Raúl Fernández
En Tokio las siete potencías fueron representadas por el grupo de líderes más impopulares de los últimos tiempos. De Mitterrand a Miyazawa, pasando por Clinton y mulroney, ninguno llega al treinta por ciento en encuestas de popularidad en sus respectivos países. Es por ello que hasta The New York Times juzgó la oficial euforia de Clinton y Major como “retórica extravagante”, diseñada para consumo doméstico por cada uno de los ilustres concurrentes a la cima nipona.
¿Qué ocurrió en Tokio?
No se tocaron los puntos algidos de la lucha comercial: las áreas de agricultura, servicios y la propiedad intelectual.
Estados Unidos continuará su política de retaliación comercial cuando le parezca conveniente, haciendo caso omiso de los organismos dispuestos en el GATT para el caso.
No se logró acuerdo signifiativo en la disputa entre Japón y Norteamérica con referencia al déficit comercial.
Pero, ¿y qué tal la eliminación le tarifas?
Primero, esto no surtirá efecto a menos que la Ronda Uruguay de negociaciones del GATT sea culminada este año; y segundo, lo más importante, bajar tarifas no es acabar con el proteccionismo sino continuarlo por fuera del GATT.
Ejemplifico:
Washington eliminaría la tarifa del 25% a equipos agrícolas y de construcción. Pero probablemente se valdría de reglas de «emisión» y le «seguridad» para dificultar la entrada de esos productos a su mercado interno.
Estados Unidos, Japón y Europa disminuirán tarifas a equipos médicos pero continuarán vigentes los engorrosos procedimientos de “aprobación”como requisito para ventas en los respectivos mercados.
Lo mismo ocurre con los productos farmacéuticos en esos tres grandes mercados del orbe. Desaparecerían las tarifas sólo para que permanezcan en pie las reglas de admisión que a veces demoran la entrada de un nuevo producto hasta diez años y más.
Y existen otros aspectos aún más simples. Europa accede a bajar las tarifas a la cerveza americana, a sabiendas de que ésta no agrada al paladar europeo.
En resumen, ¿cuál baja de tarifas?
La acogida a la conferencia de los siete ha sido fría. Un comentarista del Institute of International Economice de Washington declaró que los resultados «no crearán ninguna ola de entusiasmo». Simplemente se le dio un empuje moral a las negociaciones del GATT, con el objeto de impedir que se rompan las conversaciones. El que más claro lo dijo fue el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Alain Juppe, quien declaró que el acta final se reduce a «un informe sobre métodos y procedimientos a seguir… en futuras pláticas».
Con respecto a Rusia y el tratamiento a Yeltsin acontece algo parecido. Mientras Clinton sostiene que los logros fueron supremos, la realidad es otra. Se acordó la ridícula suma de tres mil millones de dólares a Rusia. Pero si se va por partes se nota lo siguiente: entre los tres mil millones se contabilizan tanto préstamos como promesas. En dinero constante y sonante hay muy poco, unos quinientos millones. Alrededor de dos mil quinientos millones de dólares consisten en créditos a empresas y al Estado ruso para que importen manufacturas, servicios y tecnología de países en el Grupo de los Siete.
Mientras Moscú protesta porque los mercados internacionales continúan cerrados a sus productos, comienzan las acusaciones de dumping en su contra, especialmente con relación a las exportaciones de aluminio. Un periódico estadinense especializado en noticias internacionales, The Christian Science Monitor, consideró el aporte del G-7 como una «modesta suma».
En resumidas cuentas la reunión en Tokio prueba que nadie del grupo está dispuesto en este momento a abandonar la defensa de sus industrias, sean las agrícolas y de telecomunicaciones en Francia, del vidrio y del arroz en Japón, o de la ropa y los textiles en Estados Unidos.
La agresión bélica de Estados Unidos en el planeta
Las actividades militares de la Casa Blanca revelan a los pueblos del mundo los oscuros propósitos de dominación y sometimiento del imperialismo yanqui. Dentro del creciente número de conflictos en los últimos tiempos conviene resaltar los siguientes hechos:
Clinton declaró en su visita a Corea del Sur que ahora más que nunca es necesario que la superpotencia mantenga una presencia armada en todo el orbe. Durante su estadía conminó a Corea del Norte, advirtiéndole que, si no renuncia a sus pretensiones atómicas ni se comporta como es debido, será barrida del mapa. Señalando la necesidad de permanecer en Asia, Kissinger había escrito: «Una retirada norteamericana, bajo cualquier pretexto, llevaría al desastre». «No debemos hacernos ilusiones; no resolver la amenaza coreana de una manera clara y tajante, tarde o temprano llevará al armamentismo nuclear del Japón». Esta misma afirmación la hizo el G-7 en la reunión de Tokio.
Después de años de intentar asesinar a Castro, Gadafi, Saddam Hussein, etc., Estados Unidos bombardea Bagdad con el pretexto de que el gobierno iraquí preparó un complot para asesinar a Bush. Su despliegue militar sobre esa región del Medio Oriente es cada vez más intenso.
El Departamento de Estado en forma arrogante añade el Sudán a la lista de «países terroristas».
Tropas norteamericanas bajo la bandera azul de las Naciones Unidas masacran a la, población civil de Somalia en nombre de la «asistencia humanitaria». Hasta el papa salió a condenar la carnicería. E Italia acaba de denunciar la utilización de la ONU por parte del
Pentágono.
El gobierno norteamericano pone sus ojos sobre Macedonia, Yugoslavia, acosa indirectamente a Alemania de ser causante de la crisis en Bosnia se inmiscuye en la cuestión de Sebastopol, y les enmienda la plana a haitianos, guatemaltecos y nicaragüenses.
En la declaración de Tokio el Grupo de los Siete atacó a serbios y croatas, a los que Alemania apoya, a propósito del reparto de Bosnia, y propuso el uso de la fuerza para desmembrarla.
En la misma reunión se llamó a Ucrania y Kazakstán a ratificar el Salt 1 y adherirse al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
Resulta claro de lo anterior que EU está prendiendo la hoguera para implantar su supremacía en todos los rincones del planeta y asegurar su predominio en la lucha comercial entre los bloques. En cuanto atañe a Moscú, las condiciones humillantes del crédito que aprobó el G-7 se explican por la necesidad del desarme de los rusos, ya que éstos ostentan el arsenal nuclear más grande del globo.
La actual iniciativa militar norteamericana arranca con la invasión de Granada en 1983, luego de un largo período de declive que se acentúa con el triunfo de la Revolución Cubana del 1° de enero de 1959. Varias décadas después, con el hundimiento de la URSS y la guerra del Golfo Pérsico, obtiene el control sobre el Medio Oriente y los países árabes, asegurándose el petróleo de la región.
En la actualidad, con la ocupación de Somalia, toma posiciones para someter a Sudán, Egipto y Libia. En América Latina tras la excusa de combatir el narcotráfico, construye bases militares y envía quipos de asesores a Colombia, Ecuador; Perú Bolivia y Centroamérica.
El panorama indica que todo se agudizará. Crece la oleada de inmigrantes sin empleo en las naciones más desarrolladas. La gigantesca crisis presagia el levantamiento de los pueblos contra sus opresores, es decir, la revolución.