Condición indispensable para su cimera causa será conservar el rumbo de oposición a las políticas que hoy desde el Estado impone Uribe Vélez y, a fundamento del proceso de lucha consecuente que en ese sentido libre, cimentar su unidad. El carácter complejo de ambos propósitos radica en que, debido a las diferentes concepciones ideológicas, políticas y organizativas –peculiares de las abigarradas fuerzas que confluyeron en la creación del nuevo partido–, surgen contradicciones cuya solución sólo puede lograrse a través de un permanente proceso de debates internos, algunos de ellos procelosos.
Acordados ya el programático Ideario de Unidad y los estatutos, las discusiones se centran en torno a la fiel aplicación del uno y el esmerado cumplimiento de los otros. Se trata pues de la táctica, alma de la política. Y es sobre ella que se precisa un alto grado de identidad. El reto es grande: unidad respecto a posiciones y enfoques políticos, unidad en cuanto a la programación y concreción de las tareas, y unidad en el acatamiento a las decisiones de los organismos de dirección en sus diversos niveles.
La posición radical, como atributo de la izquierda, no se refiere en absoluto al desaforado desprecio de la realidad política y social que conduce a la adopción de criterios irracionales o actitudes fanáticas, ni tampoco a desmadres contrapuestos a los mayores grados de civilización social, alcanzados precisamente como fruto de las luchas que en su correspondiente momento histórico libraron las clases de avanzada, estampando así su impronta ética.
Su real significado atañe a que los implacables y prolongados males deben extirparse de raíz, a fin de que puedan producirse las transformaciones económicas y políticas que la sociedad requiere. Atañe a refutar que los indispensables cambios puedan surgir de aplicarle paños de agua tibia a la aberrante situación o ser producto de deleznables reformas al régimen de desigualdad y opresión que impera en la nación. Una posición radical es la que sostiene que no es coherente con la izquierda, cualesquiera sean los subterfugios teóricos a los que se recurra, proponerles a “los condenados de la tierra” en Colombia que la política que los liberará se limite a enmiendas menores y críticas blandas a las políticas que, hasta desembocar en la uribista, por décadas y décadas los han agobiado.
Es notorio que el sambenito de radicales que maliciosamente se les cuelga tanto al carácter político de distintos dirigentes del POLO como a la posición que han asumido, se utiliza como descrédito para proponer que se desechen ambos y se proceda a imprimirle un sello de “centro” al Partido. A la par con la evidente invitación a dividirlo que envuelve tal designio, se revela la pretensión de desviarlo del rumbo que democráticamente se señaló en sus documentos constitutivos.
Ante los consejos y consejas de algunos comentaristas políticos que en la prensa y demás medios de comunicación se toman libertades para inmiscuirse en el destino y los aspectos internos del POLO, expresamos hace un tiempo en estas páginas editoriales: “Las organizaciones y dirigentes que desde una expresa posición de izquierda tienen ascendiente entre abigarrados estamentos de la población, no necesitan desplazarse de su avanzada postura política para acrecentar su influencia…
Por el contrario, arraigados en la izquierda es como esa labor puede ser más amplia y eficaz. No existe pues razón alguna para, por ejemplo, desplazarse hacia el centro, ya que esto implicaría un tránsito hacia el extremo contrario, en este caso hacia la derecha”.
(…) Aquí lo por tomar en cuenta es que específicamente de derecha, no obstante sus enmascaramientos, han sido las políticas impuestas por las clases dominantes que vienen precipitando la nación a una prolongada crisis, cual si se tratara del ejercicio ya centenario de un delito político continuado. Y de derecha, de la más pura cepa, es la naturaleza del gobierno que bajo Uribe hoy la lleva a caóticos extremos.
Entonces no se justificaría permanecer sordos ante las sutiles armonías que se presentan entre los cantos de sirena de los mencionados comentadores que inducen a inclinarse hacia el “centro” y el “ni izquierda, ni derecha, democracia” que vocea Uribe en un esfuerzo por sacudirse esa justa definición. Y sería sumirse en una tosca incoherencia política si, aun aceptando ambos términos, se dieran pasos alternativos a uno y otro lado, cual hacía el personaje de Charles Chaplin al caminar a lo largo de una línea fronteriza.
(…) Para desarrollar el lema de construir democracia es indispensable concentrar la lucha contra la antidemocracia que desde el Poder y en todos los órdenes de la vida nacional expande Uribe. En esencia, la lucha por la nueva democracia se desarrolla contra el régimen en cabeza de Uribe hoy, y en cualquiera de sus sustitutos políticos e ideológicos, mañana.
(…) Como se trasluce de las anteriores consideraciones, el debate de la izquierda que representa el POLO sobre su orientación y conducta, al igual que el referente a la derecha y la democracia, está regido por la lucha contra el gobierno de Uribe y sus políticas, estipulada en su Ideario. Sin duda sus discusiones internas al respecto, bajo la consecuente guía de su presidente, Carlos Gaviria, tendrán como resultado que no caiga la sombra entre la idea y la realidad, entre la propuesta y la acción, a la que alude el poema de T. S. Eliot.”
(Valencia Henao, Héctor. “El debate de la izquierda es contra la política de Uribe”. Editorial Tribuna Roja Nº 105. Bogotá, octubre 8 de 2007.)
