POR LA SOBERANÍA DE COLOMBIA, ¡FUERA GRINGOS!

(Declaración del Comité Ejecutivo Central del MOIR, leída por su secretario general, Héctor Valencia, en el programa institucional de TV el 4 de octubre de 1995.)

El intervencionismo del gobierno de los Estados Unidos en los asuntos internos de Colombia ha adquirido una intensidad sin precedentes en la historia nacional. Inscrito en la política de recolonización que viene aplicando a nivel mundial, su objetivo central es la expoliación de nuestros recursos naturales, el saqueo del ahorro nacional y la explotación al máximo de la fuerza de trabajo, para lo cual ha contado con la complicidad y obsecuencia de las clases dominantes y sus gobiernos de turno.

En efecto, la política norteamericana, que recibió aquí el nombre de apertura, fue acogida inicialmente por la administración Barco, y luego al gobierno de Gaviria le correspondió aplicarla a fondo, cumpliendo a cabalidad con las disposiciones imperiales, incluyendo los cambios al régimen jurídico e institucional, en especial la promulgación de la Constitución de 1991. A Samper Pizano le cupo dar continuidad a lo estatuido y satisfacer los nuevos dictámenes, misión que ha realizado revistiéndola con la retórica de atender los aspectos sociales.

La aplicación de la apertura ha lesionado gravemente la industria, quebrado la agricultura, aumentado el desempleo y arrojado sectores enteros de la población a mayores niveles de pobreza. Se configura así un atentado contra el desarrollo de las fuerzas productivas y el bienestar del pueblo, dando lugar a una situación de crisis económica que guarda íntima relación con las diferentes formas de la crisis política que experimenta la nación.

En lo que sí constituye una verdadera conspiración, el gobierno norteamericano, para hacer más expedita y firme la subyugación económica, ha aprovechado las condiciones políticas internas que le han sido favorables y ha adoptado y puesto a su servicio las más variadas causas. De allí que el país que más se lucra con el tráfico de narcóticos, aparezca entre nosotros como adalid de la lucha contra el narcotráfico; el Estado más corrupto del mundo figure como abanderado del combate contra la corrupción, y el gobierno que atropella naciones por doquier se presente como preocupado por la suerte que corra la democracia. Todo se reduce a crearse una mampara que le facilite la intervención cada vez más directa y decisiva en el manejo económico y político de la nación.

En la consumación de tan descarado atropello contra nuestra soberanía, el imperio estadounidense ha contado con la conducta servicial de los gobernantes nacionales, la actitud acoquinada de casi todos los dirigentes políticos, la pasividad calculadora de los dirigentes gremiales, la traición a los trabajadores de una parte de las direcciones sindicales y la reverencia bochornosa de casi todos los medios de comunicación.

Semejante situación de indignidad, se manifestó de modo típico cuando el gobierno de Samper Pizano, sofocado por la presión del caso penal con que le apunta Estados Unidos a través de su instrumento preferido en la actual crisis, el fiscal Valdivieso, alcanzó a musitar que «intereses foráneos», que no podían ser otros que los de los Estados Unidos, con los cuales ha condescendido, se movían tras una conspiración. En seguida, a raíz de un suceso criminal contra el abogado del presidente, insinuó que la DEA, la siniestra agencia policíaca del imperio incrustada por el mismo gobierno en los organismos policíacos de la nación, participaba en la conjura. Se refería no a la gran conspiración contra los intereses de Colombia, sino a una contra su gobierno. Con todo, el incidente sirvió para que, en el ámbito de la violación flagrante de la soberanía en todos los órdenes de la vida nacional, se manifestara la dimensión que ha alcanzado la prepotencia norteamericana. Al gobierno de Samper le bastó que las autoridades de Washington le espetaran a coro un rapapolvo ante su gemido y la Fiscalía lo acusara de irresponsable por su señalamiento, para que, espantadizo, se apresurara a exculpar a Estados Unidos de toda actitud torcida, mientras el grueso de los dirigentes políticos y gremiales y los dueños de los medios noticiosos, apocados, ni siquiera simularan escandalizarse frente a la despótica y ensoberbecida reacción norteamericana.

Este episodio es una elocuente comprobación de que el ignominioso trato que el imperialismo gringo da a la nación para someterla aún más a su coyunda económica, es correlativo con el servilismo que manifiestan sus gobernantes. Excelente ocasión, entonces, para que todos los colombianos, desechando falsas ilusiones sobre la actitud consecuente del gobierno, comprendan que la solución a la actual crisis no radica en los resultados de los procesos judiciales ni en el funcionamiento de las instituciones, pues nada de esto afecta su verdadero origen: la dominación norteamericana. Y aún más, comprendan que los fallos judiciales y la «salida institucional» constituyen opciones del imperio para la continuidad y afianzamiento de su dominación.

En consecuencia, el MOIR hace un vigoroso llamado a los compatriotas, pertenecientes a todas las clases y todas las organizaciones políticas y sociales, que no admiten la opresión nacional, a ponerse en pie de resistencia contra las imposiciones económicas, la intervención en los asuntos internos, la presencia de agentes policíacos y militares, y todas las formas de coacción política por parte del gobierno de los Estados Unidos, y contra todos aquellos que coadyuven a esos propósitos imperialistas. Al hacerlo, trazarán una línea divisoria que definirá campos con los enemigos externos e internos de la nación e iniciarán la toma de su destino en sus propias manos.

Movimiento Obrero, Independiente y Revolucionario
MOIR
Comité Ejecutivo Central
Héctor Valencia, Secretario General