Por la redacción de TRIBUNA ROJA
Líder de las protestas cafeteras, las marchas campesinas y los paros agrarios, dirigente político y gremial, prolífico escritor y columnista, asesor de las ligas de servicios, arquitecto y profesor universitario, senador y tribuno, son algunas de las facetas de quien es hoy reconocido como una de las voces más preclaras en defensa de los intereses del país.
Hombro a hombro con los sectores populares
Fundada por Robledo hace ya 22 años, la Unión Cafetera Colombiana, posteriormente Unidad Cafetera Nacional –presidida por Fabio Trujillo Agudelo–, comenzó a granjearse la simpatía de los empobrecidos cultivadores al convocarlos a una serie de marchas de protesta que culminaron, en 1995, en el más grande paro cafetero de la historia colombiana. En él tomaron parte más de 151 municipios de diez departamentos y se logró la condonación de las deudas de cien mil pequeños caficultores.
Unidad Cafetera no ha cesado de crecer desde entonces. En un nutrido desfile hacia Bogotá, los productores regaron café por toda la Plaza de Bolívar y la tribuna de los oradores fue una chiva, transporte típico de los sectores campesinos; entretanto, Jorge Enrique Robledo intervenía en su nombre en el recinto del Congreso.
Ante este valeroso ejemplo, Ángel María Caballero, dirigente de los arroceros, y Jorge Enrique Robledo decidieron unir fuerzas y fue así como se fundó en 2000 la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria, que agrupa hoy a un amplio espectro de sectores del campo que han adelantado batallas memorables en defensa de sus intereses, afectados por la creciente injerencia de los monopolios, como lo fuera el formidable paro agrario del 31 de julio de 2001.
Con su presencia y respaldo han contado, en una somera enumeración, la manifestación contra la Ley de Páramos, en 2005; la Marcha Pijao de Ibagué y la Minga Embera, del mismo año; el paro cívico de Manizales contra el cierre del Hospital de Caldas; en esa misma ciudad la protesta contra la venta de la CHEC y la toma de las compañías fosforeras por el capital foráneo; las movilizaciones en todo el país contra el aniquilamiento de la red pública hospitalaria; el impulso al referendo contra la privatización de la Empresa Telefónica y el liderazgo en rechazo de la privatización de la recolección de basuras y la valorización. Por otra parte, el paro petrolero de la USO en 2004, la resistencia de profesores y estudiantes de varias universidades, especialmente los de la Universidad Nacional de Colombia contra las lesivas reformas que impulsa el gobierno de Uribe Vélez, las manifestaciones de la CUT y demás centrales obreras, las marchas de los arroceros en El Espinal y hacia Bogotá, en la primera de las cuales los productores bloquearon las carreteras con maquinaria agrícola y hasta las avionetas fumigadoras volaron casi a ras de suelo en solidaridad con la protesta. Fueron importantes asimismlas marchas paneleras y la defensa de los productores en todo el territorio nacional, las protestas contra el Ingenio Padilla y el proyecto de ley por la derogatoria del IVA a la panela; durante una marcha panelera a Bogotá, los campesinos llevaban matas de caña como estandartes. También combatió Robledo contra la privatización de las telecomunicaciones y desempeñó un papel protagónico en la organización de las ligas de usuarios de los servicios públicos y en las protestas contra el alza en las tarifas de los servicios públicos y, en fin, en cuanta batalla del pueblo colombiano ha podido contribuir, con esfuerzo y dedicación ejemplares.
Patriota y demócrata consecuente
Todo líder que reclame el apoyo de la gente deberá ser juzgado por su dedicación a la causa de la soberanía nacional. Tal es la mayor valía política de Jorge Enrique Robledo. Desde que iniciara su vinculación al MOIR, Robledo no ha flaqueado en la batalla contra la dominación estadounidense. Y esta es también su más enaltecedora insignia en sus cuatro años en el Senado. Allí su principal esfuerzo se ha orientado a defender los fueros patrios y a desenmascarar a quienes, sin importar su bandería política, los han pisoteado.
Tanto desde el Congreso como en la prensa, los foros académicos y las diferentes expresiones de la lucha popular, Robledo no se ha cansado de fustigar la desna¬cio¬nalización de la economía a manos de los monopolios foráneos. Denunció que desde 1990 han pasado a manos extranjeras, entre otros, los bancos Ganadero y Bancoquia, el carbón y el gas de La Guajira, el níquel de Cerromatoso, las cementeras Diamante y Samper, Caracol Radio, Coltabaco, Ba¬va¬ria, Avianca y Tubos del Caribe. Agregó que es también notorio el avance de los capitales foráneos en los fondos de pensiones y cesantías, y en electricidad, acueductos, telecomunicaciones y salud, al igual que en el comercio. Señaló que la deuda externa pasó en el período de la apertura de 17 mil millones de dólares a 40 mil millones, con altas tasas de interés, y que las multinacionales están sacando cada vez más riquezas del país, como lo ilustra el hecho de que en 2004 enviaron a las casas matrices en el exterior utilidades por 2.337 millones de dólares.
