HAROLD PINTER: ARTE, VERDAD Y POLÍTICA

Apartes, en una especie de collage, del discurso del dramaturgo británico Harold Pinter al aceptar el pasado 7 de diciembre el Premio Nobel de Literatura 2005).

En 1958, escribí lo siguiente:

«No hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente cierta o falsa; puede ser al mismo tiempo verdad y mentira.»

Creo que estas afirmaciones aún tienen sentido, y aún se aplican a la exploración de la realidad a través del arte. Así que, como escritor, las mantengo, pero como ciudadano no puedo; como ciudadano he de preguntar: ¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira?

Pero, como he dicho, la búsqueda de la verdad no se puede detener nunca. No puede aplazarse, no puede retrasarse. Hay que hacerle frente, ahí mismo, en el acto.

Como todo el mundo aquí sabe, la justificación de la invasión de Irak era que Sadam Hussein tenía en su posesión un peligrosísimo arsenal de armas de destrucción masiva, algunas de las cuales podían ser lanzadas en 45 minutos, capaces de provocar una espeluznante destrucción. Nos aseguraron que eso era cierto. No era cierto. Nos contaron que Irak mantenía una relación con Al Quaeda y que era en parte responsable de la atrocidad que ocurrió en Nueva York el 11 de Septiembre de 2001. Nos aseguraron que esto era cierto. No era cierto. Nos contaron que Irak era una amenaza para la seguridad del mundo. Nos aseguraron que era cierto. No era cierto.

Los crímenes de Estados Unidos han sido sistemáticos, constantes, inmorales, despiadados, pero muy pocas personas han hablado de ellos. Esto es algo que hay que reconocerle a Estados Unidos. Ha ejercido su poder a través del mundo sin apenas dejarse llevar por las emociones mientras pretendía ser una fuerza al servicio del bien universal. Ha sido un brillante ejercicio de hipnosis, incluso ingenioso, y ha tenido un gran éxito.

Os digo que Estados Unidos son sin duda el mayor espectáculo ambulante. Pueden ser brutales, indiferentes, desdeñosos y bárbaros, pero también son muy inteligentes. Como vendedores no tienen rival, y la mercancía que mejor venden es el amor propio.

El lenguaje se usa hoy en día para mantener controlado al pensamiento. Las palabras «el pueblo americano» producen un cojín de tranquilidad verdaderamente sensual. No necesitas pensar. Simplemente échate sobre el cojín. El cojín puede estar sofocando tu inteligencia y tu capacidad crítica pero es muy cómodo. Esto no funciona, por supuesto, para los 40 millones de personas que viven bajo la línea de pobreza y los dos millones de hombres y mujeres prisioneras en los vastos gulags de las cárceles, que se extienden a lo largo de todo Estados Unidos.

Estados Unidos ya no se preocupa por los conflictos de baja intensidad. No ve ningún interés en ser reticente o disimulado. Pone sus cartas sobre la mesa sin miedo ni favor. Sencillamente le importan un bledo las Naciones Unidas, la legalidad internacional o el desacuerdo crítico, que juzga impotente e irrelevante. Tiene su propio perrito faldero acurrucado detrás de ellos, la patética y supina Gran Bretaña.

La invasión de Irak ha sido un acto de bandidos, un evidente acto de terrorismo de estado, demostrando un desprecio absoluto por el concepto de leyes internacionales. La invasión fue una acción militar arbitraria basada en una serie de mentiras sobre mentiras y burda manipulación de los medios y, por consiguiente, del publico; un acto con la intención de consolidar el control económico y militar de Estados Unidos sobre el Mediano Oriente, camuflado –como ultimo recurso, todas las otras justificaciones han caído por ellas mismas– como una liberación. Una formidable afirmación de la fuerza militar responsable de la muerte y mutilación de cientos y cientos de personas inocentes.

Hemos traído tortura, bombas de racimo, uranio empobrecido, innumerables actos de muerte aleatoria, miseria, degradación y muerte para el pueblo iraquí y lo llamamos «llevar la libertad y la democracia al Medio Oriente».

Al menos 100 000 iraquíes murieron por las bombas y misiles estadounidenses antes de que la insurgencia iraquí empezase. Estas personas no existen ahora. Sus muertes no existen. Son espacios en blanco. Ni siquiera han sido registrados como muertos. «No hacemos recuento de cuerpos», dijo el general estadounidense Tommy Franks.

Los dos mil estadounidenses muertos son una vergüenza. Son transportados a sus tumbas en la oscuridad. Los funerales son discretos, fuera de peligro. Los mutilados se pudren en sus camas, algunos para el resto de sus vidas. De tal modo que tanto los muertos como los mutilados se pudren, en diferentes tipos de tumbas.

He dicho antes que Estados Unidos está ahora siendo totalmente franco poniendo las cartas sobre la mesa. Éste es el caso. Su política oficial es hoy en día definida como «Dominio sobre todo el espectro». Ése no es mi término, es el suyo. «Dominio sobre todo el espectro» quiere decir control de la tierra, mar, aire y espacio y todos sus recursos.

Estados Unidos ahora ocupa 702 bases militares a lo largo del mundo en 132 países, con la honorable excepción de Suiza, por supuesto. No sabemos muy bien como ha llegado a estar allí, pero de hecho está allí.

Muchos miles, si no millones, de personas en Estados Unidos están demostrablemente asqueados, avergonzados y enfadados por las acciones de su gobierno, pero, tal y como están las cosas, no son una fuerza política coherente, todavía. Pero la ansiedad, la incertidumbre y el miedo que podemos ver crecer cada día en Estados Unidos no es probable que disminuya.

La vida de un escritor es extremadamente vulnerable, casi una actividad expuesta. No tenemos que llorar por ello. El escritor hace su elección y queda atrapado en ella. Pero es cierto que estás abierto a todos los vientos, alguno de ellos en verdad helados. Estás solo, por tu cuenta. No encuentras refugio, ni protección –a menos que mientas– en cuyo caso, por supuesto, te habrás construido tu propia protección y, podría decirse, te habrás vuelto un político.

Cuando miramos un espejo pensamos que la imagen que nos ofrece es exacta. Pero si te mueves un milímetro la imagen cambia. Ahora mismo, nosotros estamos mirando a un círculo de reflejos sin fin. Pero a veces el escritor tiene que destrozar el espejo, porque es en el otro lado del espejo donde la verdad nos mira a nosotros.

Creo que, a pesar de las enormes dificultades que existen, una firme determinación, inquebrantable, sin vuelta atrás, como ciudadanos, para definir la auténtica verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades es una necesidad crucial que nos afecta a todos. Es, de hecho, una obligación.

Si una determinación como ésta no forma parte de nuestra visión política, no tenemos esperanza de restituir lo que casi se nos ha perdido: la dignidad como personas.