Luis Eduardo Rolón: «RUBRICÓ CON SU SANGRE SU PENSAMIENTO»

A comienzos de la década de los años setentas el MOIR ponía los cimientos de su organización como partido del proletariado colombiano. Fueron épocas de grandes batallas ideológicas que tenían por objetivo desentrañar la naturaleza de nuestra sociedad y el carácter de la revolución. Dos elementos esenciales, sin duda, para definir las variantes tácticas a seguir y las clases y capas de nuestra sociedad que habrían de jugar su papel en el sacudimiento por venir. Entre los distintos combatientes de nuestra organización se destacaba ya Luis Eduardo Rolón. En los sindicatos, en los barrios, en las discusiones estudiantiles aparecía insistiendo en la necesidad de la dirección de la clase obrera en la inmensa tarea de conquistar los grandes cambios democráticos que, a la vez que sacaran al país de la coyunda extranjera y de su atraso secular, le permitieran al proletariado fortalecerse y desplegar toda su capacidad para continuar la marcha al socialismo. Sus argumentos hacían parte de la política de «nueva democracia», que apenas aparecía entre nosotros, pero que decenas de años atrás había sido expuesta por el marxismo, y especialmente por Mao Tse-Tung, como orientación clave para la revolución en los países neocoloniales y semifeudales. Como gran abanderado de estas concepciones, Rolón jugó destacadísimo papel en el movimiento estudiantil de 1971 en la Universidad de Antioquia.

Cuando con la dirección de Francisco Mosquera, y corrigiendo viejos errores infantiles de izquierda, el MOIR decidió participar en las contiendas electorales, Rolón trabajó activamente en ellas. Con su práctica personal conoció las limitaciones típicas de esta modalidad de lucha, pero «la continuó esgrimiendo, sin aburrirse ni olvidarse de que la rebeldía civil provendrá exclusivamente de las múltiples confrontaciones económicas y políticas de la población».

Respondiendo a la política de «pies descalzos» lanzada por el Partido, y a su llamado de ir al campo, Rolón estuvo entre los primeros en iniciar la marcha. Se desplazó a Barrancabermeja donde supo granjearse la confianza de los activistas y dirigentes petroleros, contribuyendo con su estilo de trabajo y dedicación a consolidar la presencia del MOIR en este importante frente, al que la dirección del Partido destinó un contingente valioso de cuadros. Se vinculó entusiastamente a las tareas de la patriótica huelga de la USO en 1977 y posteriormente acompañó al resto del partido en la creación y desarrollo de las organizaciones campesinas del sur de Bolívar. Su diligente actividad revolucionaria y su contagiosa fraternidad dejaron un grato recuerdo entre la militancia y la corriente del MOIR en esta estratégica zona de la patria.

Fueron años de grandes dificultades y nuevas y agudas contradicciones en la lucha ideológica contra la ofensiva socialimperialista y por educar al pueblo sobre los desaciertos de las prácticas terroristas. El camarada Rolón «se destacó, desde los frentes que le correspondiera atender, por los esfuerzos dedicados a despejar la confusión reinante. Sabía que la emancipación de los pueblos, y en especial de la clase obrera, no logrará coronarse sin la plena soberanía de las naciones pobres y sin la conciencia pública de que el socialismo verdadero no es anexionista».

La firmeza, la persistencia y la lealtad en la defensa de las anteriores concepciones las selló con su sangre el 30 de junio de 1985. Con quienes lo asesinaron, es cierto, «lo separaban grandes discrepancias políticas e ideológicas, pero el único daño que les había infligido en tres lustros de pelea consistió en señalarles, ante los asalariados y demás estratos productivos, sus inconsecuencias y procedimientos proditorios».