Durante los últimos cuatro años, en sonados debates, Robledo mostró con cifras y con hechos cómo la política energética de Uribe es la más regresiva de la historia. Uribe Vélez entregó el gas de La Guajira y el petróleo de Caño Limón, volvió a imponer el viejo contrato colonialista de concesión y está obcecado en privatizar la Refinería de Cartagena.
El dirigente moirista ha reafirmado que la actual estrategia de Washington apunta a recolonizar el continente. Punta de lanza es el Tratado de Libre Comercio, TLC, del que Robledo es reconocido como el más esclarecido contradictor. El TLC es «la mayor amenaza contra la nación desde la Independencia de España», ha repetido, y una «evidente causa de traición a la patria».
La oposición al TLC lo llevó a hacer contacto con congresistas de Ecuador y Perú, con quienes firmó varias declaraciones, y a asistir a importantes foros en Quito y Lima. Como expresión de su compromiso internacionalista, el senador Robledo se solidarizó con la resistencia de Iraq contra la ocupación norteamericana, rechazó el golpe de Estado urdido por Washington contra el presidente Chávez y ha viajado a Estados Unidos, Suiza y España para atender compromisos con distintas organizaciones democráticas.
No rechaza el TLC por un prurito dogmático ni porque sea xenófobo. Al contrario, proclama: «Sacar al país de su crisis también exige mantener sus vínculos con el mundo, como es obvio, pero no con cualquier tipo de relación sino con la que le sirva al proyecto de progreso material y cultural y de independencia política de la nación colombiana. ¿O hicieron mal quienes en el siglo XIX entregaron sus vidas en la conquista de la soberanía y el derecho de autodeterminación nacional, para poder establecer relaciones internacionales diferentes a las del colonialismo?»
Ha dicho, por otra parte, que en Colombia no podrá haber auténtica democracia mientras se pisoteen los derechos de los trabajadores. «Estamos ante la más brutal arremetida contra las clases laboriosas y sus organizaciones sindicales: son millones los puestos de trabajo perdidos por la quiebra de la producción industrial y agraria y por los procesos de privatización del patrimonio público, se ha desmontado casi por completo la legislación laboral conquistada en décadas de arduas luchas, se reprimen los derechos a la organización y a la contratación colectiva, se desconoce el contrato individual de trabajo para dar paso a aberrantes formas de tercerización y se suprime la seguridad social mediante consecutivas reformas neoliberales, hasta el extremo de negar el derecho a pensionarse. En fin, abundan las pruebas de que un eje de la recolonización imperialista en curso es el detrimento acelerado y a fondo de las condiciones de vida y los derechos de los trabajadores de la ciudad y el campo».
Por una unidad nacional sin precedentes
En la audiencia pública sobre el TLC celebrada en el Capitolio el 14 de febrero, Robledo instó a crear «la más grande unidad que se haya dado en este país desde que somos República». Fue esta la más reciente de una serie de declaraciones en que el vocero del MOIR, ahora bajo el lema de «¡A mayor traición, mayor resistencia!», ha llamado a patriotas y demócratas a unificar esfuerzos, luchas y voluntades para hundir el Tratado, por ser contrario al interés de la nación.
En el curso de la actual campaña electoral y ante diversos auditorios, el dirigente moirista ha venido reiterando que se trata de una unidad sin precedentes, pues cobija no solo a las capas populares, sino también al empresariado mediano y grande y a todo aquel que haya resuelto ligar su suerte personal a la de la nación.
No resulta una coincidencia que el difícil camino hacia la unidad tendiera a irse abriendo a medida que transcurría el actual mandato del presidente Uribe. Piedra miliar fue la derrota aparatosa, también histórica, sufrida por el referendo uribista en octubre de 2003. Resultó en ella decisiva la activa propaganda de quienes, agrupados bajo el impulso de las centrales obreras en la Gran Coalición Democrática, convocaron a la abstención. También Robledo contribuyó a agitarla desde el bastión parlamentario, empleándose a fondo en la batalla contra el engendro bonapar¬tista.
Noviembre de 2003 marcó el siguiente hito: el jueves 26, en el Hotel de la Ópera, se fundó la bancada parlamentaria Alternativa Democrática y, en enero de 2004, se propuso a Carlos Gaviria como precan¬di¬dato presidencial. Robledo estuvo allí en primera línea, junto con otros ocho congresistas y con los principales dirigentes del MOIR, el Frente Social y Político, la Unidad Democrática, el Movimiento Ciudadano, el Partido Comunitario Opción Siete y Autoridades Indígenas de Colombia. Alternativa Democrática llegó también más adelante a un sólido acuerdo sobre unas bases pro¬gra¬má¬ticas expresamente opuestas en lo económico a las políticas del Consenso de Washington y el Fondo Monetario Internacional y, en especial, a su culmen, el TLC con Estados Unidos.
