nueva Colombia. Sólo la clase obrera y su partido proclaman y luchan consecuentemente hasta ver realizados todos y cada uno de los puntos de dicho programa. Además de los opresores tradicionales del pueblo colombiano, las tendencias políticas del oportunismo de derecha y de “izquierda” combaten en forma recalcitrante el programa común antimperialista. Éste ha sido el comportamiento de los círculos más reaccionarios del liberalismo y del conservatismo, por una parte, y de los grupúsculos trotskistas propugnadores del “socialismo pequeño burgués”, por la otra. Es de esperar que tales tendencias se mantengan en lo fundamental inalteradas durante todo el curso de la revolución.

Para llevar a la práctica la unificación popular y realizar acertadamente las grandes tareas revolucionarias no basta tampoco con agitar el programa común, sino que el proletariado debe darle una forma organizativa a la alianza de todas las fuerzas antiimperialistas, y ésta no puede ser otra que la constitución de un frente que aglutine a más del 90 por ciento de la población colombiana. El frente único antimperialista será la forma concreta y orgánica que adoptará la dirección compartida de todas las clases y partidos revolucionarios en Colombia. A través de esa dirección compartida es como el partido obrero ejercerá idealmente su labor dirigente de la revolución. Pero para que todas las clases y partidos revolucionarios acepten voluntariamente una dirección compartida y única es condición indispensable garantizar en dicha dirección la participación democrática de todas las fuerzas antiimperialistas. Siendo el frente único la forma ideal de dirección revolucionaria en las actuales circunstancias del desarrollo histórico de nuestro país, el proletariado y su partido defienden como ninguno el estricto y escrupuloso cumplimiento de los principios democráticos que lo rigen. La cooperación y unificación del pueblo colombiano en un poderoso frente de combate que derrote al imperialismo y construya una república nueva, sólo podrá erigirse con base en el respeto a la democracia. Los primeros divisionistas son, por lo tanto, quienes violan la democracia revolucionaria, y los más grandes hipócritas divisionistas son los que de palabra respaldan la unidad del pueblo y de hecho pisotean los procedimientos democráticos. El MOIR espera poder ponerse de acuerdo con el Partido Comunista y el resto de fuerzas aliadas no únicamente en esto, sino en las otras cuestiones básicas para la creación del frente único nacional y democrático.