Pero no se crea que su inclaudicable capacidad la orientó solamente a enfrentar el oportunismo de izquierda. También «rechazó firmemente los postulados burgueses de quienes sustituyen la revolución por la reforma en aras de una inconsistente alianza de las clases explotadoras y oprimidas». Como los buenos militantes de nuestro Partido, Rolón estudió y propagó las enseñanzas del marxismo y fue uno de los mejores discípulos de Francisco Mosquera en el combate contra todo tipo de oportunismos. Cuadros como él son indispensables para la construcción de un partido proletario. Formar cuadros de esa calidad y de ese temple requiere de muchos años y de múltiples esfuerzos. Por dilo para los moiristas, los que «hemos jurado destronar a los explotadores y verdugos del pueblo y sólo aspiramos a la victoria total, la muerte de un camarada como Luis Eduardo Rolón representa un revés incalculable… y para recuperar en parte la pérdida que hemos sufrido con su prematura desaparición, la única forma es resaltar y cultivar su ejemplo en cuanto simboliza. Tendremos que seguir adelante si aspiramos a que sus vigilias y empeños no hayan sido en vano».

Diez años han pasado desde la muerte de nuestro camarada, y desde entonces son muchos los obstáculos y golpes que hemos debido superar. Contamos para ello con el acierto y el coraje de la dirección del Partido, que no vaciló un solo momento «en nadar contra la corriente y aferrarse a unos cuantos principios, cuya justeza ha sido demostrada en la lucha de clases». Durante este período se destruyó el engaño del revisionismo soviético y fue derrotado el expansionismo de la superpotencia oriental, arrastrando tras de sí más de una ilusión. Así que, más rápido de lo que se pensaba, las cosas empezaron a colocarse en su verdadero sitio. Rusia y sus satélites quedaron uncidos al carro capitalista y el hegemonismo de Estados Unidos se hace sentir en toda la redondez de la Tierra. La batalla principal cambió de blanco para los auténticos revolucionarios del mundo.

En el MOIR “hemos tomado muy en cuenta ambos fenómenos, y a su debido tiempo, lo cual nos otorga alguna autoridad para exponer nuestros criterios entorno a la grave situación existente en Colombia, que ha iniciado su viacrucis hacia la plena entrega económica al imperialismo norteamericano, mediante la política antinacional de la apertura”. Esta ofensiva de recolonización, impulsada ayer por Gaviria y hoy por Samper, está llevando a que los más disímiles sectores del pueblo colombiano ensayen distintas formas de confrontación con el gobierno antinacional y sus aparatos de control. Trabajadores, empresarios de la ciudad y del campo, pequeña burguesía urbana y rural y, en general, todos los patriotas van quedando sin otra posibilidad que la de movilizarse en defensa de la soberanía y el progreso nacionales.

Con cada día que pasa aumentan las voces que exigen que el país se autodetermine, se proteja al productor nacional, se mejoren las condiciones de vida y de trabajo para las inmensas mayorías populares y se aplique una táctica revolucionaria en la orientación de las luchas del pueblo. El MOIR reitera que sólo promoviendo la más vasta unidad nacional lograremos responder al desafío que la hora nos formula. Y, a la vez, será el mejor homenaje a la memoria de nuestros héroes caídos. «Aun cuando la senda sea larga y penosa no tenemos derecho a desfallecer. ¿Al rehuir el combate no estaríamos declarando inútiles las hermosas páginas escritas por Luis Eduardo Rolón y los demás camaradas desaparecidos? No nos preguntemos cuánto nos falta todavía. Aprendamos de nuestros mártires, que si bien no contemplaron el triunfo lo han hecho factible con su ejemplo».

También con Francisco Mosquera, repitamos que «los ideólogos de la burguesía se solazan con los reveses del marxismo, pero en su loca embriaguez no aprecian la más simple característica de la nueva etapa: que los revolucionarios y trabajadores del orbe entero han comenzado a hablar el mismo idioma en lenguajes distintos».

Evoquemos la memoria de Luis Eduardo Rolón, Raúl Ramírez, Aydée Osorio y los demás compañeros de nuestro Partido caídos en los campos de Colombia por defender consecuentemente los ideales revolucionarios. Ellos nos enseñaron que debemos deponer los transitorios intereses personales y entregarlo todo, incluso la vida, por sacar adelante la bandera proletaria.