La propuesta unitaria siguió abriéndose paso, esta vez hacia los productores, con las consultas populares que casi por unanimidad rechazaron el TLC desde marzo de 2005. Celebradas en Cauca, Tolima, Cun¬dinamarca, Boyacá, Nariño y otros departamentos, fueron impulsadas con entusiasmo por los Cabildos Indígenas, los cultivadores de arroz, los productores de clima frío y combativos gremios como la Asociación Nacional por la Salvación Agrope¬cua¬ria. Robledo jugó en ellas un papel destacado.
A partir de febrero de 2005, con las cartas que se cruzaron Samuel Moreno Rojas, presidente del Polo Democrático Independiente, PDI, y Carlos Gaviria Díaz, coordinador nacional de Alternativa Democrática y precandidato a la Presidencia, se inició en firme el proceso de fusión entre ambas organizaciones, que amplió aún más el espectro de las fuerzas políticas. Las negociaciones culminaron el 26 de noviembre con la firma de un acuerdo político y organizativo y un Ideario de Unidad, orientación básica para las luchas venideras del pueblo colombiano por construir una patria amable, soberana y próspera.
La unidad que ha venido Robledo proponiendo no es meramente antirreelec¬cio¬nista. De lo que se trata no es de hacer uri¬bismo sin Uribe, asevera, sino de derrotar a fondo las políticas que se vienen aplicando en el país desde 1990 bajo los lineamientos neo¬li¬berales del Consenso de Washington y las imposiciones del FMI. En consecuencia, para consolidar una auténtica alternativa democrática, el senador del PDA está llamando a dar el voto por el doctor Carlos Gaviria.
Un revolucionario en el Congreso
«El parlamentario defensor del interés nacional», calificativo que no han dudado en reconocerle vastos sectores de opinión, explica el grande aporte que está haciendo Robledo desde la tribuna parlamentaria a la construcción de una historia propia para la nación colombiana.
Los debates de Robledo en el Senado, tanto en Plenaria como en Comisión Quinta, abordan los aspectos fundamentales de la vida económica y política. En materia petrolera y en el tema agropecuario, ha demostrado cómo el gobierno adelanta una política aquiescente con los intereses de las trasnacionales foráneas, en especial las norteamericanas. Los asuntos cafeteros tampoco han escapado a su escrutinio. En sus frecuentes citaciones a los ministros de Hacienda y Agricultura, como a la cúpula de la Federación de Cafeteros, ha expuesto en forma contundente y bien documentada cómo el gobierno y la dirigencia no solo no resuelven la crisis, sino que profundizan la política que se iniciara con la ruptura del Pacto Internacional de Cuotas. Ha estado denunciando además toda una serie de manejos con el patrimonio del Fondo Nacional del Café, perteneciente a los 600 mil caficultores colombianos.
Por el banquillo pasa también la política medioambiental, que no ha dudado en calificar de barbárica. Los intentos repetidos del gobierno por extender las aspersiones aéreas, hasta con agentes biológicos, a los parques naturales, el inicio de su proceso de privatización, el proyecto de Ley del Agua enfilado a privatizar todas las cuencas hídricas, la objetada Ley Forestal, son solo algunos de los atentados oficiales contra el medio ambiente denunciados por Robledo en el Congreso. En igual forma, ha arremetido contra la política de vivienda y demostrado que, además de ser un fracaso total, se halla al servicio de la especulación financiera.
Rechazó el llamado Estatuto Antiterro¬rista, con la autoridad de haberse opuesto siempre al secuestro, la extorsión y el atentado personal. Con esa misma autoridad censura el actual proceso de paz que adelanta el uribismo y su política de «Seguridad Democrática», aunque abogando sí por una solución política a los conflictos armados que desangran el país.
Los debates sobre modelo económico, salud, pensiones, educación, reforma laboral, reforma tribu¬taria, servicios públicos, privatizacio¬nes, alcohol carburante, corrup¬telas como las de Invercolsa y Com¬msa, negociados como el de Telmex-Tele¬com, que pretendía regalarle la empresa esta¬tal al señor Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del planeta, y, en fin, tantos otros aspectos de la realidad nacional, ponen de manifiesto que el trabajo parlamentario de Robledo está al servicio de la lucha por conquistar los dos bienes más preciados de la nación: la soberanía y la auténtica democracia.
Francisco Mosquera, inolvidable fundador del MOIR y faro de nuestra lucha revolucionaria, escribió: «Nadie es más respetable que quien respalda sus ideas con sus actos». Es justamente lo que hoy puede decirse de Robledo.