Comunicado del Comité Ejecutivo Central del MOIR, de marzo 14, en el cual se condena la injerencia norteamericana y el indignante mecanismo de la desertificación, al cual recurrió Estados Unidos acompañándolo de insultantes calificativos contra nuestro país
En una escalada de su continuado intervencionismo, el gobierno de los Estados Unidos, país que presenta el mayor consumo de narcóticos y obtiene el mayor lucro de su tráfico, recurrió de nuevo al instrumento que ilegítimamente se autoconcedió de calificar a Colombia, así como a otros países, por el tratamiento que han dado al narcotráfico. Semejante procedimiento, sin importar el signo positivo o negativo de su dictamen, es de por sí una tropelía en las relaciones internacionales que merece el rechazo de todos los que propugnan el trato en pie de igualdad entre las naciones, tal como lo expresara el gobierno mexicano.
El propósito del Estado norteamericano es intensificar el cerco político, económico y financiero sobre la nación y de paso exponernos ante la comunidad internacional como nación degradada. Esto consolida a la potencia del Norte como actor decisivo en el eventual derrumbe del gobierno de Ernesto Samper y en la selección de su reemplazo; apuntala la quinta columna con que cuenta en Colombia conformada por el fiscal Valdivieso, a quien no se cansa de encomiar, y por algunos funcionarios judiciales y policivos, precandidatos, ex funcionarios gaviristas, dirigentes gremiales y periodistas; monta con sus certificaciones nuevos mecanismos de chantaje permanente para incidir en las principales decisiones nacionales, en fin, crea las condiciones propicias para avanzar en su plan de recolonización política y económica. Por ello el repudio que merece de los colombianos debe ser categórico e inequívoco.
Al igual que los actos de intervención norteamericana perpetrados gracias al colaboracionismo de César Gaviria, éste de ahora, facilitado por la obsecuencia de Ernesto Samper, corrobora, como hemos expresado, que el ignominioso tratamiento del imperialismo gringo es aquí correlativo con el servilismo que manifiestan sus gobernantes. El gobierno samperista, lejos de rechazar la práctica colonial de la certificación, ha optado durante su mandato por someterse a los dictados y el chantaje de la Casa Blanca. Tanta complacencia de nada le ha servido, pues el imperialismo, inflexible ante sus gestos de apaciguamiento, estrecha el cerco a la nación y sigue en pos de su cabeza. Ambas cuestiones, no obstante, deben ser rechazadas, sin duda alguna y contundentemente.
La nación enfrenta hoy el peligro real e inmediato de que el cambio de gobierno y, eventualmente, de la legislación política estatal, sean impuestos como el resultado de complots, manipulaciones y chantajes montados en Washington, de los cuales la espuria desertificación es típica y avanzada muestra. Esto equivaldría a una pérdida de independencia política sin precedentes, que tendría cono base despojar a la población de su derecho primario y fundamental a la autodeterminación, sin la cual no es posible ningún otro derecho ni propósito social.
Demostrando sabiduría para comprender este riesgo y valor para enfrentarlo, son muchos los episodios de 1ucha que a través de la historia ha desplegado el pueblo colombiano por su independencia. Es necesario recoger esta altiva tradición, puesto que los actuales conflictos sociales, entre ellos los que se manifiestan en los debates y litigios respecto a la corrupción y los delitos relacionados con el tráfico de narcóticos, y en especial el proceso que la Fiscalía ha incoado contra el presidente Samper, están atravesados por los diversos aspectos del gran conflicto que contrapone a Colombia con la política que se dicta en Washington. Ignorar e conduce a desatinadas actitudes antipatrióticas o inconsecuentes, nacidas de desconocer que cualquier desenlace positivo para los intereses nacionales sólo es posible si se suprimen todas las interferencias norteamericanas.
La condición absolutamente necesaria para la solución de los conflictos que hoy abruman a Colombia radica en la vigencia y ejercicio plenos de la soberanía nacional. Esta gran verdad está en armonía con lo que históricamente ha proclamado la clase obrera y va siendo desentrañado cada día, en medio de la crisis, por un mayor número de colombianos. ¡Excelente resultado para nuestro destino como nación!
Consecuente, el MOIR llama a todos los compatriotas a ponerse en pie de resistencia para:
• Poner fin a todo compromiso de carácter militar, judicial y policivo con Estados Unidos que constituya una injerencia en nuestros asuntos o la facilite, socave las instituciones y quebrante las leyes y normas vigentes. El constante rechazo popular a la presencia de tropas, agentes policiales y espías norteamericanos en nuestro suelo, debe traducirse en la salida del virrey Frechette y del personal de la DEA, la CIA y el FBI, los siniestros organismos cuya misión confesa es hoy más que nunca reprimir, espiar y conspirar, mientras, entre elogio y elogio a sus favoritos envuelven y determinan las principales actividades de la Fiscalía y la Policía Nacional.
• Desechar la política neoliberal de apertura, lo cual en primera instancia entraña resguardar la producción y el mercado nacionales. Suspender las privatizaciones y las medidas que impliquen desguazar las empresas estatales. Recuperar y estimular la economía agraria. Exigir condiciones justas para nuestro comercio exterior y hacer que la inversión extranjera beneficie prioritariamente nuestro desarrollo económico. Renunciar a toda cooperación económica o técnica condicionada a satisfacer pretensiones extrañas al interés nacional.
• Suspender las medidas y políticas que deterioran la vida del pueblo, como las continuas alzas en los bienes, servicios e impuestos, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, el irrespeto a los derechos democráticos y el desconocimiento a las reivindicaciones de las masas laboriosas.
En torno a estos puntos se viene produciendo una división en la sociedad colombiana, pues constituyen una línea de separación entre quienes secundan, alcahuetean o consienten el continuo intervencionismo de Estados Unidos y quienes le oponen resistencia, lo rechazan y lo denuncian. Sobre esa misma base se gesta entre la mayoría de compatriotas una gran unidad. Los hechos harán cada día más evidente que ambas, división y gran unidad, son indispensables para salvar a la nación.
La continuidad de la actual política de sumisión nacional del gobierno obstaculiza la más amplia unidad nacional. El país reclama una política que defienda su independencia y soberanía.
Sin duda alguna todos los colombianos de bien, entre quienes alienta un espíritu patriótico y democrático, desplegarán su resistencia contra la recolonización emprendida por Estados Unidos y harán que prevalezca la soberanía de Colombia.
Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario
(MOIR)
Comité Ejecutivo Central
Héctor Valencia, Secretario General