***
Por lo demás, es un hecho objetivo que en toda organización social, y en especial en las políticas, existan tendencias. Y si estas conllevan formas de organización, por exiguas que sean, es vano y forzado intentar suprimirlas decretando su disolución. La mejor opción es sumar sus actividades a los estipulados propósitos comunes del PDA, con miras a garantizar su compactación. Intermitentemente y sin éxito, a lo largo de las últimas décadas, prácticamente todas las distintas organizaciones que integran el PDA se han propuesto la unificación de las fuerzas de izquierda. Ahora que se logró crearle una base firme a tal anhelo, es indudable que dicha opción consecuente conduce a acrisolarla.
(…) En primera instancia, el PDA, que predica la instauración de una nueva y verdadera democracia en Colombia, debe crearse un ejemplar y gratificanteambiente democrático interno, que permita al conjunto de sus miembros desplegar su iniciativa y capacidad en el cumplimiento de sus actividades políticas; un ambiente que posibilite la captación hacia sus huestes de miles y miles de colombianos de bien, que soportan ora la pesadilla del despojo y la super explotación que los sume en la pobreza y miseria, ora la siega de su espíritu industrioso, ora el marchitamiento de todo empeño empresarial nativo.
(Valencia Henao, Héctor. “Sin sectarismos ni ambigüedades, el congreso del PDA emprenderá la salvación nacional”. Editorial Tribuna Roja Nº 104. Bogotá, noviembre 20 de 2006.)
***
Lo que los principales voceros del anunciado proyecto político diferente expresan sin mayores especificaciones, y situándose en lo que alguien llamó el «extremo centro», es un culto a la moderación. Abogan porque propuestas y mensajes moderados presidan la actividad de una izquierda moderada. Ante semejante talante, por ahora basta decir que por definición el adjetivo moderado se le aplica en general a los partidos y personas de ideología conservadora.
No hay registro histórico de un moderado que haya liderado algún avance social o que desde una posición moderada se haya aportado algo de importancia a la civilización. Y en cuanto a la lucha de clases del «marxismo gastado», es bueno aclarar que la lucha de clases no es una creación de la izquierda; la reconoce, la acepta y la libra, pero no la crea. La lucha de clases es una realidad objetiva que baña todo conjunto social. No hay período histórico de la vida en sociedad que pueda escapar a ella. Otra cosa es saber en qué interés y con cuáles métodos se libra en cada etapa o período. En esto parece que la reacción oligárquica y el imperialismo saben más que los adictos a la moderación conciliadora: la libran a diario de manera constante y abierta contra las clases populares.
Sin duda alguna, en los episodios mencionados y en las opiniones que en torno a ellos se emitieron se revela la existencia de dos tendencias: una, la de izquierda, cuyos fundamentos están contenidos en el Ideario de Unidad al que hace referencia el acápite inicial de este editorial, y otra opuesta que se autodefine como de centro.
Entrañan ellas contradicciones llamadas a dirimirse con las reglas del juego democráticas prevalecientes en el escenario de unidad que ha constituido el PDA, lo que por lo demás le imprimirá a éste una necesaria y vigorosa dinámica.
Arraigado por naturaleza en la izquierda, el MOIR, sin miopía que le impida apreciar la gran perspectiva, ni deslumbramiento que lo inhiba para avizorar las dificultades a superar, entrará sin prevenciones ni ambigüedades en esa liza. Allí sostendrá sus posiciones de principios con miras tanto a la indispensable resolución correcta de las diferencias como a la preservación de la gran identidad alcanzada con el resto de organizaciones.”
(Valencia Henao, Héctor. “La izquierda prevalecerá”. Tribuna Roja Nº 102, febrero 24 de 2006.)
Contra el neoliberalismo
La política de globalización la aplica los Estados Unidos valiéndose de tres instrumentos principales: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y la presenta como si correspondiera a un desarrollo objetivo, políticamente neutral, para enmascarar su utilitarismo imperialista.
Sin embargo esta presentación del problema, con la que se solazaron los neoliberales durante un tiempo, ha venido siendo desnudada y rebatida por los pueblos. Las consecuencias políticas y sociales de esa globalización han generado resistencias cada vez mayores. Incipientes, algunas de ellas pueden parecer menores, empero son las semillas de los extraordinarios enfrentamientos que se desencadenarán en el mundo. Al acrecentar la desigualdad en todos los confines del planeta y arrojar a miles de millones de personas a situaciones de pobreza y miseria cada vez más insoportables, esta política genera sus formidables sepultureros… En su conjunto, esas rebeliones conforman hoy el aspecto principal de la contradicción con el imperialismo.
(…) Aunque durante más de diez años se ha venido exponiendo nacional e internacionalmente el carácter irreversible de la globalización, ésta no ha cesado de engendrar sus propias contradicciones. Cada una de las crisis que la acompañan, como fue el caso de la asiática, la de México, la de Rusia, han presentado el riesgo de hacer metástasis, no solamente hacia los países vecinos sino hacia países y regiones alejados. Esta característica estará indudablemente presente en todas las crisis –éstas sí irreversibles pues son inherentes al capitalismo imperialista– que se presentarán en el futuro.
De todas las crisis que se han vivido, la que puede producirse en Estados Unidos como fruto de la recesión sería, de hecho, la de mayor impacto pernicioso en todo el mundo. Un desbarajuste en el centro de la dominación afectaría a todo el mundo.
(Valencia, Héctor. Informe del Comité Ejecutivo Central, CEC,en la Conferencia Nacional del MOIR, Suesca, Cundinamarca, 2001.)